domingo, 2 de enero de 2011

PORTADA

EDITORIAL: Tragedia nacional

“Es lamentable que quien fue impuesto por la funesta camarilla culpable de la tragedia nacional, en vez de pedir perdón a los mexicanos por el desastre actual siga optando por la mentira, la confrontación y la ofensa a millones de mexicanos que no se dejaron engañar, a los que llama ‘fanáticos’ porque, en uso de sus derechos y libertades, siguen expresando su decisión de transformar a México por la vía pacífica.

“A la mala el grupo de potentados que no piensa en el país ni le importa el destino del pueblo, se continuó con la corrupción, con la política de pillaje…

“Mantengo una inquebrantable fe en la causa que defendemos y estoy convencido de que el cambio vendrá y no lo van a impedir ni la mafia del poder ni Salinas, ni Televisa ni Peña Nieto, ni el PRI ni el PAN ni sus voceros, ni los sembradores de veneno…

“Más temprano que tarde habrá un despertar ciudadano y el pueblo tomará conciencia de que es más fuerte y más poderoso que sus opresores. Esos son mis principios y mi convicción”.

(Parte del discurso de López Obrador el 6 de octubre, 2010).

EDITORIAL: Jaime Verdín: defensor del establishment

La ley básica del capitalismo es tú o yo, no tú y yo: Karl Kraus

Jaime Verdín no ignora que el capitalismo es violento, valga la redundancia. Es obvio, pero hay que decirlo, el capitalismo es, sin lugar a dudas, violento, y salvaje. Más allá de la pura necesidad biológica de un canibalismo ancestral, el capitalismo devora sin necesidad, el capitalismo denigra seres humanos por ambición, el capitalismo compra conciencias y silencios. El capitalismo es cruel, infinitamente cruel.

Jaime Verdín sabe que el capitalismo desprecia la vida humana y antepone a ella los intereses materiales.

Jaime Verdín sabe que el capitalismo patrocina, promueve, mantiene y aumenta las miserias del pobre y los excesos del rico.

Jaime Verdín sabe que el capitalismo asesina por hambre a millones de personas todos los años en todo el mundo.

Jaime Verdín sabe que el capitalismo convierte en negocio cuantas cosas hacen desgraciado al ser humano (el hambre, la enfermedad, la guerra…).

Jaime Verdín sabe que el capitalismo privatiza beneficios y socializa pérdidas.

Jaime Verdín sabe que el capitalismo condena a un menor de edad a trabajar en condiciones similares a la esclavitud, para satisfacer la sobreexcitada demanda de determinado producto en el mercado capitalista, plagado de consumidores ciegos y pasivos.

Jaime Verdín sabe que el capitalismo invade países que tienen la mala suerte de estar situados encima de ingentes cantidades de petróleo, de litio o de cualquier cosa de valor temporal. Con el agravante de llamar “insurgentes” a los habitantes de los territorios ocupados que se oponen a tal invasión ilegal. Incluso llegando a enviarlos lejos de su país y a encerrarlos en cárceles también ilegales e instaladas en otros países distintos al del invasor.

Jaime Verdín sabe que el capitalismo, a través del uso indiscriminado de los medios de comunicación masiva a su servicio exclusivo, manipula, tergiversa y embrolla la realidad, con el fin de evitar que los ciudadanos de a pie la perciban tal y como es.

Evitando así cualquier pronunciamiento de disconformidad.

Jaime Verdín sabe que el capitalismo “adquiere” partidarios desde la cuna. Cuando uno de ellos recibe lo que se denomina “la mejor educación”, ésta incluye indefectiblemente la huella del capitalismo salvaje que, con el tiempo, habrá de volver al “partidario” contra sus semejantes en cuanto tenga oportunidad de ello. Haciendo que salga lo peor que un ser humano pueda llevar dentro.

Jaime Verdín sabe que el capitalismo criminaliza y marca como enemigo público, a todo aquel que plantea el más mínimo desacuerdo sobre sus medios o sus fines.

Jaime Verdín sabe que el capitalismo desprecia y ridiculiza a quien da muestras del más mínimo sentimiento humano.

Jaime Verdín sabe que el capitalismo es genéticamente fascista y excluyente.

Jaime Verdín sabe que el capitalismo es culpable de los siguientes delitos: Homicidio, Lesiones, Manipulación Genética, Detenciones Ilegales, Amenazas, Coacciones, Torturas, Agresiones Sexuales, Omisión del Deber de Socorro, Vulnerar el Domicilio, Calumnia, Injuria, Contra el Patrimonio, Contra el Orden Socioeconómico, Robo, Extorsión, Usurpación, Estafa, Apropiación Indebida, Insolvencia Punible, Alteración de los precios, Daños en propiedad ajena, Contra los Derechos de los Trabajadores, Contra los Derechos de los Ciudadanos Extranjeros, Contra el Medio Ambiente, Contra la Seguridad Colectiva, Falsedad Documental, Denegación de Auxilio, Cohecho, Tráfico de influencias, Malversación, Encubrimiento, Falso Testimonio, Usurpación de funciones, Contra la Libertad de Conciencia, Terrorismo; Tenencia, tráfico y depósito de armas de destrucción masiva, municiones o explosivos; Contra la Paz, Genocidio, Lesa Humanidad, Esclavismo, Contra los Intereses Generales.

A Jaime Verdín le tiene sin cuidado que el capitalismo sea el estadio superlativo del canibalismo ancestral, situación que se da cuando el caníbal ya ha saciado su apetito y aún queda carne fresca, rica, jugosa y tentadora, y además a nadie parece importarle que siga comiendo y comiendo. Así reviente. Por ello, Jaime Verdín será juzgado por la historia como un farsante indolente, que “supo” utilizar su puesto público para beneficio propio y de sus cómplices.

(Basado en: Víctort J. Sanz, rebelión, 30/IX/10).

EDITORIAL: Rescate, contrastes y devastación

Más de dos meses después del derrumbe en el yacimiento de San José, en el norte de Chile, dieron inicio las operaciones finales de salvamento de los 33 mineros que se encontraban a más de 600 metros de profundidad como consecuencia de ese siniestro. Es inevitable contrastar las maniobras mencionadas, en las que participaron las autoridades chilenas y compañías mineras nacionales e internacionales, con la indolencia, rayana en lo criminal, que mostraron en su momento el gobierno y los empresarios mineros en México tras el accidente registrado en la mina Pasta de Conchos, de Coahuila. Cabe recordar que, en los días y meses posteriores al 19 de febrero de 2006, en vez de consagrarse a rescatar a los trabajadores enterrados, esclarecer los hechos y resolver las pésimas y peligrosas condiciones de trabajo de los mineros, el gobierno federal se dedicó a proteger y ocultar las responsabilidades de la parte patronal: Grupo Minero México y su propietario y presidente, Germán Larrea Mota Velasco. Paralelamente, la presidencia foxista emprendió una campaña de hostilidad y persecución contra la dirigencia sindical que criticó las omisiones y negligencias de la compañía.

El gobierno chileno no podría ser calificado como hostil a los intereses de los empresarios –todo lo contrario– y las compañías mineras en Chile no son menos depredadoras que sus contrapartes en otros países, incluyendo México; sin embargo, la conducta de ambos sectores da cuenta de un mínimo sentido de responsabilidad y de respeto a la vida humana, elementos que, por desgracia, estuvieron ausentes en el episodio de hace cuatro años en nuestro país.

El comportamiento empresarial y gubernamental en Chile tiene aspectos positivos, pero exhibe también una indignante insensibilidad mostrada hacia la situación de los 300 sobrevivientes del accidente del pasado 6 de agosto, quienes se quedaron sin trabajo y hoy reclaman, sin la atención de los reflectores mediáticos, el pago de sus salarios atrasados. Por elementales razones de congruencia, la operación de salvamento de los 33 mineros atrapados debió ser acompañada con las indemnizaciones correspondientes de todos los trabajadores afectados, dentro y fuera del socavón. Más aún, resulta reprobable el afán de lucro político y económico con que el gobierno de Piñera y los medios de comunicación nacionales e internacionales han aprovechado el accidente en semanas recientes: mientras que el primero utilizó el rescate como escaparate político, los segundos se encargaron de convertir la difícil situación de los mineros atrapados en un circo mediático, cuya motivación última no es precisamente el bienestar de los trabajadores y sus familias, sino la generación de oportunidades de negocio y el incremento de audiencias. La conversión en reality show de una circunstancia trágica en la que estuvieron en peligro tres decenas de vidas humanas, así como la transformación del sufrimiento y el riesgo en un producto de entretenimiento y promoción de imagen política son, por donde se les vea, una inmoralidad.

Por lo demás, fueron miles los voluntarios que acudieron a acompañar y ayudar a las angustiadas familias. Han sido innumerables las expresiones de calor humano guiadas por un noble espíritu de solidaridad. Pero los oportunistas y las tentaciones más perversas también se han hecho presentes. En primer lugar, la Iglesia. Atribuir el rescate a la “mano de Dios” y anunciar la puesta en marcha del protocolo para otorgarle la categoría de “milagro” no deja en buen lugar a sus promotores. En segundo lugar, la clase política dominante. Hacer de los mineros “héroes nacionales” y utilizarlos como reclamo para la exaltación de un fervor patriótico que los refuerce en aceptación social y esconda sus responsabilidades es de un oportunismo muy peligroso. Y finalmente, la industria del espectáculo y las corporaciones mediáticas. Mina San José es para ellos una mina de dinero. Hollywood ya ha adelantado su película, y las grandes televisiones de medio mundo ya han firmado exclusivas a cambio de testimonios que multiplican los salarios de los mineros.

