En algún lugar cíclico, donde el tiempo se desplaza en saltos excéntricos, la historia se compendia en rangos decimales y la memoria se fragmenta en periodos y épocas; por eso, en este comienzo de 2010, último año de la primera década del siglo XXI, se agudiza el afán retrospectivo y es inevitable recapitular... La memoria colectiva se configura con los eventos que repercuten en la vida de los individuos, porque alteran el estilo de vida o el orden de las ideas, porque provocan reacciones y actitudes generalizadas, porque conmueven o indignan, porque inciden en la visión del mundo. Y en el compendio de la historia y en el registro de la memoria colectiva, influye la concepción decimal del tiempo. La vida sobre el planeta se estudia por siglos y milenios, las crónicas pormenorizadas se ajustan al rango de las décadas. Y justamente ahora, en este inicio de año, abundan los recuentos y las retrospectivas; pero detrás de las cifras y de los nombres, en la línea impronunciada de una nota informativa, yace el elemento que desencadena la reflexión. La década de los dos miles trascenderá a la posteridad como un periodo de profundización de una crisis que produjo millones de desempleados, que incrementó alarmantemente el índice de la desesperanza, con sus muertos y decapitados, con sus mujeres violentadas y la juventud abandonada a su suerte. Contrastes grotescos, el regreso de los fundamentalismos religiosos y una soledad expansiva son algunos de los rasgos que han caracterizado a esta década. En una de las paradojas de la posmodernidad, las redes globales de comunicación han propiciado el aislamiento y entorpecido el contacto entre los individuos; la realidad se digitaliza y la vida se desvirtúa ante un monitor. Al leer el mensaje subyacente en las cifras, se identifican los excesos y los contrastes que alcanzaron niveles infamantes: la combinación de la crisis económica y la alimentaria ha elevado la cifra de víctimas del hambre en el mundo a niveles históricos: mil millones de personas sufren hambre crónica; pero en las antípodas del desamparo, otros mil millones de individuos con sobrepeso conforman la epidemia de la globesidad, que ha reducido las expectativas de vida. Y al margen de los extremos, en la tangente del hambre y la obesidad, en un entorno indiferente y materializante, la anorexia, la bulimia, la vigorexia y la ebriorexia destrozan la salud y la integridad de millones de personas obsesionadas con un concepto inhumano de belleza. En pleno siglo XXI se actualizó el instinto legendario del troglodita: la necesidad de dominio, sobre el entorno, sobre los recursos y los congéneres, desencadenó las guerras del fundamentalismo. Irak, Afganistán, Paquistán y el conflicto Palestina-Israel polarizaron al planeta, confrontaron dogmas y despedazaron la vida de millones de personas. Ocho años de ocupación estadunidense en Irak exacerbaron las diferencias hemisféricas y resucitaron las convicciones nacionalistas en las regiones invadidas. Y en un entorno cambiante, se desmoronan sistemas de vida y emergen nuevos modelos e identidades; la migración por motivos de trabajo, la generalización de los divorcios, condiciones laborales demandantes, las inclinaciones afectivas alternativas, propician el surgimiento de hogares diferentes. Y ahora, como siempre, la historia se escribe con avances y retrocesos, el devenir se configura con luces y sombras, y en el porvenir aguardan ideales y obsesiones. La única constante en todas las décadas, los siglos y los milenios, ha sido la imperiosa necesidad de vencer el miserable miedo a vivir. Por eso, la humanidad se reinventa de cuando en cuando, ejerciendo uno de sus atributos inalienables: la asombrosa facultad para olvidar y la prodigiosa determinación para empezar de nuevo… A todo aquel que lea estas líneas por costumbre, por lealtad o mera casualidad, motivado por la curiosidad o la afinidad: le agradecemos su invaluable intervención en este diálogo ubicuo y asincrónico, porque su mirada le confiere sentido a estas líneas y le concede un significado a nuestra existencia.
(Texto de Laura M. López Murillo, argenpress, 29/XII/09).
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