domingo, 29 de agosto de 2010

Portada

EDITORIAL: Adiós, maestros

1. El día 5 de junio de 2010 murió uno de los más creativos e imaginativos filósofos latinoamericanos: Bolívar Echeverría. Su obra es amplia y admirable. Fue uno de los pensadores que con mayor agudeza practicó una disección de la modernidad.

2. La muerte del escritor portugués José Saramago, representa una pérdida irreparable: a la de la figura insustituible de la literatura universal se suma la del pensador militante y comprometido, y la del ser humano de congruencia y moral inquebrantables.

3. La muerte de Carlos Monsiváis, El Monsi, resulta doblemente desoladora. El momento actual es el peor imaginable para que México pierda a una de sus inteligencias más éticas, generosas y comprometidas con las gestas sociales, a su principal cronista, a un intelectual particularmente lúcido y agudo, al crítico más implacable de los desfiguros del poder.

EDITORIAL: Mi país

Mi país, señores, es el país de las maravillas: Tiene una magnífica historia del caos.

Una historia escrita en letras de molde, doradas y llenas de sangre.

Una historia que los pobres llevan clavada en sus espaldas desde hace siglos.

En las calles de mi país la miseria se multiplica a ritmos acelerados.

El ser pobre es un título a nombre de la Nación, la pobreza tiene rostro de niño huérfano, de obrero explotado y campesino sin tierra.

A media cuadra del hambre los funcionarios se engordan sin control, y luego, mientras bostezan, exhiben sus ombligos en el hemiciclo cuyas leyes nunca han beneficiado a los que trabajan para mantener el país.

Mi país, señores, es el país de las maravillas: Es el único en donde la injusticia tiene su palacio y la corrupción su monumento.

Los juicios duran una eternidad y, por lo general, sueltan al ladrón y encarcelan al inocente.

Aquí, la justicia es una vieja ramera ciega y sorda que ha perdido la razón y deambula sin control pisoteando los juguetes de los niños.

La corrupción tiene traje nuevo y se maquilla para la ocasión. Su ideal es un signo monetario celosamente guardado en cuentas bancarias en Suiza y El Gran Caimán.

Mi país, duele decirlo, ¡Apesta por todos lados!

Mi país, señores, es el país de las maravillas: Hace siglos que engordamos militares que nunca ganaron una guerra pero sí aniquilaron a nuestros hermanos por pensar diferente.

Inflan sus augustos pechos, para llenarlos de estrellas y condecoraciones ganadas sin hacer nada o tal vez en mérito al servicio prestado a la corrupción.

Mi país, señores, es el país de las maravillas: Se llevan nuestros recursos, nos dejan contaminación, muerte y destrucción.

Tenemos tantas riquezas y nos preguntamos: ¿para qué?, y ¿para quién?

Y mientras pagamos una deuda impagable, por nuestras calles deambulan millones de desempleados, millones de pordioseros, millones de huelguistas.

En los callejones de la miseria, un ejército de niños se prostituye, otros consumen tulol o son abusados diariamente; mientras tanto, y en ese mismo instante, los ministros veranean en Cancún, los parlamentarios dormitan sobre un colchón de leyes y en el salón dorado, el Presidente brinda un whisky con el Cardenal.

Mi país, señores, es el país de las maravillas: Cada seis años los mocos reemplazan a las babas en un carnaval de la mentira.

Tenemos gobernantes ¡no sé para qué! pues quien gobierna está en Washington, desde allí el titiritero organiza el consabido show del hambre.

Mi país, señores, es el país de las maravillas: Es el país de la orfandad, de la injusticia y el desamparo.

Mi país...os confieso: ya no es mi país, tampoco es de José, tampoco es de María; mi país, duele decirlo, ¡Es el país de los sinvergüenzas! ¡Basta ya! ¡Fuera de aquí! ¡Devuélvanme a mi país!

(Texto de César Mejía, argenpress, 25/VI/10).

EDITORIAL: Atenco: liberaciones y pendientes

Por mayoría de cuatro votos contra uno, la primera sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) ordenó el 30 de junio la liberación de 12 integrantes del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT), entre los que se encuentra Ignacio del Valle –condenado a 112 años de prisión por “secuestro equiparado” y ataques a las vías de comunicación–, quienes permanecían en prisión desde los enfrentamientos en San Salvador Atenco y Texcoco ocurridos en mayo de 2006. De acuerdo con los magistrados, las condenas dictadas en contra de los activistas fueron producto de procesos irregulares en los que se emplearon pruebas ilegales por medio de los cuales se buscó, a decir del ministro Juan Silva Meza, dar “maquillaje institucional” a un acto de criminalización de la protesta social.

La resolución de la SCJN implica la reparación de una profunda injusticia: debe recordarse que los presos de Atenco, al igual que muchos de los habitantes de esa localidad mexiquense, fueron víctimas de un acto de represión y uso desmedido de la violencia por parte del Estado, que derivó, como han documentado diversos organismos defensores de derechos humanos, en violaciones, golpizas, detenciones arbitrarias, incomunicaciones, allanamientos de morada, robo de pertenencias a manos de policías estatales y federales, así como en la muerte de dos personas. Además, en los meses posteriores a estos hechos los reclusos enfrentaron procesos plagados de irregularidades y padecieron la aplicación facciosa de las leyes, traducida en la invención del delito de “secuestro equiparado” y en sentencias desproporcionadas e injustas.

Sin embargo, la determinación de la Corte no alcanza a reparar el enorme sentir de extravío en los aparatos estatales de procuración e impartición de justicia, que ha derivado en la aplicación de un castigo injustificable para los activistas de Atenco y en la persistencia de impunidad para los responsables de las vejaciones y atropellos cometidos hace más de cuatro años en esa localidad mexiquense. Es pertinente recordar, al respecto, que la propia SCJN determinó, en febrero del año pasado, eximir de toda pesquisa a connotados funcionarios de los ámbitos local y federal que ocupaban por entonces posiciones de poder en las que cabe presumir alguna responsabilidad por esos hechos.

Cabe pugnar por la reparación del daño causado a los activistas, además de proceder a realizar las correspondientes investigaciones en contra de los funcionarios estatales y federales, así como de los integrantes del Poder Judicial que los mantuvieron injustamente encarcelados durante cuatro años. Es exigible, asimismo, la cancelación de las órdenes de aprehensión que actualmente pesan sobre América del Valle –hija del dirigente del FPDT, la que recientemente solicitó asilo político al gobierno de Venezuela–.

Finalmente, hay que decir que a pesar de la contundencia del fallo emitido por la SCJN, y tras la liberación de nueve de los presos, la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) federal sacó de sus archivos, de manera tramposa, cuatro causas penales distintas a aquella que juzgó y desechó el máximo tribunal del país, tres de ellas del fuero común y originadas en 2006 (robo agravado, lesiones y daño en los bienes públicos y despojo) y una más, del fuero federal, que data de 2008: ataques a las vías de comunicación. Con esos elementos el gobierno federal mantuvo en la cárcel, por unas horas más, a tres de los inculpados: Ignacio del Valle Medina, Felipe Álvarez Hernández y Héctor Galindo Gochicoa, quienes fueron liberados hasta las 9:30 de la noche del primero de julio. Es decir, la SSP federal enturbió y ensució hasta donde pudo el cumplimiento de un fallo inapelable que restituía, así fuera parcialmente, el sentido de justicia ignorado por las autoridades durante más de cuatro años.

(Fuente: Editorial de La Jornada, julio 1 y 2, 2010).

EDITORIAL: Waterloo electoral

El PAN, partido gobernante en el ámbito federal, y sus aliados, perdieron nueve de las 12 gubernaturas en disputa en las elecciones realizadas el 4 de julio. El dato más sustancial de lo ocurrido en esa jornada es, en lo general, la imposibilidad del partido de Felipe Calderón para remontar la catástrofe electoral que experimentó en los comicios federales realizados hace un año, cuando el PRI se colocó como primera bancada legislativa. El PRI ratificó su condición de primera fuerza política en el escenario nacional, y no necesariamente por méritos del partido o de sus candidatos, sino por una combinación de dos factores: por una parte, el recurso de las estructuras caciquiles priístas que imperan en diversas entidades y que constituyen un poderoso mecanismo de inducción del voto; por la otra, el inocultable descontento que recorre el país por los malos resultados que entrega el gobierno federal: crisis económica persistente, desempleo real que se resiste a todos los intentos de maquillaje de las cifras oficiales, desigualdad creciente, corrupción y venalidad en el ejercicio del poder, desdén oficial ante las acuciantes necesidades populares y una situación cercana al naufragio en el terreno de la seguridad pública y la aplicación de las leyes.

