“Si me matan… yo sacaré mis brazos de la tumba y seré mas fuerte…”, palabras maravillosas de Minerva Mirabal… palabras de mujer, infinitas, dichas desde un lugar del alma que nadie puede tocar ni dañar ni violar ni invadir ni asesinar ni encarcelar… ni nada… Las mujeres mártires resucitan para hablar de nuestra conciencia comprometida…. ¡Madres coraje! como Marisela Escobedo, paisana aguerrida… Voces que vuelven a ser sofocadas, brutalmente asesinadas, por atreverse a rebelarse contra una de las injusticias más grandes la humanidad, la muerte de una hija… Citando de nuevo a Minerva Mirabal “… Nada traduce la tempestad de mi alma…” Aquí desde este lugar donde hablaron desde Flora Tristán, las hermanas Mirabal, Digna Ochoa, las mujeres de Acteal, las desaparecidas por las redes de prostitución y trata, las mujeres asesinadas de Juárez… Marisela Escobedo… asesinadas por ser lesbianas, travestis y por último las asesinadas a cada instante víctimas de la violencia de los hogares… o las que hemos sido violentadas por nuestras propias parejas que han ejercido en nuestras hijas el delito más silenciado en el mundo, el abuso del poder en toda la extensión de la palabra… Las víctimas de la violencia en los hogares, una sociedad que ha hecho de los feminicidios una “heteronormatividad…” Desde este lugar incorrupto no envilecido, a corazón abierto, donde los aterradores contrastes son el pan de cada día. Como el ave Fénix, o Phoenicoperus como lo conocían los griegos, dentro de sus grandes virtudes, como el renacer de sus propias cenizas o sus lágrimas curativas… queremos romper el silencio… pero no como nos rompen a nosotras… Luchamos en contra de la custodia a la familia patriarcal, para desmercantilizar la existencia femenina, para que la tierra no sea mercancía, para que el agua no sea mercancía, para que la educación, el trabajo… y sobre todo para sustraer nuestros cuerpos del mercado.
(Texto de Carmen Vera, profesora de la UAM-X, La Jornada, 23/XII/10).
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