jueves, 24 de mayo de 2012
EDITORIAL: Ni la burla perdonan
El
pasado 18 de marzo, el diario a.m.
dio la gran noticia: “Nominan a Jaime Verdín como mejor alcalde”. La nominación
fue realizada por la Asociación Mexicana de Consultores Políticos (Amecop) y
Marketing México, ambas relacionadas con ese monumento a la corrupción
denominado “Centro Fox”. Marketing México tiene su domicilio en Irapuato y
ofrece los siguientes servicios o cursos: a) Termina tu ejercicio de Gobierno
con buena Imagen Pública; b) Influye en la mente de los ciudadanos (este
comprende los temas: “Una campaña exitosa”, cómo organizar una campaña para
ganar; “Entrenamiento de medios de comunicación”; “La imagen pública del
candidato en campaña”; “Asesoría integral del gerencia-miento de tu campaña”);
c) Obtén el respaldo ciudadano; d) Haz que apoyen tus programas y proyectos y
e) Asesoría integral para tener buena imagen pública al terminar tu gobierno.
Por lo que, si Jaime Verdín y su camarilla estuvieron en el Centro Fox
atendiendo tales cursos además de pagar con dinero público a tales consultoras
por su atinada “asesoría” en estos casi dos años y medio de “gobierno”, a fin
de lograr que la población de este sufrido San Francisco lo perciba como “un
excelente alcalde”, pues es dable colegir que lo menos que podían hacer tales
agencias de consultoría era inventarle un premio. Porque da la casualidad que,
según Marketing México, después de aplicar una “investigación con criterios
objetivos de los especialistas asociados”, se llegó a la conclusión de que
Verdín es el “mero, mero” en Guanajuato: una estrellita en la frente del
alcalde.
¿Cuáles
fueron los criterios para nominar a Jaime Verdín al premio “Tlatoani”, como
mejor gobernante municipal? Los criterios sugeridos por ellos mismos, es decir,
“la exposición ante medios de comunicación, basado en sus apariciones en medios
digitales e impresos, y su impacto y penetración social, que es como se mide su
presencia política en la comunidad”. Si nos vamos a la literalidad de lo
expuesto por estos farsantes mercadotécnicos, entre más se exponga un
gobernante en periódicos, revistas, radio, televisión, panfletos, eventos
sociales, volantes, pendones, espectaculares, etc., mayormente será aceptado
por la población. Aquí no importa si la obra pública es escasa, tampoco las
balaceras, ejecuciones y acuchillados, ni que la inseguridad se encuentre en
niveles peligrosos, mucho menos si el consumo de enervantes y sustancias
excitantes se ha elevado, nada tiene que ver tampoco que nuestro nivel cultural
sea bajo, que nuestra educación vial sea mala y que el dispendio de recursos
sea el pan de cada día, conjugado con la proliferación en esta administración
de tienditas y negocios disfrazados como comercios, en los que se vende y
distribuye todo tipo de drogas. ¿Qué importa que haya deficiencia en la
recolección de basura (como sucedió en días pasados en Santa Rita y
Fraccionamiento San Miguel –el premiado y estrellado alcalde, como siempre,
sólo da pretextos, pues dijo que “independientemente de que se tienen unidades
en reparación, sucede que sólo trabajó una tercera parte o una cuarta parte del
personal, debido a que se tienen problemas con la cobertura de uno de los tres
turnos de servicio que hay” (a.m.,
11/IV/12)–), asaltos, robos, baches en calles y banquetas, calles sin alumbrar,
semáforos sin funcionar, policías corruptos y corruptores, funcionarios
parásitos, abusos en los cobros de SAPAF, niños en edad escolar trabajando en
talleres y picas de calzado –que, según la Encuesta Nacional de
Ocupación y Empleo, en México, el
10.6% de los menores trabaja–, contaminación de vehículos chatarra mientras el
director de Ecología sigue pasmado y errático, gente prepotente en
Fiscalización en contra de comerciantes ambulantes, maltratos de parte de
directores déspotas hacia sus subalternos (ahí está el jefe de Casa de la
Cultura, Carlos Hernández, quien no se anda con rodeos cuando de humillar a
alguien se trata), un mal servicio de limpia, que el Plan Municipal de
Desarrollo sea un documento ornamental, que Copladem funcione con base en
cuotas de favoritismo y parcialidad, que el Consejo de Honor y Justicia sea
otra pieza de adorno en esta administración, que los contratistas tengan que
“mocharse” con el diezmo para seguir teniendo asignación de la poca obra
pública que hay, etc.? Aquí lo que importa es que el señor alcalde sea visto
por la mayor cantidad de gente posible, lo que cuenta es que se gaste dinero, y
mucho, en el rubro de “exposición mediática”.