Por otro lado, las derrotas del tricolor se presentan como un ajuste de cuentas del electorado contra dos administraciones impresentables: la de Mario Marín en Puebla y la de Ulises Ruiz en Oaxaca. En esas dos entidades la impunidad del poder alcanzó, por distintas razones, cotas de escándalo nacional e incluso internacional; en el caso oaxaqueño por los excesos represivos del gobierno estatal –que han dejado una cauda de decenas de muertos–, y en el poblano por la participación del Ejecutivo estatal en un intento por quebrantar los derechos humanos de la periodista Lydia Cacho. Fuera de esos dos estados y de Sinaloa, donde el abanderado tricolor, Jesús Vizcarra, quedó abajo de Mario López Valdez, Malova –un priísta de toda la vida que desertó de su partido poco antes del inicio de este proceso electoral–, el resto de las entidades que celebraron comicios registraron derrotas anunciadas y previsibles del blanquiazul.

La mal llamada “izquierda”, por su parte, decidió compartir, en Durango, Hidalgo, Oaxaca, Puebla, Sinaloa y Tlaxcala, la suerte del panismo gobernante; perdió Zacatecas, y, salvo en Oaxaca, su participación se redujo a lo meramente testimonial. Camacho y Ebrard fracasan en su estrategia de alianzas, que no reportó lo esperado y sí restó autoridad y congruencia a esa “izquierda” tan pragmática que acabó aliándose a quien pocos años atrás acusaba de verdugo sin perdón posible.

La jornada culminó procesos caracterizados por irregularidades electorales, por la inducción del sufragio –embozada o abierta– por autoridades de todos los niveles y por campañas sucias en las que se recurrió al espionaje telefónico, a imputaciones penales y, a falta de propuestas propias, a las consabidas descalificaciones del adversario. La violencia política generó muertes de candidatos, agresiones y amenazas a aspirantes, dirigentes de campañas y funcionarios de casilla. Fenómenos prehistóricos de defraudación electoral aparecieron como si nada. Gobernantes de todo nivel, comenzando por Felipe Calderón, cometieron actos de distorsión electoral como los anuncios televisados de “buenas noticias” en vísperas de las urnas. Recursos públicos federales, estatales y municipales fueron usados para promover el voto en favor de los candidatos y partido de los detentadores de bienes colectivos.

Las elecciones del 4 de julio plantean, pues, la perspectiva de la involución política hacia un priísmo, que lejos de depurarse en la década que ha pasado fuera de Los Pinos, parece haber ahondado sus aspectos más deplorables: el caciquismo, el corporativismo, el clientelismo y la ambición del poder por el poder. Inocultables sus maniobras de ensayo rumbo a 2012: ríos de dinero oscuro y trampas históricas y modernas para instalar la escenografía de la comedia llamada Democracia. En la regresión electoral del 4 de julio ocurrieron atracos policiacos a mano armada en una casa de campaña de Xóchitl Gálvez en Hidalgo, robos de urnas en diversos estados, compra descarada de votos, carruseles, acopio de despensas y materiales repartidos sin discreción, clonación de diarios con noticias falsas, balas, heridos y golpeados, amagos sobre mesas directivas de casillas. Y luego, todo desapareció ante el embrujo de las especulaciones televisadas: la atención se centró en los porcentajes y las comparaciones, en el ensueño numeral más que en el análisis de hechos, distorsiones, perversiones e imposiciones. Eso ha sido ahora; eso será mañana, mejorado y aumentado. 2010 como preparación de 2012.

(Fuentes: Editorial de La Jornada, 5/VII/10; Julio Hernández López, La Jornada, julio 5 y 6, 2010).

MUNICIPAL: Periodismo en entredicho

Ser periodista en cualquier época, es un compromiso hacia la búsqueda de la verdad. ¿Qué significa ser periodista en la época actual? Primero, será necesario entender que el periodista no es sino un eslabón –importante, pero sólo un eslabón– de una cadena de actividad humana entendida como la comunicación. El proceso de comunicación es una práctica social de la que participan empresas, ciudadanos, dirigentes, líderes económicos, sociales y políticos y, también, los periodistas. Si alguno de estos actores falta, la comunicación cojea. La importancia estratégica del periodista vale para medir su responsabilidad y, en ningún caso, para arrogarse derechos por encima de los restantes actores de la sociedad. Los periodistas, hay que decirlo, se equivocan mucho y frecuentemente. Sirva lo anterior para sostener, tal como lo afirmó el prestigioso periodista colombiano Javier Darío Restrepo en una conferencia recientemente dictada en Bolivia, que el profesional de la comunicación tiene que “estar dispuesto a examinar las certezas de uno frente a las certezas del otro”, partiendo de la seguridad de que “nadie tiene la verdad completa y nadie está en el error completo”. Pero también, en su gran mayoría, los periodistas están supeditados a los dictados de las empresas para las que trabajan. Los periodistas son asalariados a los que se les paga por su trabajo, sin que eso signifique que las empresas compran las opiniones o las ideas de los profesionales de los medios. Porque, como bien lo señala el código internacional de ética periodística (París, 1983), “la información se comprende como un bien social, y no como un simple producto”, y esto significa que el periodista es “responsable no sólo frente a los que dominan los medios, sino, en último énfasis, frente al gran público, tomando en cuenta la diversidad de los intereses sociales”. Además, es dable preguntar: ¿Cuál es el bien que el periodismo aporta a la sociedad? La información es un bien social que sirve de insumo para el discernimiento de los individuos y de los colectivos sociales. Es diferente de un producto. Un producto se ofrece, es una mercadería sujeta a la oferta y la demanda. Un bien social no puede estar sometido a estas reglas, sino que requiere de regulaciones y de consensos porque afecta de manera directa al funcionamiento de la sociedad. Por esta razón, sostiene la filósofa española Adela Cortina, la “meta” del periodismo sería “generar una opinión pública madura, de modo que haya ciudadanos y no vasallos, pueblo y no masa” (Cortina, Adela, “Ética de los medios y construcción ciudadana”; en Oclacc-UTPL, Comunicación, ciudadanía y valores, Quito, 2008). La tarea periodística tiene que situarse y entenderse en términos sociales. Algo que resulta sumamente difícil por lo siguiente: a) los bajos salarios que perciben en ese rubro; b) dada la mediatización de las relaciones sociales, el poder tanto económico como político ejerce una gran influencia en el escenario mediático y c) la hipermercantilización del negocio de la comunicación. Sin embargo, es cierto que el periodista termina siendo el eslabón más frágil, más débil, de la cadena. Las pruebas están a la vista: nuestro país ocupa el primer lugar en el mundo en cuanto a los riesgos que implica el libre ejercicio del periodismo. La cantidad de periodistas muertos de unos cuantos años a la fecha habla por sí misma. Pero ello no exime de responsabilidades. “El periodista tiene que ser un constructor de ciudadanía” dice Javier Darío Restrepo. Construir ciudadanía es aportar a la generación de opinión pública y hacerlo es trabajar, con honestidad y veracidad ciudadana, en la facilitación del diálogo entre actores diferentes y diversos, en el escenario público de la comunicación. En medio de presiones, tensiones e intereses, que aumentan el desafío pero no disminuyen la responsabilidad.

