El
ascensor
Según dicen, el primer ascensor fue un sillón con roldanas, que el
gordísimo rey inglés Enrique VIII inventó, hace siglos, para evitar las
escaleras del palacio.
Más modernos ascensores utilizó Silvio Berlusconi para subir hacia el
poder absoluto en Italia.
En el año 1984, Bettino Craxi, socialista, presidente del Consejo de
Ministros, firmó un decreto-ley que bendecía el monopolio de Berlusconi sobre
la televisión privada.
Craxi lo había conocido en un crucero, donde Silvio animaba a los
pasajeros con sus chistes y sus canciones. Atraído por su insuperable
vulgaridad y su extraordinario mal gusto, Craxi le juró amistad eterna y eterna
televisión.
La tele fue el principal ascensor de Berlusconi hacia el poder político.
El fútbol también ayudó, desde que compró el club Milán y ganó varias torneos.
Electo y reelecto varias veces por el voto popular, ejerció el gobierno de
Italia y del Milán, se convirtió en uno de los hombres más ricos del mundo y en
el campeón mundial de la impunidad, atravesó invicto una infinidad de procesos
judiciales y no estuvo ni un solo día preso, mientras convertía sus vicios en
admirables virtudes y sus estafas en hazañas dignas de aplauso.
El
chivo expiatorio
Según antiguas tradiciones religiosas, un macho cabrío cargaba los
pecados de todos y era castigado con la expulsión al desierto.
Esa invención ha servido y sigue sirviendo para descargar sobre espaldas
ajenas la responsabilidad de nuestras desgracias y nuestras culpas.
Algunos pueblos, como por ejemplo los judíos y los gitanos, vienen
trabajando de chivos expiatorios desde hace mucho tiempo.
A mediados del año 2008, la revista italiana Panorama, que pertenece a
Berlusconi, tituló, en portada: Nacidos para robar.
Se refería a los gitanos; y según las encuestas, la opinión pública
coincidía con este veredicto genético.
Poco antes, Alfredo Mantovano, viceministro del gobierno de Berlusconi,
había desarrollado la idea, en la televisión de Berlusconi:
–Los gitanos son una etnia inclinada al robo y al secuestro de niños.
O sea: ladrones y, para peor, ladrones de niños.
La Justicia italiana no había comprobado la veracidad de ninguna
denuncia de secuestro de niños por gitanos; pero ese detalle carecía de
importancia.
(Texto de Eduardo Galeano, rebelión, 3/VIII/10).
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