Precisamente privatizar es expoliar no sólo la cosa pública, sino ir en contra de los intereses colectivos. Privatizar es empequeñecer y aun anular al individuo común. La privatización busca diluir la individualidad y la familia natural en un cuerpo o ente jurídico anónimo, en que los dueños del capital, después de haberse apropiado de un servicio que corresponde administrar a la autoridad municipal, desaparecen virtualmente del concierto social para abstenerse de la responsabilidad de dar cuentas a la población. Privatizar es traspasar a manos de pequeños grupos lo que le pertenece a la sociedad. La privatización busca que nuestros depredadores continúen beneficiándose de la cadena trófica del capitalismo, cuya naturaleza es una escalonada antropofagia social en la que unas veces somos los monos de laboratorio, y otras veces somos las ratas de cloaca que se alimentan de lo que tiran los grandes y medianos poseedores. ¿Por qué todo esto? Porque ciertos empresarios han impresionado al primer panista del municipio con la idea de otorgar en concesión el servicio de limpia. De concretarse, la empresa negociará contratos laborales que sustantivamente serán leoninos para el trabajador. Privatizar el servicio de limpia es lo que propone Jaime Verdín, pero todavía falta que los regidores se vayan con la finta y aprueben algo de lo que en el futuro se van a arrepentir. El mejor ejemplo para estar en contra de esa idea es León, ciudad que sufre con el servicio de limpia “concesionado”, por ser ineficiente, por que es caro y por que, a final de cuentas, en caso de un colapso financiero por parte de los concesionarios, será el municipio leonés el que tenga que “salvar” a tales empresas de la quiebra. En San Francisco no queremos que pase algo así. De aprobarse la concesión del servicio de limpia, Jaime Verdín pasará a la historia como el gran privatizador de un servicio que le corresponde brindar al municipio. En todo caso, si lo que se quiere es que las más de cien toneladas diarias de basura sean aprovechadas mediante la separación y procesamiento de la misma, pues que Servicios Públicos Municipales se allegue de la tecnología que ya se utiliza en otros municipios para tales efectos. Además, a) implementar un programa de educación ciudadana para que desde cada hogar se separe la basura, b) abocarse hacia una transformación profunda en el servicio de limpia, c) crear un cuerpo colegiado integrado por personas de probada solvencia moral que atienda las necesidades de mayor prioridad de Servicios Públicos Municipales. Nosotros, por supuesto que nos oponemos a la privatización del servicio de limpia. El alcalde dirá que la privatización del servicio es “conveniente, progresista y de vanguardia”; sin embargo, Verdín piensa como empresario, como un vulgar burgués, y no como un funcionario público comprometido con la sociedad. Es decir, él supone que con la privatización se van a erradicar problemas que tienen que ver con la pepena de basura, con el manejo de la misma y con problemas laborales de quienes trabajan para Servicios Públicos Municipales. Lo que se requiere es erradicar la corrupción y los vicios que por décadas han existido en Servicios Públicos Municipales, comenzando por la destitución de aquellos que se han enquistado en esa dependencia sin tener interés alguno por mejorar el servicio. Por ahí es por donde debe comenzar Jaime Verdín. Aquí cabe recordar lo que menciona Giovanni Sartori en Homo videns, ¿cuál será el destino de una ciudad dejada en manos de la inconsecuencialidad de individuos incapaces de construir un discurso coherente que vaya de las premisas a las consecuencias? Por ello, los que todavía son pensantes –dice Sartori– tienen que denunciar la irresponsabilidad e inconsciencia de las cada vez mayores legiones de vendedores de humo que olvidan que la ciudad en la que vivimos y viviremos no es “naturaleza”, sino que es de cabo a rabo un producto artificial construido por el homo sapiens. Y si hacemos caso a los falsos profetas que nos bombardean con sus mensajes “novedosos y vanguardistas”, llegaremos rápidamente al caos, al arrepentimiento y al repartidero de culpas. ¿Queremos llegar a ese punto?
(Basado en Jaime Richart, argenpress, 11/III/10; a.m., 10/III/10).
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