jueves, 28 de abril de 2011

PORTADA

EDITORIAL: 2011: año de incertidumbres

Cada día crece el mapa de la violencia. El país libra una guerra sin control, con una estrategia repetitiva y fallida. En 2010 el país se cubrió excesivamente de cadáveres, ejecuciones, narcofosas, asesinatos y captura de capos, que sólo anuncian nuevas caras y más matanzas. Terminó el 2010, año en el que la celebración del Bicentenario y el Centenario fueron una parafernalia costosa y poco significativa, año en el que el gobierno hizo el intento de dialogar con la sociedad para debatir la estrategia de combate a la delincuencia, pero no se cambió ni un centímetro la ruta. Y lo que ya se sabía: según un estudio avalado por la ONU, se calcula que el 73% de los ayuntamientos están bajo el control del narco. 2011 estará dominado por la lógica electoral. ¿Qué importa que siga la violencia y se acumulen los cadáveres?, ¿qué importa que México sea un Estado fallido?, ¿qué importa que sigan matando a las madres que piden justicia o a los periodistas que hacen su trabajo, o a los migrantes que buscan trabajo en Estados Unidos? No importa, mientras los políticos sigan con un altísimo financiamiento público, acceso a la televisión y los burócratas privilegiados tengan sus bonos de riesgo. Que el país se siga pudriendo.

EDITORIAL: 2011: el año del relámpago popular



“Pueblo mío, ¿verdad que en primavera suena mi nombre en tus oídos

y tú me reconoces como si fuera un río que pasa por tu puerta?”

Pablo Neruda

A nuestros hermanas y hermanos, los del empeño cotidiano y los invisibles de todos los sitios que jamás conoceremos y a los cuales estamos atados por convicciones que los enemigos del pueblo nunca entenderán. A todos los que padecen la maldición del capital y su dentadura insaciable; a los que como un relámpago en medio de la noche presentan lucha con la cabeza, el corazón, las manos. Sobre todo a los niños y jóvenes cuyo porvenir es convertirse en los futuros y luminosos emancipadores en este y cualquier territorio; a los trabajadores insobornables, a los labradores antiguos como el agua, y sobre todo a los prisioneros en las cárceles podridas de los que todavía mandan. A los comunicadores porfiados y mil veces silenciados por estar al servicio de los intereses de las mayorías castigadas. A su labor de obrero brillante y sin salario en las páginas digitales de los humillados, tras la cámara justiciera, en las voces de las radios prohibidas. A los que construyen el socialismo, como un acto estratégico y existencial de voluntad, libre y ético; urgente, terrestre e incierto.

A nuestros hermanos mayores, los golpeados, los pegados, los rehabilitados del dolor sin nombre, los sobrevivientes de combates estelares. A la memoria de los que ya no están y que forman la mezcla del material blindado de la decisión de los que sí están y se rematan en marchas infinitas y huelgas y otras maneras penadas por la ley por cambiar el mundo y sus relaciones sociales inhumanas.

A los desvividos por la unidad, a los amantes de su pueblo sobre endeudado y frágil aún, ese que está agazapado y no sabe que la lucha de clases está debajo de todas las cosas, ese que sólo sufre el capitalismo y anda a ciegas mordiendo la rabia de la mala vida como si fuera un asunto de infortunio personal o de haber nacido en el lugar equivocado.

A los locos y a los santos y a los impuros cuya pupila arde ante la barbarie de la acumulación concentrada y expropiada de la riqueza producida por los más. A los que planifican y a los espontáneos de la rebelión pendiente.

Que en 2011 caminemos más, juntos y claros para sabotear el egoísmo reinante y destruir el costado peor de cada cual. Unidos contra el mal gobierno, contra el Estado de la minoría que ordena el naipe y acorta la vida de los populares mediante la explotación y la opresión impunes. Que la traición y la desmoralización se vayan a la mierda de a poco o de un golpe certero, en el centro descompuesto de los dueños del capital y sus carceleros, su máquina envilecedora de propaganda antisocial, sus armas de municiones reales y virtuales.

Que el 2011 sea de lucha mayor, de proyecto y alternativa política independiente de los trabajadores y los pueblos, de construcción de condiciones para el paro general, de desobediencia organizada y unidad de sentido en la dispersión conveniente sólo para el capital.

Que en 2011 los terremotos provengan de los desheredados, del emputecimiento ampliado, del amor vuelto combate. Con el afecto incombustible de un luchador más, gracias a los que están y a los que vendrán un tantito después, cuando seamos más fuertes y mejores. Cuando tras tanto trabajo puesto en la detención del reflujo popular, nos multipliquemos los convencidos de que la vida está en otra parte.

Salud, rebeldía y fortaleza cuando comienza la segunda década del siglo XXI, en este país que se ahoga en su propia sangre, que se hunde en el mar de la impunidad, en el bastión prehistórico del sometimiento absurdo.

(Basado en Andrés Figueroa Cornejo, la haine, 31/XII/10).

EDITORIAL: Magnates: hechos vs palabras

Quienes en septiembre de 2005 suscribieron el llamado pacto de Chapultepec aseguraban que era impensable “postergar un acuerdo de unidad nacional que postule el estado de derecho, el desarrollo, la inversión y el empleo”, porque, coincidían, “sería una irresponsabilidad histórica que profundizaría inequidades y problemas sociales. Estas convicciones son las que nos han reunido ahora”, según el texto respectivo.

Con ese espíritu y entusiasmo, más de 300 grandes empresarios se comprometieron, firmaron y lanzaron el Acuerdo Nacional para la Unidad, el Estado de Derecho, el Desarrollo, la Inversión y el Empleo (léase el “pacto de Chapultepec”), avalado de inmediato por el entonces inquilino de Los Pinos, Vicente Fox. Nada raro es que los magnates Forbes de este país agarren el micrófono para exhortar a los empresarios autóctonos a que inviertan y generen empleo en México, con el fin de proteger lo que ellos llaman “los intereses nacionales”.

Lo anterior viene a colación porque dos recientes informaciones confirman la realidad de las cosas, es decir, que de lengua muchos se comen varios platos. La primera: en días pasados se publicó que a lo largo de 2010, un grupo de grandes consorcios mexicanos acumularon inversiones por más de 42 mil millones de dólares en Sudamérica (el doble que un lustro atrás). Entre ellos aparecen Telmex, Grupo Carso, Cemex, el siempre pío Grupo Bimbo, Coca Cola Femsa (que recientemente, y libre de impuestos, vendió su ramo cervecero a la trasnacional Heineken, en 7 mil millones de dólares), Grupo México (el de Pasta de Conchos), Vitro (que en la reciente crisis recibió “apoyos” crediticios de la banca del Estado para evitar problemas financieros), ICA (sempiterna beneficiaria de contratos de obra pública), Protexa (contratista de Pemex, entre otras gracias) y Pinfra (antes Tribasa, que obtuvo jugosas concesiones carreteras, la mayoría de ellas finalmente rescatadas por el erario, aunque conservó la más cara del mundo, la México-Toluca).

La segunda: “por cada dólar de inversión extranjera directa que ingresó al país entre enero y septiembre de 2010, empresarios y particulares mexicanos transfirieron al exterior dos dólares para ser abonados a cuentas bancarias o realizar negocios (fuera de las fronteras nacionales)”, reveló información del Banco de México. Desde que comenzó la administración de Felipe Calderón, la transferencia de recursos (de mexicanos) al exterior, tanto a bancos (foráneos) como para emprender negocios, llegó a 55 mil 503 millones de dólares, según los datos del banco central, una cantidad 266% superior a la que salió del país por los mismos conceptos entre enero de 2001 y septiembre de 2004, el periodo comparable del gobierno de Vicente Fox, que fue de 15 mil 141 millones de dólares. Para efectos comparativos, equivale a poco más de la mitad de la reserva internacional de divisas al cierre de septiembre. Durante 2010, las transferencias a cuentas bancarias del exterior y las realizadas por empresarios mexicanos para emprender o ampliar negocios en otras naciones superaron con amplitud el ingreso de nueva inversión extranjera directa.

Miles de millones de dólares generados en el país, para que se “exporten” y financien jugosos negocios particulares en el extranjero, algo que si bien es legal, resulta totalmente inmoral, especialmente cuando, con todo boato, se firma un “pacto” que entre otras cosas promueve la inversión y el empleo en territorio nacional, y se argumenta que “postergar un acuerdo de unidad nacional (en el sentido referido) sería una irresponsabilidad histórica que profundizaría inequidades y problemas sociales”.

