jueves, 28 de abril de 2011

MUNICIPAL: Adelaido Gómez: ¿a los altares cívicos?

El ejército de reserva de escribidores del capitalismo, compuesto de charlatanes, corruptores de conciencias, entretenedores y demás fauna engaña bobos, vienen teniendo un papel importante en la contención de la conciencia de los lectores, papel que imprime la pasividad y marginación ante las contradicciones sociales que se agudizan llevando a la miseria intelectual absoluta a buena parte de la sociedad. Mientras aquellos a quienes encubren, por un lado les facilitan laobtención de prebendas a cambio de que vendan sus ideas sobre la realidad que les interesa a ellos, por otro, les mantienen como sacerdotes y dueños de la verdad. Les incentivan para que se pongan en primera fila, a la defensa de esos a quienes encubren. Objetivo: distraer, desenraizar, individualizar, y hacer que los lectores, difusores a su vez, se implanten ideas provenientes del inmovilismo y que desemboquen en la pasividad y en la disolución de la sociabilidad y del espíritu ético, descubridor, y transformador, que sería una de las labores de la verdadera literatura y de quienes se dedican a publicar sobre “hechos históricos”. Uno de ellos es Jesús Zamora, integrante de la mafia cultural de San Francisco, quien, en el mes de noviembre de 2010 se dedicó a publicar en el diario a.m. un texto que ensalza la figura de Adelaido Gómez, individuo que fue presidente municipal en dos ocasiones: 1936-37 y 1942-43. La influencia nefasta de este singular cacique se extendió por varias décadas durante el priato: Adelaido Gómez ponía y quitaba presidentes municipales, él sabía cómo moverse en las cañerías del sistema político para recomendar y acomodar a “su gente”; Adelaido Gómez llegó a atesorar una fortuna, como resultado de su actividad política, que hoy sería calificada como “inexplicable”; tuvo hijos legítimos, pero también los tuvo, y varios, fuera de su matrimonio. No es de extrañar que Jesús Zamora se preste a esta patraña, con la intención de elevar a los altares cívicos a uno de los políticos más corruptos en la historia de nuestro municipio en el siglo XX. Zamora, da crédito a un texto que, evidentemente fue hecho por encargo del propio Adelaido Gómez. Hoy, agradecido con quienes lo han promovido, Zamora paga los favores recibidos, avalando el contenido de un texto plagado de incienso, mentiras y exageraciones, muy propio de la época del priismo más ramplón. Y claro, como está escrito en un “periódico independiente” en el año 1940, entonces, para Zamora, tal bodrio es verídico, sin detenerse a investigar sobre su certeza y credibilidad, a partir del testimonio de gente que haya conocido, tratado y sabido de las andanzas del señor Gómez. ¿Por qué Zamora actúa como un servil burócrata cuando le da cauce a textos cargados de desfachatez encubridora? Lo más probable es que sea por conveniencia, para seguir ocupando un lugar privilegiado dentro del grupo que lo ha impulsado. Vayamos ahora a extractos del susodicho texto, haciendo la observación a nuestros lectores sobre la notoria exageración que éste destila: “Alto, fornido, de penetrante mirada perspicaz; de vigorosa contextura y asombrosa facilidad de conversación, es ADELAIDO GÓMEZ GUERRERO, el diputado que más arraigo ha sabido inspirar en el corazón del pueblo… (Cuando Gómez) sale electo Presidente Municipal, (lo hace) por aplastante mayoría, pues de todos los rincones del municipio acuden los trabajadores del campo, a ungir con su cédula el auténtico campesino, conocedor de sus necesidades y capacitado para atenderlas” (a.m., 8/XI/10). Más adelante, el texto desborda cursilería: “Muchas son las obras de beneficio que llevó a cabo en su periodo este infatigable elemento, y palpablemente se notó la huella del progreso y bienestar, por el que impulsó al industrioso municipio” (a.m., 15/XI/10). La idea de Zamora es vender un embuste como algo cierto, vender un adefesio como una forma de adquirir apariencia, aquí todo es apariencia, aparentar para ser del clan o lo consideren del clan, convertirse en alguien en apariencia inteligente, promocionando la vida de la burguesía, despreocupada del medio en el que vive y de los destrozos que arrastra. ¿Será que Zamora se ha convertido en un mercenario de la crónica histórica? Con este tipo de intelectualidad afín al régimen burgués que padecemos, todas las patologías del capitalismo se notan, de las maneras más odiosas, en sus “escribidores”. Es decir, todos aquellos que venden su voz y sus teclazos como mercancía. Algunos de ellos, incluso, contra su voluntad o su conciencia. El abanico de tonos, inflexiones, acentos, gritos, susurros y sentencias, ideados permanentemente para dar la apariencia de sabiduría, constituye una galería inmensa de creatividad saturada de subordinación y decadencia. Y es que, junto a la manía publicitaria, insoportable, de exagerarlo todo, se inocula al discurso mercantil de esta clase de “escribidores” y “cronistas”, el repertorio de supuestos fonéticos que emblematizan al “buen gusto”, al prestigio. No se habla con naturalidad, han naturalizado la idea bobalicona de que lo engolado, lo chillón, lo enfático y lo meloso son, entre otros, recursos impecables para fijar en las cabezas de la gente un lugar privilegiado para las mercancías de ocasión. El resultado es un remedo nauseabundo y deprimente, tributario voluntarioso del ridículo. No podemos, ni por chantaje ni por inconsciencia, ser tolerantes de las miserias burguesas, tan sonoras como las ridiculeces que vomitan, a cada instante, sus “escribidores” en nuestras propias caras y narices. Por todo lo anterior, le decimos a Zamora, usando palabras de Adolfo Gilly: “el historiador no va a buscar una imagen de futuro en la idealización o en la deprecación del pasado que investiga o imagina. Va a buscar las huellas verdaderas, la región donde se engendró el presente y, sobre todo, la región y el proceso donde se engendran los fantasmas del futuro, las imaginaciones del porvenir propio, los mitos prácticos que organizan las voluntades. Imagina, cuando la hora de crear adviene. Este crear es a partir de las condiciones y realidades presentes de sus vidas, no de una repetición del pasado o de un imposible regreso a él. Pero realidades son también experiencia y cultura material, herencias ambas de aquel pasado. Lo que permite y nutre esa imaginación es la experiencia, incomparablemente más real, material y duradera que los planes y los programas de las clases dirigentes para ordenar y regimentar las vidas dentro de su dominación. Es imposible pensar la historia como la sola historia del orden (de las instituciones, de los museos, de los gobiernos, de la ciencia, del arte…) sin pensarla también como la historia de la humillación, del desorden, del sufrimiento impuesto por el orden dado en cada época y lugar”.

(Basado en: Ramón Pedregal Casanova, rebelión, 21/XII/10; Fernando Buen Abad Domínguez, rebelión, 22/XII/10; Adolfo Gilly, desinformémonos, diciembre, 2010; a.m., noviembre 8 y 15, 2010).

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