Elite clerical intocable. A fe nuestra, malditos sacrílegos, que ni siquiera es por consideraciones religiosas que el gobierno de Felipe Calderón trata de eludir la imposición de castigo a un vocero clerical metido a censor partidista e ideológico, sino a meras carencias terrenas, a debilidades de la carne (burocrática), a impedimentos íntimos relacionados con la precariedad política. He allí a la tibia (y, por tanto, vomitable, según letra bíblica) secretaría de gobernación jugando al ping pong con el IFE en busca de que sea este órgano (o cualquier otro, a fin de cuentas lo que se busca es, otra vez, lavarse las manos) el que acabe sancionando o definiendo la manera de sancionar al representante verbal del clero desbocado, de la elite católica cada vez más metiche en asuntos de política militante. El sacerdote Hugo Valdemar se convierte así en misterio gozoso del rosario de predicamentos en que el calderonismo se ha metido con tal de no ofender al poder vaticano ni con el pétalo de una sanción ya definida y ordenada por el instituto electoral federal. Es Valdemar pero también es el retador cardenal de Guadalajara (que al mismo tiempo ejerce tutela ejecutiva en el gobierno acólito de Jalisco), Juan Sandoval, que difamó a gobernantes e instituciones por la aprobación del aborto en la capital del país en las primeras fases del embarazo y que sigue tan campante, siempre bien dispuesto a intervenir en asuntos políticos y partidistas con absoluto desparpajo, condenando al infierno a lo que le suena a izquierda y protegiendo e impulsando a los cachorros de su imperio medieval (recuérdese que, contra toda lógica y entendimiento, Emilio González Márquez derrocha dinero público y tiempo oficial en el presunto lanzamiento de su candidatura presidencial, aun cuando la simple reproducción de algunos de sus episodios más húmedos y oscuros le debería situar más en un sótano que aspirando a alturas políticas).
Parche reformista. Los culpables y, al mismo tiempo, grandes beneficiarios del colapso político mexicano se afanan en generar una reforma legislativa que, a como se ven las cosas, solamente acabará siendo un ofensivo parche mal puesto y una demostración más de que ni siquiera en su etapa de mayor crisis el sistema político vigente es capaz de generar alternativas inteligentes, modernas y eficaces para su sana renovación.
Pero hoy, en las circunstancias actuales, los planteamientos de reformismo limitado no tienen impacto real, entre otras cosas porque el tejido social y cívico ha sido concienzudamente dañado por la clase política abusiva, frívola y corrupta y porque los procesos políticos y electorales están sujetos a una lógica distinta, la de las armas, tanto las gubernamentales (policías, soldados y marinos) como las de los narcotraficantes (en su relación ambivalente y fluctuante con el poder: a veces confrontados, a veces a su servicio). Cada vez menos gente cree en la viabilidad de lo político y lo electoral, y cada vez hay menos respeto, en general, por el oficio político y sus resultados. A ello se añade el hecho de que la iniciativa de reforma política actualmente a discusión en el poder legislativo federal es engañosa e insuficiente, calculada para aparentar avances y concesiones, pensada para preservar privilegios e incluso inaugurar una casta de diputados y senadores con derecho a ciertas elecciones consecutivas.
Benditas historias. ¡Santa grilla desatada! El beato Gustavo Madero invitó el primero de mayo a siete de los diez miembros de la congregación de blanco y azul que aspiran a subir al altar político de Los Pinos a usar el púlpito de la avenida Coyoacán, en la colonia del Valle, en el Distrito Federal, para desgranar su catecismo electoral. La insoportable levedad de los precandidatos del PAN: nada digno de recuerdo en sus sermones dominicales, salvo la declaratoria de Peña Nieto como copetón hereje del momento. Presuntos aspirantes necesitados de levadura y vitaminas: los secretarios Lujambio, Lozano y Félix Guerra (éste, “ciudadano”, pues no es militante del PAN aunque está casado con una hija del difunto Clouthier y tiene una especie de cordón umbilical inmobiliario con Felipe Calderón y Margarita Zavala, en cuanto les paga renta por vivir en la casa particular, en la ciudad de México, de la pareja gobernante). Además, el persistente Santiago Creel, la desobediente Josefina Vázquez Mota, que no quiso irse al estado de México y por ello desde Los Pinos le ponen tache para la “grande”, y el espirituoso gobernador de Jalisco, Emilio González Márquez, obstinado en montarse en el foro para aspirar a ganar más delante aunque sea un premiecillo de consolación. Y, desde luego, el secretario plus, el presunto delfín pinolero, el héroe del bartolismo que vive requete bien con seis mil pesos al mes, Ernesto Cordero.
