En
Guanajuato, la llamada delincuencia organizada dispersó sus células por los 46
municipios dejando huellas de sangre principalmente en 29 localidades en los
últimos cuatro años, con un repunte en los delitos de alto impacto como el
secuestro, que creció 900% (El Universal,
23/III/11). Datos de la Procuraduría de Justicia muestran que en el gobierno de
Oliva, 2009 ha sido el año más violento. Asimismo, según cifras oficiales, en
2011 fueron denunciados 27 secuestros en Guanajuato, por lo que las denuncias
crecieron 50% entre octubre y diciembre de 2011, en comparación con el primer
semestre del mismo año (a.m.,
16/III/12).
Dos
procuradores de Justicia y tres secretarios de Seguridad Pública, en lo que va
de este gobierno, han dado cuenta de la violencia creciente atribuida a la
disputa territorial entre los distintos cárteles: La Familia Michoacana, Los
Zetas, el Cártel Jalisco Nueva Generación y La Línea. Tales niveles de
violencia, de la que no existía registro en los archivos policiales hasta 2006,
abarca municipios con alta concentración poblacional y desarrollo industrial:
Celaya, León, Irapuato, Salamanca, San Francisco del Rincón, Silao, Guanajuato,
Moroleón, Dolores Hidalgo y San Miguel de Allende, los cuales se encuentran
entre la treintena de territorios disputados por los distintos cárteles. Las tres
mantas que fueron
acreditadas al Cártel Jalisco Nueva Generación –en las que amenaza acabar con
Los Zetas y La Familia Michoacana– y que aparecieron en León la mañana del 15
de marzo (correo, 15/III/12), son la
muestra más reciente de que la cosa va en serio.
Ni
la incursión del Ejército en acciones de patrullaje, ni las policías estatales
y los operativos interestatales han logrado mermar las acciones ni la expansión
de las células criminales. Las escenas sanguinarias, ataques a cuarteles
policiales, balaceras callejeras, ejecuciones, ajustes de cuentas, levantones,
secuestros y extorsiones, han sido tan cotidianos que han reducido la capacidad
de asombro de los guanajuatenses.
Según
el investigador Luis Felipe Guerrero Agripino, del Instituto de Investigaciones
Jurídicas de la Universidad de Guanajuato, al gobierno le ha faltado
“anticiparse al fenómeno criminológico con labores de inteligencia y el diseño
de políticas públicas más integradas”.
Las
cifras son alarmantes: por cada 100 mil habitantes, en Guanajuato hay 20 mil
890 víctimas de delitos del fuero común. Esta cifra, coloca al estado en el
lugar número 13 de víctimas de delitos a nivel nacional (Milenio León, 21/IX/11). En septiembre pasado, el INEGI dio a
conocer la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad
Pública 2011, en la que nuestro estado figura en la media nacional. No sólo
eso, sino que el INEGI reveló también que la percepción de inseguridad creció
en el primer semestre de 2011, ya que en 2005 tuvo un registro de 54.2% de
desaprobación, en 2010 de 65% y al primer semestre de 2011, 69.5%.
Lo
anterior contrasta con el discurso triunfalista del gobernador, pues según
Oliva: “Guanajuato es un estado con gente responsable, trabajadora y preparada,
que ha avanzado notablemente en su desarrollo económico y social… Hoy sus
familias, tienen acceso a mejores oportunidades de progreso, porque le hemos
apostado a invertir en la educación como nuestra gran plataforma de despegue”.
Palabras que han sido tomadas del folleto “Nuestra empresa es Guanajuato”, el
cual fue distribuido de manera masiva por todo el estado a finales del año
pasado.
En
San Francisco, la inseguridad, como consecuencia del desgarramiento del tejido
social, ha llegado a límites peligrosos, de tal suerte que cada vez es más
frecuente que menores de edad se vean involucrados en hechos de sangre. Los
diarios locales nos han mostrado una mínima parte del rostro de este problema:
a) desde menores que han sido atrapados al intentar robar una bicicleta (a.m., 23/II/12); hasta el que ha sido
sorprendido cometiendo delitos; como “El Topaz”, quien se ha convertido en toda
una leyenda en la ciudad, personaje que no se anda con rodeos: le gusta robar
principalmente a transeúntes a los que despoja de teléfonos celulares y dinero
en efectivo –“a ver güey, dame todo el cash que traigas” dicen que les suelta a
bocajarro a sus víctimas–, para después pasar algunas horas en los separos
policiacos, antes de ser liberado ante la ausencia de denuncias y volver a la
calle a delinquir (a.m., 24/II/12);
b) en las comunidades la violencia está a flor de piel: hace apenas unos días,
un joven de 21 años disfrutaba de la festividad en Centro del Mezquitillo,
cuando se topó con otras personas en aparente estado de intoxicación, éstas le
reclamaron con un airado “qué nos ves cabrón; ¿quieres una foto, hijo de la
chingada?”, y que se arman los golpes, perdiendo la vida el primero como
resultado de varias puñaladas en el pecho (a.m.,
13/III/12); c) el primer fin de semana de marzo, dos jóvenes fueron detenidos
en distintos lugares de la mancha urbana, el primero de tan sólo 14 años con
mariguana y, el segundo por escandalizar en la vía pública y por portación de
cocaína (a.m., 5/III/12). Estamos
hablando de jóvenes que a su corta edad ya son víctimas o victimarios, de
jóvenes sin “un proyecto de vida” –como gustan los panistas decir ahora–,
jóvenes excretados por un sistema social diseñado para expulsar y rechazar lo
que para la tecnocracia es inservible.