Ser minero siempre ha sido un trabajo duro –privados de luz solar–, sucio –impregnados de polvo mineral– y peligroso –con la muerte acechando siempre–. Ojalá que tras la alegría y el júbilo del presente, no sean olvidados como siempre. Y para siempre.

(Editorial de La Jornada, 13/X/10; Editorial de gara, 14/X/10).

EDITORIAL: Irán e Israel: doble rasero

Arieh Eldad, integrante del ultraortodoxo partido de la Unión Nacional en la Knesset, el parlamento de Israel, afirmó el 13 de octubre que asesinar al presidente de Irán, Mahmoud Ahmadinejad, “es como asesinar a Hitler en 1939”, lo que “habría cambiado el curso de la historia y ciertamente el del pueblo judío”, y llamó a atentar contra la vida del mandatario. El llamado al magnicidio ocurre en la primera visita de Ahmadinejad a Líbano, que ha sido rechazada por Tel Aviv y sus aliados: ese mismo día, la secretaria de Estado estadunidense, Hillary Clinton, calificó esa visita de factor de desestabilización regional y de “provocación”.

Sin embargo, a juzgar por el llamado del legislador israelí, el principal factor de riesgo para la paz mundial no es Irán, sino Israel. El aislamiento político y económico al que está siendo sometida la nación persa como forma de presión para que abandone su programa de energía atómica parece obedecer, más que a afanes pacifistas, a un intento por negar los derechos soberanos de un Estado integrante de la comunidad internacional que, hasta ahora, ha sido agredido y no agresor: intervenido por Estados Unidos durante las primeras siete décadas del siglo pasado, atacado posteriormente por Irak, entonces con anuencia estadunidense, y hoy hostilizado por Washington y sus aliados –entre ellos Israel–, el Irán actual no representa una amenaza y sí podría ser, en cambio, un factor de estabilidad en la conflictiva región.

Por el contrario, Israel cuenta con un amplio historial de responsabilidades por crímenes de guerra, atropellos y violaciones a los derechos humanos que lo colocan ante la comunidad internacional como una potencia agresora y violadora consuetudinaria de la legalidad: ese mismo día trece, nueve ciudadanos franceses presentaron una denuncia ante la Corte Penal Internacional de La Haya contra varios funcionarios israelíes –el primer ministro, Benjamin Netanyahu; el ministro de Defensa, Ehud Barak, y el jefe del Estado Mayor, Gaby Ashkenazi– por la agresión, el pasado 31 de mayo, a la flotilla de la libertad que pretendía llevar ayuda humanitaria a Gaza. A lo anterior han de sumarse los bombardeos recurrentes a esa martirizada franja y la política de asesinatos –a veces masivos, a veces selectivos– practicada contra el pueblo palestino en los territorios ocupados; las acusaciones contra Tel Aviv por el asesinato del ex primer ministro de Líbano, Rafiq Hariri, hace cinco años, y los crímenes cometidos en la invasión israelí al país de los cedros, un año después. Tales episodios son, en buena medida, consecuencia de los inaceptables márgenes de impunidad que Estados Unidos y Europa occidental han otorgado al régimen de Tel Aviv para que lleve a cabo toda suerte de atropellos en el mundo sin temor a represalias.

En suma, al margen de las simpatías y antipatías que pueda despertar en lo personal el propio Ahmadinejad, e independientemente del estado deplorable que guardan los derechos humanos y las libertades individuales en la República Islámica, Teherán, en tanto que integrante de la comunidad internacional, ha mostrado un comportamiento mucho más civilizado que el de Israel, y es por demás injusto e inaceptable que las potencias occidentales se empeñen en medir y tratar a ambos países con raseros diferentes.

(Editorial de La Jornada, 14/X/10).

EDITORIAL: El Vaticano, otra vez bajo sospecha

Luego del anuncio de que la justicia italiana investiga al Instituto para las Obras Religiosas (IOR) –popularmente conocido como Banco Vaticano– por presunto lavado de dinero, la sede papal defendió el 22 de septiembre pasado, en un artículo publicado en el rotativo L’Osservatore Romano, la “integridad” y “transparencia” de ese organismo, y atribuyó el incidente a una “incomprensión” de las autoridades italianas. Por su parte, el presidente del IOR, Ettore Gotti Tedeschi, afirmó sentirse “humillado” por la investigación referida, y sostuvo que “se está usando un error de procedimiento como una excusa para atacar al instituto, a su presidente, y al Vaticano en general”.

No es ésta la primera vez que el Vaticano se ve envuelto en escándalos por presuntos fraudes fiscales y lavado de dinero. Por citar algunos de los episodios más célebres, debe recordarse la documentada participación de la institución financiera vaticana en operaciones de lavado de la mafia italiana, con la que estableció vínculos desde finales de la década de los años 60 a instancias del banquero Michele Sindona, a la sazón asesor financiero de Paulo VI. También, en 1982, la sede papal se vio involucrada en el escándalo político-financiero de la quiebra del Banco Ambrosiano –cuyo principal accionista era el propio Vaticano–, atribuida a los malos manejos del arzobispo Paul Marcinkus, entonces director del IOR. Es decir, existen elementos suficientes para poner en entredicho la “transparencia” e “integridad” del Banco Vaticano en lo que se refiere a las operaciones con dinero sucio.

Así pues, la llamada sede terrenal de la Iglesia católica dista de ser una institución inmaculada y no tiene por qué ser ajena a los fenómenos de corrupción que recorren el mundo. Por el contrario, la historia vaticana registra, desde hace siglos, numerosos manejos monetarios fraudulentos, y actualmente no hay motivo para eximir al papado, en automático, de sospecha, y menos para que las autoridades seculares le otorguen a priori exculpaciones penales o administrativas. Una de las facultades primordiales de los EstaPublicar entradados contemporáneos es investigar las presuntas violaciones a la ley. Ni la jerarquía católica ni ninguna otra institución religiosa deben disfrutar, ante tal atribución, de fuero o privilegio alguno. Por ello la investigación relacionada con el IOR debe ser llevada a sus últimas consecuencias y disipar o confirmar los indicios de movimientos financieros indebidos.

Al margen de lo que resulte de la investigación referida, la Iglesia católica no podrá restaurar su credibilidad y su prestigio en tanto persista en reclamar, así sea con un léxico contemporáneo, fueros medievales.

(Editorial de La Jornada, 23/IX/10).

EDITORIAL: Lewis no tuvo el mismo destino que Ashtiani

Teresa Lewis murió el pasado 24 de septiembre tras una inyección letal de barbitúricos que pararon su corazón. Era la primera mujer ejecutada en Estados Unidos durante los últimos cinco años y la primera desde 1912 en el estado de Virginia. Las fundadas dudas sobre sus capacidades mentales que atestiguaron los siquiatras forenses, máxime considerando el rol de “cerebro” y “contratante de los autores” en la muerte de su marido y su hijastro, y su condición de género concitaron cierta atención de la prensa internacional. Todos los llamamientos a la clemencia y a conmutar la pena capital fueron desoídos, y el curso de la vida seguirá hasta que otro condenado a muerte ponga el tema en primer plano informativo, y con ello toda la maquinaria del negocio y los intereses políticos que mueve.

Son muchos los políticos en Estados Unidos que temen enfrentarse a la pena de muerte al considerarlo un suicidio político. Es un clavo ardiendo que si lo mueven, cada vez que se produzcan nuevos crímenes, serán tachados de “blandos” ante el terror y el crimen. Una categoría que en la política de los Estados Unidos se paga cara. Los medios de comunicación, por su parte, informan sobre errores de condenados a la pena capital, pero ninguno quiere perder los rating de audiencia que genera la industria de la pena de muerte. Las ejecuciones generan emisiones de 24 horas al día, sin pausa, para pegar la audiencia en la pantalla y llenar la caja con multitud de anuncios publicitarios.

Teresa Lewis no tuvo la suerte de la iraní Sakineh Ashtiani. No se convocaron manifestaciones en diferentes capitales del mundo, ningún editorial de prestigio tituló “La ejecución excluirá a Estados Unidos irremediablemente de la humanidad” y, salvo honrosas excepciones, no hubo intelectuales o gente del espectáculo que acudieran en su ayuda. La doble vara de medir y la doble moral sirven en este caso. Porque de lo que se trata no es de oponerse a la pena de muerte, sea por ahorcamiento o inyección letal, sino de aprovecharse de ella para otros fines. En este caso, golpear al “villano favorito”: Mahmoud Ahmadinejad.

(Editorial de gara, rebelión, 25/IX/10).

EDITORIAL: Triunfo del PSUV en Venezuela

Las fuerzas socialistas ganaron casi 60% de todos los diputados en la nueva Asamblea. A pesar de eso los medios de comunicación pretendieron dar la imagen que el gobierno fue el perdedor. Es una cosa muy extraña. Ningún país en el mundo en el que un partido, un gobierno gana 60% de los diputados, es considerado derrotado. Los medios como el New York Times, la BBC, Al Jazzeera, Financial Times, dicen: “una gran derrota de Chávez”. Eso es parte de la propaganda mentirosa en la que cada victoria se ha convertido en derrota, cualquier cosa que el gobierno hace tiene el aspecto negativo.