¿A qué viene todo lo anterior? A que a últimas fechas, los diarios de mayor circulación en nuestra región (a.m. y El Heraldo de León) han publicado notas que invaden el ámbito de la privacidad personal, sin tomar en cuenta la versión de la otra parte, es decir, faltan a la ética profesional, pues “ventanean” de manera irresponsable a personas que, independientemente de si cometieron algún ilícito o no, los diarios no completan el círculo virtuoso de “examinar las certezas de uno frente a las certezas del otro”. Los diarios, al actuar de esa manera, se convierten en verdugos mutiladores de la verdad, en un aparente afán de “destruir ciudadanía”, y no, como debiera ser su deber: “ser un constructor de ciudadanía”. Van algunos ejemplos que ilustran lo anterior: 1) el 3 de junio, el a.m. cabeceó una nota en su página dos: “Alerta de ‘abogados’ estafadores”; el cuerpo de la nota es un desastre en cuanto a redacción y sintaxis, transcribimos el primer párrafo tal y como fue publicado: “Señora confió en ‘abogado’ ofrecido a reducirle al mínimo el pago de su cuota mensual, sólo se quedó con recursos que se supone iban a cuenta del pago de su casa de Infonavit, y a 5 meses de creer que todo iba bien, tiene notificación a riesgo de embargo. Marisela Garfias Elizalde, es la esposa beneficiada con Infonavit y timada por Bernardo Ríos Robles, quien se ofreció a ayudarle sin ningún cobro, sin ningún interés más que el de ayudarle porque había quedado sin trabajo y tenían problemas ella y su esposo para continuar en el cumplimiento de las cuotas”. Luego, en la nota se lee que la afectada y quejosa le entregó cuatro mil pesos al abogado, y lo demuestra con “dos pagarés” que fueron firmados, el primero por la secretaria y el segundo por el propio abogado. Sin embargo, se puede apreciar en la gráfica que acompaña a la nota que no se trata de pagarés, sino de recibos, por lo que la autora de la nota periodística muestra su falta de conocimiento en una cuestión tan elemental como es el saber diferenciar entre un pagaré y un recibo. ¿Cuál fue el resultado?, que el diario convirtió un problema que debiera ventilarse por la vía legal, es decir, por la vía jurídica, en vil basura informativa y en chisme de lavadero. 2) El 12 de junio, el a.m. publica otra nota en el mismo sentido que la anterior, titulándola: “Denuncian padres de familia acoso de maestro”. Transcribimos lo esencial, respetando la sintaxis: “Denuncia padres de familia abuso de un profesor del Instituto José María Juárez contra sus hijas, quienes expresaron estar hartos de la falta de justicia, como del proteccionismo sindical (sic), y de que siga siendo contratado para ‘dar clases’… Sostuvieron que en dicha escuela todos los maestros son finalmente familia y todos tienen acomodo, así que igual por eso siguen escondiendo las ‘bajezas’ del maestro… Sostienen que tiene antecedentes de conquistador de jóvenes desde hace 15 años, antes daba clases en escuelas oficiales, una de ellas es la secundaria Oficial Vicente Frausto Alcaraz, donde estuvo sindicalizado y lugar donde le protegió… En diciembre de 2009, se supone (sic) que el maestro del Instituto José María Juárez, vuelve a decirle directamente a otra joven, que sea su amante, que él es el hombre indicado para ella, nadie como él”. ¿Por qué el diario a.m. no da el nombre del maestro de Física, y más aun, por qué no le dio oportunidad de dar a conocer su postura respecto de las denuncias en su contra? ¿Por qué no recogió las opiniones de las otras personas “ventaneadas” en la nota, como el sacerdote Felipe Rodríguez, o la directora de la escuela o las secretarias? ¿Por qué no hace un sondeo entre varias estudiantes egresadas de ese instituto educativo para corroborar lo dicho por los padres quejosos? Creemos que la respuesta está en que el autor o autora de la nota no lo hizo por flojera, faltando a la ética profesional al no “examinar las certezas de uno frente a las certezas del otro”. 3) El 17 de junio, El Heraldo de León cabeceó una nota en la sección Sólo San Pancho: “Acude al DIF para recuperar a su hija”. Transcribimos lo sustancial de esta nota: “Mayra Reyes Alvarado, de 21 años de edad, desde hace una semana desconoce el paradero de su hija de casi tres años, toda vez que su esposo, Osvaldo Gamiño Vázquez, entró con engaños en casa de los abuelos maternos y se llevó a la menor… Y en su desesperación de no saber qué hacer, la afectada presentó una denuncia en el Centro Multidisciplinario de Atención Integral a la Violencia Intrafamiliar (Cemaiv) de San Francisco del Rincón para que la auxiliaran a recuperar a su bebé a la brevedad y deje de lado la angustia que por ahora está viviendo… (Por los problemas entre ellos) Mayra y Osvaldo decidieron optar por el divorcio de mutuo acuerdo. Ella únicamente pide un barandal en la casa, para proteger a su hija, pero no más. Sin embargo, su todavía esposo se ha negado a dar este beneficio… Explica la afectada que el día que desapareció su hija, su esposo mintió a los familiares, sacó a la bebé a la fuerza y cuando fue descubierto, dijo que la regresaría en pocos minutos; pero no fue así… Esta no ha sido la primera vez que la menor es escondida por su padre, pero sí en la que ha durado una semana sin dar noticias, por lo que Mayra suplica a las autoridades municipales que hagan investigaciones y la ayuden a recuperar a su hija”. ¿Por qué el autor de la nota no entrevistó al marido de la denunciante, por qué no se ha tomado la molestia de darle seguimiento a la denuncia presentada tanto en el DIF, como en la Agencia del Ministerio Público? ¿Por qué no ha acudido con la abogada del marido de la denunciante a solicitar información sobre el caso, con el afán de “examinar las certezas de uno frente a las certezas del otro”? Nos atrevemos a decir que es por pereza profesional, por la falta de ética en el ejercicio del periodismo.

En cambio, los dos diarios se esfuerzan en presentar notas agradables a los oídos de la clase política local, pues no hay que olvidar que la gran mayoría de los medios de comunicación –incluidos los impresos– viven de la publicidad gubernamental. Van algunos ejemplos en ese sentido: 1) El 7 de junio, el a.m. da a conocer sobre el desmantelamiento de un narcolaboratorio en la comunidad Loma del Maguey, por parte de soldados de la XVI Zona Militar. En el cuerpo de la nota se aprecia una descripción muy detallada de lo realizado por los elementos de la Sedena; el diario se colocó en la posición “políticamente correcta”, es decir, se convirtió en vocero de la autoridad ejecutora de la acción en contra del llamado “crimen organizado”. 2) El 12 de junio, el mismo diario informa que “Fuerzas de Seguridad Pública del Estado (FSPE) apoyaron el refuerzo en vigilancia y seguridad en operativo planificado la tarde-noche del jueves a San Francisco como Purísima, atendiendo en recorrido colonias o puntos considerados de riesgos o de riñas constantes, así como zonas de movimiento ciudadano”. Y pone énfasis en el resultado de tal “operativo”: “El parte informativo de Seguridad Pública precisa que hubo 141 personas revisadas, 18 detenidos por faltas administrativas, 47 vehículos revisados, 3 infracciones de tránsito, y terminando el operativo a las 11 de la noche”. Y ahí lo deja, nada sobre violaciones a la integridad física de “las personas revisadas”, nada sobre la violencia ejercida en contra de los menores de edad que se encontraban en tales “puntos considerados de riesgo o de riñas constantes”, nada sobre el manoseo a las mujeres que se encontraban en los “centros botaneros” o en los “night clubs”, nada sobre las cuotas que reciben los jefes policiacos para que no entren a ciertos antros de “prestigio”, etc. 3) El 29 de junio, el citado diario vuelve a la carga con el tan traído y llevado asunto del fraude cometido por el ex director de Servicios Municipales, Joel Murillo. ¿Por qué el a.m. nada dice sobre la irresponsabilidad y la falta de ética del contralor municipal Jiménez Longoria, quien por ser funcionario público no debería realizar actividades en horas de trabajo que no son propias de su puesto, consistentes en litigar tanto en asuntos civiles como mercantiles en los juzgados de San Francisco y de León? ¿Protección a este funcionario en quien el alcalde ha depositado toda su confianza para tener “en orden” a su “gobierno”? ¿Por qué al ciudadano común y corriente se le señala con índice de fuego, pero al funcionario público arribista y sinvergüenza se le trata con algodones? 4) El 24 de junio, el susodicho diario informa sobre el mensaje que el alcalde dio a los padres de familia que laboran en “su gabinete”, con motivo del “Día del padre”. Recogemos algunas de las cursilerías emitidas por Jaime Verdín: “El acercamiento con los hijos debe ser permanente, empezar a hilar el lazo y relación desde que se están concibiendo (sic), y al tenerlos en brazos, para no perder su identidad, para conocerlos a detalle y bien, para saber lo que les llega a afectar, para saber orientarles en el momento justo, para escucharles y para que se les pueda orientar sin perturbaciones a su natural crecimiento… Mantener la comunicación es vital sobre todo al estar inmersos en una sociedad donde hoy en día resulta ‘difícil’ estar más cerca de los hijos, quienes pareciera que están al encargo de los medios de comunicación que son los primeros con los que se relacionan, mientras los papás están trabajando… Es vital en el esquema de familia, que el poco o mucho rato que tengan en convivencia familiar, se dediquen a escuchar y comunicarse, para que se pueda lograr la armonía en transmisión de valores, en una respuesta de sana convivencia social y de total responsabilidad”. 5) El 30 de junio, el mismo diario informa que San Francisco estará incluido en la Expo Bicentenario, “como parte de los exponentes de su presencia en la historia de la Independencia y Revolución… San Francisco llegará con la visión del Alcalde de hacer promoción a hechos y evidencias (del municipio) en promoción turística, difusión comercial y la cultura del municipio”. En la misma nota se puede leer que habrá acarreo de estudiantes locales y de adultos mayores a tales instalaciones, “para que tengan la oportunidad de apreciar las obras de arte que ahí se resguardarán, así como por las innovaciones que estarán presentes”. Por supuesto que nada se dijo sobre el dinero que se va a erogar para cumplir con el capricho del alcalde, en su afán de quedar bien con el gobernador Oliva; y en relación con lo anterior, nada sobre el llamado “costo-beneficio” para la población de San Francisco respecto de lo que representa un gasto de tal naturaleza; tampoco se va al fondo del asunto, es decir, que lo que se pretende es que el municipio aporte parte del subsidio para darle lucimiento a un evento que empezó mal y va a acabar mal, por más propaganda oficial con la que nos inunden y por más publicidad en la que se diga que será un espectáculo único, de corte internacional, con tecnología de punta, etc.

(Fuentes: Washington Uranga, página 12, 7/VI/10; a.m., junio 3, 7, 12, 24, 29 y 30, 2010; El Heraldo de León, 17/VI/10).

ESTATAL: Sector minero: tensiones crecientes

El pasado 30 de junio, trabajadores pertenecientes a la sección 142 del Sindicato Minero iniciaron una huelga en la mina El Cubo, en Guanajuato, ante la negativa de la empresa canadiense Gammond Gold –titular de la concesión de ese yacimiento– a cumplir con el pago de las utilidades. El 2 de julio, funcionarios de la corporación canadiense reiteraron su negativa a dialogar con los trabajadores y señalaron que las acciones de éstos “están fuera de la ley”. Por su parte, el titular de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS), Javier Lozano, calificó la huelga como un chantaje de los mineros y reiteró los argumentos de la parte patronal en el sentido de que las medidas de protesta de los sindicalistas han provocado, en el último mes, una caída de 30% en las acciones de la compañía.

La colocación de las banderas rojinegras en el mineral referido es el episodio más reciente de un conflicto que se recrudeció desde el pasado 3 de junio, cuando los sindicalizados emprendieron acciones de resistencia en demanda del reparto de utilidades –el cual, aseguran, no se realiza desde hace 10 años– y de mejores condiciones de trabajo. En respuesta, la empresa despidió arbitrariamente a los cerca de 400 trabajadores de la mina, interpuso una denuncia penal en su contra por despojo y, clausuró indefinidamente las instalaciones de El Cubo, Las Torres y Peregrina. Días después, el 18 de junio, decenas de trabajadores de esa mina impidieron el ingreso a directivos de Gammon Gold que buscaban, acompañados de 60 guardias privados, extraer la maquinaria y el equipo de trabajo del interior del socavón.

Resulta inevitable vincular la tensa situación que se ha presentado en días recientes en El Cubo con los desalojos policiacos de Cananea, Sonora, y Pasta de Conchos, Coahuila. Tales episodios confirman la proliferación de factores de tensión en el sector minero, como consecuencia de la unilateralidad y arbitrariedad de las empresas del ramo –nacionales y foráneas– y el evidente alineamiento de las autoridades laborales –que debieran actuar en forma imparcial– a los intereses patronales. En los últimos años, a las amplias concesiones otorgadas durante el ciclo de gobiernos neoliberales a los capitales nacionales y foráneos para hacerse de yacimientos en el país –condiciones que favorecieron en particular a las compañías mineras de Canadá– se ha sumado una disposición oficial a favorecer los intereses de los inversionistas en ese sector, y ello se ha puesto de manifiesto con la exoneración a los propietarios de Grupo México de toda responsabilidad legal por el accidente de Pasta de Conchos donde en enero de 2006 murieron 65 trabajadores; con el empecinamiento de la propia STPS en atribuir a los mineros la responsabilidad por la huelga de Cananea y el posterior desalojo de esa mina, y con la evidente suscripción de la postura patronal en el caso de El Cubo.

El correlato de esta actitud abiertamente proempresarial es la beligerancia oficial contra los gremios, que se refleja en la determinación de las autoridades para resolver por medio de la fuerza policial los conflictos laborales y en el acoso judicial para los sindicatos.

En la circunstancia presente, el carácter oligárquico y antipopular del grupo gobernante constituye un acicate para el surgimiento de escenarios riesgosos en términos de estabilidad y paz social. Si las autoridades no logran conjurar esa actitud en el conflicto que se desarrolla en El Cubo, estarán contribuyendo a la proliferación indeseable de escenarios explosivos en un panorama nacional de por sí sobrado de ellos.

(Tomado de Editorial de La Jornada, 3/VII/10).

BOLÍVAR ECHEVERRÍA: Una existencia en ruptura

El día 5 de junio de 2010 murió uno de los más creativos e imaginativos filósofos latinoamericanos: Bolívar Echeverría. Su obra es amplia y admirable, desde El discurso crítico de Marx (1986) hasta La modernidad de lo barroco (1999). Fue uno de los pensadores que con mayor agudeza practicó una disección de la modernidad. Su libro de 1995, Las ilusiones de la modernidad, es un ejemplo de ello. En el año de 2001 publicó un libro que como antropólogo me llamó poderosamente la atención: Definición de la cultura. Como un homenaje a mi admirado amigo Bolívar Echeverría, quiero hacer aquí algunos comentarios al respecto.

Desde el interior de los grandes sistemas filosóficos muchas de las dimensiones de la cultura aparecen como irracionales, innecesarias y disfuncionales. Bolívar Echeverría, con gran sensibilidad, recoge precisamente esa dimensión incongruente y mágica para proyectarla, a la manera de Koestler, como un fantasma dentro de la máquina marxista. El resultado es extraordinariamente estimulante y ha cristalizado felizmente en la metamorfosis de unas lecciones de filosofía impartidas hace treinta años en el libro titulado Definición de la cultura, que confirma a Bolívar Echeverría como uno de los mejores y más originales ensayistas de América Latina.

Quiero comentar únicamente la reflexión de Bolívar Echeverría que se aplica a las expresiones mitológicas de la cultura, cuyo estudio fue visto, al decir de Marcel Detienne, como una “ciencia de lo escandaloso”, como la investigación de las formas del pensar extravagante, obsceno, grotesco y repugnante de los pueblos paganos o salvajes. Esta manera de abordar el tema recurre a la añeja disputa alemana entre los defensores de la cultura, entendida como los aspectos creativos de la actividad humana, y los abogados de la civilización, que define la acción utilitaria de los hombres en sus tareas de sobrevivencia económica. Esta dicotomía opone, en cierta forma, las interpretaciones dionisíacas de las apolíneas, en la terminología de Nietzsche. Quiero recordar aquí la manera en que esta oposición encarnó en las ideas del psiquiatra anarquista Otto Gross, quien expuso en su primer libro, Las funciones secundarias del cerebro (1902), una significativa teoría sobre la existencia de dos tipos mentales opuestos. El primer tipo corresponde a gente con una conciencia vasta pero superficial, ágil para entender los hechos y para aprovecharlos en el corto plazo, sumida en una vida emocional primitiva y trivial, carente de la riqueza de una imaginación erótica ligada a los poderes estéticos y éticos superiores. El segundo tipo, caracterizado por una profunda vida emocional, es lento en el entendimiento y uso de los hechos, se orienta hacia la abstracción simbólica y la armonía de la experiencia, se aleja de la acción social eficiente para inclinarse hacia la estética y las actitudes visionarias e idealistas. Según Gross, en estos tipos cristaliza la oposición entre el hombre de negocios y el de ideas, el hombre de la civilización y el de la cultura, el personaje realista en la batalla y el solitario creador de imágenes. El primero es característico de las épocas tormentosas en que los imperios se establecen; el segundo tipo es un producto de la alta cultura que se desarrolla a partir de los imperios. Esta dualidad era un lugar común que podemos reconocer en diversas expresiones intelectuales de fines del siglo XIX y principios del siglo XX, tanto en su forma psicológica, como en sus variantes sociales y culturales.

