Tras una pugna con ajustado resultado, el candidato soberanista Ollanta Humala ganó las elecciones en Perú. Humala renovó su compromiso con su pueblo, lo cual incluye hacer frente a la exclusión social o potenciar la unidad latinoamericana. En definitiva, promete un verdadero cambio, lo que sin lugar a dudas supone un gran reto, toda vez que habrá de hacer frente a no pocas dificultades, entre las que destacan los poderes económicos, que habían apostado claramente por Keiko Fujimori, cuya derrota algunos analistas la han vinculado a la identificación de la candidata con su padre y, por tanto, con las prácticas antidemocráticas de aquél. Resulta prematuro referirse al devenir del país con un gobierno presidido por Humala; no obstante, si había posibilidades de victoria del auténtico Perú, del Perú tradicionalmente más olvidado y perjudicado, éstas pasaban por la elección de Ollanta Humala. No se antoja sencillo el cambio en uno de los países en los que existen mayores diferencias económicas entre sectores, con tasas de paro demoledoras en zonas rurales, pero sí parece evidente que esas posibilidades de cambio habrían sucumbido con la victoria de Fujimori. Con cautela y consciencia de las dificultades que el país necesita superar, se puede afirmar que en Perú se abre paso un periodo de esperanza.
(Editorial de gara, 6/VI/11).
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