Para Roberto Rusconi, la estrategia de fabricar santos tiene un objetivo: “Los santos son la proyección de la imagen que la Iglesia quiere dar de sí misma en un cierto momento de su historia. Cada beatificación es, pues, un acto político”. La inusitada rapidez con la que se llevó el procedimiento nos dice que la jerarquía católica actual tiene un interés desmedido en exponer ante el mundo, de manera muy “mediática”, a quien considera todo un ejemplo de santidad poco discutible. Sin embargo, 50 destacados teólogos alemanes se pronunciaron contra la beatificación de Juan Pablo II por considerar que “traicionó” a la población más pobre de Latinoamérica al no apoyar al arzobispo salvadoreño Óscar Arnulfo Romero un año antes de que lo asesinaran. En cambio, fue muy cercano a los grupos más conservadores del catolicismo, como el Opus Dei, Schoenstatt, y los Legionarios de Cristo. Se le cuestiona la actitud que tuvo en el manejo de los casos de pederastia cometidos en el seno de la Iglesia. El teólogo Hans Küng ha criticado duramente la beatificación de Juan Pablo II al considerar que fue un pontífice con un grave “lado oscuro, “intolerante e indispuesto al diálogo”, que practicó “un magisterio autoritario con el que reprimió los derechos humanos de las mujeres y los teólogos”. (Texto de Juan Antonio Aguilera M., la haine, 7/V/11).
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