El resultado de ese proceso “exportador” (también reportado en otras naciones de la región) fue bautizado por la Cepal (en 2005, el mismo año de la firma del “pacto de Chapultepec) como “empresas translatinas” (una suerte de trasnacionales regionales, con creciente peso e influencia política y económica). En aquel entonces, 25 de ellas dominaban el mercado latinoamericano, y de ese total, 12 pertenecían a magnates mexicanos.

No hay que esforzarse para saber que los dueños de las “translatinas” son prácticamente los mismos firmantes del citado acuerdo, es decir, aquellos que a poco más de cinco años atrás advertían que “sería una irresponsabilidad histórica” posponer la inversión y la generación de empleo en territorio nacional, porque “profundizaría inequidades y problemas sociales”.

(Texto de Carlos Fernández-Vega, La Jornada, 31/XII/10).

EDITORIAL: La ardiente frontera sur

Arde la frontera sur: Quintana Roo, Campeche, Tabasco y Chiapas con Belice y Guatemala; más allá están por arder Honduras, El Salvador y Nicaragua, y de otra forma –más sofisticada– Costa Rica y Panamá.

Arde básicamente como responsabilidad de los gobiernos federales mexicanos, por su problema interno y –¡oh pecado!– por olvidarse de esos países tan entrañables que no pueden sustraerse de nuestros dolores. Hemos contaminado a Centroamérica que, de plácido y bucólico paisaje, se ha convertido en una extensión del campo de batalla mexicano; sus instituciones, mucho más débiles que las nuestras, están de antemano derrotadas. Véase la desesperación del gobierno guatemalteco.

El dolorosísimo drama que se les echa encima corresponde a una lógica de expansión de mercados: los del crimen, cuestión a la que nosotros no escapamos por más que las autoridades no lo acepten. La demanda de drogas tipo mariguana, cocaína y opiáceos en Estados Unidos está estabilizada; van ahora por drogas de diseño, de las preparadas ilegalmente en laboratorios en su territorio, aunque en algunos casos con insumos extranjeros. En esta lógica, México es aún un mercado apetitoso y Centroamérica, casi virgen.

Esta contaminación a Centroamérica tiene un efecto de rebote hacia acá, pues cárteles mexicanos hace rato que organizan y ejecutan actos criminales con mano de obra centroamericana que nos viene principalmente en la forma de tráfico de personas, narcotráfico, contrabando de armas y bienes en general. De aquí, compensatoriamente, les exportamos emblemáticamente miles de coches robados. Ahora esa cuestión se ha convertido en un problema de política exterior, pues el gobierno de Calderón es acosado por demandas de explicaciones por cientos de muertes, secuestros, robos y demás atropellos.

Voces de alerta no han faltado, las han dado organizaciones académicas, ONG nacionales y extranjeras, prensa de todos orígenes y colores, etc.; deben señalarse entre esas voces a los gobiernos centroamericanos y particularmente a la prensa guatemalteca, tan virulentamente antimexicana. Sin embargo, nunca se había dado con la crudeza de hoy la figura de David contra Goliat. Así nos veían ellos, pero ahora ese Goliat al que se temía, despreciaba y admiraba simultáneamente, se ha convertido en un Polifemo ebrio, herido, sangrante, agonizante para poder ejercer la gobernanza debida.

Y aquí viene el pelo que faltaba en nuestra sopa: los intereses de Estados Unidos en Centroamérica son enormes. Entonces surge para ellos la importancia de controlar esa frontera sur. Conclusión: al no hacerlo Guatemala, Belice y México, lo harán ellos con los métodos, medios y consecuencias imaginables. Seguro, no levantarán otro inútil muro físico, pero sí pueden hacerlo, dada su eterna presencia en la zona, política y militar, con bases en El Salvador, Honduras –la más importante, dados sus recursos de detección y control aéreos– y en Costa Rica, además de múltiples en el Caribe inmediato.

Centroamérica no enfrenta sino un futuro sombrío, como México un empeoramiento del delito organizado, que a partir de ya se está reorganizando en sus tácticas comerciales para ampliar redes de mercadeo nacionales y hacia el istmo. Es decir, para el país se vislumbra un empeoramiento clarísimo en su peligrosidad política, social, económica y hasta militar.

(Texto de Jorge Carrillo Olea, La Jornada, 31/XII/10).

EDITORIAL: Desigualdad y rezago educativo

Mientras el discurso oficial se sigue concentrando en la defensa de una supuesta estrategia de seguridad pública llamativa, ésta no ha tenido consecuencias positivas. Asimismo, la desigualdad y los rezagos económicos en el estado y el municipio siguen agravando las condiciones de vida de la mayoría de la población, y merman el cumplimiento de derechos básicos, empezando por la educación. Así lo demuestran, entre otros elementos, las cifras proporcionadas por la Secretaría de Educación de Guanajuato (SEG) en su página electrónica para los distintos niveles educativos del municipio. Actualmente, como se muestra en las distintas gráficas para el ciclo escolar 2009-2010, en primaria se tuvo una eficiencia terminal –porcentaje de alumnos que concluyeron oportunamente el ciclo escolar– del 94.4%, es decir, casi todos los que iniciaron el ciclo escolar lo concluyeron; en secundaria, fue de 73.2%, es decir, de cada cien alumnos que iniciaron el ciclo, setenta y tres lo concluyeron; en preparatoria, fue de 72.2%, o sea, sólo setenta y dos de cada cien alumnos lo terminaron. Los datos anteriores tienen que ver con la deserción escolar –porcentaje de alumnos que abandonan la escuela antes de concluir el ciclo escolar–: en primaria fue de 1.7%, es decir, casi dos alumnos desertaron por cada cien que iniciaron el ciclo escolar; en secundaria fue de 4.0% y en preparatoria fue de 10.4%, o sea, diez alumnos desertaron por cada cien que se inscribió al inicio del ciclo a nivel bachillerato. Las cifras para el nivel licenciatura son alarmantes, pues según la SEG, para el ciclo escolar 2009-2010, el nivel de absorción –proporción de alumnos de nuevo ingreso a primer grado de un nivel educativo, respecto a los alumnos egresados del nivel y ciclo inmediato anterior– fue de tan sólo 5.7%, lo que significa que de cada cien alumnos que egresaron de bachillerato, sólo seis alumnos se inscribieron para seguir en la universidad; más aun, el dato de la evolución de la matrícula –porcentaje de la matrícula de un ciclo “n” de un nivel educativo, respecto a la matrícula del ciclo escolar inmediato anterior “n-1”– registra un saldo negativo: -23.5%, es decir, de cada cien alumnos que se encontraba estudiando a nivel licenciatura en el ciclo 2008-2009, sólo 76.5 alumnos siguieron estudiando para el ciclo 2009-2010. Lo anterior no está muy alejado de las cifras que se manejan en el país: dos de cada diez de los jóvenes más pobres del país tienen acceso a los ciclos de enseñanza superior, mientras que aquellos que pertenecen a los sectores de más altos ingresos tienen cuatro veces más posibilidades de estudiar una carrera universitaria. A estas cifras deben sumarse otras, como las proporcionadas por el relator especial de la ONU sobre el derecho a la educación, en el sentido de que 70% del rezago educativo en el país se concentra en familias de campesinos depauperados. Por su parte, el Instituto Nacional para la Educación de los Adultos ha documentado la existencia de más de 6 millones de analfabetas en el territorio nacional, donde prácticamente la totalidad son pobres.

Las cifras comentadas dan cuenta de una realidad exasperante, en la que los atrasos sociales persistentes se traducen en pocas o nulas esperanzas de educación para los sectores menos favorecidos, y esta última circunstancia deriva, a su vez, en una reproducción de las condiciones de pobreza, marginación y exclusión de cientos de jóvenes y adolescentes habitantes de San Francisco.

No puede omitirse, sin embargo, la cuota de responsabilidad que corresponde a las autoridades en la configuración de esta dinámica: durante los últimos veinticinco años, y conforme al modelo político-económico vigente, las sucesivas administraciones municipales simplemente han administrado la crisis, contribuyendo a la construcción de un municipio en el que los niños y jóvenes de escasos recursos no tienen otros horizontes de desarrollo personal que la economía informal, la emigración, la delincuencia o, en el menos malo de los escenarios, la incorporación a trabajos mal pagados, inseguros, insalubres y carentes de perspectivas de superación.

Ante esto, es claro que la corrección de los retrasos educativos del municipio no se logrará únicamente mediante medidas cosméticas y asistencialistas –como las vergonzosas limosnas pomposamente llamadas “becas”–, sino con acciones mucho más profundas: a la par del fortalecimiento de las responsabilidades estatales en materia educativa –que necesariamente se debe traducir en un crecimiento presupuestario sustancial para el rubro– es urgente que la autoridad municipal diseñe políticas públicas tendentes a aliviar los rezagos sociales imperantes, pues en éstos se gesta la desigualdad presente en las oportunidades de acceso a la educación.

