En
la primera mitad del siglo XIX, el Banco de Inglaterra (fundado por el pirata
William Paterson) respaldó al imperio esclavista de Brasil, urdió la
balcanización de las Provincias Unidas del Río de la Plata, y junto con
Washington conspiró contra la Federación Morazánica y la Gran Colombia
bolivariana. Y en la segunda mitad, financió la guerra de la Triple Alianza
contra Paraguay, y el militarismo chileno que en la del Pacífico despojó a Perú
de territorios sureños y dejó a Bolivia sin mar.
Minimizando
el colonialismo en el Caribe, Asia, África y Medio Oriente, los cipayos leen la
historia de Inglaterra como dechado de “civilización” versus “barbarie”, cuando
no ha sido más que fábrica de historiadores sicofantes y pensadores que
abominan “… todo lo que no es inglés y pensando que los demás pueblos sólo
pueden ser felices si adquieren sus instituciones, las costumbres, las maneras
que a ellos los hacen felices…” (Eça de Queirós, 1882).
V.gr.: luego de la derrota militar en las
islas Malvinas (1982), el historiador Jorge Abelardo Ramos recordó las palabras
burlonas de Margaret Thatcher al decir que “… habría sido la lucha de la
‘democracia inglesa’ contra la ‘dictadura argentina’”. Lo irónico, concluye
Ramos, no radicaba tanto en la proverbial hipocresía británica, sino en la de
ciertos intelectuales y políticos que, a raíz del infausto desenlace bélico,
descubrieron el terrorismo de Estado que venían solapando desde 1976, y
mucho más letal que el patético gobierno
constitucional de “Isabel” Perón.
Hace
días, ajustado a esa política de difamación y arrogancia imperial, el premier
David Cameron se pasó de tragos. Frente a la solidaria decisión de los países
del Mercosur de no permitir que buques con bandera de las llamadas “Falklands”
atraquen en puertos de la subregión, sostuvo que el reclamo argentino sobre el
archipiélago del Atlántico sur era “mucho más que ‘colonialismo’ (sic), porque
esa gente –los kelpers, habitantes de las Malvinas– quiere seguir siendo
británica…”.
Cameron
se sirvió otro trago y, a continuación, leer para creer: ¡invocó el “derecho de
los pueblos a la autodeterminación”! Deferencia que Su Majestad le negó al
pueblo de Hong Kong, cuando la ex colonia británica pasó, finalmente, a manos
de China popular (1997).
El
vicepresidente argentino, Amado Boudou, calificó las declaraciones del inglés
como “un exabrupto torpe e ignorante de la realidad histórica… la Argentina
nació en su pelea contra el colonialismo”. Por su lado, el canciller Héctor
Timerman, de gira por los países de América Central, observó: “Llama la
atención que Gran Bretaña hable de ‘colonialismo’ cuando es un país sinónimo de
colonialismo”.
Dick
Sawle, uno de los miembros de la Asamblea Legislativa de las Malvinas (3 mil
habitantes), aseguró que “el Reino Unido ahora mismo no es un país
colonialista… Es un error hablar de eventos de hace más de 170 años”. Opinión
que a más de unir al Congreso argentino en un solo puño, mereció del dirigente
político Pino Solanas la siguiente aclaración: "De los 16 enclaves
coloniales que aún subsisten en el mundo, 11 son del Reino Unido".
Los
ingleses sangran por la herida: en 1833 ocuparon las islas y en 1982 ganaron
una batalla. Sin embargo, desde 2003 la política exterior independiente y
soberana del gobierno de “los Kirchner” viene ganando la guerra en el campo de
la diplomacia, las negociaciones que Londres se niega a entablar en el marco
del derecho internacional y las resoluciones del Comité de Descolonización de
Naciones Unidas.
De
hecho, el diario argentino página 12
recuerda que la única estrategia del Foreign Office ha sido la decisión de
apelar al poderío militar y al Consejo de Seguridad de la ONU, una vez que no
prosperara la maniobra para que la Comunidad Europea reconociera a las islas
como “territorio británico de ultramar”. Frustración que llevó al general David
Richards a elaborar “planes de contingencia”, frente a los informes de
“inteligencia” recibidos por Cameron, dando cuenta de una eventual “invasión de
pescadores para plantar en Malvinas banderas argentinas”.
Los
tiempos han cambiado. La causa anticolonial de Malvinas ya no es un asunto
meramente argentino. América Latina cierra filas. En concreto, Chile y Uruguay
rechazaron el ingreso de buques con rumbo a las islas, los países de América
Central se han solidarizado con Argentina, y el canciller Antonio Patriota,
haciendo honor a su nombre, convalidó estas posiciones en el transcurso de una
conferencia de prensa sostenida junto con su homólogo británico, William Hage.
El
Departamento de Estado, inclusive, acaba de reconocer que el diferendo compete
al entendimiento bilateral entre Argentina y Gran Bretaña. Las únicas
posiciones discordantes fueron las de un par de senadores chilenos
(pinochetistas), y la de México.
A
pesar de haber suscrito en todos los foros internacionales los derechos
inalienables de Argentina sobre las Malvinas, la cancillería mexicana no ha
dicho una palabra sobre de las bravatas políticas y maniobras militares de la
piratería inglesa en las aguas del Atlántico Sur.
(Texto
de José Steinsleger, La Jornada, 25/I/12).
No hay comentarios:
Publicar un comentario