Es
un hecho evidente que las relaciones interpersonales se han tornado cada vez
más críticas. Lejos quedó el San Francisco quieto, risueño y tranquilo de hace
todavía treinta años. Los de hoy son tiempos de canallas, de ruindades y
desvergüenza: adultos contra jóvenes, jóvenes contra adultos, abuelos contra
nietos, padres contra hijos, pleitos entre cónyuges, bebés golpeados o
ultrajados por sus propios padres, violaciones y “tocamientos eróticos” entre
unos y otros, feminicidios, distanciamiento entre miembros de muchas familias
–aun en aquellas consideradas como apegadas a la tradición y las “buenas
costumbres”–, falta de respeto en la relación maestro-alumno y alumno-maestro,
profesionistas de la medicina o del derecho o ingenieros que buscan engordar la
cartera con base en subterfugios y engaños, abusos incontenidos de parte de
quienes detentan un cargo de autoridad –como el
vergonzoso condi cionamiento para que los beneficiarios de becas de
parte del gobierno estatal, asistieran a la presentación del informe regional
de Juan Manuel Oliva en Purísima (a.m.,
6/III/12)–, falta de sentido común de parte de la autoridad hacia personas que
viven en la marginación y que se piensa que con pláticas de orientación se
podrá “habilitar a la mujer campesina, acabar con el hambre y la pobreza” (a.m., 8/III/12), y un largo etcétera.
En
suma, se trata del desprecio por la vida humana que se desprende del modelo
neoliberal vigente, el cual concibe a los seres humanos como objetos
susceptibles de ser explotados y desechados. Y por si fuera poco, con la disolución
del estado de derecho que se vive en amplias zonas del país, que en el caso de
las mujeres se magnifica por los persistentes asesinatos en contra de ellas,
los casos de explotación sexual, la violencia doméstica y los abusos y otras
expresiones de violencia de género se acaban por diluir en la violencia a
secas, y ello merma todavía más las perspectivas de justicia para las víctimas
(Editorial de La Jornada, 16/III/12).
La
autoridad en el municipio poco puede hacer para poner freno al caos; el problema
es mayúsculo y no se va resolver con campañas diseñadas para el consumo
mediático y pasajero, como las campañas de intercambio de artículos bélicos por
juguetes en escuelas primarias, calificadas por los expertos como inútiles,
costosas y demagógicas, pues es falso que con ese tipo de acciones se “fomenten
los valores y se evite la comisión de conductas antisociales y delictivas”,
como lo expresara la regidora Patricia Hernández en la escuela primaria
“General Gildardo Magaña” (a.m.,
8/III/12). A ninguna autoridad le preocupa investigar sobre las causas del
delito o de por qué varía de un lugar a otro. Su estrategia se reduce a: “Vamos
a controlarlo usando técnicas de vigilancia y prisiones pobladas, ampliando los
presupuestos destinados a la prisión, la militarización de la policía, mediante
técnicas dirigidas a controlar la situación”. Es decir, se observa un aumento
en términos de contrología, que es el estudio del control de la población de
parte de quienes tienen el poder (Keith Hayward, rebelión, 16/III/12). Además, no hay quien crea en los discursos de
autoestima, de superación personal o en los castigos por venir de parte de una
divinidad cada vez más difícil de aceptar. Hoy se privilegia lo absurdo, lo
banal, lo caricaturesco y lo superficial; ahí está como ejemplo el boom de las
nuevas publicaciones de “sociales”, chorreando comentarios para resaltar tal o
cual acontecimiento, destilando tonterías para satisfacer egos y vanidades. O
el cómodo y gratuito medio electrónico Facebook, el cual se está convirtiendo
en una herramienta ágil y versátil mediante la que se comparten no sólo fotos y
comentarios chuscos, sino intimidades que, por lo fugaz del tiempo, pocos se
detienen a pensar en las consecuencias que en el futuro les acarrearán.
A
pesar de todo, somos optimistas: seamos testigos o no de ello: el tiempo
permitirá parir un nuevo mundo.
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