lunes, 1 de febrero de 2010

MUNICIPAL: Dimensión y paradoja



En algún lugar de la estadística, donde la realidad se desplaza de las cimas a las depresiones en una campana de Gauss, la desventura se traduce en porcentajes, las carencias se distribuyen en rangos, las miserias en deciles; pero esa conversión no pondera los niveles de la demagogia, ni los grados de la indefensión… Dicen los que saben que la contundencia de las cifras reside en los parámetros, porque las ponderaciones dependen de los rangos de la interpretación, y que por eso, el manejo pernicioso de los números produce cantidades discrepantes con la realidad. Una de las cifras más esquivas en la administración pública es el número de los habitantes que sobreviven en la pobreza. La cifra negra de la miseria suele eludirse en un cuadro sinóptico de los niveles de la pobreza, en la clasificación de las carencias. En petulantes categorías, la pobreza se identifica con el nivel de ingresos, con la ausencia de bienes, con la carencia de los satisfactores vitales; sin embargo, en esa fría clasificación no se considera el grado de la desesperanza, las expresiones de los vicios y la imperiosa necesidad de eludir la cruel realidad. Los programas asistenciales como Oportunidades son un soberano fracaso, porque no ha aliviado el flagelo de la miseria. La crueldad de esta paradoja estriba en que la pobreza no es una prioridad en las políticas públicas: las carencias y la indefensión sólo son el argumento principal del discurso proselitista. Los pobres existen para el régimen únicamente en tiempos electorales. La pobreza continuará expandiéndose en un régimen donde predomina la ausencia de sensibilidad social, que traduce la desventura en porcentajes, que distribuye las carencias en rangos, que elude los niveles de la demagogia y los grados de la indefensión… Mientras el horizonte se oscurece para las mayorías, con sus cifras desgarradoras, Jaime Verdín, alcalde de San Francisco y Abraham Collazo, de Purísima, respaldan con una sonrisota de oreja a oreja la propuesta de reforma política que ha presentado Felipe Calderón, respecto de la reelección. Para Verdín –sin dar un argumento sólido para respaldar su dicho–, “es necesario salir de la tradición, pues no hay un sustento válido en la actual modernidad; se requiere dar un paso a la apertura”. ¡Oh, sí, sí, nuestra democracia debe empatarse con la modernidad! ¡Vengan, vengan, los patiños del príncipe con discursos de saliva para justificar el que nuestros próceres sigan pegados a la ubre presupuestal! “La intención no es perdurar en el cargo –dice el siempre abnegado Verdín–, ni ser eternos en el puesto”; porque, hay que ser realistas, continúa nuestro amigo Jaime: “En el primer año de trabajos de Presidencia se tiene un proceso de ambientación (sic), el trabajo fuerte e intenso se desarrolla en el segundo año de gobierno, mientras que el tercer año es solamente de despedida, esto implica demasiados altos que rompen la continuidad, por eso es la conveniencia de hacer un cambio en las formas de trabajo”. Sangrando profusamente por la tremenda mordedura de lengua, Verdín se apuntó con lo siguiente: “El problema es la partidocracia, o lo que es lo mismo: el coto de poder; hay que reflexionar y acabar con eso porque no permite que la sociedad avance…”. Engolosinado en su pretendida autocrítica, los sueños de quien se ha aprovechado de la “partidocracia y los cotos de poder” (¿de qué otra manera pudo haber llegado Verdín hasta donde está?), pronto se vendrían abajo con la ejecución de un oficial de policía el 18 de diciembre por la noche. Romualdo Landa Argumedo, hermano del también ejecutado Víctor Landa Argumedo, fue baleado con cinco tiros que lo dejaron muy malherido en un campo de futbol en la colonia Los Manantiales de la vecina Purísima. Jugarretas de la vida: diez días antes, Romualdo Landa había sido exhibido públicamente por abuso de autoridad. El afectado, según la prensa, presentó denuncia formal en el Ministerio Público contra Landa Argumedo y otros tres uniformados por amenazas y lesiones. No hay que olvidar que en la administración que encabezó Toño Salvador corrieron fuertes rumores de que el Ejército estaba a punto de tomar el control de la seguridad pública municipal debido a los altos índices de corrupción y de infiltración por parte del narco en la corporación policiaca. Por supuesto que el recién renovado Consejo de Honor y Justicia de Seguridad Pública Municipal, cuya función es revisar la actuación de los elementos de la corporación, no actuó en consecuencia. Temerosos de herir las más leves susceptibilidades de sus narcopatrones, los miembros del citado Consejo a duras penas se reúnen para