domingo, 11 de marzo de 2012

EDITORIAL: Palestina y la mezquindad de la ONU




En el marco de su gira por Jordania, Israel y los territorios palestinos, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, fue recibido el pasado 2 de febrero en la franja de Gaza en medio de protestas: el vehículo que lo transportaba fue blanco de piedras y zapatos, y grupos de manifestantes le reclamaron su negativa a reunirse con familiares de presos palestinos en Israel y denunciaron su actitud sesgada a favor del gobierno de Tel Aviv. Horas antes, el propio Ban había rechazado celebrar un encuentro oficial con las autoridades palestinas de Gaza, pertenecientes al grupo islámico Hamas, postura que fue  criticada por  esa facción como muestra del doble rasero con que se tratan las causas justas del pueblo palestino.
La negativa del secretario general de la ONU a mantener reuniones con grupos y autoridades palestinas democráticamente electas es el más reciente botón de muestra de la mezquindad y la doble moral con que se ha venido desempeñando ese organismo en el conflicto más importante de Medio Oriente: al regateo sistemático de su Consejo de Seguridad –con Washington a la cabeza– para que el pueblo palestino pueda constituir un Estado soberano, como demandan las resoluciones 242 y 338 del propio organismo multinacional, se ha sumado la mezquindad de su Asamblea General, que en septiembre pasado se abstuvo de votar el reconocimiento de Palestina como miembro permanente de la ONU, a pesar de que esa posibilidad contaba con apoyo mayoritario dentro del organismo.
La ONU, en los hechos, no ha hecho nada por impedir la política de devastación, saqueo y masacres que el Estado hebreo practica en los territorios palestinos ocupados, y ni siquiera para sancionar las agresiones cometidas por Tel Aviv contra terceros países en el marco de ese conflicto, como el ataque, en aguas internacionales, a la Flotilla de la Libertad, que buscaba llevar ayuda humanitaria a Gaza, en junio de 2010.
Semejante actitud ha generado no sólo desesperanza y frustración en el pueblo palestino, despojado de su territorio, privado de la posibilidad de constituirse en un Estado nacional y masacrado recurrentemente por Israel, sino también un profundo y justificado escepticismo hacia el organismo internacional encabezado por Ban Ki-moon y hacia la comunidad internacional en su conjunto.
(Editorial de La Jornada, 3/II/12).



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