domingo, 5 de junio de 2011

ANÁLISIS: La globalización financierista

La detonación de la crisis financiera del 15 de septiembre de 2008 (la extraña quiebra de Lehman Brothers –que ya sabían un año antes los bancos centrales anglosajones–) provocó una reacción en cadena cuyos efectos son las múltiples crisis en curso: crisis económica (que prosigue su ineluctable marcha y durará alrededor de 10 años), crisis energética (que se intensifica) y crisis alimentaria (que golpea en pleno rostro a la periferia del G-7 que se ha autocalificado de “inmune”) con efectos geopolíticos de doble vía que regresan vengativamente a su punto de partida en Wall Street, donde la política doméstica se ha polarizado como nunca desde su guerra civil.

Se trata de una crisis multidimensional que ha puesto en tela de juicio el ominoso modelo de la globalización financierista, eminentemente especulativa, impotente para crear empleos a los jóvenes tanto del G-7 como de la periferia, lo que, a nuestro juicio, significa una grave crisis de la civilización occidental.

El reciente “efecto Bernanke” –impresión masiva de dólares por más de 600 mil millones por la Reserva Federal– provocó la hiperinflación de las materias primas donde destaca el alza estratosférica de los alimentos con los que lucran los cárteles anglosajones.

El caso geopolítico de Egipto adquiere mayor dramatismo debido a que uno de sus detonadores inmediatos, acumulado a otros agravios sedimentados durante 52 años de gobernación militarista, derivó del alza de los alimentos en un país que era autosuficiente durante la etapa de Nasser y cesó de serlo con el defenestrado Mubarak debido a su adopción de medidas neoliberales suicidas bajo las recomendaciones del siempre siniestro FMI, lo cual desembocó en la devaluación de su moneda, tasa de desempleo de 30% y empobrecimiento generalizado (40% de la población pletóricamente juvenil con ingresos menores a dos dólares al día), pero benefició en última instancia a la clepto-plutocracia local y global.

El suicidio alimentario de Egipto, el mayor importador mundial de trigo (17% del total) se amplifica teóricamente cuando en su frontera sur se encuentra Sudán (el país más extenso tanto de África como del mundo árabe y la segunda población más numerosa de éste), con el que comparte el vital río Nilo y que tiene el potencial de convertirse en el granero del continente negro, lo que ha impedido su balcanización teledirigida –sin contar sus pletóricas reservas de petróleo en el ya separado “Sudán del Sur” como en su provincia de Darfur, en la mira de los balcanizadores.

¿Se convirtió la venta de alimentos en el cuarto mejor negocio del mundo después del petróleo (prime-ro), el narcotráfico (segundo), la venta de armas (tercero) y empatado en el cuarto lugar con los negocios del desagüe y los caños del crimen organizado tolerado subrepticiamente por los hipócritas gobiernos (trata de blancas, contrabando de órganos, etc.)?

Sin contabilizar sus abusos en derechos humanos y ambientales, la trasnacional estadunidense Cargill –empresa familiar que ni siquiera necesita cotizar en la Bolsa– acapara 25% de las exportaciones de granos de Estados Unidos y 22% de su mercado doméstico de carne, y obtuvo ingresos por 116 mil 600 millones de dólares en 2009. Cargill opera con una importante rama financiera para “riesgos” en los mercados de futuros y cuenta con su propia firma de hedge funds (“fondos de cobertura de riesgos”): Black River Asset Management, con activos por 10 mil millones de dólares. ¡Viva la especulación!

Tal especulación ha sido tolerada en forma masoquista por los países hambreados como el “México calderonista” que pretende ridículamente haber “blindado” la tortilla mediante futuros financieros especulativos que solamente abonan más ganancias a los activos de las trasnacionales alimentarías.

Esto apenas comienza con las alzas descomunales de enero pasado en los “costos de lácteos, azúcar y granos”, pues hay quienes culpan de forma absurdamente reduccionista a la “occidentalización (sic) de la dieta en Asia” de encontrarse “parcialmente detrás del alza en los costos de alimentos”. No dice nada sobre la especulación financierista que ha contribuido en forma determinante, más que otros factores, al alza descomunal de los alimentos.

¿Los cárteles anglosajones decretaron la “guerra alimentaria” contra los países asiáticos, primordial-mente contra China e India, los exitosos competidores geoeconómicos del agónico G-7? Ahora a todo el mundo le ha dado por opinar, sobre los “riesgos geopolíticos”, y el economista Nouriel Roubini no es la excepción, quien plagia mi concepto del “G-0” para avanzar una imagen lúgubre de un mundo acéfalo y a la deriva: “Nuestro Mundo G-Cero”, en Project Syndicate (11/II/11), el conglomerado mediático del megaespeculador George Soros.

Hay que ir a las raíces de la crisis multidimensional, que ya es civilizatoria: la crisis financierista (la causal de la crisis y/o guerra alimentaria, a nuestro juicio), como espléndidamente demuestra el “Informe Angelides” –la bipartidista “Comisión de Investigación de la Crisis Financiera” del Congreso de EU–, de 600 páginas, publicado el pasado 27 de enero, que exhibe tanto el fracaso de la nefaria globalización financierista como la miseria conceptual de los organismos internacionales de control local y global (v.gr la Reserva Federal y el FMI): la crisis era evitable (sic) y fue causada, en primer lugar, por “los amplios fracasos en la regulación financiera”; en penúltimo lugar, por la “ausencia de un pleno conocimiento del sistema financiero que vigilaban”; y, en último lugar, por “violaciones a la contabilidad y la ética a todos los niveles”.

(Texto de Alfredo Jalife-Rahme, La Jornada, 16 /II/11).

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