OPINIÓN: Movimiento de los indignados:
desde la Lacandona
Si
pensamos en el conocimiento y la acción de un movimiento mundial como el de los
indignados, pronto advertimos que hay problemas teóricos y prácticos
considerablemente distintos a los que se plantean en la academia, en los
partidos y los gobiernos. Afortunadamente tenemos la posibilidad de enriquecer
nuestro conocimiento con las preguntas que los pueblos se hacen y con las
respuestas que se dan.
Teorías
y prácticas que vienen de abajo y a la izquierda tienen la originalidad de
criticar al poder cuando éste se siente distinto de la sociedad y cuando se separa
de la sociedad.
Los
nuevos movimientos del pueblo plantean una democracia que corresponda a las
decisiones del pueblo, y que en caso de que se separe del pueblo dejará de ser
democracia.
Hoy
–escriben admirados dos profesores ingleses–, la movilización es gigantesca.
Nunca se había dado una de esa magnitud, y toda la movilización empezó en las
junglas de Chiapas con principios de inclusión y de diálogo.
Vemos
así que desde abajo y a la izquierda y desde las selvas tropicales surge un
movimiento que no sólo lucha por defender los derechos de los pueblos indios,
sino por la emancipación de los seres humanos.
A
esas aportaciones que de los indios de América vienen se añaden muchas más que
corresponden a las experiencias de múltiples culturas e historias y que crean
la historia universal de la lucha por la libertad, por la justicia y por la
democracia, lema que levantó el movimiento zapatista y que anda por el mundo
entero no como eco sino como las voces de un pensar y querer parecido.
En
todas las movilizaciones hay mucho de común. Todas o casi todas coinciden con
lo incluyente y con lo dialogal, y un número cada vez mayor, con la idea de que
el capitalismo corporativo es el origen de todos los problemas que afectan y
amenazan a la humanidad.
Y
es en medio de la riqueza y novedad de esta movilización mundial como se captan
una serie de reflexiones que vienen de abajo y a la izquierda y cuya respuesta
busca el triunfo de los indignados y de los pobres de la Tierra.
La
riqueza de las reflexiones y llamados es enorme y exige la atención la
profundización de algunos que enuncio escuetamente y en los que debemos
trabajar más:
1.
El llamado a perder el miedo antes que nada, que el movimiento zapatista
destacó como un requisito para pensar y actuar.
2.
El no pensar sólo en qué hacer sino en cómo lo hacemos.
3.
El precisar con quiénes –lo hacemos– en las distintas circunstancias.
4.
El aclarar nuestras diferencias internas con un nuevo estilo de discutir y
acordar.
5.
El rechazar terminantemente la lógica de la caridad. Y también la lógica del
paternalismo, pues ambas ocultan la manipulación. Caridad y paternalismo son la
cara buena de la cultura autoritaria.
6.
Combinar la lucha por los derechos de los pueblos, los trabajadores y los
ciudadanos con la lucha por la construcción de una sociedad alternativa en que
los colectivos de los buenos gobiernos practiquen el mandar obedeciendo.
Precisar con ejemplos en qué consiste la práctica del mandar obedeciendo.
7.
Dar los pasos necesarios para que el proyecto emancipador sea realmente
incluyente, y dé lugar a un trato respetuoso de las diferencias de raza, sexo,
edad, preferencia sexual, religión, ideología y nivel educativo.
8.
Redefinir los conceptos de la libertad, la igualdad, la fraternidad, la
justicia, la democracia... Redefinirlos en la vida cotidiana, en el aquí y el
ahora.
9.
Aclarar que las redes no son sólo redes informáticas. Aclarar que se han
organizado y se van a organizar redes de colectivos y de sistemas de colectivos
que permitan el predominio de las organizaciones horizontales sobre el mercado
y el Estado, que estimulen la cooperación y la solidaridad frente al
individualismo del mercado, y en que los encargados manden obedeciendo los
lineamientos que las organizaciones horizontales les den y no se sientan ni un
minuto por encima de ellas. Al mismo tiempo crear organizaciones centralizadas
y descentralizadas, como el EZLN, o como las policías de los pueblos del
sureste y como las autonomías municipales.
