jueves, 24 de mayo de 2012

INTERNACIONAL: Repsol: expropiación y vergüenza




El titular del Ejecutivo federal, Felipe Calderón, calificó el 16 de abril de “muy poco responsable y muy poco racional” la decisión de la presidenta argentina, Cristina Fernández, de enviar al Congreso de su país un proyecto de ley de expropiación de la empresa petrolera YPF, filial de la transnacional de origen español Repsol, en un esquema que distribuye la propiedad de la compañía en 51% para el gobierno federal y el 49% restante para las provincias productoras de hidrocarburos.
Con esas palabras altisonantes, contrarias a los usos diplomáticos y notoriamente improcedentes, Calderón da un paso más en sus expresiones de malestar ante la actitud soberana del gobierno de Buenos Aires en su confrontación con Repsol.
El presidente español, Mariano Rajoy, y otros integrantes de su gobierno –que actúa más como defensor de los intereses empresariales que como representante de todos los españoles–, han montado en cólera por el ejercicio de soberanía efectuado por Argentina y que, como parte de sus acciones para impedir la expropiación, pidieron a Calderón que interviniera en el conflicto.
Hay que agregar que la administración calderonista ha otorgado a la transnacional energética contratos multimillonarios que resultan lesivos para el interés nacional, le ha dado múltiples concesiones para la explotación petrolera, en contravención de los términos del artículo 27 constitucional; ha involucrado a la Comisión Federal de Electricidad (CFE) en adquisiciones masivas de electricidad producida por esa y otras corporaciones extranjeras, en detrimento de los consumidores, y recientemente comprometió a Pemex en la adquisición de paquetes accionarios de Repsol, adquisición que tuvo visos de ser una suerte de “rescate” de la empresa, y que generó pérdidas considerables para el erario mexicano.
Por último, es deplorable y vergonzoso que el gobierno mexicano, en vez de comportarse en forma solidaria con una nación hermana, haya optado por alinearse con el capital transnacional, haya transgredido las formas y las maneras de la diplomacia y se arriesgue incluso a provocar un incidente diplomático con tal de cuidar los intereses de un corporativo que tantas pérdidas ha causado a las finanzas públicas de México.
(Editorial de La Jornada, 17/IV/12).

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