lunes, 1 de febrero de 2010

EDITORIAL: El corrupto

La organización Transparencia Internacional divulgó el pasado 17 de noviembre, en Alemania, el índice de corrupción en el mundo. En una escala de 0 (sin corrupción) a 10, México obtuvo 3.3 puntos, con lo que avanzó a una posición envidiable y privilegiada en el concierto mundial de naciones. ¿Por qué hay tanta corrupción en nuestro país, en nuestro estado y en nuestro municipio? Tenemos leyes, sistema judicial, policías y medios de comunicación atentos. Sin embargo prevalece la impunidad, que es la madre de los corruptos. ¿Conoce usted el nombre de alguna persona guanajuatense corrupta? ¿Fue procesada y está en la cárcel? El corrupto se caracteriza por no admitirse como tal. Vicente Fox es el mejor ejemplo más reciente y el más cercano. Experto como es, el corrupto actúa movido por la ambición de dinero. No es propiamente un ladrón. Antes bien, se trata de un refinado chantajista, de ésos de conversación delicada, sonrisa amable, ademanes gentiles. Anzuelo sin cebo, pez que no pica. En San Francisco hay varios de estos bellos ejemplares: en la pasada administración municipal, el mayor de todos fue Toño Salvador, quien fue premiado con un puesto de altos vuelos en el Supremo Tribunal de Justicia del Estado; en la actual administración, destaca Jaime Verdín por su compulsión a beneficiar a los parientes de los amigos, colocados éstos en puestos de primer nivel. Al final de la actual administración se podrá apreciar el tamaño del daño causado por la obsesión de Verdín de privilegiar y mantener a esa pléyade de parásitos. El corrupto no se expone; extorsiona. Considera la comisión un derecho, el porcentaje un pago por sus servicios, el desvío una forma de apropiarse de lo que le pertenece, la segunda caja un privilegio electoral; y tontos los que hacen tráfico de influencias sin sacarle provecho. Ahí está Raturo Ángel García, cuyo nombre ya saltó del salpicadero de estiércol en que se ha convertido SAPAF, cuando aquél colocó a una incondicional –durante la administración del siempre bien recordado José Velázquez– para que le hiciera el trabajito de ayudarle a engordar sus cuentas bancarias. Situación que ha sido aprovechada por los priístas y Su Excelencia el Señor Contralor Municipal, quien, ebrio de poder, se ha tomado atribuciones que no le corresponden, al hacer a un lado al Ayuntamiento en su decisión de inhabilitar al hoy exdirector de SAPAF. ¡Ah, la corrupción en sus distintas expresiones! Hay muchos tipos de corruptos. El corrupto oficial se vale de la función pública para sacar provecho para sí, su familia y sus amigos. Cambia la placa del auto, lleva a su mujer de viaje con pasaje costeado por el erario, usa tarjeta de crédito a pagar por el presupuesto estatal, hace gastos y obliga al contribuyente a pagarlos. Considera natural la sobrefacturación, la ausencia de licitación, la competencia con las cartas marcadas. La lógica del corrupto es corrupta: “Si yo no saco provecho, otro se aprovechará en mi lugar”. Su único temor es ser cazado en flagrante delito. No se avergüenza de mirarse al espejo, apenas teme ver su nombre escrito en los periódicos. Confiado, jamás imagina a su hijita preguntarle: “Papá, ¿es verdad que tú eres corrupto?”. El corrupto no tiene ningún escrúpulo en dar o recibir cajas de coñac en Navidad, obsequios caros de los proveedores o facilitar vacaciones. Lo ablandan con regalos y así disminuyen los trámites burocráticos que atañen a los dineros para las obras públicas. Y está el corrupto privado. Nunca menciona cantidades, sólo insinúa, cauteloso. De ese modo se vuelve el rey de la metáfora. Nunca es directo. Habla con circunloquios, seguro de que el interlocutor sabrá leer entrelíneas. El corrupto franciscano tiene un lema: “quien no llora no mama”. No es ostentoso de las riquezas, no viaja al exterior, se presenta como pobretón para encubrir mejor la trapacería. Es el primero en indignarse cuando el asunto es la corrupción que embarra al país. El corrupto no sonríe, agrada; no saluda, extiende la mano; no elogia, inciensa. No posee valores, sólo saldo bancario. Se corrompe de tal modo que ya ni se da cuenta de que es corrupto. Se tiene por un negociante exitoso. Melifluo, el corrupto tiene dedos largos, se junta a los honestos para aprovecharse de su sombra, trata a los subalternos con una dureza que lo hace parecer el más íntegro de los seres humanos. El corrupto se juzga dotado de una inteligencia que lo libra del mundo de los ingenuos y le vuelve más agudo y experto que el común de los mortales. (Basado en Frei Betto, rebelión, 18/XII/09; a.m., diciembre 15 y 20, 2009).

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