El
primero no es necesariamente su tendencia al lapsus linguæ ni su condición de mentirosa compulsiva –no
terminaba de afirmar “de manera clara y contundente” que no había contratado a
Antonio Solá cuando en las redes sociales se exhibían pruebas de lo contrario–,
sino la imposibilidad de deslindarse de su propia trayectoria como alta
funcionaria en las administraciones de Fox y de Calderón.
La
abanderada panista puede prometer lo que sea en materia de democracia, revisión
de la estrategia “de seguridad”, reforma del sistema educativo, diálogo,
crecimiento, probidad, transparencia, más lo que se le ocurra, pero cada una de
sus promesas ha de cargar
con el lastre de los saldos de
desastre del foxismo y del calderonato.
Un
dilema irresoluble que en las próximas semanas puede hundir la candidatura de
Vázquez Mota –si antes no la torpedea abiertamente el propio Calderón– es que
la aspirante presidencial panista no es capaz, so pena de demolerse a sí misma,
de señalar abiertamente la herencia de corrupción monumental, ilegalidad,
autoritarismo, insensibilidad social, protección a la impunidad, desastre
económico, naufragio de la seguridad pública y enorme derrama-miento de sangre
que deja este desgobierno. Tampoco puede, por supuesto, sumarse al mensaje de
despedida del calderonato según el cual México se encuentra en el momento más
glorioso, próspero, pacífico, transparente, democrático, equitativo y luminoso
de su historia.
Atrapada
en esa disyuntiva, Vázquez Mota podría refugiarse en la exposición de sus
propias formulaciones sobre los asuntos del país, de no ser porque –segundo
problema– no las tiene. Ante tal carencia, se limita a arranques como el que
sigue, aparecido en febrero pasado en la página web josefina.org.mx, y que se
transcribe en forma literal, con puntos, comas, mayúsculas y minúsculas:
“Definimos
nuestro proceso de construcción de Propuesta como un proceso participativo y
ciudadano sustentado en una metodología de Proceso de Diseño Dialógico
Estructurado; es decir, como un proceso en el cual, el diseño de la visión de
país y de las líneas estratégicas de política pública y programas son el
resultado de un diálogo sistematizado entre ciudadanos, expertos,
representantes de los sectores, académicos, representantes de la sociedad civil
organizada, funcionarios públicos y políticos, en cada uno de los ejes
temáticos definidos en la Propuesta”.
En
noviembre de 2011 Vázquez Mota publicó una cosa llamada Nuestra oportunidad/ Un
México para todos (Aguilar), presentada a la opinión pública desde febrero de
2004. El volumen de la panista pretende hilvanar algo a partir de la
transcripción de pláticas con reales o supuestas exponentes de la política, las
finanzas, la economía, la diplomacia, la policía (por Joaquín Villalobos) y el
futbol (por Emilio Butragueño) de diversos países, todas las cuales le dan ideas
para gobernar a México; todo ello, precedido por “un ensayo sobre el México
futuro que podemos construir” en el que se muestra, dice, “el México posible en
lo económico, en lo social, en lo internacional”. Las 40 páginas de lo que la
autora llama “ensayo” están escritas mal y a la carrera, con descuidos tan
evidentes como repetir párrafos completos en una misma página, llenas de
errores por desconocimiento (FMNL por FMLN, Sánchez de Lozado por Sánchez de
Lozada, etc.) y plagadas de frases huecas del tipo “nuestra realidad puede
llevarnos al pesimismo y a la desesperanza. Por eso es muy importante entender
correctamente los problemas para poder construir soluciones” (p. 37).
La
ambigüedad y el cantinflismo proliferan casi en cada párrafo del texto. Un
ejemplo curioso de la nulidad de su propuesta para un “México posible” es que a
lo largo de esas 40 páginas no aparecen las palabras “agro”, “campo” o
“campesino”, a pesar de que en este país hay 24 millones de ellos (Inegi,
2010). Las únicas referencias al sector rural son la mención de la necesidad de
“recuperar bosques y selvas... procurando la vocación silvícola de buena parte
del territorio” (p. 40), y una enumeración jalada de los pelos, pero
retóricamente pretenciosa: “Es el tiempo del ciudadano, de las amas de casa, de
las mujeres que tienen diversos roles, del estudiante que quiere llegar a ser
el mejor profesional, del pequeño empresario que levanta la cortina de su
negocio cada mañana, del chofer y del agricultor”.
Para
una candidatura presidencial es grave la atadura irremedibale con un régimen
neronesco. Más grave es no entender nada de nada.
(Texto
de Pedro Miguel, La Jornada,
3/IV/12).
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