domingo, 16 de mayo de 2010

MUNICIPAL: Cuando las tensiones incendiaron “La Renova”

A las 6 de la mañana del domingo, la colonia Renovación, en el sureste de la mancha urbana francorrinconesa, se transformó en una sumatoria de absurdos previsibles. Una parejita de adolescentes, de 16 años, que viajaba en una Italika y sin casco, colisionó contra una camioneta Dodge Ram del cuerpo de policía. La chamaca, Yuliana N., murió en el acto. El muchacho, Juan S., falleció cuando llegaba al hospital. Las primeras versiones denunciaban que la moto era perseguida por los policías que intentaban sancionar a los muchachos porque no llevaban casco. Las versiones estuvieron cargadas de coraje y rabia, con motivaciones no muy difíciles de discernir, pero que terminó con el incendio casi total de la patrulla y el ataque con piedras y ladrillos a ambulancias y bomberos. Entre los absurdos a contabilizar figura la destrucción de la principal prueba para encontrar la demandada justicia: la patrulla fue completamente incendiada y los bomberos, impedidos de acceder al lugar, nada pudieron hacer. Fuentes judiciales confiaron a los reporteros de distintos medios que, absurdamente, hasta la tarde de ese fatídico día, los únicos testigos presenciales presentados a declarar desmentían la persecución. Los cargos imputables a los policías, fue el de doble homicidio culposo, que puede agravarse dependiendo de las pruebas que vayan surgiendo de la investigación por parte del agente en turno del Ministerio Público. Los policías fueron detenidos por casi ocho horas y luego liberados. Al medio día, los regidores “de la oposición” pedían la cabeza del director de Seguridad Pública e instaban al alcalde a que tomara medidas respecto de la corporación policiaca o que de plano renunciara. ¿Cómo fue posible semejante tragedia? ¿Cómo es que la mañana del día del accidente, alrededor de las 6, la esquina de las calles 5 de Febrero y Argentina fue escenario de una muchedumbre enardecida? Juan había pasado a buscar a La Yuli por su casa el sábado por la noche, en su motito Italika. Tenía pocos días de haberla comprado en abonos. De allí fueron al cumpleaños de una amiga, una fiesta tranquila, de donde luego, según el relato de sus compañeros, pasó a dejar la moto en la casa de un amigo, fueron a un antro y ya pasada la madrugada volvieron a la casa del amigo en busca de la Italika. Ya montados sobre ella, se dirigieron hacia la casa de Yuliana. En el camino, no está claro si por la calle Argentina o la 5 de Febrero, ocurrió la colisión, a las 6 de la mañana, que finalmente derivó en la muerte de ambos. La Italika embistió o fue embestida por la camioneta Dodge Ram de la Dirección de Seguridad Pública. Ninguno de los jóvenes llevaba casco. En la caída, La Yuli murió al golpear su cabeza contra el pavimento. Juan fue trasladado al hospital y falleció más tarde. A partir de allí se sucedió un cúmulo de versiones a cual más incierta, versiones que fueron inflamando ánimos hasta desatar una muchedumbre enardecida, corta pero violenta. Se juntó gente de San Miguel, de El Puño y El Llano, gente que conocía a La Yuli y a Juan. Se hablaba de una persecución de los policías que intentaban detener a la parejita para sancionarla y retirarle la moto por falta de casco. Incluso un pariente del joven muerto sostuvo públicamente, la tarde de ese día, que había trabajado en Seguridad Pública hacía tres años, y había renunciado por la violencia con la que los empujaban a perseguir a los jóvenes. Se hablaba de que los policías en la persecución habían tocado la rueda trasera de la moto, desestabilizándola. También se dijo que luego de la colisión dieron la vuelta a la manzana, “hicieron como si acabaran de llegar y descubrían a los muchachos ahí tirados, como animales”. Uno de los ministeriales confió a los medios: “el único dato concreto que pudo recoger el agente investigador es el de cuatro testigos que iban en un auto, atrás de la patrulla. Dos de esos testigos no vieron nada porque uno dijo que estaba dormido y el otro no prestó atención. Los otros dos fueron coincidentes en que ‘aparentemente’ la camioneta avanzaba por una calle y la moto por la otra. Lo que se está investigando es si alguno de los dos conductores había violado alguna norma, como la velocidad, por ejemplo. El agente del Ministerio Público ya pidió que se realizaran muestras para los peritajes toxicológicos y de alcohol en sangre. Para los dos conductores, y la jovencita fallecida”. Esto último es una prueba clave, pues determinaría la posible responsabilidad del conductor de la patrulla. La camioneta fue incendiada en reclamo de justicia. El reclamo se extendió lanzando piedras y ladrillos a los vehículos de bomberos, Protección Civil, Seguridad Pública y Cruz Roja. Un grupo de no menos de cuarenta personas se fueron a las instalaciones de Seguridad Pública a exigir la renuncia de su director, a esa altura ubicado en el ojo de la tormenta tanto como el alcalde Jaime Verdín. Mientras canales de televisión como Televisa y TV Azteca anunciaban un volcán en erupción, con alrededor de quinientas personas levantadas en un reclamo popular, una fuente judicial indicó que “no eran más de 80 personas”. Desde el gobierno estatal, se ordenó el envío de refuerzos policiacos después de que la policía local se viera “desbordada” y los bomberos, imposibilitados por grupos de manifestantes. Más tarde, cuando los ánimos se habían apagado. Verdín respondía en una suerte de conferencia de prensa a las afueras de su bien resguardada residencia, rodeado de guaruras, policías y agentes ministeriales: “Tiene que investigar la justicia”, mientras intentaba apuntalarse contra la acometida de los micrófonos de la TV, que avanzaban con preguntas sobre el estado procesal de los policías, con un insidioso hincapié en que habían sido liberados, mientras en “off” los locutores documentaban el incendio de la patrulla, cuestionaban moralmente el vandalismo del incendio, y lo transformaban en un curioso giro moral de vandalismo justiciero.

(Basado en Horacio Cecchi, página 12, 22/III/10).

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