La ley básica del capitalismo es tú o yo, no tú y yo: Karl Kraus
Jaime Verdín no ignora que el capitalismo es violento, valga la redundancia. Es obvio, pero hay que decirlo, el capitalismo es, sin lugar a dudas, violento, y salvaje. Más allá de la pura necesidad biológica de un canibalismo ancestral, el capitalismo devora sin necesidad, el capitalismo denigra seres humanos por ambición, el capitalismo compra conciencias y silencios. El capitalismo es cruel, infinitamente cruel.
Jaime Verdín sabe que el capitalismo desprecia la vida humana y antepone a ella los intereses materiales.
Jaime Verdín sabe que el capitalismo patrocina, promueve, mantiene y aumenta las miserias del pobre y los excesos del rico.
Jaime Verdín sabe que el capitalismo asesina por hambre a millones de personas todos los años en todo el mundo.
Jaime Verdín sabe que el capitalismo convierte en negocio cuantas cosas hacen desgraciado al ser humano (el hambre, la enfermedad, la guerra…).
Jaime Verdín sabe que el capitalismo privatiza beneficios y socializa pérdidas.
Jaime Verdín sabe que el capitalismo condena a un menor de edad a trabajar en condiciones similares a la esclavitud, para satisfacer la sobreexcitada demanda de determinado producto en el mercado capitalista, plagado de consumidores ciegos y pasivos.
Jaime Verdín sabe que el capitalismo invade países que tienen la mala suerte de estar situados encima de ingentes cantidades de petróleo, de litio o de cualquier cosa de valor temporal. Con el agravante de llamar “insurgentes” a los habitantes de los territorios ocupados que se oponen a tal invasión ilegal. Incluso llegando a enviarlos lejos de su país y a encerrarlos en cárceles también ilegales e instaladas en otros países distintos al del invasor.
Jaime Verdín sabe que el capitalismo, a través del uso indiscriminado de los medios de comunicación masiva a su servicio exclusivo, manipula, tergiversa y embrolla la realidad, con el fin de evitar que los ciudadanos de a pie la perciban tal y como es.
Evitando así cualquier pronunciamiento de disconformidad.
Jaime Verdín sabe que el capitalismo “adquiere” partidarios desde la cuna. Cuando uno de ellos recibe lo que se denomina “la mejor educación”, ésta incluye indefectiblemente la huella del capitalismo salvaje que, con el tiempo, habrá de volver al “partidario” contra sus semejantes en cuanto tenga oportunidad de ello. Haciendo que salga lo peor que un ser humano pueda llevar dentro.
Jaime Verdín sabe que el capitalismo criminaliza y marca como enemigo público, a todo aquel que plantea el más mínimo desacuerdo sobre sus medios o sus fines.
Jaime Verdín sabe que el capitalismo desprecia y ridiculiza a quien da muestras del más mínimo sentimiento humano.
Jaime Verdín sabe que el capitalismo es genéticamente fascista y excluyente.
Jaime Verdín sabe que el capitalismo es culpable de los siguientes delitos: Homicidio, Lesiones, Manipulación Genética, Detenciones Ilegales, Amenazas, Coacciones, Torturas, Agresiones Sexuales, Omisión del Deber de Socorro, Vulnerar el Domicilio, Calumnia, Injuria, Contra el Patrimonio, Contra el Orden Socioeconómico, Robo, Extorsión, Usurpación, Estafa, Apropiación Indebida, Insolvencia Punible, Alteración de los precios, Daños en propiedad ajena, Contra los Derechos de los Trabajadores, Contra los Derechos de los Ciudadanos Extranjeros, Contra el Medio Ambiente, Contra la Seguridad Colectiva, Falsedad Documental, Denegación de Auxilio, Cohecho, Tráfico de influencias, Malversación, Encubrimiento, Falso Testimonio, Usurpación de funciones, Contra la Libertad de Conciencia, Terrorismo; Tenencia, tráfico y depósito de armas de destrucción masiva, municiones o explosivos; Contra la Paz, Genocidio, Lesa Humanidad, Esclavismo, Contra los Intereses Generales.
A Jaime Verdín le tiene sin cuidado que el capitalismo sea el estadio superlativo del canibalismo ancestral, situación que se da cuando el caníbal ya ha saciado su apetito y aún queda carne fresca, rica, jugosa y tentadora, y además a nadie parece importarle que siga comiendo y comiendo. Así reviente. Por ello, Jaime Verdín será juzgado por la historia como un farsante indolente, que “supo” utilizar su puesto público para beneficio propio y de sus cómplices.
(Basado en: Víctort J. Sanz, rebelión, 30/IX/10).
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