Ecos de esta contraposición se pueden hallar en el enfrentamiento, citado por Bolívar Echeverría, entre el existencialismo de Sartre y el estructuralismo de Lévi-Strauss. Este último intentó encontrar orden y coherencia en el mundo aparentemente indescifrable y escandaloso de los mitos y de las costumbres, para comprender su lógica. Sartre defendió la importancia de la libertad humana, un principio que trasciende la estructura. La discusión de Bolívar Echeverría, en buena medida, se ubica entre estos dos términos. Por momentos se acerca más a una interpretación estructuralista, como cuando define la cultura de la siguiente manera: “La cultura es el momento autocrítico de la reproducción que un ser humano determinado, en una circunstancia histórica determinada, hace de su singularidad concreta; es el momento dialéctico del cultivo de la identidad”. Este cultivo crítico de la identidad es una actividad cultural que, aunque es peligrosa y pone en riesgo la coherencia (de allí su carácter creativo) constituye al mismo tiempo la reproducción de la “mismidad”, como dice Bolívar Echeverría. Me fascina ver que esta práctica crítica es considerada como una peculiar “saudade” –yo hablaría de melancolía– dirigida hacia el Otro, hacia la otredad. Esta saudade es una especie de locura erigida en expresión cultural de la identidad.

El libro de Bolívar Echeverría es un intento extraordinariamente creativo y original de utilizar la tradición marxista, acorazada con la semiótica moderna y reforzada con las afiladas armas del estructuralismo antropológico, para descodificar y entender ese inquietante espacio inmaterial que Kant llamó el mundus intelligibilis, y que es el mundo de la cultura. Para ello no duda en acudir a la ayuda de la teología o de la filosofía existencial, pero aquí los espíritus de Walter Benjamin, de Sartre o de Georges Bataille cumplen la función de fantasmas que se ocultan tras las bambalinas de la gran ópera de la identidad semiótica. Estos fantasmas han ayudado a Bolívar Echeverría en su fascinante presentación de las relaciones entre –por un lado– el juego, la fiesta y el arte y –por otro lado– los discursos científico, mítico y poético. Aquí estamos ubicados exactamente en ese lindero peligroso que confronta el mundo de las misteriosas incoherencias innecesarias con el espacio de los discursos que históricamente organizan científicamente los juegos, que codifican míticamente los rituales festivos o que establecen una poética de la experiencia estética. El lindero se vuelve más difícil de comprender al considerar la dimensión histórica, que nos muestra una inexplicable continuidad estructural de los mitos, los rituales y los cánones. A mi juicio aquí la tradición estructuralista y lingüística no resuelve el problema.

Hoy podemos reconocer los límites de estas interpretaciones. Desde que fueron impartidas las lecciones de Bolívar Echeverría las artes semióticas y funcionalistas se han erosionado y han sufrido el embate de un renacimiento del evolucionismo, que se ha aunado a las críticas románticas y existencialistas, con el agregado de las armas que proporciona, entre otras ciencias, la neurofisiología. Mezcla extraña, dirán algunos, que marca los tiempos postmodernos que vivimos.

Bolívar entiende que la cultura adopta las formas de una “existencia en ruptura”. Yo diría que, en ocasiones, las rupturas se manifiestan como las típicas mutaciones azarosas sin las cuales no es posible comprender el proceso evolutivo. Sus efectos son a veces desgarradores, y el proceso cultural autocrítico, además de creativo, se puede convertir en un ritual antropofágico. Esto ocurre con alguna frecuencia en las manifestaciones culturales de esa dimensión que recorre todas las líneas del libro de Bolívar Echeverría, aunque creo que nunca es nombrada. Me refiero a la cultura socialista que ilustró, pero también obnubiló, a nuestra generación. De hecho, creo que el gran auge del ensayismo en México (y posiblemente en toda América Latina) durante el siglo XX, y especialmente durante la segunda mitad de este siglo, se debe a las tensiones y a la disciplina mental que el pensamiento socialista introdujo en nuestra cultura, y que nos obligó a una “existencia en ruptura”. Los ensayos de Bolívar Echeverría son frutos muy admirables de esta existencia en zozobra.

(Texto de Roger Bartra, rebelión, 9/VI/10).

JOSÉ SARAMAGO: En recordación de Acteal

Cada mañana, cuando nos despertamos, podemos preguntarnos qué nuevo horror nos habrá deparado, no el mundo, que ése, pobre de él, es sólo víctima paciente, sino nuestros semejantes, los hombres. Y cada día nuestro temor se ve cumplido, porque el ser humano, que inventó las leyes para organizarse la vida, inventó también, en el mismo momento o incluso antes, la perversidad para utilizar esas leyes en beneficio propio y sobre todo, en contra del otro. El hombre, mi semejante, nuestro semejante, patentó la crueldad como fórmula de uso exclusivo en el planeta y desde la perversión de la crueldad ha organizado una filosofía, un pensamiento, una ideología, en definitiva, un sistema de dominio y de control que ha abocado al mundo a esta situación enferma en que hoy se encuentra.

Sirva este largo preámbulo para explicar el estado de ánimo con que recibí la terrible noticia de la matanza de Acteal. Se nos decía “cuarenta y cinco muertos en Chiapas” como antes se había hablado de “insurgencia en Chiapas” y uno acepta el enunciado como si fuera un mazazo uno más que añadir al de ayer y al de mañana, una cuenta más en el rosario de crímenes del hombre contra el hombre. Sin embargo, la mañana que se publicó la matanza de Acteal mi casa se paró. Dijimos:

Tenemos que comprender. Debemos compartir. Y nos fuimos a México, a Chiapas, al centro del dolor y al corazón de nuestro pasado, al único lugar donde el conocimiento podía producirse. Fuimos a Chiapas y nos vimos reflejados en las miradas de los indios sobrevivientes de las matanzas de la historia, en los ojos negros de los niños mutilados, en la paciencia incomprensible de los ancianos que nos observaban, quizá queriendo comprender también ellos. Viendo a los indios chiapanecos descubrimos nuevos rostros de la lógica del poder, tan igual siempre, tan inmutable a lo largo del tiempo, de las generaciones y de los usos políticos.

Estuvimos en Chiapas. Vimos las casas de los indios, los campamentos de desplazados, los asentamientos provisionales y los considerados definitivos. Conocimos sus propuestas para el futuro, que para ellos siempre será imperfecto, y que están reflejadas en los Acuerdos de San Andrés que el gobierno suscribió y ahora no quiere respetar, y conocimos a Rosario Castellanos, la escritora que a pesar de haber muerto hace 24 años sigue siendo una embajadora de Chiapas, porque en sus novelas supo contar las vicisitudes de los indios y las tropelías de los blancos. Vimos al ejército mexicano con uniformes de campaña y equipado para iniciar una guerra. Vimos a los cooperantes internacionales asistiendo a niños desnutridos y a mujeres jóvenes que han perdido su dentadura y el cuerpo se les ha resquebrajado como se resquebraja el barro seco que sostiene sus pobres casas. Vimos la pobreza, la humillación, el dolor, pero también vimos la dignidad en las palabras del guerrillero que nos describía por qué decidió rebelarse y secundar el llamamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, último y quizá único recurso para frenar el lento genocidio que vienen padeciendo los indios de México y del resto de América.

Porque los indios de Chiapas no son los únicos humillados y vencidos del mundo: en los cinco continentes se repiten cada día situaciones de vejación y crimen contra grupos, etnias, pueblos, en definitiva, contra los pobres de los pobres, contra lo que el sistema imperante, el capitalismo autoritario que rige el mundo considera inútil para sus objetivos y por lo tanto, descartable, saldo, material de derribo susceptible de eliminación sin pagar por ello. Sin que los auténticos responsables paguen por ello, como una y otra vez estamos viendo. Sin embargo, en Chiapas se ha dicho basta. Los indios se han organizado para combatir y negociar. En torno del subcomandante Marcos, han plantado cara al gobierno y han dado una lección de dignidad al mundo y esto no es retórica. La decisión firme de vivir otra vida la percibimos en los hombres y mujeres con las que hablamos, en la firmeza y en la rotundidad de gestos y palabras, en la nueva concepción que de ellos mismos tienen. Los indios han asumido para ellos el proyecto de Zapata, y zapatistas ellos, es decir, bajo la bandera de Tierra y libertad que Zapata esgrimió, seguirán combatiendo al gobierno, al latifundio, al capital, a la concepción de la historia que los considera superfluos, especie por extinguir.

