La izquierda revolucionaria ha de aparecer claramente como la fuerza más unitaria del proletariado —me refiero ahora al proletariado en el sentido más amplio de la palabra—. Si lo consigue, habrá empezado a abrir brecha. Esto cambiaría ya algo en el campo político, es la primera meta táctica que hay que alcanzar: Ernest Mandel, Marxismo abierto
1. La verdadera tragedia del pueblo mexicano es el de carecer de un auténtico partido revolucionario. A los grandes y graves problemas sociales del país debemos sumar el de la falta de una organización política clasista-proletaria, anticapitalista, antiimperialista, socialista y democrática. Existe, pues, una profunda crisis de dirección revolucionaria.
La situación actual se podría caracterizar hasta cierto punto —pero solamente hasta cierto punto— de esta manera: Los de arriba ya no pueden gobernar tan fácilmente, y los de abajo ya no se dejan gobernar tan fácilmente; dicho de otra forma: los de abajo no quieren ser gobernados como hasta este momento y los de arriba no pueden gobernar como antes. Para ser más precisos, los procesos políticos actuales van hacia una situación coyuntural llena de tensiones sociales y de conflictos.
Para que la crisis prerrevolucionaria se transforme en una evidente crisis revolucionaria se requiere de condiciones subjetivas extraordinarias que no podemos determinar cuándo ocurrirán, pero si qué tipo de condiciones son imprescindibles para que suceda. De ello da cuenta Lenin en su texto “izquierdismo”, enfermedad infantil del comunismo (1920). Si bien Lenin no habla explícitamente del papel del partido, está implícito en su formulación cuando habla de los revolucionarios, pues éstos están organizados en un partido. Para el proletariado es indispensable tener una cabeza (la conciencia colectiva organizada), por así decir, que tenga la capacidad de dirigir el movimiento revolucionario.
En México hay una profunda crisis del Estado, especialmente el de su actual gobierno panista respecto, entre otras cosas, a su legitimidad política, como resultado de un fraude electoral. En el marco de una situación de un gobierno débil políticamente y de un malestar de grandes sectores populares por el hartazgo respecto de la impunidad y la corrupción de la clase política en el poder, una contradicción mayúscula es la inexistencia de una alternativa de poder clasista mediante una organización política de los trabajadores.
2. Desde el año de 1962, en su famoso libro, José Revueltas había analizado críticamente la cuestión de la ausencia en México de una organización partidista revolucionaria, que a la fecha sigue vigente. Sus profundas reflexiones sobre un proletariado sin cabeza culminan en una tesis central del libro: la inexistencia histórica del partido de la clase obrera. Como podemos leer en el prólogo: “A principios de los (años) sesenta, el autor (Revueltas) consideraba que el “marxismoleninismo” había sido completamente desvirtuado en México y que “había que regresar a su fuente viva y regeneradora”. En pocas palabras, Revueltas establecía la tesis de una profunda crisis histórica del Partido Comunista y del movimiento revolucionario en México, y afirmaba tajantemente que “El proletariado mexicano debe desenajenarse de la ideología democrático-burguesa; dos de cuyas ramas ‘marxistas’ son, de una parte, el Partido Comunista Mexicano, y de la otra, el lombardismo. La liquidación ideológica de ambas corrientes es el requisito indispensable para que la conciencia obrera pueda convertirse en la conciencia organizada y concreta de su clase, es decir, en su partido”. Revueltas confirma la necesidad de la creación del partido proletario de clase como cabeza, como conciencia organizada, del “cerebro colectivo que piense por la clase, para la clase y con la clase”.
La extinción del Partido Comunista Mexicano (PCM) en 1981, o la muerte de Vicente Lombardo Toledano en 1968, no resuelven el problema expuesto por Revueltas. Lo cierto es que el proletariado en general no se ha desenajenado de la ideología democrático-burguesa precisamente por la ausencia del partido clasista que contribuya a solucionar la crisis organizacional proletaria. Más aún, todavía existe vagando como espíritu fantasmal la ideología estalinista y lombardista en algunos sectores izquierdistas, que añoran los grandes días de “gloria” del PCM y del Partido Popular Socialista (PPS).
