lunes, 16 de noviembre de 2009
El incongruente
El incongruente sonriente que hoy pasea su arsenal de verborrea por los pasillos de Presidencia Municipal habla de austeridad, pero también de aumentar los sueldos a sus más íntimos, a sus adeptos e incondicionales. El incongruente habla de democracia mientras mantiene congelada su absurda sonrisa. El incongruente se ha rodeado de gente que ha demostrado su ineptitud en anteriores y foráneas administraciones municipales, como su siniestro director de Seguridad Pública, que tuvo que ser traído desde los fangosos terrenos de la represión y la corrupción en la vecina Purísima –“el tra¬ba¬jo que ha de¬sem¬pe¬ña¬do co¬mo direc¬tor de se¬gu¬ri¬dad, du¬ran¬te va-rios años, en va¬rios mu¬ni¬ci¬pios de nues¬tro es¬ta¬do es excelente”, declaró el incongruente días antes de tomar posesión del cargo de alcalde–. Eso, no tiene rostro. La tranquilidad social que busca el incongruente es la paz de los macanazos, de los gaseados, de los levantones, de los ejecutados. El incongruente cree que el mundo sigue detenido en aquellas épocas oscuras donde si no es por las buenas, será por las malas, de acuerdo a los mandamientos cristianos del catecismo yunquista. Ante la cruenta realidad, el único recurso que le queda al incongruente es el autoritarismo, la impunidad, el mal trato, la insidia para quien no piense igual que ellos, ni se someta a sus designios. Cuando no hay argumentos para convencer sólo resta la cobardía de la mentira, la falsedad, el ultraje. Eso sí, con la cara tapada y desde los oscuros sótanos de los acuerdos con quienes comparten su proyecto de perversión, es decir, con la burguesía local, beneficiaria de sus estrategias de muerte. Cobardes. Mil veces cobardes. Pero el pueblo, en su infinita nobleza, recuerda la propia y larga historia de opresión. Recuerda las pasadas administraciones, tan llenas de rastreros, de gusanos babeantes arrodillados ante el tirano en turno, irremediables saqueadores del erario municipal, parias sin futuro. Son los buitres revoloteadores sobre las ruinas que dejaron los brutales ladrones que los precedieron. No es casual que el incongruente, en un derroche de palabrería, caiga en la demagogia y la contradicción al proponer en su Misión de gobierno que “El modelo de gobierno que queremos fundar parte de la base de una necesidad de transformación tanto al interior de la administración municipal como al exterior en el (sic) práctica de las políticas públicas que repercuten de manera decisiva en la vida de cada uno de los habitantes de San Francisco”. ¿Cómo pretende que se le crea en su pretendida “transformación al interior de la administración municipal” si se ha rodeado de gente que viene con los vicios y mañas de las pasadas administraciones municipales tanto de San Francisco como de Purísima? Demagogia. Demagogia pura. Entre tanto, los flamantes funcionarios de la administración municipal 2009-2012, rostros viejos de tan conocidos que son, cual si fueran golpistas, sonríen apoltronados en los sillones que hoy los tienen de huéspedes por un tiempo, mientras sus militarizadas bestias, oscuras y cobardes, rastrillan el municipio. Camino a camino. Calle a calle. Esos “nuevos” funcionarios desnudan sus miserias y rencores gozando con ese festival de represión que los hace sentir poderosos. San Francisco tiene ya en su contabilidad lustros y lustros de orgías de políticos venales. San Francisco tiene lustros y lustros padeciendo a las mismas bestias, que cada tres años sólo cambian de máscara; políticos que no conocen la palabra dignidad, porque su vida está atravesada por la palabra “intereses” y desde allí todo es mezquino, tenebroso, maloliente. No entienden, porque desconocen el sentido del distinto, que más allá de una lucha de clases lo que está germinando en este tiempo es una cultura de liberación, contra una cultura de dominación. (Fuente: Virginia Giussani, argenpress, 1/X/09).
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