Llama
la atención que de los 46 alcaldes en Guanajuato, no se haya mencionado,
siquiera por despiste, qué otros estaban compitiendo contra Verdín para ganar
el premio “Tlatoani”. Porque sucede que el director de Marketing México, de
acuerdo a la información tomada de su página electrónica, es consultor del
Centro Fox, y se ha desempeñado como asesor en numerosas campañas políticas del
PRI, PAN y PRD a gobernador del Estado; presidentes municipales y diputados al
Congreso; Asesor Político de la Secretaría de Gobernación; Asesor del
Gobernador del Estado de Guanajuato y de la Coordinación General de
Comunicación Social; Asesor en materia de Comunicación de la Rectoría y
Coordinador de Eventos Especiales de la Universidad de Guanajuato; Asesor del
Canal 4 de televisión; Director Comercial de los Puertos de Veracruz, Guaymas y
Chiapas. Entonces, si Marketing México presume una vasta experiencia, ¿por qué
se mostró tan novato a la hora de tomar la difícil decisión de favorecer a
Verdín entre tantos otros para darle el codiciado premio? La respuesta es
fácil: porque todo ha sido una ocurrencia más: tú me pagas por darte
“asesoría”, yo te doy tu premio para que se levante tu autoestima y termines tu
administración con una sonrisota.
Finalmente,
el alcalde recibió, el pasado 30 de marzo, como una bendición del “Santo
Padre”, la gran noticia: “por ser el mejor alcalde del estado, se hace acreedor
al premio Tlatoani 2012, por su excelente labor al frente de esta
administración” (a.m., 1/IV/12).
Dicen que Verdín pegó un brinco, que estaba eufórico y feliz: días antes había
estado con el arzobispo Martín Rábago a entregarle el regalo “del pueblo de San
Francisco” para Benedicto XVI, había asistido tanto a la misa en la Expo
Bicentenario como a la despedida del Papa. El Señor, que todo lo ve y todo lo
sabe, le concedió el milagrito.
Y
para que se vea de qué lado masca la iguana, el diario a.m. se montó al festivo tren del premiado alcalde, cuando en su
columna dominical “La Olla” (15 de abril), justifica tal premio en los
siguientes términos: “El reconocimiento para esta Administración pareciera no
ser producto de la casualidad. Ahí está el Premio Mejor Atención y Servicio a nivel
estatal; el premio Agenda desde lo Local Nacional, el único municipio de la
Jurisdicción Sanitaria VIII certificado como Municipio Saludable; y el quinto
municipio de los más de 2 mil 400 en el País; sumado a Guadalajara, Monterrey,
León y Puerto Vallarta, dicho sea de paso ciudades con muchos más recursos, que
está certificado como municipio con agua potable de calidad. Englobando;
reconocimientos de gran calado, que nunca se habían obtenido y que en gran
parte son evaluados por instituciones no gubernamentales, como universidades de
prestigio, asociaciones civiles, agrupaciones empresariales, consultores y
analistas políticos”. ¿Los reconocimientos “de gran calado” han sido evaluados
por instituciones no gubernamentales, universidades de prestigio, asociaciones
civiles, agrupaciones empresariales, consultores y analistas políticos? El
diario miente y manipula la información, tales premios son otorgados por
organismos ligados a la elite empresarial que se ha beneficiado de las
políticas neoliberales aplicadas no solamente por esta administración, sino,
desde principios de los ochenta; no olvidemos que hay organizaciones no
gubernamentales que son auspiciadas por los gobiernos estatal y federal y por
los sindicatos empresariales, que luego son presentadas a la opinión pública
como organismos de la “sociedad civil organizada”; lo mismo sucede con las
asociaciones civiles, consultores y analistas políticos “independientes”, es
decir, son fachada tanto del gobierno estatal proempresarial, como de las
cámaras formadas para defender los intereses de la clase capitalista.