Ahora, ¿cómo explicamos que el gobierno consiga un margen tan grande que ningún gobierno en el mundo ha conseguido en el último tiempo? Primero: hay que decir que hubo una polarización clasista en las elecciones entre la clase dominante económicamente y las clases populares, los trabajadores, los pobres, la clase media baja; dicha polarización de clases fue un factor decisivo. Segundo: la acumulación de beneficios que ha recibido últimamente el pueblo. Tercero: la libertad de debate que existe en Venezuela en todos lados, la libre circulación de ideas, críticas y debates, facilitaron la victoria. Cuarto: el nivel de participación que supera 64%, implica una votación alta de las clases populares y no la gran abstención que era el peligro.

El hecho de que el gobierno no consiguiera el 66.6% es la razón por la que en los medios dijeron que ganó la oposición, cuando la realidad es que la oposición sólo consigue un 39% de los diputados y en todo contexto es una gran derrota. Existe una clase media acomodada, clase alta, algunos sectores resentidos y algunos académicos socialdemócratas que cuando tienen que elegir entre un gobierno de izquierda consecuente y la derecha, siempre van por la derecha. Sin embargo, este resultado le va a permitir al gobierno profundizar el proceso de socialización. Ya se sabe que algunos medios seguirán atacando y el gobierno va a seguir recibiendo más presiones para limitar las posibilidades de hacer cambios.

Con un 60% de los diputados, es muy posible continuar el proceso de socializar la economía. La oposición puede provocar algún debate, puede tratar de bloquear alguna medida y otra, pero la dinámica va a fortalecer al gobierno sobre su capacidad de hacer cambios.

Toda América Latina puede respirar libremente, pero el imperio está intentando convencer que es una gran derrota para Chávez. Siempre están las formas de racionalizar y crear imágenes que no corresponden a la realidad.

(Texto de James Petras, la haine, 29/IX/10).

EDITORIAL: Vargas Llosa “nobelizado”

El 26 de enero de 1983 fueron asesinados en Uchuraccay, provincia de Ayacucho, Perú, ocho periodistas de diversos periódicos peruanos y su guía, que habían llegado a la zona, donde actuaba Sendero Luminoso, en misión de investigación.

Los autores de la matanza fueron los militares.

Eso había que ocultarlo y el entonces presidente peruano Fernando Belaúnde Terry, violando la Constitución al sustraer la investigación de la matanza al Poder Judicial, se apresuró a convocar una comisión (tribunal de “honor”) presidida por Vargas Llosa que no tardó en concluir, contra toda evidencia, que los militares eran ajenos a la masacre de los periodistas.

Tiempo después, un juez valiente, tenaz y verdaderamente honorable, enfrentando toda clase de obstáculos, estableció lo que todos, salvo Vargas Llosa, sabían: que los autores de la masacre de los periodistas y de su guía fueron miembros de la Fuerzas Armadas.

Vargas Llosa volvió a mostrar su activismo a favor de la impunidad con un artículo (“Jugando con el fuego”) publicado en el diario francés Le Monde del 18 de mayo de 1995, traducción de un artículo publicado antes en el diario El País de España, en el que sostenía que era hora de “enterrar el pasado” en Argentina con respecto a los crímenes cometidos durante la dictadura militar, de los que fue también responsable, según él, “un amplio espectro” de la sociedad argentina.

El diario francés Le Monde publicó en su edición del 26 de mayo siguiente, tres réplicas a Vargas Llosa, una del escritor Juan José Saer, otra de la socióloga Silvia Sigal y una tercera de Alejandro Teitelbaum, en el que éste último recordaba su actuación en el caso de los periodistas peruanos asesinados, titulado precisamente “Un militante de la impunidad”.

Saer, en su artículo, comenzaba describiendo al personaje: “No voy a polemizar con Vargas Llosa, sino a restablecer algunas verdades. Su actitud de recurrir en los artículos de su autoría que he leído, a la amalgama, a la información truncada, a la petición de principio y a la pura mitomanía, impide toda discusión con él. El señor Vargas Llosa, que ha hecho de la agitación su fondo de comercio, no tiene ni la envergadura intelectual ni las garantías morales que pueden hacer de todo adversario un interlocutor válido...”.

Después que se le confirió el Nobel de la Paz a Obama, dicho premio ha perdido todo su valor simbólico y desde hace rato forma parte del aparato ideológico del sistema dominante. Esto ya lo había anticipado Sartre cuando rechazó el premio Nobel de Literatura en 1964.

(Texto de Alejandro Teitelbaum, argenpress, 12/X/10).

Por todo ello existe un fuerte componente de hipocresía en la concesión por parte del Comité noruego del premio Nobel de la Paz al preso chino Liu Xiaobo. Ni qué decir de la celebración por parte de Occidente, postrado como está a los pies del gigante comercial oriental. Resulta paradójico, asimismo, que Obama pida la liberación de Xiaobo, al haber sido premiado él con ese mismo galardón entre otras cosas por su labor para terminar con Guantánamo. Un año después ese centro de detención ilegal sigue abierto. Lo mismo en la teoría que en la práctica, dar lecciones exige dar ejemplo.

(Editorial de gara, 9/X/10).

EDITORIAL: Hipocresía y derecho a la discrepancia

En abstracto, desde un punto de vista puramente democrático, es positivo buscar fórmulas en las que el derecho a la discrepancia y los derechos de los disidentes tengan cabida en los diferentes sistemas políticos. Es decir, que quienes piensan y sienten diferente o que quienes, directamente, buscan cambiar un sistema dado tengan vías políticas para hacerlo y que los límites que se establezcan a esos cambios sean las dificultades propias de la democracia: lograr el apoyo de una mayoría de la sociedad en la que se desea operar el cambio. Dada la ventaja con la que parte un sistema establecido, siempre y cuando actúe con un mínimo de justicia y equidad respecto a la población en la que pervive, el límite de la voluntad popular parece suficiente como para evitar que los pueblos adopten motu proprio la locura irresponsable o el totalitarismo. Asimismo, evitar los castigos y las penas por causas políticas en cualquiera de los sistemas pasados, vigentes o futuros supondría un avance de dimensiones bíblicas dentro del desarrollo humano.

Desgraciadamente, dejando de lado el mundo abstracto y retornando a las sociedades humanas tal y como son en este momento histórico, la lucha en favor de la democracia sigue estando tan vigente como siempre y ni siquiera en las sociedades más desarrolladas, como pueden ser las situadas al norte de Europa, se ha alcanzado el estadio en el que la disidencia pueda promover un cambio estructural sin ser perseguida policial y judicialmente. La asunción de las políticas y legislaciones “antiterroristas” de la era Bush son un claro ejemplo de ello.

MUNICIPAL: Propaganda elemental

Después de todo, ¿qué son un cuadrado y un círculo? Son meras palabras, y las palabras pueden moldearse hasta disfrazar las ideas”: Joseph Goebbels.