(Basado en Editorial de La Jornada, 3/I/11).

MUNICIPAL: Adelaido Gómez: ¿a los altares cívicos?

El ejército de reserva de escribidores del capitalismo, compuesto de charlatanes, corruptores de conciencias, entretenedores y demás fauna engaña bobos, vienen teniendo un papel importante en la contención de la conciencia de los lectores, papel que imprime la pasividad y marginación ante las contradicciones sociales que se agudizan llevando a la miseria intelectual absoluta a buena parte de la sociedad. Mientras aquellos a quienes encubren, por un lado les facilitan laobtención de prebendas a cambio de que vendan sus ideas sobre la realidad que les interesa a ellos, por otro, les mantienen como sacerdotes y dueños de la verdad. Les incentivan para que se pongan en primera fila, a la defensa de esos a quienes encubren. Objetivo: distraer, desenraizar, individualizar, y hacer que los lectores, difusores a su vez, se implanten ideas provenientes del inmovilismo y que desemboquen en la pasividad y en la disolución de la sociabilidad y del espíritu ético, descubridor, y transformador, que sería una de las labores de la verdadera literatura y de quienes se dedican a publicar sobre “hechos históricos”. Uno de ellos es Jesús Zamora, integrante de la mafia cultural de San Francisco, quien, en el mes de noviembre de 2010 se dedicó a publicar en el diario a.m. un texto que ensalza la figura de Adelaido Gómez, individuo que fue presidente municipal en dos ocasiones: 1936-37 y 1942-43. La influencia nefasta de este singular cacique se extendió por varias décadas durante el priato: Adelaido Gómez ponía y quitaba presidentes municipales, él sabía cómo moverse en las cañerías del sistema político para recomendar y acomodar a “su gente”; Adelaido Gómez llegó a atesorar una fortuna, como resultado de su actividad política, que hoy sería calificada como “inexplicable”; tuvo hijos legítimos, pero también los tuvo, y varios, fuera de su matrimonio. No es de extrañar que Jesús Zamora se preste a esta patraña, con la intención de elevar a los altares cívicos a uno de los políticos más corruptos en la historia de nuestro municipio en el siglo XX. Zamora, da crédito a un texto que, evidentemente fue hecho por encargo del propio Adelaido Gómez. Hoy, agradecido con quienes lo han promovido, Zamora paga los favores recibidos, avalando el contenido de un texto plagado de incienso, mentiras y exageraciones, muy propio de la época del priismo más ramplón. Y claro, como está escrito en un “periódico independiente” en el año 1940, entonces, para Zamora, tal bodrio es verídico, sin detenerse a investigar sobre su certeza y credibilidad, a partir del testimonio de gente que haya conocido, tratado y sabido de las andanzas del señor Gómez. ¿Por qué Zamora actúa como un servil burócrata cuando le da cauce a textos cargados de desfachatez encubridora? Lo más probable es que sea por conveniencia, para seguir ocupando un lugar privilegiado dentro del grupo que lo ha impulsado. Vayamos ahora a extractos del susodicho texto, haciendo la observación a nuestros lectores sobre la notoria exageración que éste destila: “Alto, fornido, de penetrante mirada perspicaz; de vigorosa contextura y asombrosa facilidad de conversación, es ADELAIDO GÓMEZ GUERRERO, el diputado que más arraigo ha sabido inspirar en el corazón del pueblo… (Cuando Gómez) sale electo Presidente Municipal, (lo hace) por aplastante mayoría, pues de todos los rincones del municipio acuden los trabajadores del campo, a ungir con su cédula el auténtico campesino, conocedor de sus necesidades y capacitado para atenderlas” (a.m., 8/XI/10). Más adelante, el texto desborda cursilería: “Muchas son las obras de beneficio que llevó a cabo en su periodo este infatigable elemento, y palpablemente se notó la huella del progreso y bienestar, por el que impulsó al industrioso municipio” (a.m., 15/XI/10). La idea de Zamora es vender un embuste como algo cierto, vender un adefesio como una forma de adquirir apariencia, aquí todo es apariencia, aparentar para ser del clan o lo consideren del clan, convertirse en alguien en apariencia inteligente, promocionando la vida de la burguesía, despreocupada del medio en el que vive y de los destrozos que arrastra. ¿Será que Zamora se ha convertido en un mercenario de la crónica histórica? Con este tipo de intelectualidad afín al régimen burgués que padecemos, todas las patologías del capitalismo se notan, de las maneras más odiosas, en sus “escribidores”. Es decir, todos aquellos que venden su voz y sus teclazos como mercancía. Algunos de ellos, incluso, contra su voluntad o su conciencia. El abanico de tonos, inflexiones, acentos, gritos, susurros y sentencias, ideados permanentemente para dar la apariencia de sabiduría, constituye una galería inmensa de creatividad saturada de subordinación y decadencia. Y es que, junto a la manía publicitaria, insoportable, de exagerarlo todo, se inocula al discurso mercantil de esta clase de “escribidores” y “cronistas”, el repertorio de supuestos fonéticos que emblematizan al “buen gusto”, al prestigio. No se habla con naturalidad, han naturalizado la idea bobalicona de que lo engolado, lo chillón, lo enfático y lo meloso son, entre otros, recursos impecables para fijar en las cabezas de la gente un lugar privilegiado para las mercancías de ocasión. El resultado es un remedo nauseabundo y deprimente, tributario voluntarioso del ridículo. No podemos, ni por chantaje ni por inconsciencia, ser tolerantes de las miserias burguesas, tan sonoras como las ridiculeces que vomitan, a cada instante, sus “escribidores” en nuestras propias caras y narices. Por todo lo anterior, le decimos a Zamora, usando palabras de Adolfo Gilly: “el historiador no va a buscar una imagen de futuro en la idealización o en la deprecación del pasado que investiga o imagina. Va a buscar las huellas verdaderas, la región donde se engendró el presente y, sobre todo, la región y el proceso donde se engendran los fantasmas del futuro, las imaginaciones del porvenir propio, los mitos prácticos que organizan las voluntades. Imagina, cuando la hora de crear adviene. Este crear es a partir de las condiciones y realidades presentes de sus vidas, no de una repetición del pasado o de un imposible regreso a él. Pero realidades son también experiencia y cultura material, herencias ambas de aquel pasado. Lo que permite y nutre esa imaginación es la experiencia, incomparablemente más real, material y duradera que los planes y los programas de las clases dirigentes para ordenar y regimentar las vidas dentro de su dominación. Es imposible pensar la historia como la sola historia del orden (de las instituciones, de los museos, de los gobiernos, de la ciencia, del arte…) sin pensarla también como la historia de la humillación, del desorden, del sufrimiento impuesto por el orden dado en cada época y lugar”.

(Basado en: Ramón Pedregal Casanova, rebelión, 21/XII/10; Fernando Buen Abad Domínguez, rebelión, 22/XII/10; Adolfo Gilly, desinformémonos, diciembre, 2010; a.m., noviembre 8 y 15, 2010).

MUNICIPAL: Clientelismo político

Terminó un año más, dejando una estela espeluznante: una democracia deslavada y simulada, un grave desequilibrio local y mundial entre riqueza y pobreza, un abismo de vida entre los incluidos y los excluidos, la globalización que sólo favorece a los pocos, con educación y salud para los menos, e ignorancia y muerte para las mayorías: un indigno mundo prepotente y dominador en manos de minorías con altanero desprecio para el resto, que muchos dicen no vale la pena ser vivido, y que demanda ser transformado y regenerado cuanto antes, so pena de desplomarse en el vacío. Pero, parece que pocos se atreven a completar el consecuente razonamiento elemental: si las cosas son así, debemos procurar un cambio drástico en las actuales relaciones sociales, no solamente para hacerlas más llevaderas, sino para salvar a la sociedad misma de su hundimiento y crisis profundas. En ello, debería decirse, nos va la vida y no cabría la vacilación o la duda ni por un segundo. Sin embargo, ante las crisis más hondas que vive hoy la humanidad: se prefiere escamotear los reales problemas, aquellos de fondo, y conformarse con apelar a ciertas medidas o fórmulas que han sido utilizadas por largo tiempo: el incremento de la productividad, o invocar la moralidad o buena conciencia de los poderosos, o pensar que el pillaje de los delincuentes de cuello blanco va a atenuarse para dirigirnos a un imposible “capitalismo de rostro humano”. Valga como ejemplo de lo dicho la actual situación en San Francisco: frente a la gravedad y cúmulo de los problemas únicamente se piensa casi exclusivamente en las elecciones próximas, no como indispensable tránsito a una mejor sociedad, sino como instrumento de futuras canonjías y privilegios, como juego de poder en que los actuales “jefes” han de conservar sus posiciones y en que su única preocupación es la de aferrarse a las mismas y a la eliminación de sus adversarios, por las buenas o por las malas. Jaime Verdín y sus amigos, sólo piensan en cómo seguir amamantando de la teta del presupuesto público. Para ello, recurren a la vieja práctica del clientelismo político, el cual, en esencia, consiste en el intercambio de favores a cambio de una respuesta política, momentánea o dilatada en el tiempo.