Como
queriéndose lavar las manos, dice a.m.:
“Si bien, el premio al Mejor Alcalde de Guanajuato, no exime a la
Administración de errores u omisiones, el resultado ahí está evidente ante los
ojos de todos y le pese a quien le pese. Aunque sabemos que ni ésta ni ninguna
otra Administración es perfecta, la gente premia o castiga a los políticos en
las elecciones y ahí ya veremos”. ¿Le pese a quien le pese? Es decir, ¿saben
que se trata de una farsa, pero que, sin embargo, serán los votantes los que
tengan la última la palabra al premiar o castigar a los políticos en la
elección del primero de julio? Pero, ¿qué clase de periodismo es el que
practican en a.m. que no va al fondo
de las cosas y todo lo deja en la superficie, como queriendo no ofender a nadie
ni con el zumbido de una mosca, con un estilo cantinflesco, taimado y medroso?
EDITORIAL: Bienvenidos a bordo
Luego
de un raro periodo de relativa contención obligada de candidatos y partidos, arrancaron
las campañas electorales entre signos preocupantes de distorsión,
mercantilismo, predominio de poderes fácticos (principalmente las televisoras),
desánimo ciudadano, mezcolanzas y anemias ideológicas y programáticas, uso
desbordado de recursos públicos y la presencia amenazante del narcotráfico como
instrumento de desestabilización, veto, financiamiento y obstrucción.
Más
allá del contenido de sus producciones audiovisuales, sus discursos y
proclamas, la esencia del combate electoral está precisada: un priista apoyado
por los factores más oscuros de su partido, la rectoría de la inconciencia
patria (mejor conocida como Televisa) y la desesperación ciudadana que busca
mejorar el trágico panorama actual regresando al regazo de tres colores; una panista
de precariedades propias y pifias inducidas que cree contar con el apoyo del
taimado ocupante de Los Pinos, de la cúpula eclesiástica (que juega a dos
cartas: con JVM y con EPN) y del voto del segmento social conservador que busca la
continuidad de la mano dura felipista, y un (todavía) perredista apoyado
por una base social de izquierda ajena a partidos y por tres de estos que
buscan mejorar votaciones propias y ganar más prerrogativas económicas y cargos
para elencos poco presentables, y por una extendida pero confusa (además de
volátil y desorganizada) percepción amplia de que se necesita un cambio
político que no pase por el bipartidismo gemelar de PRI y PAN.
Uno
parapetado tras los prodigios videograbados con los que las televisoras lo
suplirán; otra hablará y hablará como fórmula para no decir nada que vaya más
allá del manual de la superación personal combinada con un cantinflismo
agravado en momentos de crisis, y el tercero se moverá entre paraísos amorosos
de oportunidad, selectivos perdones de alto nivel y el adelgazamiento de la
oferta de 2006 para ver si así logra colarla ahora por las puertas del poder.
Así
que, alegrémonos, gocemos todos de las cascadas de mensajes electrónicos y
promesas diversas, a los ríos de dinero en los dos bandos unidos en lo esencial
(el copete y la falda), y al nuevo intento desde los poderes para marginar al
lopezobradorismo y a la izquierda en general. Bienvenidos al circo electoral.
Ya los candidatos han deslizado sus verdaderos proyectos, sus habilidades en la
conducción y lo que se espera al final.
Por
lo pronto, el 28 de marzo, Felipe Calderón tuvo una aparición triunfal en
Tercer Grado, el programa de análisis político que Televisa realiza
semanalmente. Como si fuese una continuación del simulacro de informe que había
realizado horas antes en el Auditorio Nacional, se dedicó a desgranar los
múltiples logros que asigna a su gobierno, sin que alguna enjundia periodística
de los entrevistadores le colocara en aprietos ni le impidiera tomar el control
de la sesión, al grado de asignar o posponer el uso de la palabra, contradecir
categóricamente algunas preguntas y opiniones y enardecerse con el tema del
narcotráfico al defender su política bélica. Entre otras cosas, habló de él
como consorte de Margarita Zavala a quien ve como presidenta de México en 2018;
se aferró a tratar de justificar los incidentes de la Estela de Luz que
significaron corrupción y encarecimiento, y le agradeció a López Obrador el
gesto del perdón otorgado, pero dijo no necesitarlo, pues aseguró que él había
ganado limpiamente las elecciones, y calificó al tabasqueño de “perdonavidas”
(Texto de Julio Hernández López, La
Jornada, 30/III/12).
