martes, 21 de junio de 2011

INTERNACIOJNAL: Japón todo lo contamina radiactivamente

Antecedentes. Ningún totalitarismo ha estado exento de masivos accidentes nucleares, sean estatales, sean neoliberales, cuando los errores humanos de juicio y operación han contribuido determinantemente en su detonación.

Tampoco cierto tipo de humanos requiere de “accidentes” para lanzar sus bombas radiactivas a las poblaciones civiles, como fue el caso de Hiroshima y Nagasaki devastadas por EEUU.

Según el libro La decisión de usar la bomba atómica y la arquitectura de un mito estadunidense (Knopf, 1995), de Gar Alperovitz, basado en documentos desclasificados, EEUU lanzó sus dos bombas radiactivas para prevenir una invasión de la URSS a Japón, sin haber importado el “daño colateral”.

El primer accidente en la isla de Tres Millas (EEUU) en 1979 fue de corte neoliberal y su propiedad pertenecía a la antecesora bursátil de First Energy Co.

La planta de Chernobil, manejada por la URSS, es la (primera) en haber alcanzado “el nivel 7” en la Escala Internacional de Eventos Nucleares (INES, por sus siglas en inglés) de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), hoy fatídicamente dirigida por el japonés Yukiya Amano (tan duro contra el proyecto civil atómico iraní y cuán dócil con la planta bélica clandestina israelí de Dimona).

Chernobil devastó la economía soviética y fue uno de los detonantes de su disolución tres años más tarde.

La empresa privada TEPCO –primera entre 10 de Japón y cuarta del mundo (detrás de las germanas E.ON y RWE, y Electricité de France)– es a la industria eléctrica lo que la anglosajona BP es al mundo petrolero: sus depredaciones y mendacidades no son “accidentales”, sino adictivos.

Hace nueve años la contaminadora nuclear TEPCO había ocultado y falsificado anomalías en sus plantas, lo que llevó al cierre de 17 reactores. Stephanie Cooke documenta en su libro, que resultó premonitorio –En manos mortales: una historia preventiva de la era nuclear (Bloomsbury, 2009)–, que TEPCO confesó “más de 200 incidentes durante dos décadas entre 1977 y 2002 de haber sometido falsos datos técnicos a las autoridades”.

En un caso sensiblemente tan delicado como el nuclear, donde se encuentran en riesgo la salud y la integridad sicofísica de los ciudadanos, no se puede confiar en los datos de trasnacionales volcadas en maximizar el lucro, ni mucho menos, en los “avales” de gobiernos coludidos.

Con la venia de las hilarantes “reguladoras” seudoestatales –que vigilan más la continuidad delas ganancias de las depredadoras empresas privadas que la seguridad y salud de los ciudadanos, a quienes falsamente pretenden proteger–, TEPCO ocultó numerosos “incidentes” nucleares, entre ellos uno “muy crítico” en 1978.

El terremoto de 2008 ya había orillado a que TEPCO cerrara la planta nuclear de Kashiwazaki-Kariwa. Wikileaks ha filtrado que las obsoletas plantas niponas (de “segunda generación”, cuando nos encontramos en la “cuarta generación”) no están diseñadas para soportar un temblor mayor a los 7 grados Richter. El terremoto, al unísono del tsunami, que dañó los reactores de Fukushima, fue de 9 grados Richter, es decir, sucedió lo que “técnicamente” tenía que acontecer.

Hechos. Todavía los ciudadanos del mundo no nos reponemos del pánico ambiental propiciado en el Golfo de México por la criminal petrolera privada anglosajona BP (en colusión con Schlumberger/Transocean, Halliburton y tutti quanti) cuando la irresponsablemente criminal TEPCO –que impúdicamente ostenta el logotipo mutante de Mickey Mouse (no es broma), pese a su alta letalidad ambiental nada cómica–, ha arrojado al mar aledaño 11 mil 500 toneladas de agua radiactiva (que sirvió para enfriar los reactores averiados), lo que ha perturbado a China y Corea del Sur y ha obligado a India a cesar su importación de alimentos de Japón, cuya industria pesquera deja alrededor de 18 mil millones de dólares al año (insignificante en su economía). ¿Cómo permitió el gobierno de Japón que TEPCO contamine unilateral y deliberadamente el océano, que no es su propiedad? ¿Goza TEPCO de licencia neoliberal para asesinar?

Las olas de los mares son tan pérfidas como la dirección de los vientos y se teme que el isótopo cesio 137, con una vida media de 30 años, se incorpore a la cadena alimentaria local y regional. ¿Quién deseará degustar sushi radiactivo?

Quizá sea excesivo cesar la compra de aparatos electrónicos y automóviles japoneses, pero tales son las reacciones de los consumidores presas del pánico radiactivo.

El peor escenario: el destino del plutonio 239 (con una vida media de 24 mil 200 años), proveniente de la fisión del uranio y principal componente de las bombas atómicas. Un millonésimo de gramo de plutonio, el químico más tóxico conocido hasta ahora, puede provocar cáncer. Peor aún: vivir con este temor basta para un duradero trauma sicológico.

En forma cobarde, Masataka Shimizu, director malhadado y maligno de TEPCO, se fue a esconder a un hospital con sus datos falsos.

TEPCO ha perdido “casi 85% de su capitalización de mercado desde el inicio de la crisis” (The Financial Times, 6/IV/11) y ha sido amenazada por un miembro del gobierno, Koichiro Gemba, con ser nacionalizada.

Reporteros de Der Spiegel (14/III/11) aducen que “el hecho que un desastre nuclear pueda ocurrir en la tierra de robots y carros eléctricos marca el punto de inflexión en la historia de la tecnología”; concluyen que “sea probable que Fukushima simbolice el fin del sueño de una energía nuclear manejable y la concientización de que esta forma de energía se encuentra fuera de control”.

Y eso que aún no está resuelto el grave problema de los desechos nucleares…

(Texto de Alfredo Jalife-Rahme, La Jornada, 10/IV/11).

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