Otorgar favores, subsidios, recomendaciones y otras formas de capital simbólico, dinero, privilegios, servicios, ventajas, el empleo amañado del erario municipal en una u otra dirección, otorgamiento de puestos públicos o simplemente la inclusión en una nominilla “bajo el agua” para cobrar sin trabajar, y un largo etcétera. La obtención del voto a cambio de dádivas es sobre todo un acto de corrupción política, es esencialmente un acto de compra-venta, una transacción claramente mercantil, en la que ni siquiera media el conocimiento mutuo de las partes contratantes. Es frecuente que se emplee la palabra solidaridad para distribuir bienes y servicios a cambio del favoritismo político de quienes los reciben, lo cual constituye una de las formas más perversas del clientelismo político, y de las que de modo más dañino contribuyen a perpetuarlo en el hábito ciudadano. En San Francisco, por ejemplo, es un hecho que los sectores que se beneficiarán con “obras” y “servicios”, serán aquellos en los que Jaime Verdín obtuvo una votación copiosa en la elección de 2006. Citamos sólo algunas de las secciones en las que el PAN captó el doble de votos o más que el PRI: a) Sección 2446, La Muralla del Cadillal, PAN: 62%, PRI: 20%; b) Sec-ción 2448, Colonia Cuauhtémoc, en promedio, PAN: 64%, PRI: 22.7%; c) Sección 2455, El Reparo, PAN: 85%, PRI: 5%; d) Sección 2470, Colonia Renovación, en promedio, PAN: 61.3%, PRI: 28.3%; e) Sección 2482, San Roque de Montes, en promedio, PAN: 62.7%, PRI: 27.7%; f) Sección 2500, El Nacimiento, en promedio, PAN: 76.5%, PRI: 16.5%. Algunas de las principales causas y factores de la persistencia de la sub-cultura clientelar, la cual se refleja en una elección, son: 1) modelos económicos reproductores de la pobreza, el crecimiento de los sectores empobrecidos y de sus necesidades apremiantes no satisfechas; 2) la corrupción de los políticos y en general de la clases dominantes, a las cuales conviene la persistencia de la subcultura clientelar y la función de control político que esta ejerce; 3) las ambiciones políticas y la avidez de los políticos por permanecer en funciones públicas; 4) la ignorancia de muchos sectores pobres acerca de sus derechos, de los mecanismos de funcionamiento de la estructura política de sus respectivas sociedades, del vínculo entre esas prácticas y el sistema socioeconómico vigente, que resulta las más de las veces, asimétrico, excluyente de las grandes mayorías ciudadanas. Si bien el clientelismo cohesiona a la clientela, desordena y desestructura la sociedad al trabajar favoreciendo unas personas por encima de otras, lo que además de ser injusto, conduce a la división de la ciudadanía, al roce y enfrentamiento, y es, por tanto, contrario al desarrollo de una sana cultura ciudadana y la unidad y solidaridad entre la gente. En otras palabras, el clientelismo reproduce el individualismo y el egoísmo que genera la sociedad capitalista. Clientelismo político y corrupción van de la mano, porque el clientelismo corrompe y la corrupción crea condiciones para un mayor desarrollo del clientelismo. Clientelismo y pobreza van de la mano, porque el clientelismo se ceba en la pobreza y la reproduce, desvía los cauces de la movilidad social, haciéndola depender no de las aptitudes naturales y del esfuerzo de los ciudadanos, sino de los favores clientelares. Desde el punto de vista estrictamente económico, el clientelismo político puede ser visto como un mecanismo especial de distribución del producto social, que al no corresponderse con resultados económicos tangibles a cambio (referidos a la producción de bienes y servicios), es disfuncional al desarrollo, por ello es que se trata de una estrategia perversa. La perversidad del clientelismo estriba especialmente en que el ciudadano afectado por la práctica clientelar llega incluso a ver a quien la ejerce desde su poder sociopolítico y económico como a alguien que le está haciendo a él un gran favor, que lo ayuda “con algo” a paliar sus necesidades apremiantes, cuando en realidad lo que está haciendo es contribuyendo expresamente a mantenerlo en su miseria. Quienes se apropian del derecho ciudadano mediante las prácticas clientelares se sienten en el derecho de ser los que deben decidir por éste, es un derecho ilegítimo, pero adquirido. El clientelismo tiene importantes consecuencias éticas porque su práctica continuada y sistemática va alejando al ciudadano de sus deberes para con la sociedad, pues no se siente responsable de lo que se hace en la política, dejando todo en manos de quienes son dueños de la clientela. El clientelismo aleja al ciudadano del civismo. Conduce, por tanto, a la despersonalización política del ciudadano, al sustituir su voluntad política, su derecho participativo, su criterio personal, por la voluntad de quien lo practica en provecho partidista e individual. El clientelismo político, al mercantilizar la política y hacerla por cauces espurios, obstaculiza y llega a suprimir el libre intercambio de ideas, las iniciativas políticas y los deseos de cambio, vaciando el ejercicio de la política de contenido ideológico y ético. Todo lo anterior constituye parte del sombrío panorama en que se debate nuestro municipio: por eso es que hay muchos ciudadanos cansados de tanto cinismo, de tanta desvergüenza, de tanta vulgaridad política. Cada día hay pruebas contundentes y claras de la mala gestión administrativa del gobierno presidido por Jaime Verdín: los Mayolos Luna, los Rodolfos Aguirre, los Rosiles Paloblanco, los Pascuales Sánchez y los Chagoya, dan cuenta del pobre nivel en que nos encontramos. (Basado en: Víctor Flores Olea, La Jornada, 20/XII/10; Darío L. Machado Rodríguez, rebelión, 22/XII/10; Victoria Mendoza, gara, 22/XII/10).

ESTATAL: La Teología de la Muerte

Los crímenes en los distintos gobiernos han sido impulsados por una determinada mística del soldado cristiano que ha sido coherentemente mantenida por los distintos líderes de la Iglesia católica. La concepción de la presencia de “Dios en el soldado”, ha estado presente en la concepción de los militares mexicanos como “soldados del evangelio”. Sus conceptos al respecto son sobrecogedores y permiten en cierta manera comprender la “furia mística” de los militares que hoy mantienen una “guerra” en contra del “crimen organizado”. Los vicarios castrenses, siguiendo el ejemplo de aquellos que sirvieron a las distintas dictaduras militares en los setenta y ochenta en Latinoamérica, martillean constantemente a la soldadesca: “El cristiano toma en sus manos –como hombre que vive su conciencia sacerdotal– el don de la vida natural y la ofrece a Dios destruyéndose o inmolándose en reconocimiento de la infinita majestad de Dios y en prueba de su entrega definitiva al Ideal. Esto nos lleva a la ofrenda en aras de un Ideal cuya raíz es Dios; al servir a la Patria hasta morir por ella… El amor a la Patria es sagrado… Cristo amó a su Patria, sojuzgada entonces por Roma. Dignificó y santificó de este modo el valor de la Patria. El amor a la Patria, que debe ser generoso y leal en cualquier hombre, debe serlo doblemente en el cristiano. Si morir por la Patria es dulce para cualquier hombre de bien, más dulce lo es para el cristiano que contempla el universo a la luz de la fe, y a la luz de la fe considera el Ideal de la Patria. Este amor a la Patria debe darse en grado eminente y heroico en quienes integran las Fuerzas Armadas de una Nación”. La letanía es larga y apabullante hacia los militares: “La vocación militar está signada por el riesgo permanente. Riesgo que la Fortaleza espiritual dinamiza y nutre. En las Fuerzas Armadas debe darse una clara y decidida vocación a la muerte como ideal inherente a su más entrañable Ideal Militar, condición ‘sine qua non’ para vivir el sentido heroico de la vida y para realizarse con el plasma que plasma héroes”. Allí está presente la Iglesia con su Teología de la Muerte para sostener espiritualmente a los caballeros de la muerte. Su mística de la muerte pretenden internarla en los laberintos de la mente del soldado: “El héroe está hecho de renuncias personales, de grandeza de alma, de fe integral, ajena a toda servidumbre espuria. El héroe está situado inmediatamente después que el santo –sin olvidar que todo santo es héroe– así sea héroe con el heroísmo de la humildad y del silencio”. Luego viene la estremecedora conclusión: “No es necesaria la efusión de sangre para ser héroe. Basta vivir el terrible cotidiano, sin dejar de cultivar la perspectiva de una senda que exija la efusión de sangre”. Esta Teología de la Muerte, ha servido para mantener el espíritu de los militares que sólo mediante el actual genocidio creen poder volver atrás la historia para revivir los supuestos idílicos tiempos de la perfecta unión entre la cruz y la espada. La Teología de la Muerte desarrollada por los vicarios castrenses, tiene la intención de “formar espiritualmente y doctrinariamente a los cadetes y soldados”, con la idea de darle sentido a lo profano, es decir, a las masacres, torturas, violaciones y desapariciones.