Hoy por hoy, en el umbral de la sociedad del conocimiento, los principios y las técnicas de la propaganda configurados por Joseph Goebbels, y exitosamente comprobados por Adolf Hitler, siguen vigentes. Su ejecución constante en el entorno político y su desmesurada aplicación en la sociedad de mercado han generado el anglicismo híbrido “marketing político” que se caracteriza por el ejercicio superlativo y despiadado de los principios de Goebbels. El primero de esos principios es la ley de la simplicidad: “A fin de conseguir la mayor efectividad, el mensaje debe ser lo más sencillo posible para que todos y cada uno de los individuos sean capaces de comprenderlo, sin exigirles demasiado esfuerzo. Debe ser breve y claro, elaborado con frases sencillas y enunciaciones primarias. Conviene, por lo tanto, reducirlo a slogans y símbolos”. Los ejemplos más próximos los tenemos en los slogans de este y el pasado gobiernos municipales: “Juntos por un futuro mejor” y “Creciendo contigo”, respectivamente. La influencia de la propaganda se expande en la cultura de masas y el discurso político se reduce a mensajes simples y breves que serán transmitidos repetidamente hasta que los ciudadanos lo asimilen y lo integren a su percepción de la realidad. La ley de la simplicidad se ejecuta consuetudinariamente y el ejemplo más claro y reciente, es la difusión mediática de “las acciones de gobierno” emprendidas en San Francisco con motivo del I Informe rendido por Jaime Verdín. En el ya conocido como “Informe del Tríptico”, el alcalde pretendió minimizar la escasez de obra, la falta de atención en áreas clave y la carencia de introducción de servicios, diciendo que en “su gobierno se ha avanzado”, declarando que “lo realizado en esta administración” será necesario repetirlo hasta que todos los ciudadanos lo entiendan: “Yo no quiero ser un alcalde de cemento. Durante este primer año hemos buscado el desarrollo integral de la población, apostándole no sólo a la obra material, sino a la educación, la cultura, el deporte, a los programas sociales, así como a mejorar la atención en las oficinas públicas”. Ahí mismo, el alcalde recurrió a la engañifa de la autocrítica, pidiendo propuestas a sus críticos. ¿Qué caso tiene hacer propuestas a un alcalde sordo e insensible, si de todos modos va a seguir en las mismas, es decir, manteniendo en sus puestos a quienes han demostrado no estar a la altura de los desafíos actuales, como es el director de Seguridad Pública o el de Servicios Municipales o el de Obras Públicas –señalado por sus propios compañeros de trabajo como un reverendo inepto–, por sólo citar algunos? El alcalde se equivoca si cree que con “la inyección” de recursos va a superar las deficiencias. Y lo anterior confirma lo que hemos venido diciendo: preocupado por su imagen, Jaime Verdín acude a la ejecución de la ley de la simplicidad, la cual atenta contra la conciencia colectiva, ofende a la inteligencia de todos aquellos que se percatan de este vulgar manipuleo de la opinión pública. Pero afortunadamente, aún se cumplen los principios de la ley de la causa y efecto, y ahora como siempre y desde entonces, la fabricación de falsos consensos, como una acción nefasta, desencadena una reacción en el raciocinio y se articula el mecanismo de la disidencia. Resulta paradójico que en plena posmodernidad, las tecnologías de información y comunicación consideradas como el vehículo que conduciría a la democratización del conocimiento, sean el medio idóneo para actualizar aquellos principios elementales de la propaganda, creados para distorsionar la percepción y esclavizar la voluntad de la multitud. Esos son los resortes que impulsan a Verdín a desgranar declaraciones que contradicen su propia actuación como funcionario público tanto hoy, como en el pasado en su papel de diputado federal en 2006-2009 y de regidor en 1992-1994. Va un ejemplo, cuando con motivo del vigésimo aniversario del IFE, dijo: “yo sí creo en los avances de la democracia; sin embargo, de las grandes deudas o pendientes que aún se tienen en materia electoral, es trabajar en eliminar la compra de votos, actividad que hay quienes mantienen vigente”. No se mordió la lengua el barbado alcalde, quien durante su campaña hacia la presidencia municipal se valió de los programas de los tres niveles de gobierno para promoverse como el “mejor candidato”. Encarrerado, se dio tiempo para soltar esta barbaridad: “mientras no se dé la posible desaparición del IFE, no significará otra cosa sino que las condiciones aún no están dadas en la madurez totalmente política, como de que faltan aspectos por ser resueltos, porque de nada sirve el que simplemente se haga como que ya está visto el problema”. No cabe duda, el alcalde podría ser sujeto de interés científico porque es un magnífico ejemplo de una de las cuestiones más misteriosas de la política, a saber, por qué los representantes públicos que se miran al espejo de la responsabilidad pública no son capaces de reconocerse a sí mismos. Casos hay a montones, pero llama la atención el del primer panista del municipio, hombre de poca talla física, personal y política, pero afectado de gigantismo en lo que a ego se refiere. Pues bien, a pesar de su enorme yo, cuando se le coloca frente al espejo, el alcalde no se tienta la cara sino que señala al reflejo, a ese hombre que intenta por todos los medios ocultar escándalos como el del enorme agujero que dejara su antecesor Antonio Salvador “El Güero” García en las finanzas públicas, y que hoy tratan de tapar con cuantiosos préstamos (hablan de cien millones de pesos como si hablaran de kilos de papas) que, finalmente, serán pagados a costa del contribuyente. Pero, como vivimos en la tierra de nadie y muy lejos del amparo de la ley, en el ambiente social se respiran sentimientos encontrados, las paradojas sociales eluden las normas y las ansias justicieras proliferan ante el vacío de autoridad. Dicen los teóricos del Derecho que la esencia de las leyes reside en su observancia general y obligatoria, que nadie está por encima de la ley y que nada queda fuera de su ámbito, y que por eso, la paz social sólo existe bajo el amparo de las leyes. Sin embargo, en estos días es claro que “la convivencia pacífica y el funcionamiento armónico de la sociedad” ya no forman parte de nuestra cotidianeidad. Y entonces, surge un vacío de autoridad que se expande gracias a la impunidad; y ante las injusticias y la impotencia, brota el germen justiciero, que es el fruto híbrido de la venganza y la justicia. Y esto último ya se está dando en nuestro municipio, puesto que la irritación social empieza a desbordar los diques que la autoridad tenía implantados desde hace décadas. Esos diques empiezan a debilitarse ante la llegada avasalladora de la comisión en exceso de delitos que hace algunos años parecían inconcebibles: incestos, violaciones de niñas y niños menores de doce o diez años, pandillerismo, trata de personas, homicidios dolosos, adicciones a drogas “duras”, suicidios, violencia intrafamiliar, violencia sicológica por parte de quienes ejercen un puesto de autoridad, prostitución, etc. Un gobernante deja de tener estatura moral en el mismo momento en que desatiende las atribuciones que le dieron origen; es decir, cuando la vida, los bienes y la seguridad de los gobernados dejan de ser prioritarios, germina el híbrido de la venganza y la justicia; y como paradoja social, las ansias justicieras proliferan en el vacío de autoridad. En esas estamos.

(Basado en Laura M. López Murillo, argenpress, 28/IX/10 y 6/X/10; Iñaki Lekuona, gara, 3/X/10; a.m., septiembre 28 y octubre 12 y 15, 2010; El Heraldo de León, 28/IX/10).

ESTATAL: Legalidad en la huelga de la mina El Cubo

Los trabajadores de la mina El Cubo obtuvieron la suspensión definitiva contra la determinación de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje de declarar inexistente la huelga iniciada el 30 de junio en Guanajuato, informó Javier Zúñiga García, secretario del Trabajo de la sección 142 del Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros. Según Zúñiga García, el 7 de octubre el Juzgado Tercero de Distrito en Materia de Trabajo les otorgó el amparo definitivo (2599/2010), lo que da validez a su huelga iniciada hace más de cien días. Desde Canadá, donde se encuentra asilado, el líder sindical Napoleón Gómez Urrutia ha dado la instrucción de que el sindicato esté abierto a negociar con la empresa canadiense Gammon Gold la entrega de las utilidades que por ley debe entregar a los trabajadores de El Cubo; además, envió un mensaje a los inversionistas de ese país: “Más les vale en este momento sentarse a dialogar con respeto, con humildad, si quieren recuperar su mina”. El amparo es un triunfo para el movimiento minero de Guanajuato porque queda de manifiesto que los trabajadores del yacimiento siempre han actuado dentro del marco legal: “No buscamos el exterminio de la empresa, sino que se abra a una negociación justa, esperemos que pronto la empresa reflexione y se dé un acercamiento, una mesa de diálogo y lleguemos a los mejores acuerdos para ambas partes”.

El 30 de junio, 400 trabajadores iniciaron un paro en El Cubo en demanda de que la empresa Gammon Gold cumpla con el pago de utilidades que no entrega desde hace 10 años. La huelga propiamente dicha inició el 3 del julio con un paro de labores. Los mineros piden un bono de 50 mil pesos o pago de las utilidades. La respuesta de los canadienses fue anunciar el despido de 397 sindicalizados y el cierre indefinido de las minas el Cubo, Las Torres y Peregrina. ¿A quién le conviene este paro de labores?

(Tomado de La Jornada, 10/X/10).

NACIONAL: Ríos revueltos

Desorden institucional. Entre el pasmo, la corrupción y el desorden institucional, mal funcionan en momentos de crisis los sistemas gubernamentales de protección civil. No puede ser de otra manera si los cargos directivos de esas oficinas son entregados en los diferentes niveles de gobierno a personajes habilitados por motivos partidistas o grupales y si los correspondientes presupuestos –en los planos federal y estatales– son manejados con ánimo de lucro particular, una especie de botín cuyas cuentas suelen diluirse entre urgencias que tapan irregularidades y desviaciones.

La capacidad de prevenir, reaccionar y dar posterior atención a los damnificados por desgracias naturales está condicionada por la triste realidad política nacional: politiquerías, celos partidistas, corrupción voraz, impreparación y una enorme vocación simuladora. Un sistema político enfermo sólo puede ofrecer a la sociedad dosis de su propia patología para aparentar que se atienden y combaten los infortunios circunstanciales. La naturaleza desquicia y lesiona, pero la estructura institucional de defensa de la sociedad apenas logra hacer como que hace, con los políticos gobernantes constituidos en buscadores obsesivos de testimonios mediáticos de efímera eficacia.

En Oaxaca se vive un largo y criminal abandono. Ulises Ruiz ha destinado buena parte de los fondos públicos a aventuras electorales y a las cuentas particulares de sus amigos, aliados y familiares, restando ese dinero colectivo a la atención de las necesidades sociales. A él, como a Fidel Herrera en Veracruz, el río revuelto de las desgracias súbitas les ayuda a eludir controles sobre el pasado mal administrado e incluso les provee de recursos frescos y una especie de restitución del poder maltrecho. Felipe Calderón, por su parte, visita lugares dañados por inundaciones que recibirán promesas y palabras dichas ante cámaras y micrófonos aunque las cosas sigan casi iguales apenas el viajero se retire.

Trife hace candidato a AMLO. De extraña manera, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación ha convertido a López Obrador en candidato presuntivo a la Presidencia de la República. La involuntaria designación proviene de un acto negativo, específicamente la censura a material de propaganda que los partidos del Trabajo y Convergencia han decidido realizar con AMLO como personaje central, pero podrá acabar siendo positivo para el tabasqueño, a quien sus adversarios parecieran obstinados en promover con base en torpezas como la cometida el 29 de septiembre, cuando el máximo órgano resolutivo en materia de comicios decidió castigar con el silencio obligado en ciertos espots a alguien que hasta ahora había sido solamente un ciudadano en desventajosa búsqueda de conseguir más delante una candidatura que el mencionado tribunal ha preferido dar por asignada para así comenzar a cerrarle el paso desde ahora, cuando procesalmente ni precandidato formal es.

El arranque de purismo mediático de la maltrecha corte politiquera presidida por María del Carmen Alanís contrasta con la circundante realidad abusiva que a ojos y oídos de todo mundo practica el priísta Enrique Peña Nieto, quien inunda los espacios electrónicos con material pagado por el estado de México para promover no solamente presuntos logros administrativos sino, sobre todo, la presencia, propuestas y aspiraciones de quien desde ahora es considerado el candidato presidencial de Televisa, aunque no solamente de esta empresa que por su fuerte influencia es usada como designación insignia, sino de un conjunto de medios de comunicación que mediante rigurosa factura realizan diariamente una evidente campaña de promoción que ni ve ni oye el mencionado tribunal censor.

