Más de 48 horas de asedio, ataques y bloqueos por integrantes del cártel de La Familia Michoacana en la entidad natal de Calderón, acciones que abarcaron más de doce municipios, y que provocaron el repudio de parte de amplios sectores de la población en contra de la soldadesca y simpatías abiertas hacia La Familia, le recuerdan al presidente espurio su desplante de fuerza militar cuando iniciaba su mandato con el Ejército por delante como factor de intimidación. Cuatro años después, el fracaso es evidente –así lo muestra un estado en llamas, inerme, con una población aterrorizada y bajas mínimas en el bando narco–, si bien el gobierno federal se ufana de haber eliminado a El Chayo, uno de los principales mandos de esa organización.
Asimismo, Tamaulipas es lo más parecido a una dictadura criminal, con zonas controladas por el cártel del Golfo y otras por Los Zetas. Desde hace una década, esa entidad es una zona de silencio: hay regiones donde el silencio domina, donde el miedo se siente y se ve entre la gente. “Es la guerra”, dicen.
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