domingo, 11 de marzo de 2012

INTERNACIONAL: Brasil: crecimiento




El asombroso éxito de Brasil en la primera década del siglo XXI se suele atribuir en forma hiperreduccionista al rubro geoeconómico y deja de lado la toma de decisiones de gran trascendencia geopolítica que colocaron al gigante sudamericano en los primeros sitiales del planeta.
En forma relevante el dos veces canciller Celso Amorim –en la fase de Itamar Franco (etapa de unipolaridad estadunidense), de 1993 a 1995, y en la “era Lula”, de 2003-2011– revela en un luminoso ensayo en America’s Quarterly (“Reflejos sobre el crecimiento global de Brasil”, primavera de 2011) la “imaginación” de su país, que entendió la dinámica del nuevo orden mundial en su travesía de la caduca unipolaridad a la incipiente multipolaridad y a cuya lectura se adelantó un año antes el equipo de Lula (“El éxito de Brasil y el fracaso del México neoliberal panista”; Contralínea, Radar  Geopolítico, 22/V/11).
No es igual la toma de decisiones por la misma persona en dos fases distintas de la geopolítica global. Mientras Brasil se arriesgó temerariamente en 2003 al pronunciarse contra la invasión de Estados Unidos a Irak, el “México neoliberal panista” profundizaba su relación bilateral con la otrora superpotencia unipolar: aquí se comenzó a escribir el diferente destino de los dos países de Latinoamérica.
El “México neoliberal panista” ahondaba su relación sadomasoquista con Estados Unidos –una potencia en decadencia–, en tanto Brasil abría creativas relaciones multipolares conectándose con países africanos (básicamente de habla portuguesa), árabes e islámicos no árabes para conformar el “BIT” (alianza virtual de intereses nucleares entre Brasil, Irán y Turquía). Peor aún: el “México neoliberal panista” cerraba sus “mercados”, mientras Brasil los abría con sentido geopolítico.
Tres meses después de la invasión de Irak, Brasil lanzó sus vectores geoeconómicos en el Foro IBSA (precursor de los BRICS), ya no se diga su ruptura mercantil en la cumbre de la OMC de Cancún, ocho meses más tarde, cuando se alía al “sur subdesarrollado” (China e India) frente al proteccionismo alimentario y de servicios de Estados Unidos y la Unión Europea.
Desde 2004, el TLCAN había sido desacreditado por el NBER (National Bureau of Economic Research), el máximo think tank en economía de Estados Unidos: “El TLCAN y México: menos que un desempeño estelar” (enero de 2004).
Los muy creativos mandatarios de Sudamérica en su generalidad entendieron correctamente el cambio de los tiempos de la unipolaridad a la incipiente multipolaridad; cabe destacar sus audaces iniciativas: el Alba (14/XII/04), Unasur (18/XII/04) y el reciente papel geoestratégico de la Celac.
México se encuentra ausente de las grandes jugadas de los mandatarios de Sudamérica en sus variantes del Alba y Unasur. Peor aún: se arroja insensatamente  a los  brazos del  militarismo de Estados Unidos, llevándolo a la incrustación del “México neoliberal”, en la fase calderonista, al desquiciante Plan México: un clon del Plan Colombia que fue rebautizado Plan Mérida cuando ya había fracasado el proyecto geoeconómico foxiano del hilarante cuan delirante Plan Puebla-Panamá.
La crisis financiera global (15/XI/08) golpeó a Brasil y a México. Lo que para los centralbanquistas mexicanos fue un “catarrito”, en Brasil lo tomaron muy en serio y salieron de su marasmo, mientras el calderonismo exhibía una de las mayores depresiones económicas del mundo, con alrededor de 7% de crecimiento económico negativo.
Brasil salió pronto de su crisis debido a dos consideraciones: 1) la existencia de una banca nacional, tanto comercial como de desarrollo, que permitió refinanciar sus grandes proyectos; y 2) su complementariedad geoeconómica bidireccional con China, el gran triunfador de la globalización económica.
No es asunto de personas, sino de toma política de decisiones en los momentos trascendentales que marcan el destino de las naciones.
Brasil con Lula se atrevió un año antes del derrumbe del orden unipolar a jugar en forma temeraria la carta multipolar.
El “México neoliberal panista” no pudo, o no quiso, y hoy se sume en el Titanic unipolar arrumbado en la catatonia y sin creatividad. El próximo presidente requiere de un golpe de timón que contemple la pertenencia ineludible de México a la multipolaridad, sin dañar la bilateralidad geopolítica y geoeconómica de las trascendentales relaciones con Estados Unidos, hoy en decadencia.
Para ello deberá enterarse de que la unipolaridad cesó y hoy nos encontramos en el incipiente nuevo orden multipolar, donde México conserva tres cartas de primer orden geoestratégico: el bono demográfico (su población juvenil), el petróleo y la plata.
(Texto de Alfredo Jalife-Rahme, La Jornada, 18/I/12).

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