De Monterrey a Monterror. Cada día Felipe Calderón deja más en claro que es un peligro para las próximas elecciones. Ha cercenado de manera sistemática libertades, garantías y legalidad, recluyendo a los ciudadanos en el calabozo del miedo activo y la amenaza latente, haciendo inviable el ejercicio cívico y comicial a causa del narcotráfico dominante y de la reacción policiaco-militar igualmente restrictiva e inhibitoria, envenenando intencionalmente el espectro de la diversidad mediante las alianzas partidistas pervertidas, retorciendo mecanismos judiciales para castigar a adversarios y promover personajes afines (incluso pertenecientes al orden familiar, como sucede en Michoacán) y advirtiendo desde ahora, con toda oportunidad, para que nadie se llame a engaño, que hará cuanto sea necesario para no dejar el poder o, cuando menos, para no dejarlo en manos de quien él no quiera.

Felipe sin pudor, que revive el lema central de la división social mexicana, el que adjudicaba a López Obrador ser un peligro para México, y lo enarbola para dar el banderazo de arranque de una nueva guerra sucia de propaganda contra el tabasqueño que ha resistido una criminal campaña de difamación y se reconstruye desde abajo, a pesar de todos los obstáculos que le han puesto. Felipe en guerra contra quienes piensan distinto a él y, en particular, contra quienes en legítimo ejercicio de sus derechos decidieron apoyar al candidato oficial de un partido legal, López Obrador, y en ese mismo esquema de libertad de elección podrían volver a apoyarlo. AMLO, según el licenciado HSCHC (haiga sido como haiga sido), “le gusta a sus fanáticos, le gusta a un extremo súper radical, le gusta a esta especie de feligresía, pero no le gusta al mexicano común que trabaja, lleva a sus niños a la escuela y quiere vivir en paz y tranquilidad. En la medida que corrija eso va a poder sacar a relucir los talentos que como cualquier persona tiene, y ojalá le vaya bien”. ¡El jefe formal del aparato político mexicano descalificando a los millones de personas que votaron y tal vez volverían a votar por ese candidato, y estableciendo normas de conducta y correctivos para ese presunto aspirante! Y, en la misma entrevista con Salvador Camarena, en W Radio, el caldero hablando de fuegos: “Se sembró una campaña de odio clasista, revanchista. El despertar en México eso de los ricos, los privilegiados, generó un odio que polarizó mucho”.

Pero, así como los escándalos declarativos de Calderón ayudaron a tapar los escándalos relacionados con la ganga otorgada a Televisa y Nextel mediante la vergonzosa y delictiva licitación 21, la respuesta de López Obrador coincidió con el proceso de cambio de nomenclatura norteña: de Monterrey a Monterror. Los habitantes de la capital de Nuevo León y su zona conurbada han ido viviendo el tránsito de la violencia “entre ellos”, los narcotraficantes, al ataque intencional a personas inocentes. Siembra de miedo entre la población no involucrada en “la guerra” contra el narcotráfico. Una granada contra gente que descansaba o paseaba en la plaza principal de Guadalupe, en días pasados. Balas en la plaza Morelos, siempre concurrida, de Monterrey. Se va cumpliendo el libreto Hillary que tomaba los ataques con coche bomba como muestra del paso del narcotráfico a fases distintas, no sólo con visos de insurgencia, sino de terrorismo. Dolorosa realidad cotidiana en una entidad cuyo microgobernador, Rodrigo Medina, sólo atina a seguir haciendo grilla con gel a favor de Peña Nieto pero que tiene abandonada la entidad mientras sus adversarios impulsan la idea de que habrá de caer el priísta huidizo; la guerra contra el narcotráfico, en su fase de terrorismo, colocada por algunos como presunta palanca de cambios políticos forzados en un Nuevo León siempre apetecido por el panismo-calderonismo.

Asquito. Cuando menos en materia de escándalos ha de sentirse satisfecho el acólito de la catedral de Guadalajara que en sus ratos libres se hace pasar por gobernador del estado de Jalisco. En abril de 2008, cuando repartía macrolimosnas para la construcción de un santuario de los mártires cristeros (90 millones de pesos) y para un banco diocesano de alimentos (15 millones), dijo frente a su preceptor religioso, el cardenal Juan Sandoval Íñiguez, para responder a las críticas que suscitaban esos donativos a lo eclesiástico: “a mí, lo que algunos poquitos dicen ¡me vale madre! ¡Así de fácil! (…) Éste es un cheque, no me importa, me cae; don Juan: absuélvame desde allá; además, estamos haciendo un buen desmadre, don Juan. ¿Sí o no? ¡Digan lo que quieran –perdón, señor cardenal–, chinguen a su madre!”

Otra vez frente a su tótem púrpura igualmente deslenguado, en la “universidad católica” de Jalisco, la del Valle de Atemajac (Univa), el mismo Emilio González Márquez dijo hace pocas semanas que los matrimonios entre personas del mismo sexo le producían “asquito”. El uso atenuante del diminutivo tuvo consonancia enigmática con la preventiva o acaso promisoria construcción escogida por el panista a quien con frecuencia sus adversarios le pintan pancartas con la leyenda: “Emilio, puñal/te coge el cardenal”. Dijo Emilio en esa segunda Cumbre Iberoamericana de la Familia que él concibe el matrimonio como la unión de un hombre y una mujer: “¿Qué quieren?, uno es a la antigüita. A lo otro, como dicen, todavía no le he perdido el asquito”. Todavía no. (Por cierto, en la misma reunión, el jefe Sandoval llamó a pelear contra los modernos ejes del mal: “El amor libre, la anticoncepción, el aborto... el matrimonio ya lo quieren exprés. Y lo que tarda un año, dos o tres para prepararse lo quieren desbaratar en diez minutos. Ahora tenemos el matrimonio entre personas del mismo sexo y hasta la autorización para que adopten. ¿Qué tenemos que hacer? Pues cerrar el camino a todas esas avenidas del mal...”).

(Basado en Julio Hernández López, La Jornada, septiembre 29 y 30, octubre 7 y 12, 2010).

INTERNACIONAL: Golpismo derrotado

Es meridianamente claro que la mafia policial que se insurreccionó el 30 de septiembre en Quito y que durante casi todo el día mantuvo secuestrado al presidente ecuatoriano, Rafael Correa, no actuó en defensa de conquistas laborales de los efectivos policiales, como lo pregonaron los alzados. El descontento entre los uniformados de la fuerza pública por la reciente aprobación legislativa de una nueva ley de servicio público, que en última instancia los favorece, tuvo que ser resultado de una labor de envenenamiento y desinformación con propósitos subversivos y golpistas.

Los instigadores están también al descubierto: “hermandades” corruptas enquistadas en la institución policial, sectores oligárquicos y de la llamada “comunidad de inteligencia” de Estados Unidos. El vínculo visible de los segundos con los policías insurrectos es el aventurero Lucio Gutiérrez, militar golpista en 2000, electo presidente dos años más tarde, feroz represor en 2004, defenestrado por las movilizaciones populares del año siguiente y, desde entonces, gestor de intereses injerencistas y empresariales.

En cuanto a la participación de instancias gubernamentales estadunidenses, debe recordarse que en 2008 el periodista canadiense Jean Guy Allard documentó la infiltración de la policía ecuatoriana, por la embajada de Washington en Quito, mediante “el pago de informantes, capacitación, equipamiento y operaciones”.

Así pues, aunque la intentona ostenta el rasgo atípico de haber sido emprendida por la policía y no por las fuerzas armadas, es claro que lo que se frustró en Ecuador fue un clásico golpe de Estado de la derecha oligárquica contra un gobierno progresista, con sentido popular y democráticamente constituido.

La involución que ha vuelto a colocar en el panorama regional esos ejercicios de violencia y barbarie tiene un arranque preciso: el cuartelazo perpetrado en Honduras en junio del año pasado, el cual logró trastocar en forma perdurable el orden institucional, debido, principalmente, a la complacencia que encontró en la comunidad internacional y, muy especialmente, en el gobierno de Barack Obama.

Desde el momento en que los golpistas hondureños fueron beneficiados con una benevolencia que contradice los principios democráticos de los gobiernos que les otorgaron reconocimiento diplomático y que se negaron a adoptar sanciones contra el régimen emanado del golpe contra el presidente Manuel Zelaya, se extendió una patente de impunidad que puede alentar atentados semejantes contra el orden constitucional en otros países latinoamericanos.

La intentona dejó ver, por otra parte, un patrón golpista que viene afectando a diversas naciones de la región desde 2002, cuando el presidente venezolano Hugo Chávez fue temporalmente derrocado y secuestrado por militares desleales, lo que se repitió en escala menor en Bolivia en 2008 y que un año más tarde logró subvertir el orden democrático en Honduras. Tal fenómeno plantea uno de los más graves desafíos a la legalidad y a la democracia en el subcontinente y amenaza con causar una regresión histórica que podría borrar lo conseguido en materia de normalización democrática desde hace cinco lustros, cuando colapsaron las dictaduras militares que se enseñoreaban en la mayor parte de las naciones centro y sudamericanas.

(Editorial de La Jornada, 1/X/10).

