INTERNACIONAL: ¿Sigue Siria?
En
momentos en que se agrava la crisis política en Siria, el 15 de enero el
secretario general de la ONU, el sudcoreano Ban Ki-moon, se dirigió desde
Beirut al presidente de Siria, Bashar Assad, para exigirle que ponga fin a la
violencia y deje de matar a sus compatriotas. Tales palabras, lejos de
contribuir a una solución de la circunstancia violenta en ese país árabe, la
agravan, pues constituyen una abierta toma de partido del lado de las presiones
occidentales para propiciar un cambio de régimen en Damasco y socavan la
autoridad moral del principal organismo multilateral del planeta.
Independientemente del conflicto entre
el gobierno del partido Baaz y la oposición siria, es claro que ésta ha dado
lugar a una intromisión cada vez más abierta y descarada en los asuntos
internos de Siria, y que Washington y Bruselas están a la espera de un
pretexto, así sea endeble e inverosímil, para emprender allí una incursión
militar semejante a la que organizaron en Libia, a fin de imponer autoridades
dóciles.
Se
trata de un juego peligroso y de perspectivas necesariamente inciertas, como ya
deberían haber aprendido los gobiernos occidentales de las experiencias iraquí,
egipcia y libia, por cuanto la destrucción de los regímenes autoritarios, pero
seculares, en esos países, ha dado impulso a grupos fundamentalistas que a la
larga resultarán ser mucho más antioccidentales que las autoridades depuestas.
Resulta
hasta irónico que el emir de Qatar, representante de una de las satrapías
petroleras del golfo Pérsico, promueva ahora la idea de enviar tropas a Siria;
si hubiera coherencia en su propuesta tendría que enviarlas también al vecino
Bahrein, donde las revueltas populares y la represión de ellas por la monarquía
local ha generado una manifiesta ingobernabilidad. La diferencia principal
entre Bahrein y Siria es que el primero es base de la Quinta Flota
estadunidense y que Occidente, en vez de alentar y azuzar las protestas –como
ha hecho en Damasco–, ha respaldado al régimen del rey Hamad.
Desde
luego, la creciente violencia que enfrenta al régimen de Assad y diversas
organizaciones opositoras es preocupante e indeseable; la situación parece
desembocar en una guerra civil incontrolable. Pero una parte significativa de
la responsabilidad por esa perspectiva recae en la abierta injerencia de
Estados Unidos y Europa occidental, obsesionados por construir en Medio Oriente
un escenario en el que el Estado israelí pueda actuar sin ningún contrapeso.
Por si no fuera suficiente con la inestabilidad siria, tal injerencia agrega un
factor de desestabilización regional al cual contribuye ahora, de manera
lamentable, el secretario general de la ONU.
(Editorial
de La Jornada, 16/I/12).
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