Panismo presuntamente en el poder que ni siquiera hilvana frases o textos sobre sí mismo para ganar espacios destacados de los medios de comunicación sino que, cual si fuera oposición, mejor se dedica a denunciar los errores ajenos, las estrategias de quienes así parecieran estar avasallándolo: leña verde al PRI, pero especialmente al malvado Quique Gaviotón, culpable de frenar en San Lázaro las propuestas legislativas anheladas por el calderonismo para barnizarse de reformista: Tucope: todos unidos contra el copete. Eso sí: el soñador Madero se permite augurar que su partido ganará los comicios venideros, los de 2012, y los de 2018.
Erosión en IFE. El aparato institucional que organiza y juzgará los comicios federales del año próximo sigue perdiendo legitimidad con precisión profesional. El Instituto Federal Electoral (IFE) se ha aplicado a conciencia a reducir los de por sí angostos márgenes de confianza que podrían quedar en ese organismo luego del sucio comportamiento que con Luis Carlos Ugalde al frente se tuvo en 2006. El actual presidente del IFE, Leonardo Valdés Zurita, no ha tenido talla ni condiciones para superar aquel déficit y ha propiciado que la institución se enfangue en acusaciones serias y constantes de corrupción interna, sin siquiera una pizca de propuestas políticas de recuperación, allanados ya los consejeros directivos a la triste realidad de su descalificación irremontable, dedicados a gozar de sus ofensivos sueldos y privilegios, a la espera de los momentos críticos en los que habrán de poner sus cultivadas incapacidades al servicio del mando que en su momento dé instrucciones electorales. Al cuadro trágico del IFE se añade la prolongada riña interpartidista por el botín constituido por tres consejerías vacantes en las que el PRI, a como dé lugar y en pleno sometimiento al poder de Televisa, pretende imponer a una teleconsejera, Arely Gómez.
La fuerza como razón y ley. Razón, ley y fuerza como presuntos puntales del autoritarismo ya nada disfrazado: del haiga sido como haiga sido (del 2006) al haiga de ser como haiga de ser (de aquí al 2012, y lo que venga). Santísima trinidad pinolera en busca de justificar el horror en curso y de confrontar la protesta andante en su contra: dice Calderón tener de su lado la razón y (si esto no fuera suficiente) la ley y (si esto no fuera suficiente) la fuerza. Tres conceptos distintos y un solo motor verdadero: la fuerza. En realidad, el orden de ejecución ha sido y pretende seguir siendo el de Fuerza, Ley (a fuerza) y Razón (a fuerza): FuLeRa.
Frente a la marcha por la paz y la justicia que culminó en la capital mexicana el ocho de mayo, el iracundo comandante Calderón da un manotazo en forma de discurso (4 de mayo por la noche) para dejar en claro que los militares seguirán actuando en las calles y que son malos mexicanos quienes pretenden regresarlos a los cuarteles y frenar las cascadas diarias de sangre y las carretadas de abusos e injusticias de la Fuerza (ahora sí en mayúscula, pues ha sido elevada a la categoría de filosofía política gobernante felipense).
Así, con la doctrina de la Fuerza por delante, ya no es necesario fingir diálogos ni simular que se escucha y atiende a voces diversas. Ni pluralidad ni tolerancia: las cosas seguirán siendo como son porque así lo ha decidido personalmente el poseedor de la verdad oficial única, el ejecutor de las verdades bélicas reveladas, el profeta del desastre obligatorio, el irritado ocupante precarista de Los Pinos que ha saltado amenazante apenas al ver frente a sí la primera movilización no manipulable en su contra.
Recuperar la voz. En el marco del horror como mecanismo de control social, constituye un valioso avance el hecho de marchar por las calles de las principales ciudades del país y hacerlo de manera tan arropada por la solidaridad comunitaria, como sucedió en la caminata central, encabezada por el poeta Sicilia. Levantar la voz, organizar y expresar críticas ha sido una de las prohibiciones no escritas que el narcopoder ha establecido.