INTERNACIONAL: Los peligros de Irán y Corea del Norte

Durante casi 20 años Estados Unidos ha estado clamando que tiene la determinación de evitar que Irán y Corea del Norte se conviertan en potencias nucleares. En medio de asuntos de más urgencia, el gobierno estadunidense reafirma regularmente la importancia de este objetivo. Como es claro que Irán y Corea del Norte no quieren ceder ante estas demandas reafirmadas periódicamente, Estados Unidos amenaza con llevar a cabo ulteriores acciones de algún tipo, constantemente.

Después de todo este tiempo, ¿debemos tomar esto en serio? Lo que mejor resume lo que ha estado ocurriendo es eso que se conoce como “llevar las cosas al límite”, llamado en ocasiones el “juego de la gallina”. Cada vez que se reanuda el juego, la cuestión es siempre quién parpadea primero y cancela la escalada final implícita que desataría la guerra. Es común que Estados Unidos juegue este juego con Irán y Corea del Norte, pero con cada uno a la vez. En estos momentos lo juega con ambos simultáneamente. Por un lado, la simultaneidad hace más difícil creer en la seriedad del intento estadunidense. Por otro lado, hace el juego más peligroso.

¿Cuáles son las historias actuales? En el caso de Irán, Estados Unidos llevaba varios meses intentando obtener del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas una nueva resolución que le imponga más sanciones a Irán por no obedecer la resolución del Consejo de Seguridad que exige que Irán suspenda el enriquecimiento de uranio. Para obtener esta resolución adicional, Estados Unidos ha estado negociando con Rusia y con China en pos de su respaldo. Actualmente, estos dos países parecen haber acordado respaldar una resolución, pero ésta es más débil de lo que quisiera Estados Unidos, y a cambio tendrá que otorgar diversas concesiones en otros aspectos.

Hasta el momento, Estados Unidos asume que una vez obtenido el respaldo de Rusia y China podrá conseguir una resolución unánime del Consejo de Seguridad. Repentinamente, dos de los miembros no permanentes –Brasil y Turquía– entraron al escenario y se involucraron en una diplomacia muy pública en este asunto. Sus líderes arreglaron con Irán que intercambiara cerca de la mitad de su uranio de bajo enriquecimiento por combustible nuclear. Brasil, Turquía e Irán argumentan que con este acuerdo se recorre un largo trecho rumbo a cumplir las demandas estadunidenses. Estados Unidos no concuerda con esto y afirma que procederá a promover su resolución en el Consejo de Seguridad.

Estados Unidos no sabe cómo lidiar con la entrada brasileño-turca en el juego público. Se supone que ambos son países amigables. Se supone que ambas son naciones de menor rango que deberían dejarle esas cuestiones a los miembros permanentes del Consejo de Seguridad. Parece ser que Estados Unidos incluso pudo haber dado su aprobación a su iniciativa bajo la suposición de que fracasaría, con lo que se fortalecería el argumento estadunidense. Esto no ocurrió. Brasil y Turquía lograron su cometido. Por lo menos eso piensan. Y no tienen la intención de ser tratados como naciones de menor rango que deban servirle a sus superiores. En realidad, piensan que Estados Unidos debería saludar su acuerdo con Irán como un éxito y retirar la resolución.

Entretanto, todos los ojos están puestos sobre Corea. El 26 de marzo, se hundió un barco de guerra de Corea del Sur. En un principio los sudcoreanos dijeron que pensaban que había sido un accidente. Pero luego, dos meses después, lo cual es un tiempo sospechosamente largo, anunciaron que tenían pruebas de que un submarino norcoreano había hundido el barco con un torpedo. Algunos analistas sudcoreanos sugieren que el barco, que estaba involucrado en un ejercicio militar conjunto con Estados Unidos, fue de hecho hundido, erróneamente, por un submarino estadunidense. Esta sugerencia fue ignorada por la prensa mundial, que más bien ha estado debatiendo los motivos de Corea del Norte para hacer algo así. Hillary Clinton dice que no puede entender por qué habrían hecho algo así los norcoreanos.

Sea cual sea el caso, Corea del Sur ha roto sus lazos existentes con Corea del Norte, y ésta a su vez respondió de igual modo. El actual gobierno conservador de Corea del Sur ha echado a pique cualquier resto de la previa “política soleada” del presidente hacia Corea del Norte. Estados Unidos quiere una resolución del Consejo de Seguridad. Corea del Norte dice que, si se aprueba una resolución, dejará de cooperar con la inspección de sus instalaciones nucleares.

Entonces, nos hallamos en medio de una situación en que a un alto nivel se “llevan las cosas al límite”. Y los mercados mundiales reflejan un nerviosismo extremo. ¿Qué ocurrirá ahora? Obviamente, todo el mundo juega en función de su público propio. El gobierno estadunidense quiere mostrarle al Congreso que “está haciendo” algo serio. Igual el gobierno de Corea del Sur. Así también los gobiernos iraní y norcoreano. Y no hay duda de que igual hacen los gobiernos brasileño y turco.

¿Quién será el primero en pestañear? No parece que ninguna de las naciones de primera línea quiera, de hecho, una guerra. Hay mucho que perder para cualquiera de ellos. Sin embargo la decisión real no está en manos de ninguno de estos actores sino del gobierno chino. China es el que lleva la mano. ¿Qué tipo de resolución apoyarán los chinos en cualquiera de los dos casos? Es obvio que China quiere que todos se calmen, y mantener la calma. El problema es que llevar las cosas al límite puede ser un juego peligroso cuando el mundo –su geopolítica y su economía– está tan caótico y volátil. Podrían ocurrir accidentes. Algún oficial militar, en alguna parte, con el dedo en el gatillo, puede cometer algún error –accidental o deliberadamente–. Vivimos una época interesante.

(Texto de Immanuel Wallerstein, La Jornada, 12/VI/10).

INTERNACIONAL: Estados Unidos: narcopotencia

¿Quién le ha dado el derecho a Estados Unidos para incluir o excluir a los que cumplen o incumplen compromisos en la lucha internacional contra el narcotráfico? “Nadie tiene ese derecho y si alguien lo tuviera sería la ONU”. Ésta fue la respuesta de Hugo Chávez a la inclusión de Venezuela en un memorando de la Casa Blanca al Departamento de Estado que lista a los “países que no cooperan” en la lucha antinarco. El documento, además, promueve una mayor intervención y ocupación de Centroamérica con el pretexto de que “la guerra sin cuartel de México y Colombia” obligó al narco a replegarse hacia “Honduras, Costa Rica y Nicaragua”, por primera vez incluidos en la lista de “grandes productores o plataformas del narcotráfico en el mundo”.

Como se esperaba ya, el gobierno de Laura Chinchilla, de Costa Rica, que autorizó la presencia militar de Estados Unidos en su territorio, ofreciendo inmunidad a soldados y oficiales de ocupación que incurrieran en rupturas a la ley penal internacional, encabeza una “iniciativa centroamericana” para “presionar” a Estados Unidos en pos de más ayuda contra el narco.

El memorando también se usa en el caso de Venezuela, con fines político-electorales. Su sesgo oportunista, unilateral y parcial, junto a la cada vez más notoria participación de Estados Unidos en todos los niveles de la estructura y dinámica del narcotráfico, desautorizan la retórica de su guerra antinarco/crimen o sea, lo que en la guerra sicológica y política se conoce como “historia de cobertura”, la mampara que encubre campañas antipopulares y diseños de intervención y ocupación policial/militar/empresarial de zonas clave por su posición geográfica o por sus recursos.

No es casual que sean militares, Hugo Chávez o el coronel Sued Castro Lima, de la Fuerza Aérea de Brasil, quienes, entre otros, llamen la atención sobre el fenómeno: Estados Unidos se erige como juez de otros, mientras ejerce el dominio abrumador y es el principal beneficiario de los magnos negocios derivados del narcotráfico y el crimen organizado. Castro Lima muestra lo insostenible del argumento de fachada de combate al narcotráfico de la Casa Blanca: “en Colombia la producción de cocaína aumentó porque también lo hizo el mercado concentrado en Estados Unidos y en años recientes el precio de la cocaína cayó 36% resultado del aumento de la oferta y no de una reducción de la demanda”.

Esos y otros datos indican que a nivel internacional Estados Unidos se perfila como la principal narcopotencia: es gran productor de mariguana y los más de 7 millones de adictos a la cocaína que la consumen en su territorio, constituyen el mayor mercado del orbe. Además se sabe que 70% del dinero se lava ahí, significando, dice Castro Lima, “...que las mafias que operan en su territorio dominen 90% del lucro del gran negocio, que queda en manos de las mafias de Estados Unidos”.

En Afganistán la producción de opio desapareció entre 1996-2001 porque el Talibán consideró a la droga anti-islámica: hoy, con la invasión y ocupación de Estados Unidos, las transacciones ilícitas florecen y “la región produce 70% del opio del mundo”.

En nuestra región la industria armamentista de Estados Unidos es beneficiaria de doble vía de esta guerra sui géneris: Estados Unidos es el principal abastecedor (al 90%) de armas a los cárteles que operan acá ¡y a los ejércitos que los combaten! duplicando así exportaciones y beneficios. Al norte, los dólares; al sur, los muertos.

Castro Lima acierta al decir que la intención es aplastar “los movimientos populares o revolucionarios que surgen en América Latina y la intimidación o neutralización de iniciativas regionales” tipo UNASUR. También lo es debilitar cualquier expresión de jurisdicción estatal, sea en Canadá, México o Venezuela, que interfiera con el fluido acceso de Estados Unidos y sus “socios” a negocios o recursos vitales como electricidad, gas y petróleo.

Es en el territorio de la narcopotencia y no en Colombia, México, Centroamérica o el Amazonas, donde, en palabras de Castro Lima “...debería trabarse el principal combate contra el narcotráfico”.