A lo anterior se debe que el gobierno federal deje a los altos jerarcas católicos hacer lo que les venga en gana. Calderón necesita de su apoyo, para seguir con su “guerra”. Nadie en la presente administración federal hace cumplir las leyes cuando conspicuos dirigentes de la Iglesia católica vulneran, una y otra vez, la normatividad del Estado laico mexicano. En los últimos años varios obispos, arzobispos y cardenales se han dado a la tarea de propagandizar que la legislación que establece una estricta separación Estado-Iglesia(s) –de la que ellos no hablan en plural porque acorde con su actitud de negar la pluralidad religiosa del país prefieren referirse a “la Iglesia” (la representada por ellos)–, es persecutoria de lo que entienden por libertad religiosa. Para la cúpula católica más conservadora, y sus allegados ideológicos, libertad religiosa significa que el Estado facilite las tareas de la Iglesia católica, y que adopte como políticas públicas las enseñanzas éticas de esa institución. Como se hallan ante una sociedad crecientemente plural, los clérigos demandan ayuda del aparato estatal para mantener en el redil a los remisos ciudadanos y ciudadanas que optan por normar sus vidas con principios y prácticas mal vistas por los obispos que, en su mayoría, son buenos para convivir en los círculos del poder, pero muy incapaces de vérselas con la sociedad civil y sus entresijos. Las vociferaciones, descalificaciones y autoritarismos de los purpurados que tuercen los hechos para, según ellos, señalar lo ominoso de un “laicismo beligerante”, tienen como respuesta de los funcionarios de hacer valer las leyes el silencio y malabarismos interpretativos para dejar de actuar de acuerdo con lo marcado por la legislación. Un personaje clave del conservadurismo católico en nuestro estado es el arzobispo Martín Rábago, quien, falsea y tergiversa la realidad cuando habla “del derecho a la libertad de enseñanza, derecho que tiene como sujeto a los padres de familia en orden a decidir la educación que prefieren para sus hijos, aun dentro de la escuela pública”. También señala que “un Estado democrático debe poner a disposición de los ciudadanos los medios necesarios para el ejercicio de sus creencias religiosas” (gaudium, no. 367). Es decir, la jerarquía católica quiere más herramientas para un mejor control de la sociedad, su deseo es profundizar su Teología de la Muerte.

(Basado en: Rubén Dri, página 12, 28/XII10; Carlos Martínez García, La Jornada, 12/I/11).

NACIONAL: Peligro internacional

El calderonismo ya es un destacado y declarado peligro internacional. El país a la deriva, controlado por cárteles nacionales o sus derivaciones regionales, exporta su producción delictiva y genera preocupación y enojo en gobiernos extranjeros. No son accidentes ni excepciones, sino consecuencias netas del caos que el felipismo ha ido instalando aplicadamente en el país: al norte, los gringos se asustan por la violencia del patio trasero e instalan soldados y barreras mientras analizan las posibilidades de intervenciones armadas o tutelajes rígidos, y los canadienses ponen freno a las facilidades de tránsito de los mexicanos, imponiendo el requisito de la visa para frenar éxodos y abusos; al sur, los centroamericanos comprueban dolorosamente que la tierra mexicana se ha convertido en infierno de mentira, corrupción, impunidad, violencia y muerte, convertidos los migrantes en mercancía disputada por delincuentes formales, policías, agentes y funcionarios de toda índole.

La “guerra” de Calderón contra el narcotráfico provocó tales desajustes y envilecimiento que los factores de una criminalidad largamente circunscrita a su campo natural (el negocio de las drogas, en todas sus variables) hubo de expandirse hacia rubros nunca antes explotados con tanto salvajismo: grupos antaño concentrados en los estupefacientes fueron desplazados por cárteles de favoritismo sexenal y, en una elemental lógica económica de supervivencia, al ser limitados en sus operaciones usuales por el reacomodo dirigido desde las alturas del poder, entraron de lleno a rubros que les permitieran sostener sus ejércitos en campaña permanente. Así fue como los centroamericanos en tránsito hacia Estados Unidos se convirtieron en materia de extorsión despiadada, en un proceso de crueldad creciente que va de la mano del trato dispar en la “guerra” oficial contra las drogas.

2010. 2010 fue el año de la consolidación del baño de sangre como política pública, del horror criminal (destazados, decapitados, colgados, asesinatos masivos) como pedagogía del poder, de la abolición (ya casi sin protestas) de derechos, garantías y legalidad, de las fuerzas armadas (los militares y las policías) como pilares del Estado de excepción sin declaratoria expresa, del Estado fallido que por tanto se encierra en sí mismo y trata de gobernar mediante camarillas mediocres y viciadas, entre visceralidades nocturnas y demagogia matutina.

Asfixiada así la vida cívica, cerrados los caminos a la organización social, controlados los mecanismos de representación política, prostituídas las alternativas electorales mediante las “alianzas” entre PRD y PAN, sometido todo al curso de los humores del bando de Los Pinos, tendida nacionalmente la red militarizada de control social, cada vez más amenazantes y dirigidas las manejables armas del narcotráfico contra la disidencia o la protesta, humeante el caldero grande, 2010 incubó las expectativas negras del 2011, a tal grado que en la administración federal se tienen especiales cuidados en prevención de que en los linderos de uno y otro año pudieran darse expresiones violentas de distinto origen, tanto de cárteles inconformes con el trato desigual que ha acabado privilegiando a ciertos grupos como de organizaciones armadas que creen llegado el momento de impulsar transformaciones violentas.

¿Cuál guerra? El comandante Calderón vuelve a las andadas: retoma el expediente desgastado de los Diálogos por la Seguridad para aparentar que escucha, dialoga y está dispuesto a corregir sus errores, en una sesgada respuesta a las voces que exigen poner un alto al baño de sangre y a la descomposición nacional que ha provocado. “Diálogos” acotados, selectivos, inocuos y propagandísticos mientras, por citar un ejemplo, madres de familia montaban guardia a las afueras de la escuela primaria Maclovio Herrera, de Ciudad Juárez, en prevención de los anunciados ataques de extorsionadores que habían dado de plazo hasta el sábado 15 de enero para que les fueran pagados 13 mil pesos o se atuvieran a sangrientas consecuencias. Desarmadas y con ayuda policial esporádica, las mujeres cuidaron a su leal entender el entorno escolar, sabedoras de que en diciembre pasado fue incendiado un plantel de educación preescolar por no aportar una cuota de cuya imposición las educadoras aseguran nunca haber tenido conocimiento, aunque entre el fuego fue pintada la sentencia condenatoria: “Por no pagar”.

Felipe asido a la tesis peregrina de que va ganando aunque no lo parezca. Felipe que en términos prácticos ha dejado de ocupar el sitial fraudulento de presunto presidente de México para convertirse en jefe de campaña panista en busca de continuidad (sangrienta). Felipe que hace como que dialoga consigo mismo para gobernar por sí mismo: Poder ejecutante que maltrata o desdeña al Legislativo y descalifica y acusa al Judicial. Felipe que sabe que está en las últimas, que su tiempo de poder nefasto se acaba, y que por ello está dispuesto a idear nuevas tretas y maquinar pesadillas que le permitan sostenerse, como de alguna manera amagó el 12 de enero: “Yo tengo prisa en el tema y no quiero dejar las cosas a medias”.