3. La vieja consigna de Marx, pero vigente por su enorme importancia, de que la “emancipación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos” permite entender en gran parte la situación de la crisis organizacional de la izquierda socialista mexicana. Históricamente, la clase obrera ha estado domesticada políticamente por la burguesía mexicana e imperialista. Esto viene ocurriendo desde los primeros años posrevolucionarios y tal hecho dio sustento político por largas décadas al bonapartismo a la mexicana. En pocas palabras, el mexicano no se ha podido quitar el yugo de la clase dominante local y foránea. El proletariado mexicano ha estado ausente, en la práctica, de la vida política nacional como clase social antagónica al poder dominante. Al margen de la discusión sobre las poderosas razones por las que impera esta situación, es un hecho histórico que debemos reconocer de entrada; la cuestión innegable es que un sector considerable y significativo de los trabajadores mexicanos está sometido a un control gremial corporativo mediante los sindicatos charros, semicharros o “blancos” (patronales). El proletariado en general está domesticado política e ideológicamente por el Estado, en tanto cuanto éste es representante del capital en su conjunto, y eso es un verdadero problema por resolver entre los sectores democráticos clasistas de trabajadores y los núcleos de izquierda radical. De ahí que un factor clave y estratégico para la construcción del partido proletario es la democratización sindical o la organización de sindicatos democráticos clasistas y combativos. Esto es algo consabido desde hace muchas décadas, sin embargo, el hecho es que sigue siendo una tarea fundamental si queremos verdaderamente empezar a construir un partido revolucionario representativo de los intereses del pueblo trabajador. El hecho importante en sí mismo de que algunas luchas y movilizaciones del sindicalismo existan como expresión de la lucha de clases tales como las que protagonizan los maestros de
El grueso de los trabajadores petroleros, electricistas, del magisterio, mineros, por citar algunos sectores, están pasivos en la crisis actual, precisamente por estar controlados políticamente. A ello debemos sumar la ausencia de una alternativa gremial organizada clasista, como podría ser una central o una confederación sindical democrática e independiente.
4. El partido, o como quiera denominarse la forma organizativa del proletariado revolucionario, es o debe ser el instrumento de lucha por el poder de los trabajadores en la sociedad, de sus verdaderos intereses históricos, y no la suplantación o simulación de tales intereses. El partido debe encarnar a un sector, así sea minoritario, del proletariado fabril. Esta consideración nos conduce necesariamente a la reflexión en torno a la conformación del proletariado como sujeto histórico-revolucionario y la concreción de su conciencia de clase. Es decir, a la discusión sobre la cuestión de la centralidad del proletariado como sujeto revolucionario. Este tema, relativo a los problemas de la lucha y la organización de los trabajadores, a nuestro juicio, sigue siendo vital. Ernest Mandel decía que: “Uno de los méritos principales de Marx en la historia del movimiento socialista consiste en que mostró hasta qué punto los movimientos radicales de emancipación sólo pueden tener éxito si se vinculan no sólo con intereses específicos de clase, sino también con una visión del conjunto social y de clase que permita al proletariado llevar a cabo la transformación radical de la sociedad. Que se lo permita en el sentido económico de la palabra, es decir, que disponga del poder necesario para ello. Que se lo permita en el sentido político-sociológico de la palabra, en la medida en que muestre al menos periódicamente, la inclinación a ello… Todo retroceso de la centralidad del proletariado como sujeto revolucionario a determinaciones vagas o inexactas conduce a que el socialismo no sea ya visto como resultado de la lucha de clases librada en la realidad, condicionada por una situación social y unos intereses materiales, sino sólo como la consecuencia de proyectos ideológicos o programáticos”.
5. ¿Cómo construir una alternativa de poder proletario? Marx ve en el proletariado al sujeto de la acción revolucionaria transformadora por antonomasia de la sociedad capitalista; es el sujeto en que deben focalizarse los esfuerzos organizativos sobre la base del principio emancipatorio y autónomo políticamente respecto del poder burgués. El principio de la conciliación o del colaboracionismo de clases, en cualquier terreno de la lucha de clases, no tiene nada que ver con la práctica revolucionaria y sí mucho con el reformismo pragmático y oportunista. Una de las tareas principales ha de ser romper el control de los aparatos burocráticos sindicales corporativos sobre la clase obrera o en su caso debilitar en gran medida ese control, pues las premisas objetivas para ello están dadas. En México pueden ocurrir estallidos sociales de diversa magnitud, como es el caso de
Hoy es claro que ninguna organización o fuerza política por sí misma puede avanzar significativamente en la lucha contra el poder dominante. La clase trabajadora eleva su conciencia de clase en la medida en que lucha por sus demandas concretas y específicas.
Hoy la discusión sobre la orientación ideológica en la construcción de cualquier partido revolucionario debe considerar, ante todo, el predominio de ciertos principios políticos fundamentales sobre la base de una firme voluntad de lucha y de conciencia elemental de clase, como una elevada conciencia de izquierda anticapitalista (antineoliberal), socialista, de un antiimperialismo manifiesto, de un espíritu unitario y solidario, de estructuras y formas organizativas sustentadas en el centralismo democrático, y de un internacionalismo proletario acorde a los preceptos fincados por Marx. La consigna por un gobierno obrero, campesino-indígena y popular debe de ser una consigna permanente.
(Texto de Román Munguía Huato, LUS, no. 49).
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