domingo, 11 de marzo de 2012

EDITORIAL: Los desplazados por catástrofes climáticas




Los desplazamientos de poblaciones ligados a los desastres climáticos y medioambientales han superado a los provocados por los conflictos armados. Lo que parecía una ficción para películas de gran espectáculo se ha vuelto una realidad durante la primera década del siglo XXI. Un informe publicado en Ginebra por la Organización Internacional de las Migraciones, OIM, junto con el Instituto de Desarrollo Sustentable y de Relaciones Internacionales, Iddri, da cuenta de este fenómeno nuevo que afecta a todos los continentes. El informe, State of Environmental Migration 2010, presenta un cuadro de cifras significativo: en 2008, 4.6 millones de personas tuvieron que desplazarse dentro de sus países a raíz de un conflicto armado mientras que otras 20 millones tuvieron que hacerlo debido a una catástrofe natural. Las cifras no han hecho más que ir en aumento: en 2009 hubo 15 millones de desplazados “medioambientales” y en 2010 la cifra subió a 38 millones. Hoy, el desplazamiento climático o medioambiental es la primera causa de las migra- ciones humanas. Se pueden contrastar estas cifras con el número de refugiados políticos que hay en el mundo: 16 millones de personas, 12 millones sin los palestinos.
Las hecatombes medioambientales destacadas en este exhaustivo trabajo no atañen sólo a las que podrían denominarse naturales y violentas sino, también, los procesos más lentos que terminan por modificar la relación del ser humano con el lugar en el que vive. Un ejemplo de desplazamiento climático involuntario es lo que ocurrió en Nepal con la desaparición de los glaciares del Himalaya. Los glaciares se fueron derritiendo, el agua desbordó los llamados ríos glaciares y ello acarreó poderosas inundaciones que obligaron a las poblaciones al desplazamiento. Tsunamis, terremotos, inundaciones en Tailandia, China o Filipinas, sequías en Sudán, el accidente de Fukushima, tempestades en Europa, todos estos accidentes naturales violentos provocaron masivos desplazamientos. Y el futuro no se anuncia mejor. François Gemenne, investigador en el seno del Iddri y coordinador del informe, prevé que “en 2011 las cifras sean similares a las de 2010”. La degradación paulatina del medio ambiente provocada por el hombre tiene también una influencia determinante en este flujo migratorio. Un ejemplo de ello es lo que ocurre en Brasil. El informe de la Organización Internacional de Migraciones cita el ejemplo de lo que ocurre en el Noreste de Brasil. En el Amazonas, la desforestación trajo consigo la ocupación de las tierras pero luego, una vez que los suelos arrasados llegaron al límite de su capacidad, las poblaciones que se instalaron allí no obtienen más recursos y deben migrar.
El informe State of Environmental Migration analizó situaciones climáticas extremas incluso en los países ricos, en este caso Francia. El trabajo se concentró muy especialmente en las crisis climáticas que estallaron en 2010 en Pakistán (inundaciones), en Rusia (incendios forestales), en Haití y Chile (terremotos) y en Francia (tempestades). El caso francés ilustra que ni siquiera los países ricos están al abrigo de los desplazamientos de poblaciones obligados por el clima. La tempestad Xinthia azotó la costa atlántica francesa entre el 26 de febrero y el 1º de marzo de 2010. Su paso dejó un saldo de 59 muertos y miles de desplazados permanentes. Dada la exposición de varias zonas a posibles tempestades futuras, el gobierno francés las decretó inhabitables. Con ello, miles de personas que vivían en las zonas se vieron obligadas a dejar sus casas y sus tierras para siempre. En este contexto preciso y luego de analizar los errores cometidos por los poderes públicos franceses en la gestión de esta crisis, la OIM destaca la importancia de la preparación de las políticas públicas para administrar las catástrofes climáticas mayores. Es lícito citar el desastre, a la vez climático y político, a que dio lugar el huracán Katrina, que golpeó Nueva Orleáns en 2005. Un millón 200 mil fueron desplazadas y una tercera parte de los habitantes nunca regresó a sus hogares.
(Texto de Eduardo Febbro, página 12, 23/I/12).



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