Fuimos a Chiapas. Recogimos impresiones, conocimiento, emociones. Compartimos el dolor y las lágrimas. Como otros que fueron antes los que irán en el futuro. Sabemos que tenemos la obligación de contar lo que vimos, decir los nombres de los niños, de los cooperantes, de las personas que se hicieron indias para poder sentir como los indios y así comprender mejor. Vinimos cargados de nombres, Jerónimo, Pedro, María, Ulises, Samuel, Marcos, Rafael, Ramona, Rosario, Carlos, nombres castellanos para una gente antigua y contemporánea.

Chiapas no es una noticia en un periódico, ni la ración cotidiana de horror. Chiapas es un lugar de dignidad, un foco de rebelión en un mundo patéticamente adormecido. Debemos seguir viajando a Chiapas y hablando de Chiapas. Ellos nos lo piden. Dicen en un cartel que se encuentra a la salida del campo de refugiados de Polho: “Cuando el último os hayáis ido, ¿qué va a ser de nosotros?”

Ellos no saben que cuando se ha estado en Chiapas, ya no se sale jamás.

Por eso hoy estamos todos en Chiapas.

(Texto publicado en La Jornada el sábado 10 de octubre de 1998).

JOSÉ SARAMAGO: Comprometida lucidez de Saramago

La muerte del escritor portugués José Saramago en Lanzarote, España –donde residía desde la década de los 90–, representa una pérdida irreparable: a la de la figura insistituible de la literatura universal se suma la del pensador militante y comprometido con los menos favorecidos, y la del ser humano de congruencia y moral inquebrantables.

De extracción humilde, Saramago se distinguió por una gran sensibilidad y por un compromiso profundo con la superación de las miserias sociales, políticas y humanas. Sin perder nunca una amplia independencia de criterio, el oriundo de Azinhaga, Portugal, ejerció una crítica constante hacia la violencia, la barbarie, el conservadurismo, la doble moral, el poder de los grandes capitales y las violaciones contra los derechos humanos. El permanente quehacer reflexivo de Saramago lo condujo, en los últimos años de su vida, a defender un diagnóstico profundamente doloroso, pero acertado, de una realidad en que el poder económico termina por imponerse sobre los valores humanos más entrañables, como la justicia y la democracia. Así lo señaló en un texto leído en la clausura del Foro Social Mundial de Porto Alegre, Brasil, en 2002: “Urge, antes de que se nos haga demasiado tarde, promover un debate mundial sobre la democracia y las causas de su decadencia, sobre la intervención de los ciudadanos en la vida política y social, sobre las relaciones entre los estados y el poder económico y financiero mundial, sobre aquello que afirma y aquello que niega la democracia, sobre el derecho a la felicidad y a una existencia digna, sobre las miserias y esperanzas de la humanidad”.

De vocación universal, Saramago valoró y apoyó las gestas locales como la mejor forma de incidir en la constitución de un mundo más justo. Destacan, en particular, el respaldo decidido que brindó en nuestro país al zapatismo –“Yo soy comunista, pero en México soy zapatista”, dijo alguna vez–, movimiento al que consideró una esperanza para los pueblos indígenas de América Latina.

La inequívoca definición política e ideológica de Saramago no demeritó en absoluto su excepcional calidad como literato, oficio que ejerció en forma incansable y prolífica hasta el último de sus días. Varias generaciones de lectores, de posturas políticas diversas, han disfrutado de sus obras, escritas con maestría y en un estilo que, según describió el escritor italiano Umberto Eco, transita “bajo las formas de lo fantástico y lo alegórico”. Su calidad lo convirtió en el primer autor de habla portuguesa en recibir el premio Nobel de Literatura. El galardón, obtenido en 1998, no lo alejó de sus convicciones ni de sus posturas, y continuó siempre prodigando una lucidez generosa y comprometida.

En un mundo en el que predominan la barbarie, los atropellos sistemáticos a los derechos humanos y a la justicia y demás retrocesos civilizatorios, la muerte de Saramago trasciende a la pérdida humana irreparable, y se convierte en una orfandad dolorosa para las letras, la ética y el pensamiento.

(Editorial de La Jornada, 19/VI/10).

CARLOS MONSIVÁIS: Monsi, siempre comprometido

En los malos tiempos que se abaten sobre el país, la muerte de Carlos Monsiváis, El Monsi –como le decían afectuosamente sus amigos, sus conocidos y sus incontables lectores desconocidos– resulta doblemente desoladora. Cualquiera en el que México hubiera tenido que despedirlo habría sido un mal momento, pero el actual es el peor imaginable para perder a una de sus inteligencias más éticas, generosas y comprometidas con las gestas sociales, a su principal cronista, a un intelectual particularmente lúcido y agudo, al crítico más implacable de los desfiguros del poder.

A lo largo de su vida, Monsiváis registró, con humor, rigor y una suerte de erudición de los terrenos inexplorados de la sociedad, las formas de relación y las prácticas de identidad de la población urbana de la segunda mitad del siglo XX y, sin hacer con ello un retrato complaciente, las presentó como maneras de resistencia o, cuando menos, de compensación frente a la desigualdad, la corrupción y el abuso.

Al mismo tiempo, Monsi dedicó su pluma a la crítica de la cerrazón política oficial; la tragicómica ineptitud de los funcionarios; la prepotencia y los atropellos de un sistema político sin contrapesos formales; la insultante frivolidad de los grupos que se han ido transfiriendo el control de las instituciones, con o sin el aval de la voluntad popular; la connivencia entre los anteriores expoliadores y los actuales poderes fácticos del dinero y del músculo mediático; el clericalismo rústico y, en años recientes, la inocultable conformación de una clase política-empresarial que es a la vez mandante y mandataria, y responsable principalísima del desastre nacional que hoy padecemos.

Más allá de la innovación formal, de la conversión de usos coloquiales en gran literatura, de la observación aguda en la que se hermanan la mirada del barrio con la tradición conceptista, el sentido central de la vida y de la obra de Monsiváis reside en la subversión verbal y textual frente al poder del gobierno, de la televisión, de las trasnacionales, de la jerarquía eclesiástica, de las corporaciones priístas, de la publicidad, de la venalidad, de la arrogancia, de la ambición, de la miopía y de la insensatez.

No cabe llamarse a engaño: con motivo del proceso electoral de 2006, Monsiváis señaló que un poder entronizado por el “dinero a raudales” habría de terminar sometido a los designios del mandato económico y advirtió sobre los riesgos de la “violencia ideológica” de la derecha. Vistos en retrospectiva, esos señalamientos adquieren la condición de una denuncia profética.

El sentido de orfandad es, pues, doblemente arduo en el momento actual, cuando la inteligencia constituye un déficit generalizado; cuando se confunde Estado con Ejército, política con encuestas de popularidad, y opinión pública con opinocracia; cuando el sentido de país está ausente de las decisiones que aún pueden ser adoptadas en las cúpulas políticas y económicas; cuando el cinismo y el pragmatismo extremos dejan de ser motivos de vergüenza y se convierten en actos de lucimiento; cuando el designio arbitrario, la violencia armada y la ley del más fuerte parecen ser los únicos sucedáneos de convivencia civilizada y de régimen republicano.

Signo de los tiempos: los factores de poder denunciados y desnudados por Monsiváis elogian, en estas horas amargas, a un personaje descafeinado, desprovisto de ideología, tolerante para con todo: casi a un intelectual de Estado, situado por encima de diferencias y fracturas sociales. Es obligado recordar, en tal circunstancia, que el escritor desaparecido fue siempre un ciudadano comprometido con las causas políticas, culturales y sociales de los marginados, de los discriminados, de los invisibles, de los de abajo, de los sin voz. Los homenajes póstumos de los poderosos parecen, pues, un ejercicio de hipocresía, que es como se denomina al tributo que el vicio rinde a la virtud.

