Con
un candidato presidencial que presume hasta de su ignorancia, cobijado por los
monopolios que le prometen el cuidado de su imagen televisiva, y con una
candidata que fue tan débil durante la mitad de este sexenio que hizo hasta lo
imposible para entregar la educación nacional en charola de plata al grupo
cerrado que comanda el oprobioso sindicato magisterial, es ignominioso lo que
de política aprenden las actuales generaciones de niños y jóvenes.
En
cuanto a la educación primaria, lo que aprenden no sirve para el 40% de los
niños porque no les permite continuar con sus estudios de secundaria. De los
que logran ingresar a este segundo nivel, lo que memorizan o repiten tampoco
sirve a la mitad de ellos para continuar con sus estudios de bachillerato. Los
más necesitados de ambos niveles (una minoría del 10%) optan por los estudios
técnicos o terminales de educación media superior, pero muchos de quienes
consiguen ingresar a un bachillerato propedéutico no pueden aspirar a continuar
con sus estudios superiores, debido a sus deficiencias en habilidades básicas
en lectura, en razonamiento lógico y matemático, y en sus capacidades para
comunicarse de forma verbal o escrita, así como para construir conceptos que
permitan analizar los avances de una disciplina determinada.
A
la injusticia social que reproduce el sistema educativo, que va segregando y
expulsando a millones de personas, primero por la vía de la reprobación (uno de
cada tres reprueba al menos una materia entre cada ciclo escolar) y luego por
desidia o insatisfacción cuando esa persona alcanza la extra-edad respecto de
su generación escolar, ahora se han agregado una verdadera ineficacia
pedagógica y mala calidad de los procesos académicos y educativos, para no
hacer referencia a las condiciones físicas en las que se desarrollan los
aprendizajes.
En
general, en lectura, matemáticas y ciencias los alumnos mexicanos están 20% por
debajo de sus pares urbanos de unos 30 países, y se llega al extremo de la
ineficacia entre la población rural o indígena, que se halla en el verdadero
abandono. La mitad de los alumnos en educación media superior cuentan apenas
con niveles elementales de lectura (el nivel de Enrique Peña Nieto), mientras
que el 46% no pueden resolver ejercicios básicos y simples de matemáticas.
Y
luego exigen pasar pruebas y más pruebas, cuando no han podido garantizar que
se aprenda en forma adecuada. Ocurre tal y como lo reseña William Ospina para
el caso de Colombia, país con el que vamos encontrando muchos parecidos:
“Pretende estar poniendo a prueba los conocimientos y la idoneidad de los
estudiantes, cuando en realidad está encubriendo su escandalosa ineptitud para
ofrecer cupos a todos los graduados y para garantizar la continuidad del
proceso. A muchos de los que logran sobrevivir a la contienda todavía los espera,
al final de su experiencia universitaria, la frustración posterior de no
encontrar oficio y descubrir con asombro, después de lustros de supersticiones
académicas, que se ganan mejor la vida los traficantes y los contrabandistas
que los jóvenes letrados con sus laureles todavía verdes sobre sus sienes”. (La
escuela de la noche, editorial Norma, Bogotá, 2008, página 195.)
La
educación es el futuro, repiten incansablemente los candidatos de la
superficialidad y la ignorancia, pero ellos han sido quienes la han
desacreditado y desechado en el pasado, mientras que en el presente siguen
siendo reproductores de lo que sólo es materia imprescindible de su demagogia.
Primero tendrían que ser educados ellos mismos, y deberíamos hacerles pruebas
de que saben de lo que están hablando, sobre todo cuando se refieren a lo que
se enseña y aprende en la vida y en la escuela, porque, a partir de lo que
dicen, se ve que no saben qué es la educación ni tienen conciencia de que la
falta de ésta es el problema más grave para el desarrollo del país.
No
habrá avance en la reconstrucción del tejido social, que se ha vulnerado y
resquebrajado por todos lados, si no se entiende que la educación debe cambiar
sustancialmente, que debe ser transformada de raíz y contar con leyes, políticas
y mecanismos harto distintos a los actuales. Por supuesto que esto es más que
válido para las personas que han estado malbaratando la educación, volviéndola
una mercancía para el lucro desmedido, o haciendo de ésta un botín para su
entero beneficio. Esas personas de plano deberían hacerse a un lado de forma
definitiva, sólo por educación.
(Texto
de Axel Didriksson, proceso.com,
24/III/12).
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