(Texto de John Saxe-Fernández, La Jornada, 23/IX/10).

OPINIÓN: El Comandante Jorge Briceño

Siempre que un revolucionario cae en combate, se formulan, como es de esperar, dos posicionamientos diametralmente opuestos. Están lo que, como es el caso del gobierno fascista colombiano, su ejército, su burguesía, y sus protectores y proveedores de logística y armamento (bases militares estadunidenses incluidas), festejan y vitorean a la muerte. Como ya ocurriera con el Che, ahora se vuelven a exhibir cadáveres, a dejar fotografiarlos, a firmar columnas “de opinión”, en las que piden más y más sangre, a generar adhesiones de mandatarios de la extrema derecha latinoamericana y europea, que se suman así a este festival sanguinolento, los deseos de “paz” de sus respectivas oligarquías. Una “paz” que todos ellos necesitan para seguir acumulando riquezas y continuar machacando hasta lo indecible a millones de hambrientos de sus respectivos países.

En el caso del Comandante Jorge Briceño, conocido como “Mono Jojoy”, se vuelve a repetir esta situación, con el agravante de que hasta ha quedado entre paréntesis la posibilidad de que los insurgentes atacados y asesinados hayan podido caer “combatiendo” en el sentido literal de la palabra. Y decimos esto porque el enemigo que enfrentan las FARC y el ELN, que es el mismo que soportan iraquíes, afganos, palestinos y otros rebeldes de este planeta, es un enemigo cobarde, rastrero, miserable, y sobre todo, bestial. Para “resolver” este tipo de confrontaciones, no apela al cuerpo a cuerpo. Ahora, este enemigo emplea toda la tecnología militar que le suministran sus protectores de Washington, y en este caso puntual, el ejército de Santos utilizó en su operación “Sodoma”, nada menos que 30 aviones y cerca de 27 helicópteros artillados que bombardearon, ametrallaron, y masacraron todo lo que encontraron a su paso, sean seres vivos, o la propia naturaleza que los protegía, en aquella distante zona del Meta, en La Macarena. Si después de tan descomunal y sorpresivo ataque alguien tuvo la suerte de no morir, no tardó en hacerlo debido al tiro de gracia que le dispararon los cobardes uniformados del cuerpo de infantería.

El imperio se regodea anunciando que “las FARC están derrotadas” y que lo único que les queda es rendirse, entregar las armas y, de rodillas aceptar el castigo que se merecen por haber desafiado al poder establecido. Es precisamente en este punto en que no coincidimos con Juan Manuel Santos, presidente de Colombia por la gracia de Obama y todo su tinglado del Pentágono imperial armamentista. Las FARC y el ELN no se lanzaron al monte hace medio siglo por puro gusto, sino porque la situación que vivía el pueblo colombiano en esos años, era de total pauperización y miseria estructural. Como bien recuerdan los escritos del Comandante Marulanda: “cuando decidimos alzarnos en armas, lo que más nos justificaba a hacerlo era ver a los hijos del campesinado morirse por montones por culpa del hambre, mientras sus padres sufrían la impotencia y el dolor de no poder evitarlo”.

¿Alguien cree que esta situación de pobreza y exclusión no sigue provocando estragos en la Colombia actual? ¿Alguien piensa que la explosiva situación social que genera continuas huelgas obreras y estudiantiles, marchas indígenas y protestas de todo tipo a lo ancho y largo del territorio colombiano, son un invento de la insurgencia, o simplemente la realidad de un país en el que diez familias se apoderan del 90% de lo que produce el grueso de la población? Pero además, ¿alguien supone que una insurgencia como la que se desarrolla en Colombia desde hace cinco décadas, podría haber subsistido si amplios sectores de ese pueblo (obreros, estudiantes, campesinos) no le sirvieran de semillero para seguir generando respuestas dignas a tanto odio y muerte desplegado por los respectivos gobiernos liberales y conservadores?

Se equivocan Santos y sus secuaces cuando creen que la dolorosa muerte del Comandante Briceño y de sus compañeras y compañeros asesinados va a paralizar la lucha de la insurgencia. Aprietan los dientes por la rabia que produce el hecho de que los mejores hijos del pueblo tengan que pagar con sus vidas sus ansias de libertad, pero enseguida surge la digna respuesta de continuar la pelea en que se empeñaron sus antecesores.

El Comandante Jorge Briceño nació de madre y padre guerrilleros, vivió prácticamente toda su vida alzado en armas, y en ese andar, se emparentó con Marulanda, con Jacobo Arenas, con Alfonso Cano, con Simón Trinidad, con Sonia, con Raúl Reyes, y al igual que Camilo Torres, el Cura Manuel Pérez, el Comandante Gabino y otros insurgentes como ellos, abandonaron todas las comodidades que da la vida “normal”, precisamente para que millones de pobres de toda pobreza puedan alcanzar alguna vez la normalidad de tener comida, techo y tierra para ellos y su descendencia.

Ni Briceño, ni Lucero Palmera, ni los que están enterrados en vida en las cárceles-tumba colombianas o en las mazmorras yanquis a los que fueron extraditados, son terroristas, ni seres demoníacos o malévolos (como gustan tipificarlos los medios enganchados a la represión), son patriotas latinoamericanos que algún día serán homenajeados como corresponde. Como lo fueron otros “terroristas” como ellos, llamados Tupac Amaru, Bartolina Sisa, Manuela Sáenz, Martí, Bolívar, Sandino, Mandela, Farabundo Martí, Sendic, Ernesto Guevara, Camilo Cienfuegos, Inti Peredo, Filiberto Ojeda, Miguel Enríquez… En ese momento, quizás no tan lejano, sus ejemplos de entrega y sacrificio, estarán por encima de toda la ponzoña vertida contra ellos por quienes practican hoy el Terrorismo de Estado o masacran a nuestros pueblos.

(Texto de Carlos Aznárez, rebelión, 25/IX/10).

ANÁLISIS: Walter Benjamin y el arte de narrar*

“Todos los pueblos colonizados tienen conciencia de que su verdadera historia ha sido proscrita por el colonizador. Saben que la suya es una historia oculta, clandestina, negada. Saben también que, pese a todo, esta historia existe y que su prueba evidente es la presencia misma de cada pueblo”: Guillermo Bonfil Batalla

Los historiadores suelen decirse artesanos. Al artesanado los une su arte de seguir huellas, encontrar indicios, reunir pruebas y someterlas a una forma de la crítica similar a la que ejerce el carpintero sobre sus maderas y el tejedor sobre sus hilados. Marc Bloch se decía un artesano, cercano a su materia de trabajo y reacio a la generalización especulativa propia de otros terrenos del conocimiento: “Entre los espectros que una falsa comprensión del pasado alza en nuestro camino y que un conocimiento más preciso exorcisa, ubicaría en primer lugar a la falsa analogía”. Uno de esos sencillos exorcismos está en el respeto propio del artesano hacia la materia con la cual trabaja.

Las tesis Sobre el concepto de historia conocieron una larga maduración en la obra previa de Walter Benjamin. Ideas de las tesis, y hasta párrafos enteros, aparecen en sus escritos de los años 30. Entre estos escritos están El narrador. Reflexiones sobre la obra de Nicolás Leskov, de 1936, y Eduard Fuchs, coleccionista e historiador, de 1937. Buscaré en lo que sigue algunos de los hilos que en las tesis se vuelven entramado.

Tomando pie en un conciso párrafo de Paul Valéry, Walter Benjamin dice en El narrador que en el trabajo del artesano existe “una relación estrecha entre el alma, el ojo y la mano. …Esta antigua coordinación del alma, del ojo y de la mano es de origen artesanal y la hallamos en el arte de narrar cada vez que éste está en terreno propio”. Hasta es posible preguntarse, agrega, “si la relación que existe entre la narración y su objeto, la experiencia humana, no es en sí misma una relación artesanal; si su tarea no consiste en trabajar en forma sutil y sólida la materia prima de la experiencia, la propia y la ajena”.

En su obra póstuma de 1942, Apología por la historia, Marc Bloch reclamaba para el conocimiento histórico esa misma primacía de la experiencia y aquella sabiduría propia de las manos del trabajo: “al igual que el tacto de la mano, existe un tacto de las palabras”. El historiador, artesano como a sí mismo se imagina, es y no es un narrador. No lo es en cuanto el narrador, el que cuenta historias bajo un árbol o junto al fuego, no tiene que aportar pruebas de sus dichos, sólo decir que lo sabe por experiencia propia o por experiencia ajena que otros le contaron. Son éstas sus referencias, no las mismas que las que debe aducir el historiador. Artesano es éste, sin embargo, en cuanto él también, historiador, transmite y narra en el presente (“el presente es el fragmento del pasado más cercano a nosotros”, decía Marc Bloch) una experiencia humana pasada que ha reconstruido según ese otro arte artesanal, el del rastreador o el huellero, descubriendo aquellos indicios, muchos o pocos, que de ese pasado pueden aún hallarse si se sabe buscar. Ese investigador sigue siendo uno que en su tarea requiere de aquella antigua coordinación del alma, del ojo y de la mano. Y una vez que ha encontrado los fragmentos y con ellos una imagen de ese pasado, no tiene otro remedio que contar su historia.

Es aquí donde se vuelve narrador, oficio antiguo como el que más.