Para la sociedad de abajo y para los ciudadanos de buena fe que aspiran a un país legal, justo, soberano, democrático e inteligente, el fallecimiento de Carlos Monsiváis es una noticia demoledora. Valga como pésame colectivo y compartido el compromiso de seguir encontrando, en su obra, razones para mantener vigentes esas aspiraciones.

(Tomado de Editorial de La Jornada, 20/VI/10).

CARLOS MONSIVÁIS: Lágrimas de piedra en el Bicentenario (2210)

Epílogo

El Comité Organizador de los Festejos Luctuosos del Bicentenario de la Desaparición de la Humanidad antigua ya anunció el magno espectáculo de luz y sonido en memoria de incontables milenios y del triste final del género humano. Hace todavía cien años, comentó el organizador, no habría sido posible esta apoteosis de la obligación de recordar, no sólo por el olvido de los idiomas, tan lentamente recuperados por los especialistas, sino porque las condiciones atmosféricas no lo hubiesen tolerado. El programa de Festejos Lúgubres empezará con un homenaje rencoroso al Calentamiento Global que eliminó hace doscientos años la vida en el planeta. Debemos aceptar las grandes diferencias con nuestros semiancestros, y es justo reconocer que somos descendientes del Calentamiento Global.

Se insiste en lo que todos los integrantes de la Poshumanidad conocemos: el CG (para ya no repetir lo del Calentamiento Global) afectó la geología de la Tierra, convocó los desastres naturales, los terremotos, las avalanchas de nieve, las erupciones volcánicas de gran intensidad, los tsunamis que ahogaban a las propias olas. Extraigan los recuerdos de su ADN, se nos dice, los días de la intolerable temperatura en la atmósfera, los recuentos patéticos de las sumas del horror: los millones de toneladas de dióxido de carbono emitidas por vehículos, fábricas, centrales energéticas y aviones.

Allí están las imágenes remasterizadas (el sistema visual de cada persona está remasterizado), las secuencias que aún estremecen de las convulsiones atmosféricas, las revoluciones oceánicas, las metamorfosis de la geología y la geomorfología. Sin necesidad de los paleolíticos efectos especiales se aprecia cómo, gracias al deshielo de glaciares, se abren paso, ya sin obstáculos, las lluvias torrenciales. Y que nos lo digan: al derretirse la capa de hielo de la Antártida, el nivel del mar aumentó 61 metros, no desde luego medidos, sino calculados; la cifra que aterró en aquella época sepulta e insepulta, entonces al tanto de los seis metros suficientes para inundar Londres o Nueva York. Y no dejen de mencionar el hidrato de metano, acumulado en las capas milenarias de hielo que, al descongelarse, probaron su potencia, veinticinco veces más poderosa que el dióxido de carbono.

Como es previsible, el Festival Luctuoso del Bicentenario no consistirá básicamente en enumerar profecías ya cumplidas ni en censurar errores de cálculo del capitalismo salvaje, ni resucitará temas que enconen a los fantasmas del pasado. La idea es, tómese como se tome, aceptar los grandes cambios y ensalzar a la Poshumanidad. ¿Qué se gana con tener presente a esas razas de apariencia espantosa como precisan las fotos rescatadas? ¿Qué sentido tendría una mera evocación llorosa? Más bien, el Comité reparte invitaciones para su primera actividad: un desfile de carros alegóricos submarinos con escenas arcaicas de frotamiento incomprensible de los cuerpos. Eso es sólo el principio.

Entre los documentos que han llegado a manos del Comité Organizador de los Festejos Luctuosos del Bicentenario de la Desaparición de la Humanidad, se hallan las siguientes recomendaciones del empresariado internacional (2020):

1. Si el Apocalipsis o, como le dicen ahora, el Calentamiento Global, va a ser negocio, no tenemos inconveniente en su llegada. Lo que no se puede aceptar es un acabose no rentable, algo que por sí mismo desalienta las esperanzas de las inversiones a plazo fijo y el manejo bursátil de la confianza en el posfuturo.

2. Si se anuncia la gran catástrofe, no vendas todas tus propiedades, por devaluadas que estén. Resérvate tu casa, la comida real y virtual y un caudal de DVD por si el Juicio Final se prolonga al ser tantos los enjuiciados y tan escasos los abogados defensores, porque los del gremio no quieren participar por si luego no hay a quién cobrarle.

3. Búrlate de los que te aconsejen invertir en recursos energéticos. En una agonía planetaria, el petróleo y sus derivados no calman físicamente el hambre y la sed; es preferible almacenar el agua en cajas fuertes o vivir en macropeceras.

4. No te vuelvas un oportunista deleznable y no te conviertas rapidito a cualquier credo, o no asegures que eres el mejor creyente de tu manzana. Se ve mal. Mejor, con serenidad, acepta que siempre has creído en los valores y que ésos están asegurados en las reservas del Banco de México.

5. No caigas en el pánico, porque eso te crea incertidumbre, el estado de ánimo menos propicio para decidir cuáles inversiones son todavía provechosas.

6. Agradece a las autoridades federales si te disminuyen lo que debes pagar en agua y luz en caso de que la humanidad desaparezca. Pero no lo hagas en público, para que no se envanezcan. Más bien, lo que te toca decir es: “Ya que se va acabar su régimen fiscal, salen con esto. Agua no necesitamos porque ya viene el diluvio universal, y luz habrá en demasía cuando estalle el firmamento por falta de pago de la tenencia de los cielos”.

7. Cuando estés solo con tu familia, no les salgas con la cantaleta de la unidad ante la adversidad. Mejor diles que ya que queda muy poco tiempo, hay que decir todo lo que se ha ocultado hasta el momento. Cuando tu mujer salga con que tuvo una aventura romántica durante 10 años, abrázala y perdónala. Luego le dices que tú les has sido fiel, pero sólo en lo que toca a su género. Y a tus hijos les informas que siempre has sabido que no eran tuyos y que por eso no les dejas nada en tu testamento, que de cualquier modo no les serviría a la hora en que se abra la tierra sin necesidad del apoyo solidario de los terremotos.

8. No se te ocurra liquidar tus deudas. Limítate a decir: “El de atrás paga”. Y a ver quién se hace cargo de tu cartera vencida en las prisiones de la eternidad.

Texto tomado de Apocalipstick, el último libro de Carlos Monsiváis.

(La Jornada, 20/VI/10).

NACIONAL: Copala: violencia y vacío de poder

El pasado 8 de junio la organización paramilitar Unión de Bienestar Social de la Región Triqui (Ubisort) impidió el paso a una caravana encabezada por activistas y legisladores federales que transportaba ayuda humanitaria a San Juan Copala, localidad cercada por esa organización armada. Como ocurrió el pasado 27 de abril, cuando un primer contingente humanitario fue atacado por la Ubisort en esa misma región, con un saldo de dos muertos –la activista Beatriz Cariño y el observador finlandés Jyri Antero Jaakkola–, el gobierno encabezado por Ulises Ruiz se deslindó de los hechos y, sin aludir al cerco paramilitar que mantiene aislado a San Juan Copala desde noviembre del año pasado, sostuvo que la problemática referida se debe principalmente a “un conflicto por límites” y a las pugnas internas del pueblo triqui.

Los deslindes expresados por el titular del Ejecutivo estatal, en conjunto con la abierta impunidad con que operan los poderes fácticos en la región triqui, siembran una inevitable percepción de vacío de poder en Oaxaca o, peor, un ejercicio del poder público en manifiesta alianza con formaciones ilegales y delictivas. En cualquiera de los casos, el estado de derecho resulta inexistente. Así lo muestra, entre otros elementos, la solicitud formulada por la procuradora estatal de justicia, María de la Luz Candelaria Chiñas, de que se “tenía que hablar con Ubisort e invitarlos a la caravana” para garantizar el paso hacia San Juan Copala, según denunciaron los voceros del municipio autónomo en un comunicado.

