domingo, 1 de abril de 2012

MUNICIPAL: San Francisco: inseguridad a galope




En Guanajuato, la llamada delincuencia organizada dispersó sus células por los 46 municipios dejando huellas de sangre principalmente en 29 localidades en los últimos cuatro años, con un repunte en los delitos de alto impacto como el secuestro, que creció 900% (El Universal, 23/III/11). Datos de la Procuraduría de Justicia muestran que en el gobierno de Oliva, 2009 ha sido el año más violento. Asimismo, según cifras oficiales, en 2011 fueron denunciados 27 secuestros en Guanajuato, por lo que las denuncias crecieron 50% entre octubre y diciembre de 2011, en comparación con el primer semestre del mismo año (a.m., 16/III/12).
Dos procuradores de Justicia y tres secretarios de Seguridad Pública, en lo que va de este gobierno, han dado cuenta de la violencia creciente atribuida a la disputa territorial entre los distintos cárteles: La Familia Michoacana, Los Zetas, el Cártel Jalisco Nueva Generación y La Línea. Tales niveles de violencia, de la que no existía registro en los archivos policiales hasta 2006, abarca municipios con alta concentración poblacional y desarrollo industrial: Celaya, León, Irapuato, Salamanca, San Francisco del Rincón, Silao, Guanajuato, Moroleón, Dolores Hidalgo y San Miguel de Allende, los cuales se encuentran entre la treintena de territorios disputados por los distintos cárteles. Las tres mantas que fueron acreditadas al Cártel Jalisco Nueva Generación –en las que amenaza acabar con Los Zetas y La Familia Michoacana– y que aparecieron en León la mañana del 15 de marzo (correo, 15/III/12), son la muestra más reciente de que la cosa va en serio.
Ni la incursión del Ejército en acciones de patrullaje, ni las policías estatales y los operativos interestatales han logrado mermar las acciones ni la expansión de las células criminales. Las escenas sanguinarias, ataques a cuarteles policiales, balaceras callejeras, ejecuciones, ajustes de cuentas, levantones, secuestros y extorsiones, han sido tan cotidianos que han reducido la capacidad de asombro de los guanajuatenses.
Según el investigador Luis Felipe Guerrero Agripino, del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad de Guanajuato, al gobierno le ha faltado “anticiparse al fenómeno criminológico con labores de inteligencia y el diseño de políticas públicas más integradas”.
Las cifras son alarmantes: por cada 100 mil habitantes, en Guanajuato hay 20 mil 890 víctimas de delitos del fuero común. Esta cifra, coloca al estado en el lugar número 13 de víctimas de delitos a nivel nacional (Milenio León, 21/IX/11). En septiembre pasado, el INEGI dio a conocer la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública 2011, en la que nuestro estado figura en la media nacional. No sólo eso, sino que el INEGI reveló también que la percepción de inseguridad creció en el primer semestre de 2011, ya que en 2005 tuvo un registro de 54.2% de desaprobación, en 2010 de 65% y al primer semestre de 2011, 69.5%.
Lo anterior contrasta con el discurso triunfalista del gobernador, pues según Oliva: “Guanajuato es un estado con gente responsable, trabajadora y preparada, que ha avanzado notablemente en su desarrollo económico y social… Hoy sus familias, tienen acceso a mejores oportunidades de progreso, porque le hemos apostado a invertir en la educación como nuestra gran plataforma de despegue”. Palabras que han sido tomadas del folleto “Nuestra empresa es Guanajuato”, el cual fue distribuido de manera masiva por todo el estado a finales del año pasado.
En San Francisco, la inseguridad, como consecuencia del desgarramiento del tejido social, ha llegado a límites peligrosos, de tal suerte que cada vez es más frecuente que menores de edad se vean involucrados en hechos de sangre. Los diarios locales nos han mostrado una mínima parte del rostro de este problema: a) desde menores que han sido atrapados al intentar robar una bicicleta (a.m., 23/II/12); hasta el que ha sido sorprendido cometiendo delitos; como “El Topaz”, quien se ha convertido en toda una leyenda en la ciudad, personaje que no se anda con rodeos: le gusta robar principalmente a transeúntes a los que despoja de teléfonos celulares y dinero en efectivo –“a ver güey, dame todo el cash que traigas” dicen que les suelta a bocajarro a sus víctimas–, para después pasar algunas horas en los separos policiacos, antes de ser liberado ante la ausencia de denuncias y volver a la calle a delinquir (a.m., 24/II/12); b) en las comunidades la violencia está a flor de piel: hace apenas unos días, un joven de 21 años disfrutaba de la festividad en Centro del Mezquitillo, cuando se topó con otras personas en aparente estado de intoxicación, éstas le reclamaron con un