Violencia política temprana. Todo es violencia política ya. Las frases, el tono, el contexto e incluso ciertos encuentros físicos dan cuenta del creciente grado de rispidez de las relaciones entre instituciones y personajes políticos. Presagios preocupantes, pues pareciera estarse desarrollando un libreto de crispación que dañará y condicionará los resultados electorales del año venidero e inclusive podría llegar a obstruirlos o impedir su realización.

El bravucón estelar es Humberto Moreira, el representante del cártel de los gobernadores priístas que apenas fue declarado presidente electo del partido tricolor y comenzó a disparar oratoriamente contra los panistas, en lances que sin duda deben contar con la aprobación de su virtual jefe, el desbordado precandidato Enrique Peña Nieto que finge concordias con el felipismo mientras el mandatario coahuilense con licencia se enzarza en pleitos con los secretarios “montoneros” del gabinete blanquiazul, entre ellos el propio Javier Lozano, que parece tener al fin una contraparte priísta dispuesta al abuso verbal, la etiquetación negativa, el desdén e incluso la recordación del pasado tricolor del funcionario del trabajo que hoy, en aras de ganar puntos en su nueva adscripción partidista, se ha esmerado en descalificar a su anterior capilla. Otro de los secretarios tocados por el fuego verbal de Moreira es Alonso Lujambio, el atildado subsecretario general de Educación Pública (la titularidad verdadera, es decir, la responsabilidad de ejercer la secretaría, ha sido cedida a la profesora Elba Esther Gordillo, que a título de negocio familiar ha impuesto a su yerno como otro de los subsecretarios, ni más ni menos que el de educación básica).

(Tomado de: Julio Hernández López, La Jornada, diciembre 23 y 24, 2010; enero 13 y 14, 2011).

INTERNACIONAL: Túnez: la hora del estallido

Luego de casi un mes de intensas protestas, que dejaron un saldo de por lo menos 60 muertos, el primer ministro de Túnez, Mohammed Ganouchi, anunció el 14 de enero que había asumido de forma interina la presidencia del país, en sustitución de Zine Abdine Ben Ali, quien encabezaba un régimen autocrático y represor en la nación magrebí desde 1987.

El episodio comentado adquiere, por diversas razones, el carácter de inédito: lo es, ciertamente, porque se trata de la primera vez que una revuelta civil, predominantemente laica y de reivindicaciones democráticas, logra derrocar a un gobierno en el mundo árabe, pero, sobre todo, porque se produce en el que era considerado un remanso de paz y estabilidad en el Magreb. En efecto, el gobierno encabezado por Ben Ali –apenas el segundo presidente desde la independencia tunecina, en 1956– había logrado mantener a ese país al margen de pugnas poscoloniales como las que se desarrollan en el Sáhara Occidental –ilegalmente ocupado por Marruecos desde hace más de 35 años–; de expresiones de integrismo islámico como las que asuelan a la vecina Argelia, y de agudas confrontaciones con los gobiernos occidentales como las que afectaron al gobierno libio encabezado por Muamar Kadafi.

Sin embargo, en la revuelta desarrollada en la nación más pequeña del Magreb puede percibirse una conjunción entre el hartazgo social hacia el autoritarismo de la clase gobernante –reflejado en abuso del poder, el uso excesivo de la fuerza, la represión institucionalizada y, en general, la vulneración sistemática de sus garantías individuales– y la frustración provocada por los estragos de la globalización económica: al respecto, es significativo que el detonante de las sangrientas protestas en Túnez haya sido el descontento por la carestía y el desempleo que afectan a esa nación, en donde el 20% de la población más rica recibe 47% de los ingresos.

Desde una perspectiva más general, lo sucedido en Túnez puede entenderse como un síntoma del desmoronamiento de regímenes poscoloniales del norte de África, que aparentemente habían encontrado un acomodo en el orden mundial contemporáneo, y que hoy sufren convulsiones de diversa gravedad. Ante esta circunstancia, es inevitable preguntarse si la revuelta ocurrida en Túnez es un hecho aislado, o si episodios similares habrán de verse en meses y años próximos en otras naciones, como Egipto, aliado de Washington y gobernado por un régimen dictatorial tanto o más impresentable que el de Ben Ali, o en el propio Marruecos, donde crece la explosividad por la circunstancia de discriminación y miseria en que tiene sumidos el régimen de Rabat a sus conciudadanos y a los saharauis, como quedó de manifiesto con las sangrientas protestas de noviembre pasado en El Aaiún.

En suma, y sin dejar de ponderar positivamente la caída del régimen antidemocrático que encabezaba Ben Ali, el episodio debiera servir como una lección para que las naciones occidentales sometan a revisión su política de respaldo a algunas de las peores tiranías del mundo –condicionada a que se mantengan alineadas a sus designios geoestratégicos–, y contribuyan, de esa manera, a que las naciones del norte de África vivan procesos de transición pacíficos y ordenados.

(Editorial de La Jornada, 15/I/11).

OPINIÓN: Ocho tesis y muchas preguntas

Hace más de tres años el hombre que dirige desde Los Pinos los destinos de esta nación declaró una guerra contra los cárteles mexicanos de la droga. Al paso del tiempo los mexicanos habíamos aportado a esta guerra más de 31 mil muertos, según cifras oficiales, un número incontable de heridos, varias de las grandes ciudades del país (Ciudad Juárez, Chihuahua, Monterrey, Tampico, Morelia, Culiacán, Mazatlán) viviendo bajo el miedo y en virtual estado de sitio, regiones abandonadas por sus habitantes, zonas rurales que son tierra de nadie, carreteras federales intransitables, 17 estados de la República en crisis profunda de inseguridad, más de un millar de quejas ante las comisiones de derechos humanos (y esas son las que se hacen públicas, porque el miedo impide que se conozca más allá de la punta del iceberg) por violaciones, secuestros, chantajes, cateos ilegales, robos y todo tipo de abusos producidos por las fuerzas policiacas, el Ejército y en menor medida por la Marina, barrios urbanos y zonas industriales en los que no entran inspectores de Hacienda o de salubridad, porque el narco es el Estado.

¿Cómo se ha llegado hasta aquí? ¿Cómo puede detenerse esta inercia antes de que México se desvanezca en medio del miedo y el terror en un holocausto repleto de cabezas cortadas, tiroteos donde los ciudadanos inocentes son “bajas colaterales”, policías que entran a la casa rompiendo la puerta y se roban el queso que hay sobre la mesa, cárceles donde impera la mafia y se tortura sistemáticamente, declaraciones oficiales de avances y éxitos que ya ni los niños de la gran burguesía urbana se creen, fábricas y talleres que cierran, madres asesinadas por protestar por el asesinato de sus hijas?

Primera. Calderón pactó el inicio de esta guerra con el presidente Bush, ni siquiera con el entonces recién llegado Obama. Y la pactó en términos de ofrecerla en bandeja. Y la pactó en condiciones absurdas. La guerra contra el narco no era, no debería ser, una guerra mexicana, porque era, es en esencia, una guerra estadunidense, generada por el mayor consumo de droga a escala planetaria, el que se producía dentro del territorio de Estados Unidos. Así, la propuesta mexicana no debió haber pasado de una oferta de apoyo a una guerra que debería librarse en territorio gringo, combatiendo las redes de distribución, las estructuras financieras, controlando la frontera. En su territorio, no en el nuestro. Pero no fue así. En tres años no ha habido más de media docena de operaciones importantes de aquel lado de la frontera, mientras que de éste se ha desatado la más sangrienta de las confrontaciones que hemos tenido los mexicanos desde la guerra cristera.

Imágenes. Logro descubrir leyendo todos los periódicos locales de Acapulco los supuestos, los previos oficios, de los 15 hombres aparecidos sin cabeza: son dos adolescentes, un lavacoches, un chofer de recogida de basura, un mecánico, dos desempleados, un policía municipal, tres albañiles; las infanterías del cártel de Acapulco masacradas por el grupo del Chapo Guzmán (según dicen cartulinas encontradas a su vera) por el control de la plaza.

Segunda. Al gobierno de Calderón le tomó un año pedir a los estadunidenses el control del tráfico de armas, y desde que lo pidió no ha obtenido resultados. Según cifras oficiales, cerca de 50 mil armas largas (ojo con esto de las cifras oficiales: ¿quién las contó?), municiones, lanzacohetes, ametralladoras pesadas, han entrado a México para proporcionar a las mafias un poder de fuego muy superior al de las fuerzas armadas. Hoy cualquier achichincle de un narco puede seguir comprando municiones para un cuerno de chivo en una tlapalería en Houston. Las balas que matan a mexicanos se venden alegremente en Estados Unidos.