Aunado
a lo anterior, y desde la perspectiva de John M. Ackerman (La Jornada, 16/IV/12) cada vez es más evidente que finalmente no se
cumplirá la amenaza de ruptura de la coalición PRI-PAN que se vislumbraba al
principio del proceso electoral. Desde la reunión privada que sostuvieron
Felipe Calderón y Pedro Joaquín Coldwell en Los Pinos el 27 de febrero, ha habido
un acercamiento real entre estos dos partidos que se han repartido el poder
federal desde 1988. La campaña de Josefina Vásquez Mota existe más para
negociar posiciones e impunidades con el PRI que para conquistar la silla
presidencial. Calderón, parece más preocupado por su legado histórico y su
futuro personal que por la continuidad del PAN en el poder o por honrar la
memoria de su padre. Aprovechó la muerte de Miguel de la Madrid, padre de las
políticas neoliberales enarboladas desde hace tres décadas por el PRIAN, para
terminar de cerrar filas con el PRI. Organizó una pomposa ceremonia luctuosa de
Estado en Palacio Nacional con la asistencia de la cúpula del viejo partido de
Estado, con Carlos Salinas de Gortari y Enrique Peña Nieto a la cabeza. Por si
quedaba duda, en la última semana se han multiplicado los signos de la
cicatrización del PRIAN. Un ejemplo contundente: en el Congreso de la Unión,
ambos partidos actuaron como bloque para aprobar el nuevo convenio
transfronterizo en materia petrolera entre México y Estados Unidos que, en
palabras de Duncan Wood, ofrece “emocionantes nuevas vías para la cooperación
entre Pemex y empresas petroleras privadas”. También impusieron el vergonzante
aumento de cuotas para el FMI y el BID. Vicente Fox ha dicho públicamente lo
que al parecer es el sentir de cada vez más panistas: “Peña Nieto prácticamente
tiene ganada la Presidencia”.
EDITORIAL: Encarnizamiento y deshumanización
El
28 de marzo pasado, la Cámara de Diputados aprobó, por mayoría, la Ley Federal de
Justicia para Adolescentes que establece nuevos procedimientos para procesar a
los menores infractores de entre 12 y 18 años; reduce de 18 a 14 años la edad
mínima para que un individuo pueda ser imputado por la comisión de un delito y
establece un nuevo régimen de sanciones para los adolescentes que violen la
ley: sustituye el sistema de consejos tutelares para menores y decreta la
prisión preventiva para los casos de ilícitos federales –homicidio, terrorismo,
delitos contra la salud, violación, secuestro, asalto en carreteras, robo
calificado y acopio de armas, entre otros–, si bien establece otras formas de
reclusión, como la prisión domiciliaria y el internamiento por hora.
Es
innegable que la delincuencia juvenil constituye un problema de gran peligrosidad
social en el México contemporáneo, y que el Estado debe contar con instrumentos
jurídicos adecuados para hacer frente a ese flagelo. Pero la referida ley pasa
por alto que la existencia de menores infractores es consecuencia de un orden
social caracterizado por la pobreza, los rezagos sociales, el desempleo y las
carencias en materia de educación, salud, vivienda y cultura para la población
en general, y para los jóvenes en particular. En un entorno semejante, con la
consecuente falta de horizontes de desarrollo personal más allá de la economía
informal, la emigración y la delincuencia, es inevitable que ese sector de la
población sea particularmente propenso a ser reclutado por las agrupaciones
delictivas, y resulta desolador que las mismas instituciones que han sido
incapaces de proveer alternativas de supervivencia no tengan más respuesta a
dicha problemática que la criminalización, la persecución y el castigo.
Es
por demás criminal la estipulación legal de otorgar a los menores infractores
un trato judicial idéntico al de los adultos en los casos de delitos federales:
dicha disposición pasa por alto las diferencias que existen entre unos y otros
en materia de derechos políticos, niveles de responsabilidad y potencial de
rehabilitación, e implica una claudicación por parte del Estado de su
obligación a procurar la reinserción social de los adolescentes que violan la
ley.
En
el contexto de una sociedad que considera sospechosos por principio a los
jóvenes, sobre todo a los de escasos recursos, y con el telón de fondo de la
injusta circunstancia que enfrenta ese grupo poblacional a consecuencia de la
política económica vigente, la aprobación de la referida ley equivale, en la
medida en que no vaya acompañada de mecanismos para prevenir la delincuencia juvenil,
a un encarnizamiento del Estado en contra de ese sector de la población.
