Asia se encuentra en el centro del desarrollo que inevitablemente traerá nuestro mundo digital: las futuras guerras por los minerales.
¿Guerras del petróleo? ¿Guerras del agua? Claro, seguirán definiendo la geopolítica de principios del siglo XXI. Sin embargo, en términos de alta tecnología, nada se compara con las próximas guerras de los minerales. Y el nombre del juego es tierras raras.
Asia es el territorio de las tierras raras, los minerales que permitieron que tuviera lugar la revolución digital, y que hacen que la tecnología verde sea una realidad. China controla no menos de un 95% de la producción global de tierras raras.
El protagonista crucial en este juego de alto riesgo es Baotou Steel Rare Earth (Group) Hi-tech Co., de Mongolia Interior, el mayor productor del mundo de elementos de tierras raras.
China ha impuesto cuotas de exportación sobre los elementos de tierras raras durante tres años, para reforzar sus propias industrias de alta tecnología. El plan básico de China es desarrollar sofisticadas técnicas de fundición para tierras raras, en lugar de vender simplemente la materia pri ma. Cuando lleguen a esta etapa, las acciones de Baotou Steel Rare Earth en la bolsa de valores de Shanghái subirán de manera vertiginosa e imparable.
La Gran China –incluida Taiwán– es el mayor fabricante y ensamblador mundial de microchips, computadoras y equipos de redes, el alma de Internet. Por lo tanto, todo este proceso puede verse como otro capítulo de la revitalización asiática de capitalismo global, el desarrollo global más positivo en las últimas tres décadas (y no ha habido muchos).
El niobio. China, Japón, Corea del Sur, aparte de Alemania, EE.UU., Rusia y Francia, todos a la vanguardia de nuevas tecnologías, están profundamente involucrados en el ‘Gran Juego’ de los minerales.
La mayoría de la población mundial no encontrará una conexión entre Samsung y el Salar de Uyuni, un espectacular desierto de sal en el sur de Bolivia. Sin embargo, sucede que Bolivia posee enormes cantidades de litio.
Virtualmente, toda la electrónica avanzada de EE.UU. depende de las tierras raras. A finales del año pasado, el Departamento de Energía enumeró los cinco metales raros “claves”, los más importantes para la producción de energía limpia: disprosio, neodimio, terbio, europio e itrio. Todos son esenciales para la producción de vehículos híbridos y fibras ópticas, por ejemplo.
Hasta 2025, Estados Unidos dependerá esencialmente de China para tener acceso a esos metales de tierras raras. En estas circunstancias, ¿qué opciones hay? Hay tres posibilidades: desarrollar reemplazos, aumentar el reciclaje o incrementar la producción local de tierras raras, por ejemplo, invirtiendo 500 millones de dólares en una gigantesca mina en California.
Desde el punto de vista del Pentágono, los metales de tierras raras son los más decisivos y de los que depende el enorme complejo industrial-militar estadounidense para motores de aviación y misiles. Una vez más, el único proveedor global es China.
La Comisión Europea (CE) tiene su propia lista de minerales de máxima importancia, la cual incluye el cobalto (utilizado en baterías para teléfonos portátiles); el paladio (para la desalinización); el magnesio (utilizado en refinerías y fábricas de acero); el fluorspar (para la industria química); y el niobio (un 92% de la producción global concentrada en Brasil).
El mito de los mercados abiertos ya no se aplica a recursos naturales claves. China dicta la tendencia al imponer cuotas de exportación de tierras raras. Actualmente, los Estados luchan duro para tratar de diversificar sus proveedores, como cuando los sudcoreanos cortejan a los bolivianos. Por eso, los japoneses se han embarcado en un turbulento viaje global, de Vietnam a Sudáfrica, de Tanzania a Kazajstán, para diversificar su acceso y garantizar sus suministros, antes de que Corea del Sur o incluso la propia China lleguen a ellos.
(Pepe Escobar, rebelión, 20/VIII/11).
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