El
Papa vendrá a México no sólo a orar, ofrecer consuelo y esperanza a un pueblo
herido por la violencia y la inseguridad cotidiana. Sin duda, hay una innegable
dimensión política que los actores involucrados en la visita quieren
enmascarar. Presentamos de manera esquemática algunas claves básicas de la
primera y probablemente única visita de Benedicto XVI a México.
1. Será una visita
pastoral y política. El
Papa viene justo en medio del proceso electoral; no es un accidente y menos una
inocente coincidencia. Se engarzan intereses con la intención de que todos
ganen; el gobierno de Felipe Calderón busca la bendición y la legitimidad
pontifical a su impugnada estrategia de combate al crimen, que atempere los
cuestionamientos justo cuando su mandato llega a término; quedar menos
vulnerable a los posicionamientos y discursos electorales. La jerarquía
católica, por su parte, se favorece naturalmente con la visita: verá
fortalecida la intención de politizar su agenda moral no sólo contra el aborto,
nuevas parejas, defensa de la familia, sino ante la debatida libertad
religiosa; aquí pretende un mayor espacio para la intervención institucional en
la sociedad. Tampoco son accidentes las celeridades y procedimientos hasta
atropellados de los legisladores para aprobar el artículo 24 constitucional.
Dicha precipitación legislativa pone en evidencia arreglos. ¿Por qué la prisa y
cuáles son las condiciones de dicha concertación?
2. Disputa electoral por
el capital político católico.
Aparentemente, Josefina Vázquez Mota y el PAN se verían beneficiados por los
discursos ideológicamente cercanos del Papa. Sin embargo, ante el pragmatismo
de la clase política, uno puede esperar todo. El PRI de Peña Nieto se ha
mostrado en materia religiosa tan conservador como el PAN. Impera el cálculo
político y los candidatos se apresuran para salir en la foto. En ese tenor,
hasta López Obrador, desde su “república amorosa”, ha levantado la mano para
buscar un encuentro con Benedicto XVI. ¿Existe el voto católico, y qué tanto
peso tiene la jerarquía para incidir en la intención del voto?
3. Benedicto XVI corrige
su estrategia hacia América Latina. Después
de casi siete años de pontificado, México es el primer país de la América
hispanoparlante que Benedicto XVI visita. Con cierto reproche, el cardenal Juan
Sandoval Íñiguez cuestiona el eurocentrismo del Papa y afirma que viene a
“pagar una deuda”. El llamado continente de la esperanza, la región con el
mayor número de católicos, se va cayendo a pedazos. Todavía en la década de 1970
la mayor parte de las naciones latinoamericanas tenían arriba de 90% de
católicos. Esta proporción se ha derrumbado estrepitosamente en los dos países
con mayor número de católicos en el mundo: Brasil baja a 68% y México a 83%.
Centroamérica presenta la mutación religiosa radical, en la que en países como
Nicaragua y El Salvador los católicos apenas rebasan la mitad de la población.
En términos geopolíticos, o eclesiósfera, el Vaticano podría estar
reorganizando su estrategia frente a la región, sin duda relegada por la
estrategia del Papa.
4. Ratzinger recoge sus
frutos latinoamericanos. En
el contexto de la celebración del bicentenario de la Independencia de varios
países de América Latina, Benedicto XVI cosecha los frutos que sembró hace más
de 20 años en la región. Recordemos que el cardenal Ratzinger, prefecto de la
Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, sometió con aspereza las
opciones de los católicos progresistas en América Latina que tenían presencia
en los sectores sociales populares: campesinos, indígenas, obreros, mujeres,
pobladores de barriadas, etcétera. Las sanciones a Leonardo Boff son uno de
tantos ejemplos. Bajo el espíritu de la guerra fría, en los pasados años 80
dicha corriente fue inhibida, triturada y reducida a su mínima expresión. El
mayor pecado de la teología de la liberación, según el propio Ratzinger, fue
dejarse contaminar por las ideologías marxistas. Ese espacio social popular fue
abandonado sin una hipótesis pastoral alternativa. El hueco fue rápidamente
cubierto por los nuevos movimientos religiosos, especialmente por los de
carácter pentecostal o parabíblicos, como los Testigos de Jehová. Sin que sea
el factor determinante, el propio Ratzinger ha contribuido a la debacle
católica en la región. Tiene una responsabilidad indiscutible y ahora enfrenta
su propia paradoja.
Su
limitado carisma mediático y la sombra de Juan Pablo II; su salud y ancianidad;
su soledad en Roma, enfrentado no sólo a filtraciones de información, sino la
reconfiguración de fuerzas en una atmósfera cercana al precónclave o fin de
ciclo pontifical y, sobre todo, la incomprensible ausencia en su agenda de un
encuentro con víctimas de abuso sexual, que incluyen las de Marcial Maciel.
Concluyo retomando un artículo muy lúcido de monseñor Abelardo Alvarado
Alcántara, obispo auxiliar de México, quien resalta las “circunstancias
especiales” de la visita, en particular “la crisis de fe que se vive en la
Iglesia, los escándalos por los casos de pederastia que han provocado fuertes
ataques a la Iglesia y a la persona del pontífice; el proceso de secularización
que se da a escala mundial, pero especialmente notable en países de raigambre
católica”. Coincido con él: el continente latinoamericano avanza, a la vez que
se advierte su nuevo protagonismo emergente en un contexto más complejo, plural
y diversificado. En términos sociológicos queda claro que todo discurso
religioso, por piadoso y espiritual que parezca, conlleva un modelo societal y
un proyecto histórico. El Papa en México hablará no sólo de espiritualidad,
pero tampoco sólo de política.
(Texto
de Bernardo Barranco V., La Jornada,
14/III/12).
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