domingo, 1 de abril de 2012

MUNICIPAL: San Francisco: democráticos topes





Hace algunas semanas, el científico René Drucker publicó en el diario La Jornada (21 de febrero) una interesante reflexión sobre los incómodos topes. En San Francisco, como en cualquier otra ciudad, las calles compiten por tener la mayor cantidad de topes o de baches. Parecería un asunto sin importancia sino es porque nos afecta a toda la población en general. Dice Drucker: “Lo primero que habría que decir es que el número de topes  es  inversamente proporcional al nivel educativo de los ciudadanos. Es decir, más topes, menos educación, y en este caso se habla de la educación vial, la cual es prácticamente inexistente en el país”. Es de resaltar que los gobiernos locales, en lo que respecta al asunto de la vialidad, han decidido combatir la mala educación vial con la colocación de topes por doquier, muchos totalmente inútiles. Debido a la ausencia de autoridad vial, se coloca topes para evitar accidentes. Así, mientras las distintas autoridades se lavan las manos, los ciudadanos seguimos con cero educación vial y con un alarmante nivel de impunidad que alimenta la ley de la selva.
¿Para qué se colocan los topes? Lamentablemente, para cuidarnos de las bestias que manejan vehículos sin ningún cuidado y sin consideración alguna. Para muchos, poner topes parece la solución perfecta, sin que importe si se afecta el vehículo, si afecta la movilidad y sobre todo, si daña el ambiente.
En 2010, en San Francisco había más de 29 mil vehículos en el padrón vehicular (El Sol de León, 2/IX/10); se cree que a la fecha tal cifra esté rondando los 32 mil automotores. Ahora, un cálculo conservador en cuanto a la cantidad de topes en la ciudad y caminos de acceso, la ubica en cerca de quinientos topes. Dice Drucker: “Veamos qué sucede cada vez que un coche frena frente a un tope y luego arranca… cuando un auto arranca desde una velocidad cero, se incurre en un pico de emisiones (de CO2), ya que el motor trabaja contra la inercia por el peso del auto. Cuando un auto llega a una velocidad de crucero, sólo trabaja contra la fricción de la llanta, el motor y la transmisión, etcétera, por lo que se reducen las emisiones de CO2. Si la velocidad fuera constante se llegaría al mínimo de fuerza requerida para mantener la velocidad contra la fricción”. Imaginemos lo que ocurre en la ciudad cuando cientos de automotores se tienen que detener y arrancar nuevamente n veces en las calles al enfrentarse a las decenas de topes que hay por todos lados. En otras palabras, dice Drucker, cada vez que arrancamos a partir de un tope, un vehículo emite de 50 a 80 microgramos de CO2 cada 10 segundos. Pensemos en los cientos de coches que circulan y las decenas de topes que enfrentan en San Francisco y Purísima, ciudades conurbadas.
La pregunta es: ¿habrá alguien en el gobierno, ya no digamos municipal, sino del estado, que piense en el daño que genera en el medio ambiente tener este exceso de CO2 en nuestra atmósfera? Para el año 2006, según datos tomados del documento Inventario de Emisiones del Estado de Guanajuato –el cual es consultable en la página oficial del gobierno del estado–, se estimaba que un millón 425 mil 766 toneladas de contaminantes fueron arrojados al medio ambiente en ese año, correspondiendo el 71.8% al sector transporte. Hoy, las cifras son mayores, al grado que la página oficial no ha actualizado los datos. En relación con lo anterior, ¿por qué en lugar de tanto discurso sobre la preocupación de las autoridades por el calentamiento global y la contaminación, no se implementa una estrategia sencilla, poco costosa y quizás muy eficaz en reducir la contaminación si los responsables de las direcciones correspondientes se pusieran a trabajar y quitaran todos los topes innecesarios, que seguro son cientos; que se hiciera una campaña de educación vial en la población y se castigara realmente a los infractores que no cumplen con las mínimas reglas de civilidad? ¿De qué sirve tener un padrón vehicular y un calendario de verificación si no hay castigo alguno a los propietarios de autos humeantes y autobuses chatarra, convertidas en chimeneas con ruedas? ¿Para qué queremos gente en Ecología si, parece una dirección de ornato sin interés por trabajar en favor de los ciudadanos? ¿Será que sólo quieren estar en la nómina, a falta de otra cosa?



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