Ante la manifiesta falta de capacidad o de voluntad de las autoridades estatales para dar solución a un conflicto que ha crecido en explosividad y se ha vuelto visible a escala internacional, resulta desolador que el gobierno federal se sustraiga de los llamados de diversos sectores de la sociedad y la clase política a involucrarse en el asunto, y que, a pesar de los elementos que han aportado organismos humanitarios nacionales e internacionales sobre la operación de grupos paramilitares en Oaxaca, se muestre empeñado en suscribir la versión del gobierno de Ulises Ruiz. Así lo hizo la Secretaría de Relaciones Exteriores tras el ataque del pasado 27 de abril, ante las críticas formuladas por relatores de Naciones Unidas por el deterioro de los derechos humanos en San Juan Copala, en tanto que el embajador de México ante la ONU, Juan José Gómez Camacho, llamó “a poner en contexto la situación en Copala para enterarnos de lo que pasó”, y sostuvo que la violencia en la región se debe a que “tres grupos están enfrentados desde hace tiempo”.

El conflicto en Copala exige la intervención federal: porque es imperativo detener el castigo inhumano e inaceptable impuesto a los integrantes de ese municipio autónomo durante meses, privados de alimentos y servicios de salud; porque la Ubisort opera, según la información disponible, como delincuencia organizada, y también porque la situación en el sitio es un indicador de la catástrofe que recorre al país en materia de seguridad pública y legalidad, en la que confluyen las actividades delictivas de los grupos vinculados al narcotráfico con las acciones de organizaciones de corte paramilitar.

(Editorial de La Jornada, 10/VI/10).

ANÁLISIS: Nueva realidad

Es una especie de estabilidad volátil, de calma presagiosa, de continuidad alerta. Podría decirse que las líneas básicas del libreto público se cumplen con aplicación gélida: lo esencial transcurre, lo tradicional se cumple. Pero hay en todo el país una corriente de aires imprecisos que trastoca papeles, remueve certidumbres y adelanta tiempos aún más difíciles. Esa nueva realidad, en negativa evolución constante, aún no es aceptada conscientemente por la mayoría de los ciudadanos ni es procesada y añadida a sus formas de expresión política y social. Pareciera que se está aún en los tramos de un mismo proceso conocido que, por tanto, deberá tener resoluciones y desenlaces conforme a los métodos y sistemas ya antes experimentados. Muchos son los que siguen a la espera de que termine la mala racha, que se reinstale sobre las vías sabidas el tren temporalmente descarrilado, que amaine la tormenta circunstancial, que se compongan las cosas.

Pero este México ya no es el México del ayer reciente. No el de 2006, ni siquiera el de la segunda mitad de 2009. Hoy se está viviendo en nuestro país un proceso de desmantelamiento apresurado del escaparate muchas veces sólo vigente en términos visuales, pero a fin de cuentas existente, “disponible”, de un conjunto de derechos y obligaciones sociales derivadas del pacto popular que emergió de la llamada Revolución Mexicana y que el priísmo, para sus fines de control electoral y enriquecimiento de elites, mantuvo “en existencia” durante décadas, hasta que el panismo impulsado por Estados Unidos y empresarios mexicanos deseosos de sostener su estatus privilegiado mediante cambios gatopardistas, impulsaron una presunta transición democrática que apenas llegó a alternancia de partidos en el poder.

Lo que hoy sucede en el país no es, como una lectura apresurada pudiese sugerir, una tragicómica sucesión de errores motivada por un gobierno de mediocres y antipatriotas que son capaces de cometer las peores tonterías del mundo. El “tonto” Fox y el “torpe” Calderón han cambiado drásticamente la realidad nacional, consolidando la rapacería como criterio de ejercicio del poder público, abriendo contractualmente las puertas a los intereses trasnacionales como nunca antes, implantando el miedo como método de control, concentrando la riqueza nacional en las manos de unos cuantos que se pelean entre ellos por márgenes de ganancia y generosidad de concesiones, pero no por diferencias sustanciales, disolviendo el espíritu cívico, la noción de la competencia electoral, la esperanza colectiva y disminuyendo notablemente la altura y profundidad de la estantería de derechos y obligaciones sociales: un México intencionalmente desfondado, una patria convenientemente desesperanzada, una ciudadanía cultivadamente dividida y confrontada.

Allí están, por ejemplo, las sapientísimas discusiones en la Suprema Corte que a fin de cuentas acaban demostrando que no hay justicia en la nación, pues de nada sirven los montajes indagatorios respecto a hechos altamente sensibles si a fin de cuentas todo queda en señalamientos vagos, no individualizados, mero ejercicio de desahogo documental y oratorio entre togas. Ya antes fue Oaxaca el ejemplo de que nada trascendente se logra en esas instituciones blanqueadas (Ulises sigue como si nada, a pesar de todo lo criminalmente hecho contra ciudadanos opositores a su tiranía que ahora pretende mantener mediante elecciones democráticas).

También es el caso de la guardería ABC, que se fue por el caño de las buenas intenciones expresadas en propuestas como la del ministro Zaldivar que fueron votadas negativamente por la mayoría de sus colegas.

Menos pretenciosas, pero allí están las declaraciones y decisiones del folclórico gobernador de Nayarit, Ney González, al adelantar el cierre de cursos escolares porque estimó la llegada de días violentos en Tepic, a causa de “operaciones de carácter quirúrgico; ir a extirpar lo que tenemos que extirpar en los lugares que sabemos”.

Belicismo médico que contrasta con las destilaciones alegres del siempre desconcertante Felipe Calderón que pone buena cara a la desgracia y anuncia desde Baja California Sur una nueva fase de su teoría de las percepciones sociales: hay que promover la imagen de México, exhorta, pero no piensa en ajusticiados, decapitados o balaceras urbanas, ni en pirámides y playas, sino ¡oh! “en un proyecto integral de publicidad, sí, pero principalmente de relaciones públicas, en la que estamos contratando a las mejores agencias del mundo para promover integralmente la imagen de México. Sí, para explicar los problemas que tenemos, pero también cómo los enfrentamos; pero, sobre todo, para mostrar lo que nuestro país tiene que ofrecer, y que es mucho, a cualquier visitante del mundo”.

En plena efervescencia futbolera, los verdaderos festejos oficiales del bicentenario y el centenario culminaron en Sudáfrica con un resultado futbolero que devolvió a México a su maltrecha realidad. Las cúpulas unidas de México, en especial la sección empresarial cuya marca en litigio ha sido Los Pinos, pretendieron confeccionar un discurso histórico alternativo, de presuntos cambios nacionales que habrían de darse a partir de las armas del pensamiento positivo, las buenas vibras, el fraseo optimista, las iniciativas telepromovidas, el Paseo de la Reforma sin tráfico, el Ángel de la Independencia como tribuna, un director técnico con aires de Javier Aguirre y Costilla y la receta épica de hacer sánduiches. ¿Para qué hacer guerras y revoluciones, independencias y levantamientos armados, si todo se puede cambiar a partir del voluntarismo, de la buena actitud, del kalimanismo elevado a doctrina de Estado? En 1810, el Grito de Dolores; en 1910, el Plan de San Luis; en 2010, el anuncio televisivo de Aguirre: Independencia, Revolución y Quinto Partido e incluso finales futboleras, tal sería la continuidad del libreto histórico de las gestas nacionales.

Pero no hubo tal: del “sí se puede” del fatalismo esperanzado de siempre, al fallido “sí se pudo” que acabó en mexicanísimo “ya ni pedo”. Del Aguirre de los anuncios mentirosos de la televisión al gestualmente desertor Aguirre que pertrechándose tras una cachucha se negaba a dar la cara a la prensa un día antes del partido en que según eso se confirmaría su tesis peregrina de que se estaría cambiando la historia a partir de ciertas patadas tácticamente bien colocadas que, desde luego, no se dieron frente a la selección argentina, estadística y evidentemente mejor armada en lo físico, lo futbolístico y lo anímico.

Por el lado electoral, Calderón quiso tener ganancia de la situación mortuoria del médico candidato al gobierno de Tamaulipas, con su propuesta de diálogo que pretendería responsabilizar a la sociedad de la toma de decisiones sobre una catástrofe consumada: dialogar, analizar, decidir… tres y medio años después de que el propio Calderón ordenó por sus muy individuales pistolas el inicio de una guerra que nadie autorizó ni aprobó más que el deslegitimado panista que necesitaba tener bandera de imposiciones y controles con la cual tratar de asentarse en la pantanosa silla presidencial que se había allegado de manera fraudulenta.

¿Cuántos pasos más para situarnos en el abismo institucional y político?

(Texto de Julio Hernández López, La Jornada, junio 16, 27 y 29, 2010).