Ahora
es el petróleo lo que Calderón utiliza retorcidamente para tratar de sostener a
su grupo en el poder. La firma, ayer, de un presunto trato equitativo entre el
gato de las barras y las estrellas y el ratón de Los Pinos para repartirse con
dignidad y justicia los beneficios de los yacimientos bajo tierra que vayan a
encontrar constituye una traición al interés nacional, por cuanto entrega
recursos naturales y abre plenamente la puerta de esas explotaciones a empresas
privadas extranjeras y en especial a las gringas, en tiempos electorales en los
que Felipe el Desesperado está decidido a vender o hipotecar lo que sea
necesario con tal de que su camarilla depredadora siga en el mando.
Sin
conocimiento previo del Senado ni alguna forma de consulta pública sobre el
asunto, el desbordado Calderón pretende dar un golpe efectista al hacer que su
ínfima canciller, Patricia Espinosa, firme un convenio de sometimiento al
interés estadunidense representado por la implacable Hillary Clinton, con el
ocupante de Los Pinos como testigo de deshonor. Sin tecnología propia para
competir decorosamente en los trabajos transfronterizos, la clase política en
el poder tiene en estos arreglos dignos de paredón histórico la oportunidad de
hacer negocios de primera magnitud y colocarse abiertamente bajo el tutelaje
del imperio vecino, que obviamente a partir de ahora considerará digno de
guerra todo intento por trastocar la preponderancia electoral del calderonismo
entreguista.
Ayer
mismo, por ejemplo, la intervencionista Clinton hizo saber que la Casa Blanca
apoyará la estrategia calderonista de confrontación con políticos priistas
presuntamente involucrados en asuntos de narcotráfico a los que durante casi un
sexenio se les permitió navegar tranquilamente en las aguas de la impunidad
convenida, pero a los que ahora se les exhibe no por cuestiones de justicia,
sino de cálculo electoral. Washington está decidido a apoyar esa utilización de
las instituciones de procuración de justicia para bajarle el gel al copete
puntero y abrirle paso a la cocinera Josefina, quien parece no estarse
enterando a fondo de lo que en la sala principal negocian los presuntos máximos
jefes: Hillary y Felipe se aman petroleramente…
Ya
en 2006 Estados Unidos fue uno de los factores que impulsaron y convalidaron el
fraude electoral para impedir que se instalara en México un gobierno de tibio
reformismo popular que pudiera embonar aunque fuera discursivamente con los
gobiernos de distintas variedades de izquierda que se habían instalado en el
resto latinoamericano. Luego vino la guerra contra el narcotráfico que los
estrategas de Washington impusieron al sombrío y vengativo presidente de
juguete, y ahora el círculo se cierra con el intento de cesión transfronteriza
que todavía pasará por el Senado, donde el priismo podría frenar, hasta por
razones meramente electorales, el santannismo felipista. De lo que no hay duda
es de que es urgente cerrar el paso a esta transacción electoral desquiciada del
felipismo.
(Texto
de Julio Hernández López, La Jornada, 21/II/12).
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