NACIONAL: Esperando a Max, ¿o es sólo a
Miramón?
Con
una brillante jornada, histórica y a la vez visionaria, el pasado 14 de
diciembre los diputados lograron llevar al país nuevamente al siglo XIX, del
cual nunca debió salir, a decir de algunos de los hombres y mujeres más
importantes de este país, incluidos Felipe Calderón, su flamante secretario de
Gobernación, algunos ilustres empresarios y, desde luego, los máximos dignatarios
de la segunda más antigua institución que existe en esta región del mundo,
conocida como Occidente.
Fue
así que ese día memorable de 2011 los diputados federales, luego de discutir
por cerca de siete horas, dieron este importantísimo paso, que otorga a los
mexicanos nuevamente el derecho de expresar libremente, en las calles y plazas
de este país, su devoción a los claros preceptos del cristianismo, dando así
cumplimiento a la promesa que recibiera el propio Papa, de una comisión
unipersonal, aparentemente formada por un culto representante de quienes hoy
gobiernan nuestro país (en una clara reminiscencia de lo que sucedió hace unos
150 años, cuando otra comisión de patriotas ofreció el trono de México a un
distinguido príncipe de la casa de Habsburgo), para restituir este derecho de
todos los mexicanos de ser conducidos por el único camino posible a la felicidad,
el cual les había sido arrebatado cobardemente desde aquellos años por un grupo
de facciosos, intolerantes y amargados, que en un albazo sacrílego habían
logrado establecer el Estado laico, defendiéndolo luego de manera
incomprensible en contra de las mayorías silenciosas de los mexicanos creyentes
y de buenas familias, cometiendo todo tipo de hechos violentos, que culminaron
de manera cobarde y vergonzosa con el asesinato del emperador que representaba
las únicas posibilidades de progreso para nuestra nación en aquel tiempo.
De
esta manera los principios sagrados por los que han luchado tantos hombres y
mujeres, quienes orgullosos de su fe nos permitirán ahora recibir con la frente
en alto al mismo Papa, el enviado de dios, que en marzo visitará nuestro país
con su mensaje de amor, para instruirnos sobre la importancia de otorgar
nuestro voto a quien en su inmensa sabiduría él nos indique, para dirigir los
destinos de nuestro país por el camino del bien, la devoción y la fe, que tanta
falta nos hace en estos días de caos y de violencia, promovida por los
delincuentes y los enemigos del orden y las buenas costumbres.
Ahora
vendrán los tiempos en los que las personas decentes podremos expresar con
júbilo nuestra fe y nuestros compromisos, imponiendo nuestras ideas y
principios a quienes se oponen y se han opuesto a nosotros, no sólo en aspectos
de la conciencia, sino también para apoyar otras causas relacionadas con la
conducción del país y con la buenas costumbres.
El
paso siguiente será lograr que algunas otras leyes sean derogadas por inútiles
y contrarias a la realidad en todos los campos de la vida política y social,
desde la educación y la cultura que reciben nuestros hijos, y en especial los
hijos de quienes no tienen recursos para pagar colegiaturas y se ven obligados
a recurrir a las escuelas públicas, hasta los relacionados con el derecho a la
vida y la proscripción del libertinaje.
Las
nuevas libertades logradas con la derogación del anacrónico artículo 24 nos
permitirán, en el futuro, no sólo aislar a quienes profesan religiones,
creencias y maneras de pensar diferentes a las nuestras, sino hacerles ver que
son minoría y que por ello deben sujetarse a la voluntad mayoritaria de nuestro
pueblo, comprendiendo que es sólo por nuestra tolerancia que les permitimos
coexistir con nosotros. Pero, aun no cantemos victoria, las modificaciones a la
Constitución, aprobadas por los diputados, habrán de enfrentar duras críticas
de nuestros enemigos, antes de su confirmación en la Cámara de Senadores, por ello
es necesario estar alertas desde ahora, para impedir que nuestros enemigos
detengan este noble proceso que ha sido posible, gracias al apoyo de
gobernadores, funcionarios y legisladores comprometidos con el actual proceso
de modernización que ha tenido el país durante los últimos 11 años, como nunca
se habían dado en la historia moderna de México.
(Texto
de Enrique Calderón Alzati, La Jornada,
31/XII/11).
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