Luego
de un raro periodo de relativa contención obligada de candidatos y partidos, arrancaron
las campañas electorales entre signos preocupantes de distorsión,
mercantilismo, predominio de poderes fácticos (principalmente las televisoras),
desánimo ciudadano, mezcolanzas y anemias ideológicas y programáticas, uso
desbordado de recursos públicos y la presencia amenazante del narcotráfico como
instrumento de desestabilización, veto, financiamiento y obstrucción.
Más
allá del contenido de sus producciones audiovisuales, sus discursos y
proclamas, la esencia del combate electoral está precisada: un priista apoyado
por los factores más oscuros de su partido, la rectoría de la inconciencia
patria (mejor conocida como Televisa) y la desesperación ciudadana que busca
mejorar el trágico panorama actual regresando al regazo de tres colores; una panista
de precariedades propias y pifias inducidas que cree contar con el apoyo del
taimado ocupante de Los Pinos, de la cúpula eclesiástica (que juega a dos
cartas: con JVM y con EPN) y del voto del segmento social conservador que busca la
continuidad de la mano dura felipista, y un (todavía) perredista apoyado
por una base social de izquierda ajena a partidos y por tres de estos que
buscan mejorar votaciones propias y ganar más prerrogativas económicas y cargos
para elencos poco presentables, y por una extendida pero confusa (además de
volátil y desorganizada) percepción amplia de que se necesita un cambio
político que no pase por el bipartidismo gemelar de PRI y PAN.
Uno
parapetado tras los prodigios videograbados con los que las televisoras lo
suplirán; otra hablará y hablará como fórmula para no decir nada que vaya más
allá del manual de la superación personal combinada con un cantinflismo
agravado en momentos de crisis, y el tercero se moverá entre paraísos amorosos
de oportunidad, selectivos perdones de alto nivel y el adelgazamiento de la
oferta de 2006 para ver si así logra colarla ahora por las puertas del poder.
Así
que, alegrémonos, gocemos todos de las cascadas de mensajes electrónicos y
promesas diversas, a los ríos de dinero en los dos bandos unidos en lo esencial
(el copete y la falda), y al nuevo intento desde los poderes para marginar al
lopezobradorismo y a la izquierda en general. Bienvenidos al circo electoral.
Ya los candidatos han deslizado sus verdaderos proyectos, sus habilidades en la
conducción y lo que se espera al final.
Por
lo pronto, el 28 de marzo, Felipe Calderón tuvo una aparición triunfal en
Tercer Grado, el programa de análisis político que Televisa realiza
semanalmente. Como si fuese una continuación del simulacro de informe que había
realizado horas antes en el Auditorio Nacional, se dedicó a desgranar los
múltiples logros que asigna a su gobierno, sin que alguna enjundia periodística
de los entrevistadores le colocara en aprietos ni le impidiera tomar el control
de la sesión, al grado de asignar o posponer el uso de la palabra, contradecir
categóricamente algunas preguntas y opiniones y enardecerse con el tema del
narcotráfico al defender su política bélica. Entre otras cosas, habló de él
como consorte de Margarita Zavala a quien ve como presidenta de México en 2018;
se aferró a tratar de justificar los incidentes de la Estela de Luz que
significaron corrupción y encarecimiento, y le agradeció a López Obrador el
gesto del perdón otorgado, pero dijo no necesitarlo, pues aseguró que él había
ganado limpiamente las elecciones, y calificó al tabasqueño de “perdonavidas”
(Texto de Julio Hernández López, La
Jornada, 30/III/12).
Aunado
a lo anterior, y desde la perspectiva de John M. Ackerman (La Jornada, 16/IV/12) cada vez es más evidente que finalmente no se
cumplirá la amenaza de ruptura de la coalición PRI-PAN que se vislumbraba al
principio del proceso electoral. Desde la reunión privada que sostuvieron
Felipe Calderón y Pedro Joaquín Coldwell en Los Pinos el 27 de febrero, ha habido
un acercamiento real entre estos dos partidos que se han repartido el poder
federal desde 1988. La campaña de Josefina Vásquez Mota existe más para
negociar posiciones e impunidades con el PRI que para conquistar la silla
presidencial. Calderón, parece más preocupado por su legado histórico y su
futuro personal que por la continuidad del PAN en el poder o por honrar la
memoria de su padre. Aprovechó la muerte de Miguel de la Madrid, padre de las
políticas neoliberales enarboladas desde hace tres décadas por el PRIAN, para
terminar de cerrar filas con el PRI. Organizó una pomposa ceremonia luctuosa de
Estado en Palacio Nacional con la asistencia de la cúpula del viejo partido de
Estado, con Carlos Salinas de Gortari y Enrique Peña Nieto a la cabeza. Por si
quedaba duda, en la última semana se han multiplicado los signos de la
cicatrización del PRIAN. Un ejemplo contundente: en el Congreso de la Unión,
ambos partidos actuaron como bloque para aprobar el nuevo convenio
transfronterizo en materia petrolera entre México y Estados Unidos que, en
palabras de Duncan Wood, ofrece “emocionantes nuevas vías para la cooperación
entre Pemex y empresas petroleras privadas”. También impusieron el vergonzante
aumento de cuotas para el FMI y el BID. Vicente Fox ha dicho públicamente lo
que al parecer es el sentir de cada vez más panistas: “Peña Nieto prácticamente
tiene ganada la Presidencia”.
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