jueves, 24 de mayo de 2012

EDITORIAL: Bienvenidos a bordo




Luego de un raro periodo de relativa contención obligada de candidatos y partidos, arrancaron las campañas electorales entre signos preocupantes de distorsión, mercantilismo, predominio de poderes fácticos (principalmente las televisoras), desánimo ciudadano, mezcolanzas y anemias ideológicas y programáticas, uso desbordado de recursos públicos y la presencia amenazante del narcotráfico como instrumento de desestabilización, veto, financiamiento y obstrucción.
Más allá del contenido de sus producciones audiovisuales, sus discursos y proclamas, la esencia del combate electoral está precisada: un priista apoyado por los factores más oscuros de su partido, la rectoría de la inconciencia patria (mejor conocida como Televisa) y la desesperación ciudadana que busca mejorar el trágico panorama actual regresando al regazo de tres colores; una panista de precariedades propias y pifias inducidas que cree contar con el apoyo del taimado ocupante de Los Pinos, de la cúpula eclesiástica (que juega a dos cartas: con JVM y con EPN) y del voto del segmento social conservador que  busca la  continuidad de la mano dura felipista, y un (todavía) perredista apoyado por una base social de izquierda ajena a partidos y por tres de estos que buscan mejorar votaciones propias y ganar más prerrogativas económicas y cargos para elencos poco presentables, y por una extendida pero confusa (además de volátil y desorganizada) percepción amplia de que se necesita un cambio político que no pase por el bipartidismo gemelar de PRI y PAN.
Uno parapetado tras los prodigios videograbados con los que las televisoras lo suplirán; otra hablará y hablará como fórmula para no decir nada que vaya más allá del manual de la superación personal combinada con un cantinflismo agravado en momentos de crisis, y el tercero se moverá entre paraísos amorosos de oportunidad, selectivos perdones de alto nivel y el adelgazamiento de la oferta de 2006 para ver si así logra colarla ahora por las puertas del poder.
Así que, alegrémonos, gocemos todos de las cascadas de mensajes electrónicos y promesas diversas, a los ríos de dinero en los dos bandos unidos en lo esencial (el copete y la falda), y al nuevo intento desde los poderes para marginar al lopezobradorismo y a la izquierda en general. Bienvenidos al circo electoral. Ya los candidatos han deslizado sus verdaderos proyectos, sus habilidades en la conducción y lo que se espera al final.
Por lo pronto, el 28 de marzo, Felipe Calderón tuvo una aparición triunfal en Tercer Grado, el programa de análisis político que Televisa realiza semanalmente. Como si fuese una continuación del simulacro de informe que había realizado horas antes en el Auditorio Nacional, se dedicó a desgranar los múltiples logros que asigna a su gobierno, sin que alguna enjundia periodística de los entrevistadores le colocara en aprietos ni le impidiera tomar el control de la sesión, al grado de asignar o posponer el uso de la palabra, contradecir categóricamente algunas preguntas y opiniones y enardecerse con el tema del narcotráfico al defender su política bélica. Entre otras cosas, habló de él como consorte de Margarita Zavala a quien ve como presidenta de México en 2018; se aferró a tratar de justificar los incidentes de la Estela de Luz que significaron corrupción y encarecimiento, y le agradeció a López Obrador el gesto del perdón otorgado, pero dijo no necesitarlo, pues aseguró que él había ganado limpiamente las elecciones, y calificó al tabasqueño de “perdonavidas” (Texto de Julio Hernández López, La Jornada, 30/III/12).
Aunado a lo anterior, y desde la perspectiva de John M. Ackerman (La Jornada, 16/IV/12) cada vez es más evidente que finalmente no se cumplirá la amenaza de ruptura de la coalición PRI-PAN que se vislumbraba al principio del proceso electoral. Desde la reunión privada que sostuvieron Felipe Calderón y Pedro Joaquín Coldwell en Los Pinos el 27 de febrero, ha habido un acercamiento real entre estos dos partidos que se han repartido el poder federal desde 1988. La campaña de Josefina Vásquez Mota existe más para negociar posiciones e impunidades con el PRI que para conquistar la silla presidencial. Calderón, parece más preocupado por su legado histórico y su futuro personal que por la continuidad del PAN en el poder o por honrar la memoria de su padre. Aprovechó la muerte de Miguel de la Madrid, padre de las políticas neoliberales enarboladas desde hace tres décadas por el PRIAN, para terminar de cerrar filas con el PRI. Organizó una pomposa ceremonia luctuosa de Estado en Palacio Nacional con la asistencia de la cúpula del viejo partido de Estado, con Carlos Salinas de Gortari y Enrique Peña Nieto a la cabeza. Por si quedaba duda, en la última semana se han multiplicado los signos de la cicatrización del PRIAN. Un ejemplo contundente: en el Congreso de la Unión, ambos partidos actuaron como bloque para aprobar el nuevo convenio transfronterizo en materia petrolera entre México y Estados Unidos que, en palabras de Duncan Wood, ofrece “emocionantes nuevas vías para la cooperación entre Pemex y empresas petroleras privadas”. También impusieron el vergonzante aumento de cuotas para el FMI y el BID. Vicente Fox ha dicho públicamente lo que al parecer es el sentir de cada vez más panistas: “Peña Nieto prácticamente tiene ganada la Presidencia”.

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