Dicha
circunstancia pone en perspectiva, el proceso de deshumanización por el que
atraviesan la justicia, la ley y las instituciones del Estado en nuestro país.
(Editorial
de La Jornada, 30/III/12).
EDITORIAL: Final de espaldas a la realidad
En
un ritual ajeno a la formalidad republicana establecida en las leyes, Felipe
Calderón formuló el pasado 28 de marzo en el Auditorio Nacional una larga
exaltación propia y un desmedido autoelogio, a fin de “rendir cuentas” ante una
decena de miles de funcionarios y de burócratas acarreados. Para empezar,
Calderón presentó una justificación de su estrategia antidelictiva y de
seguridad pública, emprendida y aplicada desde hace cinco años con dudosa
legalidad y peores resultados, y afirmó que si él no hubiera “atacado el
problema”, “una parte del territorio nacional estaría hoy dominada por capos”,
“no habría libertad para la gente, ni habría paz, ni habría tranquilidad” y el
próximo gobierno “se habría encontrado con instituciones completamente
infiltradas por los delincuentes”, así como “con una sociedad arrodillada
frente a los criminales”.
Por
lo demás, Calderón realizó un repaso de cifras alegres en materia de salud,
educación, migración, economía, finanzas, infraestructura y política social.
Arremetió contra los indicadores que señalan el crecimiento de la pobreza
durante su administración, negó el declive sostenido de los resultados
educativos y presentó cifras sobre salud, vivienda, infraestructura, escuelas
construidas, becas, apoyos, inversión pública y atención a mujeres –entre otros
rubros– muy semejantes a las que recitaban los mandatarios del ciclo priista
cada primero de septiembre. Dijo, para resumir, que “México es mejor que lo que
lo que era hace seis años”.
Con
un tono inconfundible de cierre y despedida, la administración calderonista
entra en su último semestre de la misma forma en que empezó: frente a
auditorios blindados ante el disenso, irregular con respecto a las maneras
republicanas y de espaldas a la realidad.
Los
locutores a sueldo, carentes de ética, lo secundaron con coros de alabanza
sobre “sus logros humanistas”. ¿Logros, y además humanistas?, preguntaron los
asqueados mexicanos: 15 millones adicionales de pobres; ambiente de violencia y
barbarie que menoscaba las garantías fundamentales de las personas y que no ha
podido ser atenuada por el gobierno federal; más de 50 mil muertos por la
inseguridad; desempleo; informalidad creciente; salarios de hambre; deterioro
pronunciado en las condiciones de subsistencia de las mayorías; bienestar en el
suelo; encarecimiento injustificable de tarifas y servicios públicos, empezando
por el de los energéticos; persistencia del patrimonialismo y la opacidad en la
conducción de los recursos públicos; el “avance” económico más bajo en casi
tres décadas; crecimiento en 142% de la deuda contratada por el gobierno
federal en este sexenio; corrupción a galope; concentración de la riqueza;
saqueo de la nación; sexenio perdido. ¿Logros?
(Basado
en Editorial de La Jornada, 29 y 31
de marzo, 2012; Carlos Fernández-Vega, La
Jornada, 29/III/12).
EDITORIAL: “Que no me maten...”
Hace
no mucho, los niños de México expresaban sus expectativas a futuro en términos
parecidos a los que emplean los niños en cualquier país del mundo: “Quiero ser
ingeniero”, “quiero ser maestra”, “quiero ser bióloga”, “quiero ser cantante”,
“quiero ser piloto aviador”, “quiero ser director de cine”. Hoy, en la franja
norte del país, de acuerdo con una consulta realizada por el IFE, los niños
tienen, en su mayoría, aspiraciones distintas: quieren seguir vivos, quieren
mantener la cabeza pegada al cuello y el cuello a los hombros, quieren que no
maten a sus familiares y quieren que cesen las balaceras en las calles.
Como
el resto de la población, los menores ofrecen respuestas contrastadas cuando se
les pregunta por la manera de resolver los problemas: “Hablando con los Zetas”
o “pidiéndoles ayuda”, contestan algunos, mientras otros piensan que es
preferible apelar a la policía, al Ejército o a la Marina o, más llanamente,
matar a quienes generan la violencia. En ciertas respuestas hay temor a las
corporaciones públicas: “los policías son los que hacen los problemas” y “te
quitan el dinero”.
–Yo
de grande quiero ser narco –decía un niño juarense de cuatro años en un
testimonio ya censurado en Youtube.
–¿Para
qué quieres ser narco?