Tercera. Antes de iniciar una guerra, y no hay que leer a Sun Tzu o a Federico Engels para saberlo, el Estado debería contar con una labor de inteligencia sólida. ¿Quiénes son? ¿Dónde están? ¿Cuáles son sus nexos? ¿Cómo es su estructura financiera? Mil y un preguntas que necesitaban respuestas. Hoy sabemos que al momento de iniciarse la guerra de Calderón contra el narco toda, o buena parte de la estructura de inteligencia del Estado mexicano estaba en manos de facciones del propio narco, que utilizando a jefes policiacos del más alto nivel dirigieron las operaciones contra bandas rivales, agitando un avispero de venganzas que parece no tener fin. ¿Qué tanto de su aparato policiaco trabajaba para el enemigo? Directores de la policía, de las agencias contra el crimen organizado, la SIEDO, comandantes de la AFI, subprocuradores… A la fecha, el Estado mexicano aún no lo sabe o no quiere saberlo. A la fecha, la “inteligencia estatal” está filtrada, distorsionada, fragmentada; resulta (sobre todo de la lectura de sus comunicados) absolutamente incoherente.

Cuarta. El sistema judicial está podrido. Lleva muchos, muchos años estándolo. Agentes del Ministerio Público descalificados, jueces corruptos, ineficiencia absoluta cuando no complicidad declarada con el crimen. Con una estructura como esa no se podía ir a la guerra. ¿Cuántos delincuentes han sido dejados libres en estos pasados tres años? ¿Cuántos han recibido condenas intrascendentes respecto de la magnitud de sus crímenes? Pepe Reveles narraba el otro día en una mesa redonda que los que le entregaban los cadáveres al Pozolero (y hablamos de más de un centenar de muertos) pronto saldrán en libertad, porque el Ministerio Público sólo pudo acusarlos de tenencia de armas y posesión de drogas a causa de una investigación mal integrada. Reina un caos maligno, como habitualmente reinaba en la justicia mexicana, paraíso del accidente y la casualidad. Vivimos en un territorio de rezago de indagaciones, expedientes confusos, sin investigación científica, ausencia de un banco nacional de huellas digitales, inexistencia de un concentrado de la información de todas las agencias policiacas del país ¿Cuántas veces hemos leído en la prensa que el detenido había estado en la cárcel recientemente? ¿Quién lo soltó?

Quinta. En la cárcel de Torreón la directora torturaba a los presos. En otra cárcel las bandas tenían permiso para salir de noche para ejecutar rivales, en otras 10 prisiones se han producido fugas masivas. Hay denuncias sobre el control y los privilegios que las mafias tienen sobre todas las prisiones, incluso las de alta seguridad. Han sido despedidos más de una docena de directores de cárceles en los meses recientes. ¿Ha cambiado la situación interna? Sin la previa depuración del sistema carcelario, no se podía ir a la guerra.

Imágenes. La más aterradora de las anécdotas: en Torreón un hombre se detiene en el semáforo. Cuando se pone la luz verde ante él, el coche que lo precede está detenido. Va a tocar el claxon y duda. No son tiempos para andar tocando el claxon. La circulación está parada. Transcurre un nuevo espacio de tiempo con el semáforo nuevamente en rojo. Se decide y baja del coche, amablemente les pregunta a los del auto parado si puede ayudarlos en algo. El chofer le enseña una pistola y le ofrece 200 pesos. “Se ve que usted es gente decente, acabo de perder una apuesta con este güey (y señala a su copiloto, que muestra una Uzi muy sonriente) que usted nos tocaba el claxon y yo le pegaba un tiro. Es su día de suerte, amigo”. El coche arranca. El hombre amable se queda ahí, sudando frío.

Sexta. Conan Doyle en la boca de Sherlock Holmes solía decir que cuando una historia no estaba clara “follow the money”, hay que seguir el dinero, el rastro económico. El narcotráfico, como lo fue el contrabando de alcohol en Estados Unidos durante la era de la prohibición, o el robo de coches en México, es un negocio criminal, sigue reglas de un mercado semivisible, tiene inversiones, está sujeto a la producción y la distribución. Una parte del dinero, millones de millones de dólares, se moverá prosaicamente en paquetes de billetes verdes envueltos en papel periódico y en maletas Samsonite, pero otra parte, quizá la más importante, se convierte en inversiones, casas, automóviles de lujo, oficinas, hoteles, tiendas, restaurantes… En la era de Caro Quintero una colonia en Ciudad Juárez llamada burlonamente Disneylandia, estaba repleta de mansiones extravagantes: castillos de La Cenicienta, mansiones californianas, material chafa de Las mil y una noches, pagodas budistas. Todo el mundo en la ciudad sabía que era territorio del narco. El dinero es visible. ¿Y la ruta, las rutas que descienden desde Estados Unidos no lo son? El SAT está muy preocupado por cobrar los impuestos a cualquier gringo que se descuide y ¿no es capaz de detectar los millones que bajan desde el otro lado de la frontera? El gobierno mexicano ha puesto miles de trabas bancarias a los ciudadanos para mover su dinero, pero no ha abierto una macroinvestigación sobre las operaciones bancarias que acompañan este gran dinero de las mafias. En los cientos de decomisos, cateos, detenciones, ¿no han aparecido chequeras, cuentas bancarias, huellas y rastros? ¿Por qué no se habla de esto nunca? ¿Por qué el gobierno mexicano no ha pedido a Estados Unidos operaciones financieras que bloqueen el flujo de dinero al narcotráfico? Sin una investigación financiera sólida y un pacto bilateral con los estadunidenses para el bloqueo del dinero del narco, no se podía ir a la guerra.

Imágenes. Un gerente del Santander informaba hace dos años a su jefe regional que estaba recibiendo dinero no muy claro, como respuesta recibió un money is money.

Séptima. Un convoy del Ejército en La Laguna se dirige a una cárcel de alta seguridad: están transportando a un preso importante. Como no conocen la zona les han puesto una patrulla de la policía local al frente y otra en la cola. Al llegar a un semáforo la patrulla se detiene. Enciende y apaga las luces tres veces y luego se fuga a 150 kilómetros por hora. La patrulla de la cola hace lo mismo en reversa. De los callejones salen hombres armados que disparan contra los militares. Las patrullas no han vuelto a aparecer en la escena pública, tampoco los patrulleros, que se han desvanecido en esta gran nada informativa que es la guerra de Calderón. Entre Monterrey y Tampico una caravana de camionetas de renta que regresaban de un servicio son desviadas por la policía hacia una brecha, un camino rural. Al final del tramo un grupo de zetas armados con ametralladoras los están esperando. Los choferes serán torturados y robados. Hoy sabemos, gracias a las declaraciones de los testigos protegidos, que durante años altos mandos de la policía escoltaron los transportes de droga y protegieron como escoltas a los capos. Pero no sólo la policía, las policías, muchos policías, actúan en colaboración, apoyan, informan, protegen al narco, el Estado lo ha abastecido de cuadros. Uno de cada tres detenidos, se puede leer día a día en los periódicos, es un policía o un ex policía, un militar. Hace años en Tijuana pregunté al director de un diario por qué en días recientes se habían matado a tiros entre ellos una docena de policías en un choque entre bandas rivales. Me respondió que resulta más barato contratar a un poli que entrenar a un sicario. ¿Cómo es posible que el Ejército Mexicano (y el estadunidense) haya entrenado a un cuerpo entero de elite militar que luego se pasa en bloque para constituir la esencia de Los Zetas. Si los mexicanos lo sabíamos, si sabíamos que la delincuencia era policiaca en millares de casos, ¿no lo sabía el Estado mexicano? ¿Es posible ocultar cuando tu salario pasa de 15 mil pesos al mes a 250 mil? ¿Cuántas horas de investigación económica resistiría un agente de la policía antes de descubrir que tiene seis casas en fraccionamientos del estado de México? ¿Hay alguien en México que sepa interpretar la lectura de un polígrafo, el vulgarmente llamado detector de mentiras? ¿O el Estado mexicano no se atreve a usarlo ante el riesgo de que se muestre que la mayoría de sus agentes mienten? ¿La mayoría? ¿10 por ciento? ¿90 por ciento? ¿Hay algún polígrafo funcionando en alguna dependencia policiaca del país? ¿O se ha vendido para comprar refrescos y gansitos marinela en el Oxxo más cercano? Todo nace de unas fuerzas del orden cuya moral está pervertida. Y esta es una vieja historia mexicana, que adquiere su mayor nivel durante el alemanismo. Su clave es la impunidad. Los mexicanos sabemos que históricamente la policía y el Ejército no son una fuerza de orden sino una fuerza criminal semilegalizada, represiva. Sabiéndolo el gobierno Calderón como debería saberlo (no podemos presumir ese grado de estupidez que llegaría a lo inverosímil), ¿cómo se atrevió a lanzar una guerra contra el narco con ese material humano? Una guerra que no sólo no se podía ganar, sino que ni siquiera podía empezarse sin haber limpiado antes las fuerzas del orden. ¿Pero cómo limpiarlas sin debilitar al mismo tiempo la esencia represiva del propio Estado mexicano? Un general retirado me contaba que no tenía duda de que en el Ejército había un centenar de capitanes y mayores honestos, pero que no estaban cerca de la toma de decisiones. No se podía lanzar una guerra contra el narco con este material humano. No hay posibilidad alguna de variar la situación mientras la moral dominante en las “fuerzas del orden” sea la que hoy es.

