domingo, 16 de mayo de 2010

ANÁLISIS: A cien años de 1910

Cien años después de iniciada la revolución de 1910, en las profundidades del México popular, en los barrios proletarios de las aglomeraciones urbanas, en los desolados y antiguos campos de cultivo en que vegetan millones de campesinos hambrientos y carentes de todo, entre los millones de jóvenes sin perspectiva de ascenso social y destinados a la ignorancia y el desempleo, en las abandonadas comunidades indígenas. En esos espacios se está gestando otro proceso revolucionario. Se reeditarán entonces las hazañas de coraje, valor e inteligencia que desplegaron en 1910 las masas populares encabezadas por Villa y Zapata, y antes, las masas plebeyas que se agolpaban en las filas de los insurgentes de 1810.

Las revoluciones son los momentos culminantes en que encarnan los anhelos milenarios de emancipación y libertad de las masas oprimidas. Los explotados durante años toman conciencia de su situación y despliegan todas sus energías y con su acción transforman las sociedades. Son estallidos espontáneos de la ruptura de los pesados límites de la rutina de la necesidad cotidiana. Los oprimidos asaltan el cielo en búsqueda de su liberación.

Pero las revoluciones no se repiten. Cada revolución corresponde a su época, tiene sus protagonistas específicos y cumple tareas históricas concretas del periodo por el que atraviesan las formaciones económicas y sociales que las gestan.

La revolución que se gesta en estos días sombríos en el México profundo no será una repetición de la de 1910. Hoy la población de más de cien millones de habitantes poco se parece a los quince millones de mexicanos de 1910, cuya abrumadora mayoría eran campesinos.

Los trabajadores de la ciudad y el campo son hoy y lo serán aún más mañana los protagonistas principales de las luchas por la transformación de México.

El capitalismo depredador reina soberbia y arbitrariamente, exprimiendo la fuerza de trabajo de millones de trabajadores y saqueando los recursos naturales, energéticos, marítimos, fluviales, lacustres, forestales, volviendo eriales las tierras más fértiles y sembrando por todo el territorio nacional el desastre ecológico.

La mejor celebración de las hazañas liberadoras de hace cien y doscientos años es preparar las nuevas condiciones de la conciencia revolucionaria de los trabajadores: independencia absoluta con respecto de los explotadores, de sus gobiernos y partidos, unidad de todos los sectores de trabajadores, de los oprimidos del campo y la ciudad, capacidad de actuar políticamente de acuerdo a sus intereses contra la explotación capitalista hacia la transformación radical de la sociedad, surgimiento en el seno de las masas de una vanguardia política lúcida que opere como cerebro colectivo de las primeras para lograr orientarse a la construcción de una sociedad nueva basada en la solidaridad de clase e internacionalista.

Hoy en México la revolución que se prepara no puede mantenerse aislada en las fronteras nacionales, es decir, nacionalista. La globalización capitalista no va a retroceder, la revolución mexicana, y la de sus hermanas en los países latinoamericanos, para triunfar, deberán partir de la realidad existente y vincular sus luchas internacionalmente, porque la globalización capitalista los ha unido irremisiblemente.

La humanidad se plantea hoy tareas inéditas, de una complejidad inaudita en la que sólo la unión solidaria e internacionalista de los pueblos puede hacerles frente con éxito: la lucha contra las guerras imperialistas, contra el hambre y la miseria que aqueja a la mitad de la población en el mundo, contra la violación y la destrucción ecológica en marcha que ha producido el cambio climático con sus consecuencias devastadoras en potencia. Este es el mundo en el que el pueblo de México está inserto y al que su próxima revolución deberá responder en su desarrollo.

Comprender lo anterior y actuar en consecuencia para preparar esa transformación revolucionaria que se requiere, nacional e internacionalmente, es la mejor forma de honrar verdaderamente la memoria de los hombres y las mujeres cuyas gestas insurgentes recordaremos este año, aniversario del bicentenario del inicio de la independencia de México y del estallido de la Revolución de 1910.

(Tomado de LUS, no. 49).

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