Empachados
del discurso autocomplaciente de tantos metidos a pastores de cuerpos o de
almas –¿verán la abismal diferencia entre sus niveles de acción y de
congruencia?– mejor hurgar en las ideas de Michel Foucault, que al hablar del
papel del intelectual dice que “consiste en mostrar a la gente que son mucho
más libres de lo que se sienten, que la gente acepta como verdad evidente
algunos temas que han sido construidos durante cierto momento de la historia y
que esa pretendida evidencia puede ser criticada y destruida. Cambiar algo en
el espíritu de la gente, ése es el papel del intelectual con un espíritu
alerta”.
Para
entender las visitas papales a distintos países en fechas determinadas y con
propósitos concretos, hay que recordar “la pastoría, ejercida por individuos
que en la primitiva sociedad cristiana desempeñan el papel de pastor en
relación con los demás individuos que son para ellos sus corderos o su rebaño
(…) la introducción de este tipo de poder, de esta forma de dependencia, de
dominación en la antigua sociedad romana, es un fenómeno inédito muy
importante.
“En
la sociedad antigua griega o romana –agrega Foucault en memorable conferencia–,
nunca se concibió que ciertos individuos pudieran desempeñar el papel de
pastores de otros, para guiarles a lo largo de toda su vida, desde el
nacimiento hasta la muerte. En la literatura griega y romana los hombres
políticos jamás fueron considerados pastores espirituales, ni siquiera
pastores.
“Cuando
Platón se pregunta en la Política –prosigue Foucault– quién debe regir una
ciudad, no habla de un pastor, sino de un tejedor que organiza a los diferentes
individuos de la sociedad como los hilos que anuda para formar un bello tejido.
El Estado, la ciudad, es un tejido, y los ciudadanos son los hilos del tejido. No
existe la idea de rebaño ni la de pastor (…) El compromiso colectivo es
horizontal más que vertical.
“¿En
qué consistiría –se pregunta– este poder pastoral tan desarrollado en Egipto,
en Asiria y entre los hebreos? En que se opone al poder político tradicional,
en la medida en que no se ejerce sobre un territorio: el pastor no reina sobre
un territorio, reina sobre una multiplicidad de individuos. Reina sobre
corderos, sobre bueyes…”.
Siguiendo
dócilmente al pastor en turno, por alejado que esté su pensamiento de la
realidad de los países que visita, es lo que cabría agregar en estos tiempos de
complicidades devotas sin límite.
(Texto
de Hernán González G., La Jornada,
26/III/12).
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