airado “qué nos ves cabrón; ¿quieres una foto, hijo de la chingada?”, y que se arman los golpes, perdiendo la vida el primero como resultado de varias puñaladas en el pecho (a.m., 13/III/12); c) el primer fin de semana de marzo, dos jóvenes fueron detenidos en distintos lugares de la mancha urbana, el primero de tan sólo 14 años con mariguana y, el segundo por escandalizar en la vía pública y por portación de cocaína (a.m., 5/III/12). Estamos hablando de jóvenes que a su corta edad ya son víctimas o victimarios, de jóvenes sin “un proyecto de vida” –como gustan los panistas decir ahora–, jóvenes excretados por un sistema social diseñado para expulsar y rechazar lo que para la tecnocracia es inservible.
Es un hecho evidente que las relaciones interpersonales se han tornado cada vez más críticas. Lejos quedó el San Francisco quieto, risueño y tranquilo de hace todavía treinta años. Los de hoy son tiempos de canallas, de ruindades y desvergüenza: adultos contra jóvenes, jóvenes contra adultos, abuelos contra nietos, padres contra hijos, pleitos entre cónyuges, bebés golpeados o ultrajados por sus propios padres, violaciones y “tocamientos eróticos” entre unos y otros, feminicidios, distanciamiento entre miembros de muchas familias –aun en aquellas consideradas como apegadas a la tradición y las “buenas costumbres”–, falta de respeto en la relación maestro-alumno y alumno-maestro, profesionistas de la medicina o del derecho o ingenieros que buscan engordar la cartera con base en subterfugios y engaños, abusos incontenidos de parte de quienes detentan un cargo de autoridad –como el  vergonzoso condi cionamiento para que los beneficiarios de becas de parte del gobierno estatal, asistieran a la presentación del informe regional de Juan Manuel Oliva en Purísima (a.m., 6/III/12)–, falta de sentido común de parte de la autoridad hacia personas que viven en la marginación y que se piensa que con pláticas de orientación se podrá “habilitar a la mujer campesina, acabar con el hambre y la pobreza” (a.m., 8/III/12), y un largo etcétera.
En suma, se trata del desprecio por la vida humana que se desprende del modelo neoliberal vigente, el cual concibe a los seres humanos como objetos susceptibles de ser explotados y desechados. Y por si fuera poco, con la disolución del estado de derecho que se vive en amplias zonas del país, que en el caso de las mujeres se magnifica por los persistentes asesinatos en contra de ellas, los casos de explotación sexual, la violencia doméstica y los abusos y otras expresiones de violencia de género se acaban por diluir en la violencia a secas, y ello merma todavía más las perspectivas de justicia para las víctimas (Editorial de La Jornada, 16/III/12).
La autoridad en el municipio poco puede hacer para poner freno al caos; el problema es mayúsculo y no se va resolver con campañas diseñadas para el consumo mediático y pasajero, como las campañas de intercambio de artículos bélicos por juguetes en escuelas primarias, calificadas por los expertos como inútiles, costosas y demagógicas, pues es falso que con ese tipo de acciones se “fomenten los valores y se evite la comisión de conductas antisociales y delictivas”, como lo expresara la regidora Patricia Hernández en la escuela primaria “General Gildardo Magaña” (a.m., 8/III/12). A ninguna autoridad le preocupa investigar sobre las causas del delito o de por qué varía de un lugar a otro. Su estrategia se reduce a: “Vamos a controlarlo usando técnicas de vigilancia y prisiones pobladas, ampliando los presupuestos destinados a la prisión, la militarización de la policía, mediante técnicas dirigidas a controlar la situación”. Es decir, se observa un aumento en términos de contrología, que es el estudio del control de la población de parte de quienes tienen el poder (Keith Hayward, rebelión, 16/III/12). Además, no hay quien crea en los discursos de autoestima, de superación personal o en los castigos por venir de parte de una divinidad cada vez más difícil de aceptar. Hoy se privilegia lo absurdo, lo banal, lo caricaturesco y lo superficial; ahí está como ejemplo el boom de las nuevas publicaciones de “sociales”, chorreando comentarios para resaltar tal o cual acontecimiento, destilando tonterías para satisfacer egos y vanidades. O el cómodo y gratuito medio electrónico Facebook, el cual se está convirtiendo en una herramienta ágil y versátil mediante la que se comparten no sólo fotos y comentarios chuscos, sino intimidades que, por lo fugaz del tiempo, pocos se detienen a pensar en las consecuencias que en el futuro les acarrearán.
A pesar de todo, somos optimistas: seamos testigos o no de ello: el tiempo permitirá parir un nuevo mundo.





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