–Para
matar.
–¿Y
para qué quieres matar?
–Para
ser rico.
Ahora,
después de un cuarto de siglo de saqueo nacional, destrucción sistemática del
tejido social, saqueo y pillaje realizados tanto desde los distinos niveles de
gobierno como desde las grandes empresas depredadoras, todos en una connivencia
cínica e hipócrita con la delincuencia, matar o que no los maten son los
horizontes deseables para una generación de menores, especialmente en la franja
fronteriza del norte. A eso ha sido conducido el país por la oligarquía
cavernícola y sus sucesivos gerentes en turno, Washington y los socios menores
y desechables, eso que los funcionarios llaman “delincuencia organizada”, como
si ellos mismos no lo fueran.
En
buena parte de los niños de México la visión del país es la de un campo de
batalla, y no es de extrañar que no pocos de ellos se conviertan en
delincuentes antes incluso del momento en que legalmente dejan de ser niños.
Son producto de su tiempo y de su circunstancia. Otros han visto el asesinato
de sus familiares sin tener la edad necesaria para firmar un acta de defunción
en calidad de testigos. Y otros son desalojados de este mundo por error
–confusión o mala puntería– o por una maldad que ya se salió de cauce, antes de
dar la talla para un ataúd de adulto.
Hasta
los hijos de los altos funcionarios viven la inseguridad asfixiante de la
guerra. La infancia y la adolescencia les son robadas por blindajes y enjambres
de guaruras que les hacen imposible la normalidad cotidiana y tal vez los
lleven a concluir que el país en el que viven los odia y desea matarlos.
Es
urgente deshacerse de la lógica de la supervivencia del más apto –el individualismo,
como filosofía de vida–, instaurada sin tapujos durante las dos últimas
presidencias priistas, y continuada en el transcurso de la docena trágica del
panismo gobernante; del enriquecimiento grupal como verdadera razón de ser del
ejercicio del poder público, y de esa concepción del Estado, impuesta por
Calderón, como una máquina de perseguir, encarcelar, desaparecer, torturar y
matar. Para hacer frente a la delincuencia y a la violencia el país debe
incrementar su población escolar y reducir su población carcelaria, e inaugurar
más clínicas y universidades que “centros de comando” que no sirven para
maldita la cosa, como no sea para perder soberanía –porque están infestados de
asesores estadunidenses– y para enriquecer a un puñado de proveedores y a unos
cuantos funcionarios.
La
consulta del IFE refiere, además, aspiraciones de jóvenes de entre 13 y 15
años: “Que los políticos ya no se asocien con el narco; que haya más igualdad,
más seguridad social, que no haya más violaciones ni desempleo; que no haya
pobreza y que se cambie el presidente; que los policías no se dejen sobornar y
que no haya discriminación”. Es tiempo de hacerles caso.
(Texto
de Pedro Miguel, La Jornada,
20/III/12).
EDITORIAL: Francia: barbarie, xenofobia y elecciones
Un
día después de la masacre ocurrida en un colegio judío de Toulouse, Francia
–donde un individuo no identificado mató a tiros a un profesor de la
institución y a tres alumnas–, el ministro del Interior de ese país, Claude
Guéant, dijo que hay indicios de que el asesino videograbó el crimen con una
cámara que llevaba pegada al cuerpo, y lo describió como “alguien que es muy
frío, muy decidido, con gestos precisos, y por lo tanto muy cruel”. Por su
parte, en entrevista televisiva, el canciller francés, Alain Juppé, secundó la
versión formulada la víspera por el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu
–de que “no se puede descartar la posibilidad de que (el crimen) haya sido
motivado por un antisemitismo violento y asesino”–, al afirmar: “el antisemitismo
existe en Francia; hemos luchado (contra eso) por años”.
Más
que a una expresión de odio antijudío, la cadena de crímenes violentos
registrados últimamente en el suroeste francés se presenta como una expresión
de las miserias características de la ultraderecha francesa, la cual ha hecho
capital político azuzando a la población contra los inmigrantes pobres y las
minorías étnicas (judíos, magrebíes, subsaharianos, antillanos,
latinoamericanos, gitanos, entre otros) de esa sociedad.
