El mensaje con motivo del Informe, fue llamado, como en Estados Unidos, “El Mensaje por el Estado de la Nación”. Sin embargo, la diferencia es que en Estados Unidos, el “Estado de la Nación” implica la presencia del presidente de ese país ante el Congreso, lo cual fue eliminado por los gobiernos panistas en México.
Los aplausos se le escamotearon a Felipe Calderón. De hecho, la ovación que no recibió le fue otorgada a las fuerzas armadas. Y ante el silencio no cabe más duda: es rechazo. En medio de vómitos y mentadas de madre, Calderón podría revirar argumentando ante los medios que esas gargantas ahogadas por la tos se desgarraban vitoreando la causa, su causa, el mal de todos, pero la guerra de uno.
Cuando alguien balbucea que el presidente es un valiente y que posee la bravura de pocos, vemos con dolor que hemos llegado tan bajo que ahora el héroe y guerrero ya no es aquel que pelea sus batallas pero sí el que las comanda, de lejitos, en su escritorio, con su aire acondicionado y su agua embotellada, sentado en su silla de 30 mil pesos. Valiente ahora es aquel que acepta que hay riesgos y que la vida está en riesgo, pero no son riesgos que asume para sí, y no es su vida la que peligra todos los días. El héroe del país es un hombre ciego y sordo que de reojo mira la sangre, la huele, pero se aguanta las arcadas para no vomitar; que percibe el aroma de la sangre seca, de los músculos cortados y las lágrimas que se vierten en mejillas mugrosas de niños que miran y se habitúan a la violencia, y aun así, a pesar del dolor de todos, insiste en que es necesaria la guerra. Y la gente que le respalda dice: “¡sí! Con los pantalones del ejército, ¡y los del presidente!”, pero no dice: -Y con mis pantalones, y los de mis hijos, y los de mis padres, y los de mis hermanos-. Porque saben que en esta guerra ridícula te pueden matar, y eso no está bien para ellos pero lo creen correcto para los miles de policías y soldados que sí mueren, lloran y perpetúan esta guerra.
Y son ellos, los que respaldan la guerra, así, de lejitos, los que nos llaman cobardes a los pacifistas y a los que sí, ahora sí, porque no queda de otra, tenemos que ser valientes y asumir los riesgos que supone salir a la calle en estos días, porque nosotros no tenemos autos blindados ni un ejército completo a nuestras órdenes. Somos cobardes porque nuestra valentía no escupe balas ni mata maleantes, porque nuestra valentía está en la voluntad que tenemos de abrir la boca y decir junto con todos que el gobierno combate a los sin-educación, sin-empleo, sin-padres que engendró él mismo, al tiempo mismo que genera más sin-empleo, sin-educación y sin-padres.
(Tomado de Arturo Rodríguez García y Gabo Palacios, proceso.com, 2/IX/11).
No hay comentarios:
Publicar un comentario