A
unas cuantas semanas de que Benedicto XVI llegue a México, el Vaticano es
sacudido por nuevos escándalos que ponen en evidencia un proceso de
descomposición en la curia romana. Hay fuga de información y en las últimas
semanas se han dado a conocer textos que ponen en evidencia corrupción, malos
manejos en el IOR (banco vaticano) y un supuesto complot para asesinar al mismo
Papa. Un documento publicado la semana pasada por el periódico italiano Il Fatto Quotidiano,
recoge el contenido de estas conjeturas. Habría sido entregado por el cardenal
colombiano Darío Castrillón al propio Benedicto XVI en noviembre pasado,
sellado como estrictamente confidencial, escrito en alemán, revela un complot
que le otorga sólo 12 meses de vida al actual pontífice. Esta inquietante
revelación fue expresada por el cardenal Paolo Romeo en una reunión privada con
empresarios italianos en China; el caso está dando la vuelta al mundo mediante
las agencias y ha sido descalificado de manera rotunda por el vocero del
Vaticano, Federico Lombardi, quien declaró que era una cosa totalmente fuera de
la realidad que no merece ser tenida en consideración. Después el mismo
Lombardi reconoció lamentables filtraciones.
Independientemente
de la veracidad, la nota desnuda el clima de tensión y de las cada vez más
notorias divisiones entre la alta curia romana. A sus 85 años, el Papa tiene
una salud frágil: presión alta, diabetes y un corazón débil. El Papa anciano ha
delegado por completo el gobierno interno de la Iglesia en su secretario de Estado,
el cardenal Tarciso Bertone, quien ha ganado enemigos, especialmente con la
vieja guardia de la curia wojtyliana. Hay resentimientos, no sólo por la
pérdida de privilegios, sino porque quedó vulnerable a raíz de la crisis de
pederastia, en la que el propio Benedicto XVI ha puesto en evidencia los
comportamientos dudosos de altos funcionarios que acompañaron el pontificado de
Juan Pablo II. Las revelaciones de Paolo Romeo, arzobispo de Palermo sede de la
mafia y ex presidente de la conferencia episcopal italiana, evidenció fuertes
pugnas entre diversos bandos en Roma. Por un lado, como decíamos, la lucha de
poder entre el actual Tarcisio Bertone y la vieja guardia curial de Juan Pablo
II encabezada por Angelo Sodano, y por otro, grandes fisuras entre el propio
Bertone y Benedicto XVI. La relación al parecer se ha venido erosionando desde
2010 por el manejo titubeante de las diversas crisis que han flagelado el
pontificado. Romeo sostiene que Benedicto XVI ya trabaja en la sucesión
pontifical, perfilando su sucesor en otro discípulo, el recién nombrado
arzobispo de Milán: el cardenal Angelo Scola.
Las
teorías de la conspiración se quedan cortas. Todo esto parece seguir los
argumentos fílmicos de conjuras palaciegas al estilo Ford Coppola/Mario Puzo.
La realidad parece más fantástica que la imaginación, baste recordar el trágico
episodio del Banco Ambrossiano, a inicios de los ochenta, los diversos
asesinados vinculados a actores vinculados que incluyen la sospechosa muerte de
Juan Pablo I, en 1978.
Poco
antes de la filtración sobre el supuesto complot para asesinar a Benedicto XVI,
han circulado acusaciones concretas de malversación de recursos y de
privilegios entre miembros de la alta curia vaticana. Probablemente por primera
vez en la historia de la Iglesia se tiene conocimiento público de la imputación
de un arzobispo que denuncia la corrupción en el Vaticano. Un alto funcionario
había sido transferido contra su voluntad tras quejarse sobre irregularidades
en el otorgamiento de contratos, que han sido expuestas directamente al papa
Benedicto XVI. El denunciante, arzobispo Carlo María Viganó, es el actual
nuncio de la Santa Sede en Washington y ex secretario general del Governatorato
de la Ciudad del Vaticano. Precisa en una carta que se hizo pública, la corrupción
y mala gestión en la administración vaticana, así como las corruptelas y
privilegios que había visto tras asumir el cargo de secretario general del
Governatorato en julio de 2009. La confidencia fue revelada en el programa Gli intoccabili (Los intocables), del canal
de televisión privado La7. Santo Padre, mi transferencia justo ahora provocaría
mucha desorientación y desaliento en aquellos que han creído que era posible
limpiar tantas situaciones de corrupción y abuso de poder que han estado
enraizadas en la administración de tantos departamentos, escribió Viganó al
Papa el 27 de marzo de 2011.
Los
desórdenes financieros del Vaticano no son nuevos. Recordemos que en septiembre
de 2010, la fiscalía de Roma ordenó a la policía financiera italiana incautar
23 millones de euros depositados en el Instituto para las Obras Religiosas
(IOR), la banca del Vaticano, por supuesto delito contra las normativas
europeas del lavado de dinero.
Jason
Berry, periodista estadunidense, efectuó una ambiciosa investigación sobre el
manejo de las finanzas en el Vaticano, llegando a la misma conclusión: opacidad
y corrupción. En torno a los escándalos de abuso sexual, en especial en las
diócesis católicas de Boston, Cleveland y Los Ángeles, el autor rastrea la
utilización de recursos financieros para la indemnización de las víctimas. El
hecho permite a Berry en su libro Render
unto Rome, 2011, descubrir los mecanismos, la riqueza y la manera
en que se administran los recursos en la Iglesia católica. Devela altos niveles
de corrupción, especialmente en las encumbradas esferas de la curia romana. El
libro de Barry destaca, con detalles revelados por la FBI, los fraudulentos
negocios del sobrino de Angelo Sodano, secretario de Estado y número dos Juan
Pablo II. Su fraude consistió en comprar propiedades de la Iglesia por debajo
del valor de mercado y desarrollar lucrativas reventas. Los contratos de
adquisición de por lo menos más de 100 millones de dólares propiedad de la
Iglesia en tres ciudades de Estados Unidos.
El
Papa está acompañado por su soledad. Estamos ante los síntomas de un fin de
reinado. Resuenan con nuevos sentidos las expresiones del mismo Benedicto XVI
cuando reprochaba en la Semana Santa de 2005 cuánta miseria y escoria hay en la
Iglesia y las repetidas ocasiones en que ha afirmado que los enemigos más
peligrosos de la Iglesia no están afuera, sino adentro.
Estas
afirmaciones en este contexto adquieren nuevas significaciones.
(Texto
de Bernardo Barranco V., La Jornada,
15/II/12).
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