Distintas personas, recogiendo proposiciones de muy diversos movimientos sociales, se están dando a la tarea de promover a Fidel Castro como Nóbel de
En Memorias del Fuego (II tomo) cuenta Eduardo Galeano algunos de los méritos que hizo el ex presidente estadounidense Teddy Roosevelt para obtenerlo: “Teddy cree en la grandeza del destino imperial y en la fuerza de sus puños. Aprendió a boxear en Nueva York, para salvarse de las palizas y humillaciones que de niño sufría por ser enclenque, asmático y muy miope; y de adulto cruza los guantes con los campeones, caza leones, enlaza toros, escribe libros y ruge discursos. En páginas y tribunas exalta las virtudes de las razas fuertes, nacidas para dominar, razas guerreras como la suya, y proclama que en nueve de cada diez casos no hay mejor indio que el indio muerto (y al décimo, dice, habría que mirarlo más de cerca). Voluntario de todas las guerras, adora las supremas cualidades que en la euforia de la batalla siente un lobo en el corazón, y desprecia a los generales sentimentaloides que se angustian por la pérdida de un par de miles de hombres... Este fanático devoto de un dios que prefiere la pólvora al incienso, hace una pausa y escribe: Ningún triunfo pacífico es tan grandioso como el supremo triunfo de la guerra. Dentro de algunos años recibiría el Nóbel de
Barack Obama, a los pocos meses de ser presidente del país que más enarbola la violencia como conducta, la tortura como terapia, el crimen como oficio, la guerra como negocio, se ha convertido en el último canalla Nóbel de
Sabemos que el propio Fidel Castro va a declinar la posibilidad de que, a través de ese premio, se reconozca su valor, sus aportes, sus innegables méritos en relación con la paz y su irreprochable vida al servicio de la más hermosa y humana causa. Y no porque Fidel, no sea merecedor de ese reconocimiento, sino porque nunca podría compartir con delincuentes como los descritos su acreditación como Nóbel. Por supuesto que Fidel se merece ése y cualquier reconocimiento que quiera hacérsele, probablemente, al ser humano que en los dos últimos siglos más ha contribuido a la paz. El problema es que ese premio no se lo merece a él.
(Texto de Koldo Campos Sagaseta, rebelión, 2/XII/09).
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