10.
Profundizar y promover los sistemas solidarios y cooperativos con flujos e
intercambios que acerquen la producción, el consumo y los servicios, por
ejemplo, la educación, salud, seguridad social.
11.
Actualizar constantemente los conocimientos sobre las contradicciones en los
propios movimientos emancipadores, y no sólo sobre las contradicciones
externas.
12.
Fomentar el respeto a la dignidad y a la identidad de personas y pueblos, sin
caer en el individualismo o el aldeanismo, y antes cultivando la emancipación
universal.
13.
Combatir el maniqueísmo, y retomar el tipo de discusiones que invocan a los
clásicos para comprender el aquí y el ahora, e incluir sus narrativas y
reflexiones en la memoria creadora de nuestras generalizaciones.
14.
Reconocer que en todos los grandes movimientos los pueblos –con una razón de
enorme peso– no se inclinan por una revolución violenta, sino por la ocupación
pacífica y multitudinaria de la sociedad y de la tierra.
15.
Pensar que 99 por ciento de la humanidad va a ganar esta lucha y que de su
triunfo y de la sociedad que construya dependerá la creación ecológica de un
sistema terrestre sostenible, capaz de satisfacer las demandas vitales de una
población creciente que hoy sufre hambre y frío por cientos de millones, y
capaz de impedir que continúe un sistema económico-político en que la industria
de guerra es el motor principal de la economía.
16.
Plantear cómo se lucha y gana pacíficamente en una guerra de espectro amplio
como la diseñada por el Pentágono. Si uno de los espectros es la guerra
violenta y armada, podemos luchar en los otros que comprenden la guerra
informática y cibernética, la guerra contra la educación, la guerra contra la
cultura, la guerra económica con la deuda externa y derivados, la guerra social
que deshace el tejido comunitario, familiar, de clase; la guerra ideológica y
seudo-científica neoliberal, cínica, recolonizadora y neofascista: la guerra
que destruye la biosfera y la guerra que siembra el terror acompañadas de la
guerra inmoral para cooptar, macro-corromper y someter a una humanidad que se
rinda y se venda.
17.
Insistir en que los pobres de la Tierra y quienes estamos con ellos debemos
enfrentar la guerra de espectro amplio en todos los espectros pacíficos
posibles: en el terreno de la educación para pensar y hacer, en el terreno de
la economía de la resistencia que cuida el pan y el agua, el fogón y el techo,
los servicios de salud y de seguridad: el tejido social de la familia y el de
la comunidad, y el de una clase trabajadora que reestructure la unión necesaria
de los trabajadores regulados y desregulados; en la lucha ideológica contra las
corporaciones, los líderes amarillos y las mafias que ocultan su guerra
depredadora con otras guerras no menos infames –como las del terrorismo, el
narcotráfico y la confusión... Y estar cada vez más conscientes de que la
guerra actual de intimidación y corrupción busca sobre todo el despojo de los
territorios comunales, de las parcelas campesinas, de las tierras nacionales,
de los bosques y las minas, de los viveros de petróleo y de los mantos
acuíferos; de los suelos y los subsuelos, de las costas y las tierras. Y no
conforme con oprimir a los pobres entre los pobres y a los habitantes de la
periferia mundial, en forma cada vez más abierta está empobreciendo a los
sectores medios y privando de sus derechos y de su futuro a los jóvenes y los
niños del mundo entero.
Con
los indignados de la Tierra hemos de enfrentar la nueva política del azúcar y
el garrote, de la corrupción y la represión macroeconómica que emplea el
capitalismo corporativo, con sus aliados y subordinados. Lo haremos,
conscientes de que somos cada vez más y de que serán cada vez más quienes en el
mundo entero luchen por lo que en 1994 sólo parecía ser una rebelión indígena
posmoderna y que en realidad es el principio de una movilización humana considerablemente
mejor preparada para lograr la libertad, la justicia y la democracia a que
todos aspiramos.
(Texto
de Pablo González Casanova, La Jornada,
4/I/12).
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