Política,
religión y crimen organizado. Si esto hubiera ocurrido en Brasil, sería una
gran telenovela, pero en México los culebrones no se ocupan de nada que tenga
el menor atisbo de realidad. En lugar de eso, la noticia controlada: la visita
de Joseph Ratzinger convertida en la exacerbación de la doble moral, la
mediatización del fanatismo y la disputa por la influencia sobre una masa
católica tan grande que es la segunda nación con más seguidores en el mundo.
Las emisoras televisivas elevadas a púlpito distorsionan la memoria histórica
de las guerras por el laicismo libradas en este país en los siglos XIX y XX y
sepultan en la generalidad de la conmiseración cristiana a los casi 60 mil
muertos por la violencia y la corrupción solapada o promovida por el gobierno
conservador de Felipe Calderón.
En
pleno proceso electoral para elegir nuevo presidente de la República el próximo
1º de julio, los candidatos punteros Enrique Peña Nieto y Josefina Vázquez Mota
se dan fraternalmente la paz y acuden a la misa oficiada por Ratzinger,
mientras el candidato de las izquierdas, Andrés Manuel López Obrador, se olvida
por un día de su eterna referencia histórica: Benito Juárez, benemérito de las
Américas, el mayor liberal de nuestra historia, quien hizo de México un Estado
laico al separar para siempre al gobierno y a la Iglesia Católica. O eso
creíamos, porque el jefe del Estado Vaticano es recibido con la noticia del
avance legislativo de una reforma constitucional que permitiría a los curas
operar radio y televisión, dar instrucción religiosa en escuelas públicas, ser
candidatos a puestos de elección popular y oficiar ceremonias religiosas en
espacios públicos sin previa autorización gubernamental.
El
reino en la tierra de los canales televisivos da cuenta de la contrarreforma y
su cobertura de la misa del domingo 25 de marzo llega a la abyección, en
sintonía con el despliegue de recursos públicos derrochados en cobijarse bajo
el manto de una fe que cada vez les alcanza menos.
Felipe
Calderón convertido en el primer acólito de la nación. Así como hace seis años
se apoyó en el Ejército para simular legitimidad en el cargo de presidente,
hoy, casi 60 mil muertos después de declarar la guerra al narcotráfico, acude a
la religión como acto de campaña de su partido. Calderón juega a los dados con
la democracia y viste de blanco a los hijos de Juan Camilo Mouriño y de
Francisco Blake Mora, sus dos secretarios de Gobernación muertos en accidentes
aéreos, para que liberen palomas blancas desde un balcón, el sábado 24.
Calderón convierte la reunión de jefes de Estado en acto de contrición y planta
frente al Papa a víctimas de la violencia, sólo las ocho que él eligió,
provocando la vergüenza vaticana que primero niega que el acto haya ocurrido y
luego lo minimiza como un simple “saludo”. Calderón se forma el primero para
recibir la comunión durante la misa televisada, a la que acuden los tres
candidatos presidenciales.
Ratzinger
no se dio por enterado de la narcotregua que desde días antes de su llegada
a Mé xico anunciaron Los Caballeros
Templarios (un desprendimiento del cartel de La Familia Michoacana), en mantas
colocadas en media docena de ciudades del estado de Guanajuato en las que
anuncia una “narcotregua” y se desliga por anticipado de posibles actos de
violencia. Por las dudas, hay 17 mil elementos para la seguridad papal. Como
sea, la narcotregua parece haber funcionado. Los relativamente pocos muertos
durante la estancia de Ratzinger dan un respiro a la psicosis nuestra de cada
día, aunque no faltan los que caen en la tentación de seguir jalando del
gatillo. Hay quien bromea y pide que Ratzinger se quede otro tiempito entre
nosotros, los pecadores.
En
su papel de papa, Benedicto XVI lamenta la violencia y expresa su deseo de que
el país la supere, pero deja esa tarea a su dios y a la virgen de Guadalupe, a
quienes pide su intercesión. Eso se lo agradecen hasta los que son ateos
extremos, habida cuenta de la incapacidad gubernamental en éste y casi
cualquier otro tema por los que el Papa, lamentablemente, parece que no va a
orar.
Da
para un rosario: Por las miles de víctimas mexicanas de la pederastia clerical,
ignoradas durante décadas por la Iglesia Católica, particularmente aquellos
ultrajados por Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, protegido
por Karol Wojtila, el anterior Papa, y a quienes Ratzinger se negó a recibir...
Por los adolescentes que optan por asesinar su futuro contratándose como
sicarios... Por la muerte impune de 46 niños y el calvario de las heridas a
otros 76 en la guardería ABC en Sonora, hace ya casi tres años, por las que se
responsabilizó a 19 funcionarios estatales y federales, pero sólo una persona
ha sido juzgada... Por los más de tres mil desaparecidos en los últimos cinco
años (hay quien dice que son 10 mil...). Por los cientos de miles de
desplazados por la violencia (son 150 mil nada más en Ciudad Juárez) que huyen
incluso al extranjero... Por los “daños colaterales”, como miserablemente les
llama el gobierno derechista a los miles de muertos en fuego cruzado y en
ejecuciones sumarias a manos de las fuerzas armadas o de pandillas
criminales... Por los 50 millones de pobres que cada día están más cerca de no
tener ya nada que perder...
(Texto
de Gerardo Albarrán de Alba, página 12,
26/III/12).
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