lunes, 30 de enero de 2012


INTERNACIONAL: Irak: cosecha de barbarie

A casi un mes de que culminó oficialmente el retiro de tropas estadunidenses en Irak, se reproducen las olas de atentados. El pasado 5 de enero ocurrieron los más sangrientos desde los bombazos del pasado 22 de diciembre en varias zonas de esa nación, ese día hubo un saldo de por lo menos 73 muertos y decenas de heridos. En la ciudad de Nasiriya, un ataque suicida en medio de una peregrinación provocó la muerte de unas 45 personas, según autoridades locales; en la capital, Bagdad, cinco atentados con autos bombas en los barrios chiítas de Kazimiya y Sadr City dejaron una veintena más de decesos.
Tales hechos son una lamentable demostración adicional de que, tras casi nueve años de invasión de Washington y sus aliados en Irak y a pesar de las afirmaciones de Barack Obama, de que sus tropas dejaban un país “estable y autosuficiente”, esa nación no ha logrado recuperar la convivencia pacífica ni la normalidad institucional: lo primero queda de manifiesto con el recrudecimiento de la violencia tras la salida del ejército estadunidense de territorio iraquí; lo segundo, con la crisis política desatada a raíz de que el primer ministro de ese país, el chiíta Nuri al Maliki, acusó al vicepresidente Tariq al-Hachemi, de origen sunita, por presuntos actos de terrorismo, y responsabilizó a las autoridades de la región autónoma de Kurdistán de encubrirlo, con lo que se produjo una virtual fractura del pacto, suscrito en 2010, que estatuía un ejercicio del poder compartido entre las tres distintas facciones que coexisten en Irak.
A posteriori, ha quedado claro que la invasión ilegal, injustificable y bárbara emprendida por George W. Bush, y continuada hasta diciembre pasado por su sucesor, no sólo arrojó un saldo incalculable en pérdidas materiales y vidas humanas, sino también arrojó combustible al fuego de una confrontación sectaria que provocó centenares de miles de muertes entre 2003 y finales del año pasado, y que hoy, a la salida de las tropas estadunidenses, persiste y se intensifica.
Desde hace tiempo, diversos analistas han señalado que la proliferación de cruentos atentados en las principales ciudades de Irak ha ocurrido impulsada por los propios invasores con el fin de dividir a la sociedad iraquí, debilitar cualquier intento de resistencia y generar justificaciones para prolongar la ocupación. Tal hipótesis se ve reforzada por la política de alianzas establecida por Washington durante la permanencia de sus tropas en Irak: mientras ese gobierno expresaba, en el discurso, un rechazo tajante a negociar con grupos del fundamentalismo islámico, hacía componendas con facciones que bien pueden entrar en esa caracterización, como las organizaciones chiítas opositoras al partido Baaz, formación política de corte secular, predominantemente sunita y sostén principal del depuesto régimen de Saddam Hussein. Ante la evidencia de esa dinámica perversa, la comunidad internacional tiene un elemento adicional para condenar y rechazar tajantemente los sempiternos afanes belicistas y colonialistas de la superpotencia.
(Editorial de La Jornada, 6/I/12).

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