Hace
algunas semanas, el científico René Drucker publicó en el diario La Jornada (21 de febrero) una
interesante reflexión sobre los incómodos topes. En San Francisco, como en
cualquier otra ciudad, las calles compiten por tener la mayor cantidad de topes
o de baches. Parecería un asunto sin importancia sino es porque nos afecta a
toda la población en general. Dice Drucker: “Lo primero que habría que decir es
que el número de topes es inversamente proporcional al nivel educativo
de los ciudadanos. Es decir, más topes, menos educación, y en este caso se
habla de la educación vial, la cual es prácticamente inexistente en el país”.
Es de resaltar que los gobiernos locales, en lo que respecta al asunto de la
vialidad, han decidido combatir la mala educación vial con la colocación de
topes por doquier, muchos totalmente inútiles. Debido a la ausencia de
autoridad vial, se coloca topes para evitar accidentes. Así, mientras las
distintas autoridades se lavan las manos, los ciudadanos seguimos con cero
educación vial y con un alarmante nivel de impunidad que alimenta la ley de la
selva.
¿Para
qué se colocan los topes? Lamentablemente, para cuidarnos de las bestias que
manejan vehículos sin ningún cuidado y sin consideración alguna. Para muchos,
poner topes parece la solución perfecta, sin que importe si se afecta el
vehículo, si afecta la movilidad y sobre todo, si daña el ambiente.
En
2010, en San Francisco había más de 29 mil vehículos en el padrón vehicular (El Sol de León, 2/IX/10); se cree que a
la fecha tal cifra esté rondando los 32 mil automotores. Ahora, un cálculo
conservador en cuanto a la cantidad de topes en la ciudad y caminos de acceso,
la ubica en cerca de quinientos topes. Dice Drucker: “Veamos qué sucede cada
vez que un coche frena frente a un tope y luego arranca… cuando un auto arranca
desde una velocidad cero, se incurre en un pico de emisiones (de CO2),
ya que el motor trabaja contra la inercia por el peso del auto. Cuando un auto
llega a una velocidad de crucero, sólo trabaja contra la fricción de la llanta,
el motor y la transmisión, etcétera, por lo que se reducen las emisiones de CO2.
Si la velocidad fuera constante se llegaría al mínimo de fuerza requerida para
mantener la velocidad contra la fricción”. Imaginemos lo que ocurre en la
ciudad cuando cientos de automotores se tienen que detener y arrancar
nuevamente n veces en las calles al enfrentarse a las decenas de topes
que hay por todos lados. En otras palabras, dice Drucker, cada vez que
arrancamos a partir de un tope, un vehículo emite de 50 a 80 microgramos de CO2
cada 10 segundos. Pensemos en los cientos de coches que circulan y las decenas
de topes que enfrentan en San Francisco y Purísima, ciudades conurbadas.
La
pregunta es: ¿habrá alguien en el gobierno, ya no digamos municipal, sino del
estado, que piense en el daño que genera en el medio ambiente tener este exceso
de CO2 en nuestra atmósfera? Para el año 2006, según datos tomados
del documento Inventario de Emisiones del Estado de Guanajuato –el cual es
consultable en la página oficial del gobierno del estado–, se estimaba que un
millón 425 mil 766 toneladas de contaminantes fueron arrojados al medio
ambiente en ese año, correspondiendo el 71.8% al sector transporte. Hoy, las
cifras son mayores, al grado que la página oficial no ha actualizado los datos.
En relación con lo anterior, ¿por qué en lugar de tanto discurso sobre la
preocupación de las autoridades por el calentamiento global y la contaminación,
no se implementa una estrategia sencilla, poco costosa y quizás muy eficaz en
reducir la contaminación si los responsables de las direcciones
correspondientes se pusieran a trabajar y quitaran todos los topes
innecesarios, que seguro son cientos; que se hiciera una campaña de educación
vial en la población y se castigara realmente a los infractores que no cumplen
con las mínimas reglas de civilidad? ¿De qué sirve tener un padrón vehicular y
un calendario de verificación si no hay castigo alguno a los propietarios de
autos humeantes y autobuses chatarra, convertidas en chimeneas con ruedas?
¿Para qué queremos gente en Ecología si, parece una dirección de ornato sin
interés por trabajar en favor de los ciudadanos? ¿Será que sólo quieren estar
en la nómina, a falta de otra cosa?
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