Nuevo amago a Pemex. De placentero viaje por Nueva York, el licenciado Felipe Calderón ha abierto un nuevo frente de guerra para que sus opositores no se concentren en el tema del narcotráfico, y así puedan dividir sus fuerzas. No es una ocurrencia de bajo cilindraje, sino un recurrente sueño de repartición empresarial de Pemex mediante venta de acciones, pero presentado a estas alturas del desfalleciente partido más como una treta para distraer a la tribuna que como una jugada con posibilidad de gol. Difícilmente pasará una iniciativa “modernizadora” de tal calado privatizador en las aduanas camarales.
Ugalde ataca de nuevo. Como en película de terror, en momentos sombríos aparece un rostro generador de los peores recuerdos y las peores insinuaciones: Luis Carlos Ugalde, el responsable histórico de la conducción facciosa del proceso electoral de 2006 y de la instalación fraudulenta en Los Pinos de un personaje que ha llevado el país al desastre, asoma para reprochar al congreso federal que por no designar a tres consejeros del IFE esté causando daños morales a tan egregio instituto. El imparcial Luis Carlos, insistentemente acusado de haber favorecido a Felipe Calderón, acompañó al ahora ocupante de Los Pinos a una de las más recientes giras por Estados Unidos, específicamente a un almuerzo con el Consejo de las Américas. Allí, en tal estado de gracia, el ex presidente del IFE arengó a proteger al instituto y garantizar que los ciudadanos tengan una institución libre de intervenciones políticas (por instrucciones de la autoridad, se prohíben las risas grabadas).
La guerra y la paz. La militarización de la sociedad forma parte de un engranaje organizado, necesitado e institucionalizado para preservar el actual estado de cosas. Como ha quedado plasmado en el discurso beligerante de Calderón, alias El Churchill, utiliza el monopolio del poder (sic) para hacer la guerra en nombre de todos los mexicanos de bien, y quienes no lo apoyan son sospechosos de ser cómplices de los enemigos del Estado. Un Estado que se sirve del monopolio de las armas para hacer una guerra permanente contra el pueblo. Mientras más autoritario y violento es un Estado, más trata a la nación como enemiga.
Mal cómico. En mala hora se ha incrementado en Felipe Calderón el fallido propósito de ser cómico o parecer simpático o alegre. Justamente cuando crece y se organiza la oposición a sus criminales políticas de guerra interna, el comandante de Los Pinos se esmera en mostrarse despreocupado y falto de angustias, en una suerte de fuga pública que pretende aparentar que el caos está bajo control o que el incendio de la pradera no debe asustar a nadie. Felipe displicente que lo mismo recibe a Bono que se entrevista con Sylvester Stallone o asiste encubierto a uno de los conciertos de U2. Ahora parece vivir en un estado de alteración anímica falsamente positiva y trágicamente vaciladora, que resulta una ofensa a la memoria de las decenas de miles de muertos que han causado sus errores gravísimos en la conducción del país y su obsesión enfermiza con lo bélico.
Tardía recapacitación. En Ciudad Juárez, irónica y cínicamente declarada “heroica” por los mismos “representantes populares” y “autoridades” que han permitido su martirio agudizado en años recientes. Como si hablara de un gobierno ajeno, o de otra persona, el muy campante Calderón quiso pasar como reflexión propia lo que es una acusación en su contra por la manera torpe y sin previsión con que agitó el avispero nacional del narcotráfico largamente tolerado en una nación que diariamente tolera muchas otras formas de ilegalidad a las que el comandante Calderón ni siquiera ha tocado, ni tocará (corrupción administrativa, delincuencia de líderes sindicales, privilegios para empresarios, por citar algunos): “no es posible enfrentar el delito sin considerar la fuerza de la delincuencia organizada” (detonación de inteligencia estratégica que, sin embargo, llega tarde: 40 mil muertos después, con un tejido social e institucional deshecho), a lo que engarzó: “y no es posible enfrentar al crimen organizado con un Estado desorganizado”. Para llorar. El comandante en jefe de las operaciones armadas contra el narcotráfico considera, casi cinco años después, que primero debería medirse la fuerza del adversario o, de acuerdo con el lenguaje guerrero, del enemigo, y que a un Estado desorganizado (como el que ha diseñado, lleno de personajes de quinto nivel, ansiosos más de enriquecerse que de recomponer al país, frívolos y ambiciosos en su gran mayoría) no le sería posible enfrentar a los criminales organizados. Para llorar.
(Tomado de Julio Hernández López, La Jornada, abril 20, 26, mayo 2, 5, 6, 9, 10, 12, 20, 2011; Carlos Fazio, La Jornada, mayo 16, 23, 2011).
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