Imágenes. Cualquier ciudadano con un celular puede grabarlas, en la carretera de Tampico a Matamoros circulan convoyes de cuatro o cinco camionetas negras, traen pintado en el costado con spray las siglas CG, cártel de Golfo.

Octava. Hoy el narco no sólo es una docena de grupos armados que controla una de las más importantes fuentes económicas del país. Son empresas que cobran protección, por ejemplo, a todos los comerciantes de Cancún. Son el control de todos los vendedores ambulantes de Monterrey. Son la justicia en zonas enteras de Michoacán donde La Familia reprime a maridos abusadores y deudores perniciosos (léanse las notas de Arturo Cano en La Jornada). Son los controles en carreteras federales que cobran peajes. Son los que le ofrecieron (y le cumplieron) a un restaurantero en Ciudad Juárez que si pagaba protección, no más inspectores de salubridad ni requerimientos de Hacienda. Son los controladores de la red de tráfico humano y secuestros más grande del planeta. Son los que ofrecen empleo bien pagado a millares de jóvenes de las pandillas de las zonas fronterizas. Son en una parte muy grande nuestro país, el nuevo Estado. Y un Estado que sustituye a otro Estado basado en el abuso, la corrupción. Un mecánico de banqueta en Chihuahua paga al narco 200 pesos a la semana por el uso de la acera, antes le pagaba de mordida 300 a la policía. Tal para cual. ¿Por qué habría de estar en la cárcel un capo si no lo está el que cometió un fraude electoral que robó a la nación su destino, ni lo está el que con su modesto salario de funcionario compró tres castillos en Francia? Mientras el Estado mexicano no pueda garantizar a sus ciudadanos una relación honesta no se puede librar una guerra contra el narco.

Imágenes. Unos niños en una foto en la primera página de La Jornada muestran un cartel que dice: “Queridos Reyes Magos, no queremos la guerra de Calderón”. Pero no basta con no quererla, hay que detenerla. Y eso significa, antes de otra cosa, resolver, entre otros, los ocho problemas que aquí se enuncian.

(Texto de Paco Ignacio Taibo II, La Jornada, 15/I/11).

ANÁLISIS: Balance migratorio

Según los más recientes reportes del Banco Mundial, México ostenta el primer lugar a escala global como país exportador de migrantes, con 11.9 millones. Le siguen de cerca India (11.4) y Rusia (11.1). Pero la comparación requiere de ciertas precisiones que hacen más preocupante nuestra situación. India es un país de mil 200 millones de habitantes, 10 veces más grande que México. Mientras India tiene fuera de su territorio a uno por ciento de su población, México tiene en el exterior a 10 por ciento.

En el caso de Rusia la comparación es aún más desventajosa, ya que en realidad está en una situación de equilibrio migratorio. Ha expulsado a 11.1 millones pero ha recibido a 12.3. Lo que lo coloca en el segundo lugar a escala mundial en cuanto a recepción de migrantes.

Si analizamos el comportamiento de las remesas a escala mundial, tampoco salimos muy bien librados. En primer lugar está India, con 55 mil millones de dólares; luego China, con 51 mil, y en tercer lugar México, con 22 mil 600 millones. India y China reciben el doble de remesas que México con una cantidad menor de emigrantes, lo que en otras palabras significa que indios y chinos reciben mejores salarios que los mexicanos y remiten más dinero. En efecto, India es el principal exportador mundial de personal médico. Pero México tiene lo suyo: 8.5 por ciento de los médicos entrenados en el país trabaja fuera y está ubicado en el sexto lugar mundial.

En el balance migratorio global, México sigue siendo un país exportador neto de mano de obra barata para el mercado de trabajo estadunidense. Las remesas tienen un impacto importante a nivel regional, sobre todo para las familias de los migrantes. Pero el ingreso de migradólares, de divisas para el país, es importante para la balanza de pagos, pero tiene un papel menor dada las dimensiones de la economía mexicana.

El balance económico y demográfico arroja claroscuros. Pero el panorama político y social es bastante más complicado. En Estados Unidos se canceló, hace apenas unas semanas, la posibilidad de avanzar de manera parcial en una reforma migratoria. Los republicanos en bloque y algunos demócratas cerraron el camino a la legalización a los menores de edad que habían ingresado como indocumentados acompañando a sus padres. Técnicamente ellos no eran responsables, menos aún culpables.

La persecución y deportación de migrantes será la tónica de este año en Estados Unidos. Los republicanos cerraron la puerta del Congreso a cualquier tipo de reforma y se disponen a apoyar legislaciones locales que se dediquen a perseguir la migración indocumentada. El caso de Arizona, que finalmente le dio la victoria a la gobernadora Jan Brewer, será un ejemplo a seguir, aunque no se asegura que la propuesta antinmigrante funcione de la misma manera en todos los contextos. El voto latino sigue siendo la única clave que puede frenar el avance de la ultraderecha. En los estados donde el voto latino es importante, los políticos de ambos partidos tienen que adoptar precauciones. En California la propuesta antinmigrante no les dio el resultado esperado y en Texas hay dudas sobre su posible efectividad.

En México, la emigración de mexicanos ha pasado a segundo plano. Es la migración en tránsito la que se ha convertido en tema y problema mayúsculo. La masacre de San Fernando, en Tamaulipas, donde fueron ultimados 72 inmigrantes, no fue lo suficientemente trágica y pavorosa como para que se buscara una solución definitiva. Su carácter excepcional jugó en contra. Fue algo tan fuera de toda dimensión, tan terrible, tan espeluznante, que se pensó que no iba a volver a suceder.

Pero ha vuelto a suceder y la respuesta de México ha dejado mucho que desear. Ante las denuncias de secuestros masivos de migrantes en Oaxaca, se procedió a desplegar una investigación burocrática que negó los hechos. Luego varios funcionaros y comunicadores respondieron indignados y ofendidos ante la protesta diplomática de varios países centroamericanos. Finalmente, tuvieron que investigar, recular y proceder.

Ha sido la denuncia valiente y airada del padre Alejandro Solalinde, del albergue Hermanos del Camino, la que motivó una avalancha mediática que ha obligado al gobierno de Oaxaca y a la Secretaría de Gobernación a adoptar algunas medidas para tratar de salir del apuro. Se ha propuesto una “fiscalía especial”, se han realizado algunas detenciones y se han recuperado algunos cadáveres. El negocio de la extorsión de migrantes ha sido atribuido a los zetas, y con la denuncia viene la justificación: es el crimen organizado el culpable y el gobierno de Calderón es el paladín de esta lucha. Con ese argumento habrá que esperar a ganar la guerra contra el narco para solucionar el problema del secuestro, la violación y la extorsión de los migrantes en tránsito.

No hay una política para la migración en tránsito y este es un problema generalizado a escala mundial. Ciertamente no es un asunto de fácil solución, pero ya no es posible negar los hechos. La solución planteada hace años para la frontera norte, con la formación del Grupo Beta, fue una medida exitosa que todavía sigue vigente. Pero su trasplante mecánico a la frontera sur deja mucho que desear. Su función es, por decir lo menos, inoperante y ambigua.

La migración en tránsito es un tema de responsabilidad compartida entre los países de origen, tránsito y destino. Eso en teoría; en la práctica, los centroamericanos reclaman y exigen, México no sabe qué hacer y Estados Unidos se lava las manos.

El modus operandi de los secuestradores es ampliamente conocido, hay decenas de testigos y los rescates llegan por transferencias bancarias internacionales. Más que fiscalías especiales (de las cuales ya tenemos amplia experiencia) se requiere de comandos especializados en el combate de este tipo de delito.

Ya no es posible seguir con la política de la avestruz o la de echarle la culpa al vecino.˜

(Texto de Jorge Durand, La Jornada, 2/I/11).