lunes, 31 de octubre de 2011

OPINIÓN: Pablo Neruda: a 38 años de su fallecimiento

El pasado 23 de septiembre se cumplieron 38 años del fallecimiento de Pablo Neruda (Parral, 12 de Julio de 1904 - Santiago de Chile, 23 de septiembre de 1973). Fue un comunista chileno y un poeta, considerado entre los mejores y más influyentes de su siglo, Siendo llamado por el novelista Gabriel García Márquez “el más grande poeta del siglo XX en cualquier idioma”. Entre sus múltiples reconocimientos destacan el Premio Nobel de Literatura en 1971.

Fue un destacado activista político, Senador de la República, integrante del Comité Central del Partido Comunista de Chile y precandidato a la Presidencia.

Fue victima de persecución política, militó en la clandestinidad. Y conoció la vida del exilio. Además fue un incansable defensor de la paz. Participó en la clausura del Primer Congreso del Movimiento Mundial de Partidarios de la Paz y fue nombrado miembro del Consejo Mundial de la Paz.

En el II Congreso del Movimiento Mundial, recibe junto con Pablo Picasso, Paúl Robeson y otros, el Premio Internacional de la Paz.

Unos días antes de su muerte, su casa de Isla Negra fue arrasada por el ejército de Pinochet. Los soldados le advirtieron al poeta que sabían que en su casa ocultaba armas. Neruda admitió que, efectivamente, tenía un arma muy poderosa, aunque no podrían llevársela; que su arma era la palabra.

Su funeral fue la primera gran manifestación de protesta contra la dictadura que había derrocado al presidente constitucional Salvador Allende.

La poesía Nerudiana está presente hoy como siempre.

Cuatros poemas a Pablo Neruda

I

Su arma era la palabra

Sobre la sangre derramada/ en ciudades y pueblos de la patria,/ sobre pirámides de libros cuyas palabras/ murieron en la hoguera.

Sobre el destino truncado de presos políticos,/ de desaparecidos, de los asesinados,/ sobre las almas desterradas a tierras/ sin nombres.

Construyó el general de mercenarios/ el gobierno militar de la incultura,/ la dictadura de los halcones de la guerra.

Pablo, cuando tu alma se fue a morar/ a las alturas de Machu Picchu,/ comenzó una época terrible.

Tus palabras libertarias./ Tus versos quedaron clandestinos/ en las conciencias y en las palabras silentes.

Pero el verbo sobreviviente del holocausto/ comenzó a renacer.

El día de tus funerales./ Modestas mujeres, hombres de trabajo/ la gente, el pueblo obrero/ y el pueblo campesino,/ estudiantes y cantantes,/ poetas y artistas,/ gritaron tu nombre,/ tus versos eran un grito de combate,/ bajo la mirada atenta de soldados armados.

Con llanto en los ojos y coraje en el alma,/ el pueblo comenzó a cantar La Internacional./ Y se agitaron las almas combatientes.

Ese día pusiste en el pecho del pueblo/ la palabra y los cuchillos/ que yacían enterrados.

Y el pueblo los fue afilando/ paso a paso,/ golpe a golpe,/ por todo el territorio de la patria prisionera.

II

Vengo a cantar contigo

Yaces poeta insomne,/ en tu lecho de elementos terrenales.

Ojos de futuro, cantos prolongados/ en la historia del tiempo.

Vengo a cantar contigo./ Traigo del sur las lluvias/ y las vegetaciones exuberantes.

Traigo rayos y truenos/ para que sembremos tempestades,/ para que germine un nuevo día/ amaneciendo en una roja alborada.

Vengo a cantar contigo,/ vengo de montes y quebradas/ vengo del Valle del Elqui.

Por esos lares dejé el arado/ esperando en las semillas.

Dejé las cabras y las ovejas/ tras las huellas que dejaron mis pasos.

Estoy aquí para cantar contigo,/ y hundir las manos, la mirada y el ser/ en las profundidades de la tierra,/ y desde ahí reencender el horizonte/ con la fuerza y el oficio del verbo.

Estoy a aquí, vengo a cantar contigo/ y desenterrar las palabras/ sepultadas en el silencio de los cementerios.

III

Ven a renacer en la semilla

Vienes desde el vientre del pueblo,/ desde las profundidades de la vida,/ desde socavones dormidos en lechos minerales,/ desde caminos rurales por los que la brisa de los días/ van besando la piel de los senderos.

Vienes desde las alturas de los andamios proletarios.

Vienes desde las grandes ciudades/ de carreteras de asfalto y cemento,/ de rostros fríos, indiferentes,/ ausentes como el amor en fuga.

Vienes desde el campo con olor a madre tierra/ en la que los labradores depositan semillas germinales.

Vienes desde territorios de alfareros,/ manos de arcilla y greda/ de las que salen ollas, jarros y vasos/ como pájaros del nido.

Vienes desde mares/ reflejados en la luna de tus ojos,/ desde los continentes/ perpetuados en los versos de tu poesía.

Vienes volando desde las alturas de/ cordilleras milenarias,/ testigos del paso de la cruz y la espada/ testigos del paso de la sangre y el fuego/ que invadieron de norte a sur nuestras tierras.

Vienes desde territorios de habitantes indomables/ renaciendo en la raza templada por el fuego de los volcanes.

Vienes desde la serenidad de las noches/ silenciosas del desierto. /Desde todos los rincones de la patria,/ viene tu voz, tu canto, tu poesía.

Pablo Neruda, camarada poeta,/ en las grandes alamedas de la patria/ cerradas aún para el pueblo,/ entre banderas incendiarias y consignas,/ la gente grita e invoca tu nombre.

Pablo Neruda, camarada poeta,/ ¡Ven a renacer en la semilla!

IV

Canta, canta poeta del pueblo

Desde la altura/ baja la poesía nerudiana,/ en estos tiempos aún vital,/ vigente, convincente.

Trae las lluvias torrenciales del sur/ en sus pupilas.

Sus pies van reconociendo los caminos,/ rebautizando las tierras con nombres y recuerdos/ renacidos de los tiempos antiguos,/ antes de que las botas, fusiles y bayonetas/ las dividieran en regiones.

Sus pasos van reencendiendo fuegos dormidos/ años centenarios, siglos milenarios.

Pablo aire y agua,/ Pablo fuego y tierra./ Tu poesía se contiene en todos los elementos./ Tu poesía conjuga la esencia de la vida.

¡Canta, canta poeta del pueblo!/ ¡Canta, canta poeta de raza indomable!/ Lautaro y Caupolicán cantan contigo.

¡Canta, canta poeta de los enamorados!/ ¡Canta, canta poeta de amantes fortuitos!

Tu poesía de corazón rebelde,/ canta en las voces del viento.

El pueblo hace suyo tu canto,/ sus manos buscan la lámpara que dejaste encendida.

Capitanes del pueblo la encontrarán,/ y tu canto iluminará la patria/ desde el norte hasta la Araucanía.

(Texto de Norton Contreras Robledo, argenpress, 23/IX/11).

No hay comentarios:

Publicar un comentario