domingo, 3 de enero de 2010

EDITORIAL: Panistas vengadores


EDITORIAL: Panistas vengadores

En la zona de Monterrey ha surgido la figura del vengador justiciero que, para combatir a la delincuencia está dispuesto a transgredir la legalidad y a actuar conforme a sus personalísimos criterios. Mauricio Fernández ha tomado posesión de la presidencia del municipio de San Pedro Garza García, municipio conurbado con la capital de Nuevo León. Luego de ser electo por segunda vez como alcalde, Fernández anunció que integraría un equipo de limpieza que actuaría con espíritu rudo para someter a la delincuencia desbordada. Héctor Saldaña, conocido como El Negro, líder de uno de los grupos de secuestradores de esa localidad, había advertido que tomaría represalias contra Fernández, quien el sábado 31 de octubre, en el marco de su toma de protesta, dijo: “Por cierto, ahorita me acaban de informar que El Negro Saldaña, quien aparentemente es el que estaba pidiendo mi cabeza, hoy amaneció muerto en el Distrito Federal y era el primer cabeza de secuestros en San Pedro Garza García”. El asesinato de cuatro personas, entre ellas El Negro Saldaña, fue en el Distrito Federal, y la policía capitalina tomó nota de los hechos cuatro horas después del anuncio hecho por Fernández. El alcalde Fernández dijo más en su discurso: “Les anuncio que me voy a tomar atribuciones que no tengo, porque vamos a agarrar el toro por los cuernos... Quiero dejar por demás claro: en el tema de drogas lo confrontaremos frontalmente y cualquier lugar que se tenga noticia de su venta será combatido por este gobierno municipal. No vamos a necesitar ni al estatal ni al federal. Directamente le vamos a entrar. Aquí la van a entender por las buenas o por las malas: no aceptamos ningún tipo de secuestros en San Pedro Garza García y la pagarán con su propia cara”. ¿Ha nacido un Fox empistolado para 2012? ¿Es un ensayo civil de supresión de la de por sí precaria legalidad? ¿Se extenderán los escuadrones de la muerte con sus multimillonarios capitanes? (Julio Hernández López, La Jornada, 3/XI/09).
El asesinato de El Negro Saldaña y sus acompañantes tuvo un objetivo mediático muy claro. Por eso sus cadáveres aparecieron en el Distrito Federal, para que causaran un efecto público mayor que si se les localizara en San Pedro y aun en Monterrey. Publicitar con gran estruendo estos homicidios daría aliento a una corriente autoritaria en la sociedad que se impacienta con justeza ante la incapacidad gubernamental para devolver la tranquilidad a los sectores que la hayan tenido y la perdieron. Mediante escuadrones de la muerte, parecería que la sociedad se hace justicia a sí misma, al margen del Estado. Es clara la barbarie que eso implica, porque los asesinos organizados hoy matan a presuntos delincuentes, pero mañana, pueden actuar contra usted. (Miguel Ángel Granados Chapa, Reforma, 3/XI/09).
Monterrey se ha convertido en una plaza “caliente”. La abierta actividad de los cárteles de la droga, sobre todo los Zetas y los Beltrán Leyva, se entremezcla con el incremento de crímenes como el secuestro y la extorsión y la ostentosa y al parecer inútil presencia de la jerarquía militar en puestos de mando policiaco. Las insólitas bravatas del presidente municipal de San Pedro Garza García son seguidas de la ejecución del general director de Seguridad Pública del municipio de García y cuatro de sus escoltas. Por las buenas o por las malas, la expresión del empresario-alcalde Mauricio Fernández Garza, podría convertirse en lema para unos y otros: autoridades y criminales… (Arturo Rodríguez García, proceso, no. 1723).
Si el alcalde panista de San Pedro Garza García, el magnate Mauricio Fernández, se regodea de integrar un grupo paramilitar para “limpiar” de criminales ese municipio neoleonés, y exhibe como sus primeros trofeos de guerra los cadáveres de cuatro presuntos secuestradores localizados en la Ciudad de México, es porque en el país se ha instalado la barbarie.
Aquí no caben las ambigüedades: Los escuadrones de la muerte o las bandas paramilitares que actuaron -y actúan aún- en países de América no sólo procedían contra delincuentes, sino contra quienes los miembros de la oligarquía local -que financiaban esas estructuras toleradas por la autoridad- identificaban como enemigos. (Álvaro Delgado, apro, 9/XI/09).

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