“La experiencia trasmitida oralmente es la fuente en la cual han abrevado todos los narradores. Y entre los que han escrito sus historias, los grandes narradores son aquellos cuyo texto se separa menos de las palabras de los innumerables narradores anónimos”, escribe Benjamin. Entre éstos, nos dice, existen dos grupos que sin cesar se interpenetran. Uno es el campesino sedentario, que mucho ha vivido. El otro es el marino comerciante, que mucho ha viajado. Uno conoce historias y tradiciones de su comarca, el otro trae las de tierras lejanas. De estos dos arquetipos provienen dos estirpes de narradores. Pero es imposible pensar el arte de contar en toda su amplitud histórica sin una penetración recíproca muy íntima entre estos dos arquetipos.

Si es verdad que los campesinos y los marineros han sido los maestros consagrados del arte de narrar, el artesanado fue su gran escuela. En éste, el mensaje de países lejanos que trae quien mucho ha viajado se une al mensaje del pasado cuyo confidente es el hombre sedentario. El arte de narrar encuentra así sus primeros maestros entre aquellos que viven por sus manos. El investigador histórico, por su parte, tiene ante sí una exigencia específica de su oficio, que no se ocupa tan sólo de narrar. Walter Benjamin le demanda una inquietud espiritual: “dejar de lado toda actitud serena, contemplativa, para tomar conciencia de la constelación crítica en la cual tal fragmento del pasado entra con respecto a tal fragmento del presente”. Le pide, en otras palabras, “poner a trabajar la experiencia de la historia que, para cada presente, es una experiencia personal”. El materialismo histórico, escribe, “se dirige a una conciencia del presente que hace estallar la continuidad de la historia. …Concibe la comprensión histórica como una segunda vida de aquello que ha sido comprendido, cuyas pulsaciones son perceptibles hasta el presente”.

Una segunda vida del pasado en el presente: si esto es así, nos dice Walter Benjamin, el objeto de un conocimiento histórico venidero “no es una madeja de puros y simples hechos, sino un conjunto definido de hilos que muestran, en la textura del presente, la trama de un pasado”. Sería erróneo, agrega, “identificar esta trama con el puro lazo causal. Por el contrario, es un todo dialéctico, y algunos hilos, que pueden haberse perdido durante siglos, son retomados en forma repentina y silenciosa por el curso actual de la historia”. Ese curso, en aquellos años treinta del siglo XX, había adquirido una coloración atroz. Conocedor fino y sutil de los escritos de Marx, de la lógica inhumana del capital y del ascenso en Europa de una barbarie de progreso técnico, Benjamin anota: Las preguntas que la humanidad plantea a la naturaleza están condicionadas, entre otras cosas, por el nivel de la producción. Aquí es donde fracasa el positivismo. En el desarrollo de la técnica, sólo fue capaz de ver el progreso de las ciencias de la naturaleza, pero no las regresiones de la sociedad. No vio que ese desarrollo estuvo condicionado en modo determinante por el capitalismo.

Así se consumó en el siglo XIX un hecho definitorio de lo que vendría, “la recepción abortada de la técnica”. Esta recepción se realizó a través de una serie de concepciones que, “sin excepción, tratan de cancelar el hecho de que, en esta sociedad, la técnica sirve sólo para producir mercancías”. Sigue entonces su diagnóstico sin piedad sobre el siglo XX, el suyo, el que fue el nuestro: “Es el momento de preguntarse si la ‘bonhomía sentimental’ propia de la burguesía de aquel siglo XIX no se debía a la sorda satisfacción de no haber tenido que enterarse nunca de la evolución que iban a tener las fuerzas productivas entre sus manos. Pues, en efecto, esta experiencia correspondió al siglo siguiente. Éste verá cómo la velocidad de los medios de transporte y la capacidad de los aparatos que reproducen la palabra y la escritura va más allá de las necesidades. Traspasado ese límite, las energías que la técnica despliega son destructivas. Favorecen ante todo a la técnica de la guerra y de su preparación por la prensa”.

De esta lucidez de la razón histórica se nutrieron sus escritos a lo largo de la década trágica que trascurre entre la crisis de 1929, el ascenso paralelo del fascismo, el nazismo y el stalinismo, la derrota de la revolución española en la cual los tres convergen, y el inicio en 1939 de la Segunda Guerra Mundial. En el umbral de esta catástrofe, entre 1938 y 1939, esos escritos están animados por lo que llama “el coraje de la desesperación: la conciencia de que el mañana puede traer destrucciones de una amplitud tal que parecerá que nos separan siglos de los textos y las producciones que apenas datan de ayer”. Esa conciencia relampaguea en 1940 en los dos gestos últimos de su alma y de su mano: sus tesis Sobre el concepto de historia y su suicidio en Port Bou. Relámpagos de color oscuro, ellos parecen iluminar los tiempos violentos de la historia que llegarían con el siglo sucesivo. La violencia sin par del siglo XX no sólo incubó la de estos tiempos nuestros que han apenas comenzado. Trajo también consigo una creación y una acumulación de experiencia en resistir, organizar, pensar, imaginar y poner en práctica sentidos y significados de la vida diferentes y opuestos a la barbarie cosificada del reinado universal de la mercancía y la “dependencia respecto de las cosas” como razón y principio moral fundante de la vida.

Experiencia es confianza en las propias fuerzas. “Ninguna clase puede encarar la acción política sin tener confianza en sí misma”, escribía Walter Benjamin en estos tiempos, la clase sin confines de los oprimidos, los despojados, los expatriados, los explotados y los humillados por la actual e inhumana configuración del mundo. Pero, agregaba, una cosa es la confianza en la propia capacidad para actuar, y otra diferente es el optimismo sobre las condiciones en que tendrá lugar dicha acción: confianza en lo viviente o confianza en lo instituido, podríamos decir. Este segundo optimismo era el más infundado y problemático: “La posibilidad de la barbarie, de la cual Engels en La situación de la clase obrera en Inglaterra y Marx en su diagnóstico del desarrollo capitalista habían tenido una intuición fulgurante”, prosigue Benjamin, era inimaginable para las mentes socialdemócratas de fines del siglo XIX y principios del siglo XX. No habiendo alcanzado a divisar desde su mirador metropolitano la barbarie colonial, la Primera Guerra Mundial y lo que después siguió se desplomó sobre sus sosegadas y desprevenidas cabezas. La barbarie, el sinsentido, no amenaza desde afuera a las murallas de la presente ciudad del capital, cuyo símbolo y escudo de armas no son los rascacielos de Wall Street, de la City, de Shangai o de Dubai, sino los cinco muros del Pentágono. Viene desde adentro de esos muros y sus proliferantes aledaños financieros y desborda sobre el mundo.

Desde el lado opuesto no la contiene ninguna institución. Se le opone en cambio, difusa y sin fronteras, la experiencia humana, esa “constelación crítica entre tales fragmentos del pasado y tales fragmentos del presente”, “ese conjunto preciso de hilos del pasado en la textura del presente”. Es allí donde se revela, y en los tiempos violentos se vuelve fuerza material, aquella confianza propia de los órdenes subalternos vividos por los humanos, recibida de los hechos de sus múltiples historias a través de las voces de sus narradores, huelleros, viajeros, troveros y cuenteros.

(Texto de Adolfo Gilly, la haine, 29/IX/10).

* Este escrito es el epílogo, levemente modificado, de Adolfo Gilly, Historia a contrapelo – Una constelación, Ediciones Era, México, 2005.

Notas:

Marc Bloch, Histoire et historiens – Textes réunis par Etienne Bloch, Armand Colin, Paris, 1995, ps. 36 y 33. De los recursos que el investigador pone en juego en esta dimensión artesana de su oficio trata el clásico estudio de Carlo Ginzburg, “Señales. Raíces de un paradigma indiciario”, en Aldo Gargani (comp.), Crisis de la razón, Siglo XXI Editores, México, 1983, ps. 55-99.

Walter Benjamin, “Le narrateur. Réflexions à propos de l´oeuvre de Nicolas Leskov”, en Écrits français, Gallimard, Paris, 1991, ps. 205-229.

Walter Benjamin, “Eduard Fuchs, collectioneur et historien”, en OEuvres, III, Folio, Paris, 2000, ps. 170-225.

Walter Benjamin, Écrits français, cit., ps. 228-229.

“No hay menos belleza en una ecuación exacta que en una frase justa. Pero cada ciencia tiene su propia estética del lenguaje. Los hechos humanos son, por su misma esencia, fenómenos muy delicados, muchos de los cuales escapan a la medición matemática. Para traducirlos bien, y luego para penetrarlos bien (¿pues acaso es posible comprender perfectamente lo que no se sabe decir?), es menester una gran finura de lenguaje, un color justo en el tono verbal. Allí donde calcular es imposible, se impone sugerir. Entre la expresión de las realidades del mundo físico y la de las realidades del espíritu humano el contraste, en resumen, es el mismo que existe entre la tarea del obrero fresador y la del violero: ambos trabajan al milímetro; pero el fresador utiliza instrumentos mecánicos de precisión; el violero se guía, ante todo, por la sensibilidad del oído y de los dedos. No estaría bien que el fresador se contentara con el empirismo del violero, ni que el violero quisiera imitar al fresador. ¿Es acaso posible negar que, al igual que el tacto de la mano, existe un tacto de las palabras?”. (Marc Bloch, Apologie pour l’histoire ou Métier d’historien, Armand Colin, Paris, 1993, p.52).

Walter Benjamin, Écrits français, cit., p. 206.

Ibid., p. 207.

Walter Benjamin, OEuvres. III, cit., p. 190.

Ibid., p. 184.

Ibid., p. 185.

Ibid., p. 227.

Ibid., ps. 201-202.