jueves, 24 de mayo de 2012

EDITORIAL: Final de espaldas a la realidad






En un ritual ajeno a la formalidad republicana establecida en las leyes, Felipe Calderón formuló el pasado 28 de marzo en el Auditorio Nacional una larga exaltación propia y un desmedido autoelogio, a fin de “rendir cuentas” ante una decena de miles de funcionarios y de burócratas acarreados. Para empezar, Calderón presentó una justificación de su estrategia antidelictiva y de seguridad pública, emprendida y aplicada desde hace cinco años con dudosa legalidad y peores resultados, y afirmó que si él no hubiera “atacado el problema”, “una parte del territorio nacional estaría hoy dominada por capos”, “no habría libertad para la gente, ni habría paz, ni habría tranquilidad” y el próximo gobierno “se habría encontrado con instituciones completamente infiltradas por los delincuentes”, así como “con una sociedad arrodillada frente a los criminales”.
Por lo demás, Calderón realizó un repaso de cifras alegres en materia de salud, educación, migración, economía, finanzas, infraestructura y política social. Arremetió contra los indicadores que señalan el crecimiento de la pobreza durante su administración, negó el declive sostenido de los resultados educativos y presentó cifras sobre salud, vivienda, infraestructura, escuelas construidas, becas, apoyos, inversión pública y atención a mujeres –entre otros rubros– muy semejantes a las que recitaban los mandatarios del ciclo priista cada primero de septiembre. Dijo, para resumir, que “México es mejor que lo que lo que era hace seis años”.
Con un tono inconfundible de cierre y despedida, la administración calderonista entra en su último semestre de la misma forma en que empezó: frente a auditorios blindados ante el disenso, irregular con respecto a las maneras republicanas y de espaldas a la realidad.
Los locutores a sueldo, carentes de ética, lo secundaron con coros de alabanza sobre “sus logros humanistas”. ¿Logros, y además humanistas?, preguntaron los asqueados mexicanos: 15 millones adicionales de pobres; ambiente de violencia y barbarie que menoscaba las garantías fundamentales de las personas y que no ha podido ser atenuada por el gobierno federal; más de 50 mil muertos por la inseguridad; desempleo; informalidad creciente; salarios de hambre; deterioro pronunciado en las condiciones de subsistencia de las mayorías; bienestar en el suelo; encarecimiento injustificable de tarifas y servicios públicos, empezando por el de los energéticos; persistencia del patrimonialismo y la opacidad en la conducción de los recursos públicos; el “avance” económico más bajo en casi tres décadas; crecimiento en 142% de la deuda contratada por el gobierno federal en este sexenio; corrupción a galope; concentración de la riqueza; saqueo de la nación; sexenio perdido. ¿Logros?
(Basado en Editorial de La Jornada, 29 y 31 de marzo, 2012; Carlos Fernández-Vega, La Jornada, 29/III/12).





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