tratar asuntos que simplemente reciclan la incompetencia. Quienes lo componen, el alcalde incluido, están más preocupados por la falta de dinero en las arcas municipales –se habla de diez millones de pesos cuando menos, para que la actual administración municipal pueda cerrar el trabajo del ejercicio fiscal del presente año–, pues no atinan qué camino seguir para que el municipio no se vea obligado a pedir auxilio al Congreso local o al gobierno del estado. Y es que los pendientes son muchos: entre ellos está la planta de tratamiento de aguas residuales, pues aunque sus instalaciones han estado en proceso de construcción desde 1995, no hay dinero suficiente para la puesta en marcha de la construcción que le de conclusión a la misma. Mucho dinero se ha tirado en ese proyecto, y, por lo que se ve, no tiene para cuándo se le vea en funcionamiento. Mientras, los discursos y las promesas seguirán revitalizando los ánimos de los impostores que defienden su “coto de poder”. Y, qué mejor que celebrar el fin de año con una inauguración de lujo, en la que se dio cita la plana mayor de la clase política local (diciembre 17): Juan Manuel Oliva, junto con los alcaldes de San Francisco, Purísima y León, además de funcionarios públicos y algunos expresidentes municipales, abrieron a la circulación el llamado distribuidor vial, que, para efectos prácticos, no es más que un puente. El licenciado Verdín, como ya viene siendo costumbre, se lanzó con un discurso grandilocuente: “Este puente es una estructura que brinda fisonomía estética al acceso de la ciudad; representa, además, el desarrollo que ha alcanzado la región. Es, por su magnitud, un atractivo para las nuevas inversiones en San Francisco. Por esto último, es que en lugar de llamarlo distribuidor vial, me permito nombrarlo distribuidor de oportunidades”. Los aplausos no se hicieron esperar, las lágrimas de sus colaboradores más allegados no pudieron ser contenidas. La emoción de Verdín se expresó en el fuerte abrazo dado al señor gobernador, que, sonriente y conmovido por la ternura de las palabras de Verdín, correspondió de la misma manera. Fundamentalistas que son, el puente lo pintaron con los colores distintivos del panismo-yunquismo. Que las cifras manejadas de cuánto se invirtió no coincidieron, ¿qué importa?, para eso está la página electrónica del gobierno estatal en la que se puede consultar el dato. La cuestión no es menor, pues mientras para Obras Públicas la inversión fue de poco más de 91 millones de pesos, para el gobernador fue de 117 millones y para Verdín de 134 millones. Estamos hablando de una diferencia de casi el 50% entre la cantidad más alta y la más baja. Pero, dejémonos de minucias, y vayamos a lo realmente grueso: días antes, la insípida feria decembrina –que según la encuesta levantada en la página oficial de la administración reportó hasta un 82% de gente que se mostró insatisfecha con la organización del evento– se había visto opacada aun más, cuando los escasos visitantes que había la tarde-noche del día 10 de diciembre, tuvieron que ser evacuados ante la paranoia de las autoridades encargadas de la seguridad pública, quienes, alarmados y llenos de pánico por el rumor de que los responsables de ejecutar a una pareja a la salida de León, podrían ingresar a las instalaciones de la feria y perpetrar una masacre. Algo completamente fuera de la lógica en la forma de operar de los sicarios. Pero las revanchas no sólo se dan entre bandas de narcos o de pandillas, sino en la mismísima Presidencia Municipal, cuando, a dos meses de iniciada la presente y sangrienta administración municipal, se interpone una demanda laboral en contra del municipio por parte de quien fuera el chofer de Toño Salvador. En efecto, Juan Antonio Luna, asegura que acudió al privado del licenciado Verdín para exponerle que sus derechos laborales habían sido pisoteados al no reconocérsele el puesto que llegó a ocupar con El Güero, Verdín, nervioso y tartamudeando, le dijo que hiciera lo que quisiera pero que no era posible mantenerlo en el mismo lugar en que lo tuvo nuestro amigo El Güero, por la sencilla y jurídica razón de que no era “de su confianza”. Así pues, Juan Antonio, exchofer de Toño Salvador, exhibe su mala leche al no aceptar la indemnización que le ofrecían: 16 mil pesotes, por tres años de servicio. Ni modo, si se defiende bien el municipio, cosa que dudamos, pues tienen en el Departamento Jurídico a un verdadero papanatas, Juan Antonio puede quedarse sin nada.

(Fuentes: Laura M. López Murillo, argenpress, 14/XII/09; a.m., diciembre 4, 8, 9, 10, 16, 18 y 19, 2009; El Heraldo de León, diciembre 11 y 12, 2009).

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