Fue un arribo escenográfico de consecuencias previstas. Larga barba comprobante de los meses de obligado descuido estético, aunque el cabello no mostraba concordante crecimiento y desaliño; gran cobertura mediática, sobre todo televisiva, para difundir las primeras consideraciones de aquel a quien los reporteros preguntaban, sin respuesta, si buscaría o aceptaría ser candidato presidencial, y el clarísimo enfoque político del discurso del panista ya en libre circulación al que un pasaje de El Quijote parecía servirle de plataforma de lanzamiento hacia nuevos episodios políticos, específicamente la contienda presidencial de 2012.
Diego restituido, recuperado, reciclado. De los Misteriosos Desaparecedores a los misterios de la reaparición. La fraseología de izquierdismo simplista como telón ideal de fondo para adjudicar la ausencia física sietemesina a los peligros para México que constituyen quienes comparten ese manual básico de la inconformidad. Caricaturización de la disidencia, con injertos de posturas de López Obrador y Marcos, entre otros: del Nosotros los pobres y ustedes los ricos al análisis-denuncia parcial y elemental, enderezando las baterías contra izquierdistas y priístas y condenando al mártir del coyotaje de superlujo al paredón de las descalificaciones sumarias en comunicados cuya carga crítica fue arrasada en cuanto los poderosos medios televisivos decidieron purificar a Diego de su denso historial para convertirlo en héroe del momento, en síntesis de virtudes cívicas y ejemplo nacional de lucha contra los muchos males actuales, al extremo en Foro Tv, de Televisa, de proponer movimientos sociales de unidad nacional y firma de pactos sobre seguridad pública con el panista como eje convocante y figura inspiradora.
Diego sin evidencia de traumas posteriores al secuestro ni dificultades para subirse con agilidad al carrusel de la realidad política nacional que cambia con fuerza día a día. Claridad de análisis y contundencia declarativa apenas afectada por problemas de la garganta. Listo para seguir siendo el mismo y continuar en la lucha. Gracias a la Virgen y a Dios. Hombre de fe que perdona. Llamada telefónica con el ocupante de Los Pinos (que ese día pudo haber perdido la capacidad de instalar pieza propia hacia 2012). Ramo de rosas rojas del caballero nuevamente andante para llevarlo a la novia en auto por él conducido. Sus palabras repetidas una y otra vez en las televisoras de programación informativa continua. Entrevista especial con el titular de un programa de Radiofórmula, José Cárdenas, a quien aseguró que diría lo mismo que esa misma noche frente a Joaquín López Dóriga en el noticiario estelar de Televisa, entre otras cosas, que su desaparición física fue motivada por razones económicas, “pero también tuvo una marcadísima connotación política, supuestamente por cuestiones ideológicas”. Político con “tranquilidad de conciencia” porque siempre ha luchado “por mis ideales, siempre en Acción Nacional, siempre por México”, lo que no “vieron así” los Misteriosos Desaparecedores, pues “ellos me consideraron un enemigo de sus causas”.
Diego precandidato aun cuando él no lo quisiera y aun cuando ésa fuese una consecuencia no deseada por quienes prepararon su misteriosa desaparición. Es, ya, el paladín de la lucha de la sociedad mexicana contra la delincuencia desbordada. ¿Quién mejor que él para enfrentar con mano dura, discurso firme y experiencia propia lo que los mexicanos padecen hoy? Diego no es ni será más el litigante que se ha beneficiado del tráfico de influencias para ganarle millonarios pleitos al propio Estado, ni el personaje que desde el Senado o en los arreglos con Los Pinos salinistas fue montando una red de intereses en el Poder Judicial y en el aparato de procuración de justicia que acabó beneficiando a su propio bufete y a su propia cartera de clientes de elite que han saqueado al país desde sus trajes de etiqueta, sus cuellos blancos. Hoy, ya, Diego ha sido liberado de esas culpas gracias a la magia televisiva, al periodismo acrítico y convenenciero, a la desmemoria nacional y a los planes políticos que necesitan estabilizar las elecciones de 2012 mediante contendientes “confiables”, “civilizados”, que sean capaces de dejarse ganar unos comicios, como lo hizo Fernández de Cevallos frente a Ernesto Zedillo en 1994, o “aceptar” el amable arbitraje del Señor de las Cunas por él mecidas, el también liberado y reaparecido Carlos Salinas de Gortari a quien mucho alegraría jugar en la próxima contienda con cartas propias, cercanas, influenciables o negociables. ¿Qué tal un 2012 con el favorito Peña Nieto como apuesta principal, con Diego como opción secundaria que en dado caso sea capaz de aceptar desenlaces que le fueran desfavorables y con un Marcelo movido por el antiguo compañero de armas salinas, Manuel Camacho? Dieciséis años atrás fue el llamado “error de diciembre” y ayer, caprichoso como puede ser el calendario, Salinas podría haber celebrado su acierto de diciembre.
(Texto de Julio Hernández López, La Jornada, 21/XII/10).
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