Cada día crece el mapa de la violencia. El país libra una guerra sin control, con una estrategia repetitiva y fallida. En 2010 el país se cubrió excesivamente de cadáveres, ejecuciones, narcofosas, asesinatos y captura de capos, que sólo anuncian nuevas caras y más matanzas. Terminó el 2010, año en el que la celebración del Bicentenario y el Centenario fueron una parafernalia costosa y poco significativa, año en el que el gobierno hizo el intento de dialogar con la sociedad para debatir la estrategia de combate a la delincuencia, pero no se cambió ni un centímetro la ruta. Y lo que ya se sabía: según un estudio avalado por la ONU, se calcula que el 73% de los ayuntamientos están bajo el control del narco. 2011 estará dominado por la lógica electoral. ¿Qué importa que siga la violencia y se acumulen los cadáveres?, ¿qué importa que México sea un Estado fallido?, ¿qué importa que sigan matando a las madres que piden justicia o a los periodistas que hacen su trabajo, o a los migrantes que buscan trabajo en Estados Unidos? No importa, mientras los políticos sigan con un altísimo financiamiento público, acceso a la televisión y los burócratas privilegiados tengan sus bonos de riesgo. Que el país se siga pudriendo.
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