Mohamed
Merah, el autor de la masacre, sólo cumplió con una de sus promesas: morir con
las armas en la mano. Al cabo de un sitio de 32 horas, cayó abatido de un
balazo en la cabeza cuando saltó por la ventana del baño del departamento donde
se había refugiado. El joven de 24 años resistió solo durante más de un día el
cerco del RAID, el cuerpo de elite de la policía francesa. Mohamed Merah había
prometido entregarse tres veces, pero no lo hizo.
Mohamed
Merah dejó un tendal de muertos, muchas incógnitas y una madeja de argumentos muy
útiles para los sectores más duros de la derecha. La irrupción de Mohamed Merah
legitimó los temas prioritarios de la derecha: la seguridad, la inmigración, el
lugar del Islam en Francia. Apenas muerto, Nicolas Sarkozy anunció un paquete
de medidas represivas. “En adelante, cualquier persona que consulte de forma
regular portales de Internet que hagan apología del terrorismo o que llamen al
odio o a la venganza, será castigada penalmente. Cualquier persona que viaje al
extranjero para adoctrinarse con ideologías que conducen al terrorismo, será
castigada penalmente. La propagación y la apología de ideologías extremistas
serán reprimidas mediante un delito que figura en el Código Penal y con los
medios con que ya cuenta la lucha antiterrorista”, dijo el presidente. Quedan,
en el medio del drama, una polémica y un misterio. La polémica: ¿cómo es
posible que los servicios secretos, que lo tenían bajo vigilancia, no lo
arrestaran antes de que multiplicara los asesinatos? El misterio: ¿quién era
realmente Mohamed Merah? ¿Cómo hizo un joven ladronzuelo de 24 años para
convertirse de la noche a la mañana en un serial
killer confesional que actúa en nombre de Al Qaeda con una crueldad que ni
sus presuntos maestros han sido capaces de alcanzar? Con una ayuda social de
700 dólares, ¿cómo hizo para pagarse los autos, las armas, los departamentos?
La
prensa francesa y los relatos oficiales lo describen como un hombre con 100
rostros. Los primeros retratos de Mohamed Merah evocan un tipo medio
“musculoso”, con una “cicatriz” o un “tatuaje”, de mirada “glacial”. Christian
Etelin, el abogado que lo defendió de los numerosos delitos que cometió cuando
era menor, ofrece otra descripción: “cara de ángel”, de una belleza
“fascinante”, “suave”, de “voz dulce”. En lo que atañe a la religión y la
política, su abogado dice que Mohamed Merah había “levantado una muralla y
nunca abordaba el tema”. Sobre su recorrido como jihadista también hay más de
una versión: estuvo entrenándose en Pakistán y Afganistán con los talibán para
pelear contra las tropas de la OTAN, viajó a Israel, a Palestina, a Siria, a
Irak, a Jordania. Misterio sobre misterio. Los servicios secretos mantienen su
versión inicial: Merah era “un lobo solitario” que presentaba un “perfil de
autorradicalización salafista atípico”, independiente de cualquier
“organización estructurada conocida”, según François Molins, fiscal de París.
Sin embargo, el hombre pasó a través de las redes de los servicios de
inteligencia de Francia, pero figuraba en la lista negra de denegación de vuelo
que maneja el FBI, creada después de los atentados de septiembre de 2001. La
policía federal norteamericana le seguía la huella a partir de informes
enviados desde Afganistán. En 2010, Merah fue arrestado en la región afgana de
Kandahar y entregado a los soldados norteamericanos, que lo expulsaron a
Francia. Ahora bien, según el vespertino Le Monde, las fuerzas de la OTAN no
confirmaron su expulsión. Merah decía actuar en nombre de Al Qaeda, pero
Washington asegura que el joven francés de origen argelino nunca estuvo en
contacto con los altos mandos de Al Qaeda.
Nadie
ha podido aportar una respuesta a otra pregunta: ¿cómo pasó de la nada a la
acción descabellada? No se han encontrado
cartas, ni cuadernos íntimos
ni mensajes en Internet donde Mohamed Merah haya manifestado
la más lejana idea. Parece no tener relato propio. Sólo hay un montón de
relatos oficiales y un extraño hilo conductor que cada medio de prensa completa
a su manera. Jihadista pero no tanto, malo pero también “ángel”, pobre pero con
armas y autos, delincuente pero viajero internacional. Una información se
superpone a la otra sin que surja una imagen nítida para saber quién fue ese
hombre que puso su revólver sobre la cabeza de niños y disparó.
(Basado
en Editorial de La Jornada,
21/III/12; Eduardo Febbro, página 12,
23/III/12).
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