Los invisibles no son superhéroes, ni supervillanos, ni super nada, en todo caso son superpobres. Son los invisibles. Son los más desfavorecidos y además los más perjudicados de una sociedad basada casi exclusivamente en una infame y cruel estructura de ambición y codicia. Este modelo de sociedad genera, en su imparable proceso de creación y concentración irracional de riqueza, un molesto residuo denominado pobres. Para evitar las insoportables molestias que produce ver o tener pobres cerca, la sociedad de la codicia ha ideado un plan estratégico y logístico extraordinariamente eficaz. La clave es bien sencilla: la distancia. Partiendo de la inevitabilidad del residuo pobres, la sociedad de la codicia genera tales residuos en lugares lo más alejados posible de sus ciudades santas. Así, siguiendo la fórmula: “a mayor distancia, mayor pobreza” el sistema ha procurado durante decenios alejar de sí el molesto residuo pobres, llegando a crear grandes, gigantescos contenedores de pobres en territorios tan alejados y poco sospechosos de codicia como la casi totalidad de África, extensas zonas de Centroamérica y Sudamérica, y extensas zonas de Asia. Es tan eficiente el sistema, que la pobreza se ha convertido en seña de identidad de los citados territorios.
Los pobres son molestos para el sistema capitalista porque muestran su miseria (la del sistema) mostrando la suya (la de los pobres). La miseria es el combustible principal de que se vale la sociedad de la codicia. A mayor número de pobres, mayor generación de riqueza. A mayor nivel general de pobreza, mayor concentración de la riqueza. Los economistas modernos llaman a este fenómeno “eficiencia de los recursos”, o también, “ajuste de mercado”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario